Parte 3
Lorenzo lo pensó unos segundos antes de responder.
— Aún deseo casarme con María — dijo este con voz trémula. ¿Qué pensará Isabella respecto a eso? — Yo deseaba convertirla en una segunda esposa... — soltó con temor.
Lorenzo vio el asombro que recorrió a la joven al decir aquellas palabras, también la tristeza volvió a surgir, era como una emoción que al parecer estaba constantemente en ella.
— ¿Una segunda esposa? — murmuró Isabella con decepción — Eso sería aún más escandaloso que una anulación...
Ninguno de los dos volvió a decir una sola palabra. Lorenzo no sabía cómo convencer a Isabella para poder llevar a cabo esa promesa que le hizo a su amada.
— Además... — dijo la reina con voz átona — A mí me corresponde el título de reina por derecho. — declaró sin dudar en lo absoluto. — Si llega a convertir a María en su esposa, manténgala lejos de ese título, pues las leyes dictan que no puede haber otra reina más que la hija del soberano antecesor al nuevo.
— Pero, ¿eso no le molestaría? — preguntó Lorenzo con asombro — Me refiero al hecho de convertir a María en mi esposa, en la segunda.
— No — dijo Isabella. Aunque deseaba decir que si, pero María era la mujer a la que Lorenzo amaba, y ahí no podía competir — Pero no le puede otorgar un puesto que no le corresponde, pues sería contra las leyes — dijo Isabella defendiendo lo que es suyo. — Si quiere casarse con ella esta bien. Pero bajo esas condiciones.
Lorenzo estaba sorprendido; Isabella era en realidad un alma benevolente, ni siquiera le importaba que él contrajera matrimonio con alguien más. En ese caso, podía casarse con María de manera libre y no habría problema con eso. Quizás no podría darle un título más alto como la joven lo deseaba, pero el hecho de ser segunda esposa la ponía en una posición más alta que los demás, aunque más abajo que el rey y la reina. Pero si María lo amaba, tendría que aceptar las cosas como eran, hasta donde Lorenzo podría concederle, después de todo no estaría nada mal, sería cuidada con el mismo afán que alguien noble y sobre todo, ella tendría el amor de Lorenzo.
Él joven se sintió contento al escuchar el permiso de su ahora esposa, y por fin podría contraer matrimonio con la persona que de verdad amaba.
Por otro lado, Isabella se sumergía en el dolor que eso le causaba. No sería egoísta en separar a dos almas que se amaban con profundidad, no. Ella quería darle a Lorenzo la oportunidad de amar y estar al lado de aquella joven, aunque esto le doliera en el alma.
Pero Isabella hablaba en serio cuando dijo que las leyes debían seguirse, su padre había sido un rey, y ella no perdería su título y su derecho a reinar por dos enamorados. Ella sería la reina hasta el fin de sus días, cuidaría el legado de sus padres y lucharía por la corona con uñas y dientes. Si ellos se amaban no podía impedírselos, pero no les permitiría pasar por encima del reglamento, además que el pueblo tampoco lo permitiría. Luminis Imperium era conocido por sus habitantes como gente de leyes, gente que respeta el reglamento al pie de la letra, desde los reyes hasta el último habitante, y eso llena de paz a la joven, porque ella sabía que el pueblo la respaldaría.
— Solo deseo pedirle un favor, soberano — pidió Isabella.
— Dime — murmuró él, aún con la alegría que sentía. Estaba a un punto de cumplir cualquier deseo de Isabella si eso significaba que lo dejaría casarse con María.
— Para casarse con la joven, debe esperar un tiempo.
— ¿Un tiempo?, ¿por qué? — preguntó con confusión. ¿Acaso Isabella habrá cambiado de opinión?
— Estamos recién casados, no podemos confundir a los habitantes. Debemos actuar con normalidad.
— Oh — enunció él con entendimiento — Lo comprendo. Tiene razón, mi reina.
— Yo misma le dire cuando sea el momento adecuado. Si me lo permite.
Lorenzo dudo e Isabella se percató de eso.
— No tengo problema con ese matrimonio Lorenzo y no pienso separarlo de su amada. Solo pido que confíe en mi.
— Por supuesto — dijo el joven.
Lorenzo aceptó los términos y condiciones de Isabella con tal de casarse con su amada, incluso si esto significaba esperar algunos años como lo había mencionado la reina. Sería capaz de esperar hasta siglos enteros, porque su amor por María era grande.
Isabella vio que Lorenzo estaba de acuerdo en cumplir con las normas por lo que sintió paz, al menos la corona y los deberes reales estarían a salvo.
— Bien, creo que las cosas han quedado claras. Usted se casa con María pero mantiene intacta la ley. Si es así no veo problema alguno. — repitió Isabella para terminar de dejar las cosas claras.
— Así es...
— Entonces si no hay nada más que decir, he de retirarme a descansar — dijo poniéndose en pie, pues estaba sentada en el muro que rodeaba la fuente de agua.
A Lorenzo pronto se le cruzó una idea en la cabeza, una que desde hace mucho tiempo estaba intentando apagar, y más que una idea era un deber que tenían tanto él como Isabella; pero sentía vergüenza al preguntar por ella.
— ¿Isabella? — llamó con voz andina, pues estaba intentando mostrarse desinteresado.
— Dígame — dijo Isabella deteniendo su andar, y se giró para ver a Lorenzo, quien ahora se encontraba unos pasos lejos de ella.
— ¿Qué vamos hacer? — dijo con voz floja. Él estaba viendo directamente a la fuente, incapaz de ver a Isabella a los ojos — Digo... su padre buscó un sucesor para que... para que continuara con su linaje...
Isabella abrió sus ojos con asombro, en realidad tampoco había pensado mucho en ese detalle. A la joven se le tiñeron las mejillas de un tinte rosa y sintió las palmas de sus manos humedecerse por los nervios.
En realidad, esa era una muy buena pregunta; pues el motivo de este matrimonio había sido exactamente para continuar con él linaje real. Ya que su padre no podía partir del mundo sin antes ver su descendencia.
Al menos eso había dicho su padre Magnus en la cena antes del cortejo.
— Yo... yo... — tartamudeó sin saber que era lo que debía responder. — No se...
Lorenzo también se sentía nervioso al pensar en eso, y entendía completamente a la reina.
— Solo quiero que usted se dé cuenta, que no la obligaré a hacer algo que no desea... — dijo Lorenzo, quien también tenía sus mejillas rojas de la vergüenza. — Lo podemos discutir en otro momento, si le parece bien.
— Claro... si... no hay problema — dijo la joven — Yo me tengo que ir... quiero descansar — agregó rápidamente en busca de una salida a ese momento incómodo.
— Como desee — dijo Lorenzo fingiendo aburrimiento.
Isabella se fue rápidamente sin ni siquiera ver por un momento atrás, ella tenía que irse rápidamente pues el tema de la descendencia era algo que la avergonzaba.
Y a Lorenzo también. Pero este último sonrió con diversión al ver correr a la joven.
" Bueno, eso fue algo incómodo..." — se dijo mentalmente mientras seguía sonriendo por aquella escena.
Pero también se preguntaba cómo harían Isabella y él respecto a ese tema. Magnus querría ver su descendencia muy pronto, o al menos cerciorarse de que Isabella estaba apunto de traer vida a este mundo, en otras palabras, que la joven estuviera embarazada.
Magnus había hablado con él durante la recepción, mencionó estar enfermo y que no resistiría más de unas cuantas estaciones, aunque esperaba durar mucho más de lo que había dicho el curandero del pueblo; pero lo que si había dejado bastante en claro, es que quería estar ahí para recibir a sus nietos o al menos ver a su hija en la espera de su primogénito.
Casi se había ahogado con el vino mientras el rey revelaba ese dato, pero gracias a Leonidas quien le dio unas palmadas en su espalda fue que logró volver. Y sinceramente eso era algo que se le había olvidado cuando propuso matrimonio, es más, nunca lo pensó, ni antes ni después, hasta que Magnus recordó ese "deber real".
" Todo sea por la corona hijo mío" — mencionó el rey de manera bromista y teatral después de que Leonidas lo ayudo a regresar a esta vida.
Lorenzo también entró al castillo después de un rato, quería descansar antes de la coronación, una que se llevaría a cabo después de que el sol empezara a ponerse.
Caminaba con tranquilidad por los pasillos de palacio cuando se dio cuenta que el rey Cironum y su esposa estaban apunto de marcharse. Eso significaba que María también estaba apunto de retirarse con ellos.
Decidió ir hasta él y despedirse.
— ¡Oh rey Lorenzo! — dijo Cironum al verle — Era a usted quien deseaba ver antes de partir.
Lorenzo camino hasta el viejo rey, y este le dio un gran abrazo.
— ¡Felicidades por su matrimonio y bienvenido a esta nueva vida! — dijo bromeando — No tuve la oportunidad de verlo durante la celebración, pero nunca es tarde para las felicitaciones.
— Gracias, soberano — respondió Lorenzo con una sonrisa suave. Al parecer los reyes más viejos se emocionaban de mas por este tipo de cosas — De verdad, le agradezco mucho.
— Si necesita algo, no dude en contactarme, sabe que cuenta conmigo para lo que sea. — ofreció el rey — Y le debo el regalo — le dijo como última instancia.
— Oh no, soberano. No debe preocuparse por eso. No hay más regalo que su presencia en este acto que fue tan importante para Isabella y para mi.
— Por favor, Lorenzo, no sea modesto. — dijo como broma Cironum — Le debo el regalo, en cuento lo tenga se lo envío — declaró, no había forma de hacerlo cambiar de opinión, pero el rey Cironum pronto agregó — ¿O quizás hay algo en particular que el nuevo rey desea?
— ¿Disculpe?
— Para no quebrar tanto mi cabeza eligiendo un regalo, el rey Lorenzo puede pedir por sí mismo lo que anhela. — enunció el rey — Le daré a usted la oportunidad de elegir.
— Oh — musitó Lorenzo. — Por ahora no se me ocurre algo, señor, pero gracias, quizás Isabella tenga algo en mente...
— Mmm ya va aprendiendo — murmuró el rey Cironum con una enorme sonrisa de oreja a oreja y soltando una carcajada — En esta vida de casado, es lo que la reina pida. Aprende rápido rey Lorenzo.
— No entendí bien... — dijo intrigado el joven.
— Ya verá, no hay nada más importante que hacer feliz a nuestras reinas y señoras. — aconsejó Cironum — Cuando tengan un regalo en mente, háganmelo saber. Yo enviaré lo que sea hacia ustedes. Tómenlo como un regalo especial departe de un amigo, rey y aliado.
— Gracias, soberano. — dijo Lorenzo con una sonrisa de agradecimiento — ¿No planean quedarse para la coronación?
— La idea era esa, pero a mi reina le ha surgido un problema en casa — informó Cironum — Así que debemos regresar. Pero sabe que nuestro aprecio y lealtad están con ustedes, y una vez más, felicidades por la boda y por la coronación.
Lorenzo solo sonrió con gratitud a las palabras del rey Cironum.
— De la reina ya me he despedido, anhelé ver a Magnus antes de irme pero me informaron que se encuentra algo mal de salud — dijo el anciano con pesar — Bien, he de irme hacia el carruaje, mi esposa ya me espera ahí dentro.
— Lo entiendo, espero que lleguen con bien hacia su destino.
— Gracias Lorenzo — el rey le dio unas palmaditas a su hombro como forma de despedida y aprecio — ¿Dónde estará esta mujer, María? — preguntó Cironum con molestia.
— ¿No está con usted? — preguntó Lorenzo con asombro.
Pues una sirvienta que vino de compañía no debía atrasar a sus soberanos. Lorenzo no la consideraba una simple sirvienta, para él, ella era más que eso, pero era obvio que Cironum no la veía de esa manera.
— No. — respondió molesto — Fue lo primero que le dije a esa mujer, solo la traje con nosotros porque a mi esposa le cae bien. — sincero Cironum.
Este no sabía que se trataba de la amada del rey Lorenzo.
— Oh — murmuró Lorenzo.
— Bien como sea, iré al carruaje simplemente para que mi mujer se tranquilice, sino se desata una guerra. — enunció el rey medio bromeando y medio serio — Al menos si me ve llegar bajará un poco su malestar.
— Está bien, soberano — dijo Lorenzo divertido.
Pues le parecía gracioso el hecho que un rey, uno que ha pasado por grandes batallas y salido ileso, le tenga miedo a su esposa, una que apenas si le llegaba hasta los hombros, pues la reina era de estatura baja.
El rey Cironum se despidió y se dirigió a toda prisa en busca de su esposa. Mientras tanto, Lorenzo pensaba en ir a buscar a María, no quería que ella se metiera en problemas a causa de hacer esperar más de lo debido a sus soberanos.
Anteriormente, Isabella apresuró sus pasos para llegar a su habitación. Aún no podía procesar el hecho de que Lorenzo había pedido hablar sobre su descendencia, era un tema que no había pensado y él lo sacó a la luz como si nada, incluso parecía desinteresado en ello. Pensó que quizás Lorenzo no tendría problemas pues solo cumpliría su deber como el nuevo soberano, pero ella por alguna razón sentía vergüenza, además estaba el tema de María entre medio de ellos dos.
"Pero es algo que ambos debemos hacer..." — pensó. Pues su linaje debía continuar quiérase si o no. Quienes subirían al trono serían hijos de ella y Lorenzo, asegurando así su legado. — "Cielos..." — siguió repitiéndose mentalmente.
Después de todo, Lorenzo había confesado el querer convertir a María en segunda esposa, y por ningún punto esos hijos podían subir al trono, incluso aunque estos dos se amaran con locura. Una cosa era el amor y otro el deber.
"No hay salida..." — siguió repitiéndose. No era que ella no quisiera hijo con Lorenzo, ¡pero vamos!, apenas si entendía lo que era el amor, no sabía nada más de eso, y el tema de la descendencia la ponía nerviosa.
Iba a doblar una esquina cuando se topó con alguien, la otra persona murmuró algo que ella no entendió. Fue hasta que levantó la vista que se dio cuenta que se trataba de aquella mujer.
— Oh, soberana — dijo reverenciando a su reina — Disculpe mi torpeza, no me di cuenta.
— No se preocupe, yo también venía distraída — dijo Isabella con amabilidad.
No podía ser descortés, María no le había hecho daño, además ella fue primero en la vida de Lorenzo, no tenía la culpa de ese amor, en todo caso ella era el mal tercio. En el corazón nadie manda y María no eligió amar a Lorenzo ni viceversa.
Al menos eso pensaba Isabella, ella no tenía idea de los planes de esa mujer.
Isabella solo pensaba que, María era una mujer buena que había sido dañada a causa de un destino cruel, María no tenía la culpa de amar a Lorenzo ni tampoco tenía la culpa de haber nacido sin ser parte de la nobleza, eso no debería ser impedimento para estar al lado de quien amas, pero lastimosamente así era la realidad.
— Soberana, yo de verdad lamento haber alejado al rey de su lado... — murmuró sin vergüenza alguna. Pero trataba de verse "inocente" ante Isabella. — Es solo que... tenía que hablar algunas cosas con él....
— No se preocupe por eso. Estoy al tanto de todo.
— ¿De verdad? — preguntó María con fingido asombro.
— Si — respondió la reina. — Lorenzo confesó todo, y parte de la situación yo la sabía.
— ¿Y eso no le molesta? — preguntó María intrigada.
— No. Lorenzo fue valiente al confesarlo, algo que me alegra pues no debe haber secretos en un matrimonio.
María quedó impactada ante esas palabras, y parte de la ira corrió en sus venas. ¿Cómo era posible que eso no la molestara?, ¿es que acaso está mujer era loca?
— Entiendo mi reina. — dijo fingiendo vergüenza — De verdad que me deja impactada. La soberana es realmente una mujer fuerte, si yo fuera usted, me molestaría que mi esposo amara a otra...
— En el corazón nadie manda, María, yo se que usted fue una persona importante para él — dijo Isabella con cortesía. — Pero ahora es mi esposo y tienen que respetar eso. Ambos, usted y él — le recalcó.
Isabella no quería darle lugar a esa mujer de pensar que podría acercarse a Lorenzo sin más. Mientras Lorenzo no se casara con ella, María tendría que mantenerse al margen, porque Isabella no permitiría que la imagen de Lorenzo y de ella sea manchada por malos entendidos.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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