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Parte 2

— ¿Cómo está mi padre? — preguntó Magnus con suma preocupación.

— No muy bien — respondió Maria — Aún sigue extrañando a Isabella. Que los cielos la miren con gracia y la protejan allá donde esté — dijo por último. Sin saber la realidad de las cosas.

— Amén — respondió Magnus a la oración de María; luego agregó diciendo: — Pensé que mi padre lograría recomponerse, ya ha pasado demasiado tiempo desde que mamá ya no está aquí con nosotros.

— Yo también pensé lo mismo — dijo ella encogiéndose de hombros — Pero Lorenzo puede ser muy tonto a veces...

— ¿Muy tonto? — preguntó Magnus un tanto molesto — Mi padre es todo menos un tonto.

— No pretendía ofenderlo, príncipe Magnus — dijo fingiendo amabilidad — Solo me refería a que su padre siempre se ha aferrado a alguien, cosa que no veo correcta. Un rey debe dejar aún lado lo que siente, sino podría caer en lo que ha caído hoy el rey Lorenzo.

— ¡Amor! — soltó Magnus con brusquedad — ¡Lo que mi padre hoy está sufriendo es a causa de haber perdido a mi madre! ¡Eso es amor verdadero! No lo juzgaré por ello.

— Tranquilo mi príncipe. Yo comprendo muy bien esa parte. Sé muy bien cuanto amaba su padre a la antigua reina; me dio tristeza lo sucedido — agregó ella rápidamente — Pero es de ley que un soberano deje atrás todo sentimiento; hemos de dar gracias a los cielos que nuestros enemigos aún no están enterados de la debilidad del rey, sino estaríamos perdidos.

— No lo estaríamos — agregó Magnus firmemente — Yo protegería el reino de mi padre a capa y espada. Jamás dejaría que el reino de mi abuelo caiga en manos enemigas; y estaría aquí para defender a mi padre y a usted madre mía, siendo yo el heredero a la corona, es mi deber hacerlo.

— Eres un buen hijo, mi niño — dijo María con ternura — Lamento haber ofendido a su padre y la memoria de su madre. Es solo que me preocupaba esta situación, mi pequeño Magnus.

— Yo comprendo, mamá — dijo Magnus sonriendo suavemente — Pero no debe preocuparse, he logrado practicar mucho, ahora domino muy bien la espada y he logrado superar a muchos guardias reales. El reino estaría seguro conmigo.

— Lo sé — dijo María con orgullo — Solo tenga mucho cuidado, no quiero que mi pequeño salga lastimado.

— ¡Mamá! — dijo Magnus con algo de vergüenza — Ya soy un hombre, no soy un niño.

— Para mí siempre será mi pequeño.

María se acercó y abrazó a Magnus. No mentía al decir que era su hijo, al inicio lo amaba como un plan para llegar a la corona, sin embargo, ahora lo amaba como aquel hijo que nunca tuvo.

— "Si algo he de agradecerle a la estúpida de Isabella, es haber traído a Magnus al mundo" — pensó María con maldad — "Si tan solo escuchara como Magnus me llama madre, estoy segura que se retorcería en su tumba"

— Bien, ya he de irme — le dijo Magnus mientras se separaba del abrazo — El capitán me espera en el campo de entrenamiento, nos veremos más tarde, madre.

— Está bien, hijo mío. Vaya con cuidado, y que los cielos lo acompañen a donde quiera que usted vaya — le dijo María. Esta depósito un beso en la mejilla del heredero y después lo dejó ir.

Magnus tomó camino al campo de entrenamiento, y María lo vio irse y suspiró contenta.

— "Mi vida ahora estará asegurada" — pensó — "A través de mi hijo tendré una vida plena; ahora soy reina, luego seré la madre superior, por ser madre del siguiente rey" — pensó sonriendo de oreja a oreja.

Si, María ahora tenía una vida asegurada. Siendo reina era superior a todos. Incluso cuando Magnus llegase al trono, como madre que era del futuro rey, eso la colocaba como madre superior, algo similar a ser reina pero con otro título y con un sin número de privilegios.

Quizás no era su madre biológica, pero fue ella quien crió al pequeño Magnus, colocándola a ella como su madre en ausencia de Isabella.

— ¿Cómo se siente esta mañana? — le pregunto Maria a Lorenzo.

Obviamente no obtuvo respuesta alguna.

— Es de muy mala educación no responder — le dijo María con fastidio.

Lorenzo volvió a ignorarla. Muy dentro de él ya empezaba a cansarse de los sermones de aquella mujer.

— ¿Qué tanto hace con esos papiros? — preguntó extrañada — ¿No le gustaría hacer otra cosa que no sea escribir? Eso es lo más aburrido que he visto. Como rey tienen muchos privilegios, incluso muchos pasatiempos como soberano, ¿qué hay de los juegos del campo? Ya no gusta salir al aire libre; me extraña ese comportamiento — le señalo con enojo.

Lorenzo siguió guardando silencio.

— ¿Qué hay de una cabalgata? — preguntó María — Muchos de los caballos esperan al soberano, hace mucho tiempo no salen de los establos, los únicos que mantienen a esos animales con salud son los sirvientes y los soldados, porque si es por usted, esos animales estarían muertos.

Lorenzo soltó un suspiro hastiado:

— Salga de aquí, María... — le dijo en un susurro — No quiero seguir escuchado su voz...

— Mal agradecido — le dijo ella entre dientes — Cuánto no he hecho yo por usted. Y lo único que recibo son malos tratos...

— ¡No he olvidado porque lo está haciendo! — le gritó — ¡No soy tan tonto como usted me cree!

Esto dejó a María anonadada.

— ¿Qué? — preguntó la peli negra estúpidamente — ¿A qué se..?

— Que si hoy estoy vivo... — empezó a decir el rey entre dientes. El rey se giro lentamente en el asiento y con una mirada aterradora sostuvo su mirada en María — Es porque usted me necesita con vida — termino diciendo — No soy estúpido. Se ha aprovechado de mi debilidad para ganar el trono... — Lorenzo tomó algunas respiraciones para calmarse y no lanzarle algo en el proceso — Necesita de mí para seguir manteniendo el título de reina...

— Lorenzo, eso no es verdad — intentó negar — Si fuese así, igual seguiría manteniendo mi estatus alto, recuerde que el reino me considera como la madre del príncipe, si usted muere, igual tendría estabilidad. Así que no piense así.

— Si, quizás la consideren como madre de mi hijo, pero el título de reina ya no sería para usted sino para la esposa de mi heredero, simplemente se convertiría en madre superior — le recordó Lorenzo — Y usted no desea dejar el título de reina tan pronto, ¿o si? — le tiro Lorenzo a la cara sin tacto alguno — Por esa razón aún no ha atentado contra mi vida. Me necesita vivo.

— ¡Otra vez con eso! — dijo "ofendida" — ¡¿Es que acaso supone que yo fui la culpable de la desaparición de Isabella!?

— Estoy seguro de ello — le contestó Lorenzo entre dientes. Sus manos se hicieron puños, y luchó contra la ira creciente en el.

— Me ofende que piense así, recuerde que yo también salí lastimada... y... y mi hija... mi Donum... ella también fue raptada... — expresó en llanto. Sus lágrimas cayeron de sus ojos como cascadas de agua, y Lorenzo casi creyó lo que decía... casi.

Lorenzo se quedó ahí, estático como un monumento. No quiso seguir tocando el tema, pero aún estaba convencido de que Maria era una de los muchos sospechosos que rondaban en la cabeza del rey.

—  Salga de mis aposentos, María. Vaya y haga lo que desee, pero déjeme en paz. Aún necesito disfrutar mi dolor — dijo Lorenzo con la voz quebradiza.

— Algún día se dará cuenta de la verdad, y se va arrepentir de haberme tratado así — dijo María "ofendida" por las palabras del rey; pero se gozaba por dentro al ver el dolor de aquel hombre.

— "Eso es lo que obtiene por no ponerme a mi en primer lugar" — pensó en sus adentros.

Lorenzo volvió a girarse en su asiento y continuó escribiendo, una más de aquellas letras que iban dirigidas a su amada, a su razón de vivir, una que ahora no se encontraba con él. Pero guardaba la esperanza de volver a verle algún día.

María iba saliendo cuando en una esquina de la habitación, sobre una mesa, se encontraba uno de los papiros que Lorenzo solía escribir. Disimuladamente, tomó el papiro y lo escondió, saliendo con él de la habitación del rey.

— "Veamos que tenemos aquí" — se dijo mientras desenvolvía el papiro — "Veamos que le escribe al esqueleto de Isabella..."

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En una noche fría y vacía donde no puede caminar, encuentro la dirección al soñar con tu dulce mirar.

Donde dos siluetas bailaban en la oscuridad y el amanecer llegaba trayéndoles claridad.

Bajo el manto de las estrellas me he de encontrar, donde tu presencia acompañaba a mi alma y mi corazón empieza a amar de verdad. Donde aquellos vestigios nocturnos recaen en mi, ahora ya lo sé explicar, sé gritar que te amo más de lo que podría imaginar...

Aquel rastro que quedó marcado en mi, de tus besos y caricias que me hacían falta identificar,
me dice que eres la única a la cual admirar.
La oscuridad de la noche ya no me atemoriza más, pues tu presencia aquí conmigo es suficiente para volver a recordar:

Lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos hasta el final, Amada mía.

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— "Maldito..." — pensó María con ira — "¿Así es como se siente respecto a Isabella?, ¡por un cadaver! ¿Es en cerio?" — pensó.

María tomó la carta y la arrugó, tomó aquella antorcha y prendió fuego a la carta.

— Está carta sufrirá el mismo destino que esa pequeña "reina" inmunda — dijo entre dientes.

Y así, aquella carta se convirtió en cenizas y las palabras de María fueron de maldición para la reina. Que quizás más adelante surgiría el efecto de tales palabras.

— ¿Cree que ahora está mejor, Amalia? — le preguntó Isabella a su amiga.

— Lo estoy gracias a usted — le dijo sonriendo. Ambas sostuvieron sus miradas y como si fuese una conversación interna, ambas sabían lo que intentaba decir la otra.

— Entonces vamos — Isabella extendió su mano hacia Amalia, está la tomó y se puso en pie.

— ¿Falto algo el día de ayer?

— No, logre terminar el resto del trabajo. Solo quedan los deberes del día de hoy.

— No se como agradecerle, mi reina.

— Por favor, Amalia, nadie tiene que saber qué provengo de Luminis. Eso causaría un revuelo en las naciones, sobre todo si el hermano de mi antiguo esposo se llegase a enterar de todo lo sucedido.

Amalia se sonrojó un poco, algo que no pasó desapercibido para Isabella.

— Amalia — la llamo extrañada — ¿Acaso eso es un sonrojo? — preguntó Isabella con una enorme sonrisa.

— No... no, ¿cómo cree? — dijo riendo un poco — Eso sucede porque esta mañana hace mucho sol. Es como alergia — dijo intentando desviar la conversación.

Isabella soltó una risa parecida al toque de campas. Armoniosa y como una música para los oídos de Amalia.

— Si usted lo dice — le respondió la ex reina de Luminis sin creer en nada de lo que Amalia decía.

— Vamos, debemos terminar nuestros deberes. ¿Donde está mi hija? — preguntó Amalia.

— Está con Donum y Esmeralda, ambas fueron a la pileta a seguir lavando la ropa sucia de esta mañana — le informó a su amiga — Es increíble como todos los días los señores tienen algo que lavar. Gastan demasiada ropa.

Amalia suspiro con cansancio.

— Lo hacen adrede — le respondió — Solo es por molestar, en realidad la ropa no está sucia.

— Si, creo que empiezo a notarlo.

Amabas mujeres hicieron los deberes de la casa, para esa noche, ambas terminaron muy agotadas, sobre todo Amalia, quien aún tenía las heridas sobre si, y también le dolían un poco.

— Isabella... — le llamo Amalia — Quisiera preguntar algo, si no es mucho atrevimiento.

— Está bien. Sabe que puede preguntarme lo que sea, puede confiar en mi.

— ¿Cómo es el rey Leónidas? — le preguntó. Por suerte para Amalia, estaba de espaldas sobre su cama, y las niñas dormían profundamente. Gracias a eso nadie notó el muy, pero muy notable sonrojo.

— ¿Mmm? — murmuró Isabella algo confundida — ¿El rey Leónidas? — repitió anonadada. Luego su sonrisa se ensanchó — ¿Acaso... siente algo por el, Amalia?

— No, no — negó — Es solo curiosidad.

— Bueno... — dijo Isabella intentando recordar algo de su cuñado — Es un hombre algo cerio, muy recto y educado. Tengo entendido que respeta mucho las leyes y pone el reino en primer lugar, incluso más que así mismo.

— Ah, entiendo... — dijo ella un tanto cabizbaja.

— Pero, ¿por qué la curiosidad entonces? — preguntó Isabella con intriga.

— Yo soy perteneciente al imperio de Regnum Aureum — comentó — Cuando era más joven, yo desde lejos pude observar a los ocho hermanos. Incluso a su esposo, el rey Lorenzo.

— Oh — murmuró Isabella en comprensión.

— Nunca pude acercarme a ellos debido a que mis padres me lo impedían. Pertenezco a una familia de clase alta, pero mi padrastro jamás me permitió participar en actividades o fiestas especiales organizadas por la corona. Nunca pude acercarme a ellos. A pesar que tenía derecho.

— ¿Entonces por qué..?

— Porque mi padre biológico falleció. Él era el medio hermano de la madre de Leonidas y Lorenzo. Así que nuestra posición era alta debido a ese casamiento. Mi padre era cercano a su media hermana, y ella logró colocarnos en una buena posición, hasta que mi padre falleció — dijo con tristeza.

— Lo siento mucho, Amalia.

—  No se preocupe, he aprendido a superar esa desgracia — dijo Amalia — Después de eso... — continuó — Mi madre volvió a casarse con otro hombre de estatus alto, pero mi padrastro solo amaba a sus hijos de sangre, a mi nunca me vio con buenos ojos; por lo tanto, se me prohibió volverme a acercar a los más grandes del reino, y después no soporto mi presencia debido a mi embarazo. Y me vendió.

— Amalia...

— Yo siempre tuve este amor platónico hacia el rey Leonidas...

— ¿Ah? — preguntó Isabella con sorpresa — ¿Enserio, Amalia?

— Lo es — dijo sonriendo — Lo admire desde las sombras, siempre me pareció alguien muy guapo, pero jamás tendría oportunidad con el.

Isabella no dijo nada; eran pocas las esperanzas para Amalia, Leonidas a estas alturas ya debía tener una reina a su lado gobernando junto a él en Regnum.

— Creo... creo que es hora de dormir — dijo Isabella un tanto entristecida.

— No tendría oportunidad jamás. Lo sé — le dijo con una leve sonrisa triste — Ni siquiera sabe de mi existencia, además me encuentro muy lejos de Regnum, y cuento con una hija. No sería yo de agrado para el.

— Amalia, si algo así ocurre, sería él quien no es digno de usted. Creo que usted es una persona especial, bondadosa, amable, cariñosa y dedicada. Si ningún hombre ve eso, entonces no es el indicado, sea rey o no — dijo Isabella honestamente — Y sobre todo, si no acepta a su hija entonces no vale la pena, nuestros hijos van primero, quien la ame amará también el fruto de su vientre, y entonces sabrá usted que él es el indicado.

Amalia asintió ante las palabras de su amiga, a pesar de sus errores, amaba demasiado a su pequeña, siempre la pondría primero que un hombre. Pero se estaba haciendo mayor, y continuaba como soltera y esclava, no quería que su vida terminara de esa manera.

Tampoco mintió, ella siempre sintió algo por Leonidas, pero él jamás la notó, solo recuerda aquel rumor muy famoso, donde se decía que el rey Leonidas amaba a una de las sirvientes del palacio, fue cuando su corazón intentó dejar de lado ese amor, pero jamás lo olvidó.

— Tiene razón, Isabella. Gracias por sus palabras y su apoyo, estaré eternamente agradecida con usted — le dijo Amalia — Ya es tarde, mejor vamos a dormir.

— Está bien, buenas noches Amalia.

— Buenas noches, Isabella.

Y así, aquellas dos amigas durmieron esa noche, ambas con el corazón hecho pedazos, una vida de miseria para ambas, algo que ninguna pidió, la vida había jugado con ellas de una manera cruel, pero ambas intentaron levantarse cada día con ánimos, deseando ganar el pan de cada día y alimentar a sus pequeñas. Queriendo darles lo mejor y deseando que cuando estas crecieran, encontraran a alguien que las ame y las respete, y les ayuden a salir adelante en la vida.

Porque a pesar de que Esmeralda y Donum tenían sangre azul, ahora eso no contaba, era irrelevante, solo quedaba encontrar un buen marido para ambas, al menos alguien que las ame, las respeten y les ayuden a enfrentarse en la vida, dos hombres que luchen junto a ellas para hacerle frente al destino.

Eso era lo único que quedaba, todo por una mala jugada del destino...

FINAL DEL CAPÍTULO.
Annetta_Lux

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