Parte 2
La joven se lanzó a sus brazos, atrajo a Lorenzo hacia ella mientras plantaba un beso en sus labios. Por otro lado, Lorenzo no sentía el mismo agrado ante aquel acto, suavemente la tomó de los hombros y la corrió hacia atrás, y ella extrañada por la indiferencia le preguntó:
— ¿Qué sucede amor mío, acaso no piensa saludarme?, ¿ya no se alegra de verme?
Al parecer María había olvidado que junto a ellos se encontraba el rey Cironum, él había presenciado aquella escena y fue de desagrado para él, ya qué tal espectáculo debería ser privado y no delante del rey, y menos dentro de sus habitaciones o lugares que el soberano solía frecuentar, pues en esos momentos se encontraban en su despacho, un lugar sagrado para el anciano rey. Aunque a María sinceramente no le importaba nada de eso, ella solo pensaba en si misma, en su bienestar y deseos, los demás no importaban.
— Primero que nada, María, él rey está junto a nosotros, es deber de todos saludar, incluyéndola— le recordó Lorenzo. Aunque María aún no era su esposa, Lorenzo sintió vergüenza por tal comportamiento. — No está de más que salude al rey como es debido.
— Oh, lo siento. Tiene razón, mi rey — dijo ella con fingido arrepentimiento y vergüenza. Ella hizo una leve reverencia ante Cironum y dijo — Mi soberano... lamento mi comportamiento, me deje llevar por la emoción al ver a mi amado aquí junto a mi.
— No es excusa — murmuro Lorenzo, quiso decirlo con más fuerza, pero aún no se atrevía, aún era difícil asimilar todo lo que estaba pasando en su vida — Discúlpese como es debido...
En eso, Cironum levantó su mano para detener a Lorenzo, agregando entonces:
— No es necesario rey Lorenzo. María ha sido cercana a mi esposa y a mi, ha tenido tiempo con nosotros por lo tanto ella cree tener confianza para evadir las reglas, incluyendo los saludos — habló el rey de Terra. Aunque sus palabras eran para amortiguar la discusión entre Lorenzo y la joven, sus palabras sin quererlo sonaron más a reproche.
— Siento eso. Ella no tiene porque comportarse así.
— No es culpa suya, creo que eso, en parte, es culpa pero de mi esposa — respondió el soberano a Lorenzo — Ella le ha dado demasiado confianza a muchos de mis súbditos para que empiecen a comportarse de ese modo con nosotros.
Cironum miró con seriedad a aquella joven, quien desde hace tiempo había perdido la educación para con los reyes, entraba sin permiso a las habitaciones, incluso tomaba atribuciones que no le correspondían, para Cironum era mejor buscar una manera de deshacerse de ella sin que su esposa se molestara, ella era la única en ese castillo que toleraba a María, el rey solo lo hacía por el bien de su reina. Y con Lorenzo aquí, era una excusa perfecta para enviarla lejos, así su esposa no lo odiaría y el rey Leonidas no se sentiría ofendido.
A Maria no le afectaba nada de lo que estaba diciendo el rey Cirnonum, pues la opinión del anciano para ella no valía nada, ella simplemente quería salir lo más pronto posible de ahí. Lo único que le molestaba era que el rey estaba dejándola en ridículo ante Lorenzo, ella vivía con el miedo constante a que "su amado" cambiara de opinión y desistiera de su promesa, y no podía permitir tal cosa...
— Mis soberanos, tienen razón... yo... lamento lo mal que me he portado; permítanme redimirme y no volver a cometer los mismos errores — dijo entre "llantos", haciéndoles creer a Lorenzo y Cironum que sus palabras destilaban sinceridad.
— Está bien Maria, ya no tiene porque llorar. Ya todo quedó en el pasado. — respondió Cironum con su típica voz grave — Dejaré al rey Lorenzo junto a usted, a solas, para que puedan conversar con más libertad. Él ha traído noticias que creo serán de su agrado — siguió diciendo Cironum a María con amargura en la voz, pues si fuera por él, Lorenzo ni siquiera hubiera conocido aquella joven; pero lastimosamente este no había sido el caso.
El rey salió del despacho, había tenido ese bonito acto para respaldar a su amigo Lorenzo, él niño era joven, quizás no era excusa para lo que había hecho, pero Lorenzo también era humano, también podía equivocarse, lo admirable era como le hacía frente a esos mismos errores. Otro simplemente hubiera mantenido en las sombras tal problema con el fin de no ocasionar otro más grande.
— Entonces, ¿a qué ha venido mi rey? — dijo con coquetería. — Algo... en especial lo ha traído hasta aquí.
— Lo sabe. Vengo a cumplir mi promesa — agregó sin más, de todas maneras era muy obvia la razón. — Empaque sus cosas, partiremos mañana después del desayuno, así le quedará más tiempo para prepararse.
— ¿Por qué de repente esa actitud para conmigo? — preguntó ella con extrañeza.
Lorenzo ni siquiera respondió, solo la miro durante algunos segundos. Ella al ver tal comportamiento, soltó una suave risa de burla.
— Ahora resulta que me odia — dijo con ironía — Ahora yo soy la culpable — dijo señalándose así misma mientras se mofaba de Lorenzo.
— No estoy culpando a nadie. — respondió Lorenzo con serenidad — No he dicho tal cosa.
— Su actitud me lo está demostrando — contestó ella con enojo — Sabía que en este poco tiempo que ha habitado bajo el mismo techo que esa, sería suficiente para que ella pudiera convencerlo y quitarle su amor por mi.
— María, "esa" mujer tiene un nombre, su nombre es Isabella, además, no veo razón para pensar que la culpable de esto ha sido mi reina. — respondió el hombre — Que sea la última vez que la escuchó hablando y refiriéndose a Isabella de esa manera.
— ¡Pero mire lo que nos ha hecho Lorenzo! — dijo ella exasperada.
— ¡Isabella no ha hecho nada más que aclarar mi mente! — le dijo el hombre con el mismo tono de voz — En primer lugar, si hoy estoy aquí es porque ella me hizo darme cuenta que ese niño no tiene culpa de mis errores, yo ni siquiera planeaba enfrentar a los consejeros, hasta que ella se enojo conmigo y me gritó por eso. — siguió diciendo Lorenzo en defensa de su esposa — Por ella enfrente a los ancianos, yo dudé si hacerlo o no.
— No puedo creerlo... — murmuró María entre dientes — Es usted un...
— Cuidado con lo que dice — amenazo Lorenzo — No se olvide que aún sigo siendo un rey, alguien muy superior a usted, y en cualquier momento puedo mandarla al exilio o a algo mucho peor.
María, que era una gran actriz, soltó una lágrima disimulando dolor; ella ni siquiera temía a tales palabras, ella sabía como era Lorenzo, pronto caería como tantas veces lo ha hecho.
— No puedo creerlo... solo han pasado algunos meses... y ha cambiado tanto... ya ni siquiera lo reconozco...
Lorenzo al escuchar las palabras, siguió sintiéndose como alguien insignificante y poca cosa en el mundo. Él consideraba sus actos como el peor delito que se pudiera cometer. Lo que había dicho era cierto; por su cabeza había cruzado la idea de no enfrentar a los ancianos, no fue hasta que vio la decepción en los ojos de Isabella que supo lo mal que había y estaba actuando. Él sabía que posiblemente María tenía razón, en meses "aquellos" sentimientos que sentía por María habían cambiado; cambiando también su actitud. Leonidas había dicho la verdad, cuando le dijo que sus sentimientos por la joven eran una farsa, algo pasajero y fugaz...
Ahora sabe que debió haber prestado más atención a su corazón; para darse cuenta que era lo que de verdad sentía.
— Lo siento... — se disculpó — Es solo frustración; no tengo la más mínima idea de como lo tomarán en Luminis.
— ¿De verdad importa tanto lo que ellos opinen? — respondió con enojo — A nadie le importa lo que piensen, usted es el rey, ellos solo deben obedecer y callar.
— No es tan simple...
— ¿A qué ha venido? — cortó ella a sus palabras — Dígame exactamente a qué vino. Siento que ya no me ama... entonces, ¿por qué vino?
— Para cumplir una promesa.
— ¿Solo eso? — preguntó frustrada y con la ira corriendo en sus venas.
— Vine también por mi... hijo. Y a decirle que a partir de ahora; será mi igual. — respondió él — Tal y como lo prometí.
María lo pensó un momento, que importaba si él la amaba o no; ella solo quería cumplir su cometido; no importaba nada más.
— Esta bien — respondió con una media sonrisa — Acepto.
— De acuerdo. Lo mejor será que empaque sus cosas, como he dicho, solo vine a su encuentro; planeo irme después del desayuno de mañana.
Y así, María se separó del camino de Lorenzo, yendo directamente a su habitación mientras destilaba alegría por todas partes.
No así Lorenzo, quien ahora lamentaba haber prometido algo de lo que se arrepentiría; pero ahora venía un niño en camino; ya era tarde. Demasiado tarde.
A pesar de tener la bendición y el permiso de Isabella se sentía muy mal al hacer aquello.
La mañana siguiente llegó, y con ella una animada y feliz María. Pero no se puede decir lo mismo de Lorenzo, quien cada día se sentía fatal.
El rey de Luminis desde que se enteró del amor que sentía por Isabella, se sentía como una bestia al hacer aquello, de llevar a María con él, porque había visto en el rostro de su reina el dolor que le causaba todo eso, incluso si trataba de esconderlo.
Y al verla, a él también le dolía.
La esposa del rey Cironum también estaba molesta con él, a penas si le dirigía la palabra; mientras que Cironum intentaba apaciguar la situación con historias o chistes, aunque sus intentos eran los que contaban.
Así mismos, Lorenzo regresó a Luminis con sus hombres y las dos mujeres. La joven Mariana será entregada a Leonidas como regalo de su hermano menor. Así lo había decidido el rey Lorenzo, hace tiempo no lo veía así que lo mínimo que haría sería enviarle un regalo para hacerle saber que ya no sentía rencor hacia él.
En el palacio, fueron atendidos todos por las sirvientas, quienes prepararon un banquete de bienvenida, Lorenzo invitó a sus hombres y a las dos mujeres, pues llegaron hambrientas por el viaje tan largo.
— ¿Dónde está mi reina? — preguntó Lorenzo antes de ingresar al gran comedor — ¿Por qué no ha venido a verme?
— Ella está terminando de arreglarse; pronto bajará y se unirá al soberano y sus invitados — respondió amablemente una de las sirvientas.
— De acuerdo.
Tiempo después, vio llegar a Isabella. Ella venía caminado con serenidad junto a Angelina, la reina traía una sonrisa suave, pero como era de esperarse, esta no llegó a sus ojos, aún así lo miró y caminó hacia él intentando ocultar su malestar. Como todas las veces anteriores.
Él rey estiró su mano e Isabella inmediatamente puso la suya encima de la mano de su rey. Este beso delicadamente la mano de su esposa como saludo.
— Que alegría siento, mi reina, al verla otra vez.
— Lo mismo he sentido yo al verle, mi rey. — le respondió ella.
— ¿Cómo se ha sentido en estos días?, ¿mi hijo cómo se encuentra? — preguntó él rey. Intentando asegurarse que tanto su pequeño como su reina estuvieran bien.
— Hemos estado bien. Él médico ha venido a verme un par de veces y los resultados han sido positivos — le respondió serenamente — Aunque nos hemos sentido un tanto exhaustos.
— Oh, reina mía — dijo él con cariño — Debió ser tedioso para usted atender cada detalle del reino. Lamento que haya sido así.
— No se preocupe mi soberano, es deber de la reina responder en ausencia del rey.
— Aún así me siento culpable, si ha estado sintiéndose agotada es por causa mía. Usted debería estar reposando, y por lo qué pasó no lo ha estado haciendo.
— Mi rey, mi hijo y yo estamos bien — repitió ella — Mi embarazo marcha con normalidad, no estoy inválida y ahora que usted está aquí podré descansar. No se martirice con eso, por favor.
— Bien, me alegra saber que están bien. — fue cuando el rey notó la presencia de alguien más — Oh, lo siento Angelina, no la vi ahí. Lamento no haber saludado como es debido.
— Oh — murmuró ella — Descuide soberano. Es entendible, su esposa va primero.
— Mmm — murmuró él en acuerdo — ¿Cómo ha estado, Angelina?
— Muy bien soberano, gracias por preguntar. Y al soberano, ¿cómo le fue en el viaje?
— Todo salió bien — le respondió.
— Significa que ella está aquí — preguntó Isabella en un suave murmullo que solo él rey escuchó.
El asintió con lentitud ante sus palabras.
— Supongo que nos esperan en el comedor — siguió diciendo la reina. — No debemos hacerlos esperar, recuerde que nadie come antes que el rey, y ella debe sentirse hambrienta en estos momentos debido al viaje.
— Mmm — murmuró el rey simplemente — Si, creo.
— Entonces vamos.
— Antes... quisiera poder hablar con usted, mi reina.
— Iré a la cocina en busca de mi marido — informó Ángelina — Con el permiso de los soberanos.
— Puede ir — respondieron ambos cortésmente y al mismo tiempo.
— ¿Qué es? — preguntó Isabella.
— Es sobre María. ¿Era enserio cuando me dijo que esto no la molestaba?
Isabella se impactó ante tal pregunta. Era obvio que la molestaba; pero no podía hacer más. Ella sabía del amor que Lorenzo sentía por aquella joven.
— Si... — respondió ella.
Lorenzo se sintió algo herido, él quería saber si Isabella sentía algo por mínimo que fuera hacia él. Pero su respuesta significaba que a Isabella ni siquiera le importaba.
Se prometió así mismo buscar la manera de conquistarla, pero esta vez como era debido y no de la manera en que se conocieron.
— Está bien...
— ¿Es todo? — preguntó Isabella confundida.
— Si...
— ¿Está seguro, soberano?, sabe que puede hablar conmigo si lo desea.
— No, no, eso era todo... solo quería estar seguro de que usted estaba bien con eso. No quiero... — Lorenzo soltó un suspiro — No quiero causarle más daños. — soltó él, pero antes de que ella pudiera si quiera responder, él agregó — Será mejor que entremos. Todos ya están adentro.
Él aún no había soltado su mano, así que suavemente la arrastró hacia adelante para que ella pudiera estar a su lado. Lorenzo quería mostrarle al mundo que su esposa estaba a la misma altura que él. Siempre se aseguraba que su esposa ingresara con él a su lado, y no detrás ni adelante, juntos y uno al lado del otro se veían mejor.
Así mismo ingresaron al comedor, los siervos al verle corrieron de un lado a otro para empezar a servir los platos y bebidas.
María vio a Isabella detenidamente; sabía que Isabella era considerada como una joven bella, sintiéndose amenazada por eso. Ya que temía que Lorenzo llegase a amar a Isabella, si eso sucedía podía causar estragos en sus planes.
Así la conversación y la cena transcurrieron sin inconvenientes, de vez en cuando María miraba de reojo a Isabella; mientras en su cabeza pasaban un sin número de planes para deshacerse de ella más adelante.
— Y dígame, María, ¿qué tal estuvo el viaje? — preguntó Isabella amablemente.
La reina intentaba llevar las cosas en paz, pues de ahora en adelante los tres tenía que aprender a convivir juntos.
— Pues algo cansado, es un viaje muy largo y agotador, pero me alegra estar en casa. — respondió ella fingiendo amabilidad.
— Me alegra que todo saliera bien. Ya mande a preparar una habitación para usted, espero le guste y se sienta cómoda. — la reina informó cortésmente — También espero que podamos llevarnos bien, he oído que es una joven muy amada, apreciada y dulce. — agregó Isabella con una suave sonrisa.
— Oh, mi reina. Muchas gracias, yo también lo espero — respondió María con hipocresía. — Sabe, ahora puedo confirmar cuando decían que usted era hermosa, porque de verdad así la veo. También puedo ver que es una mujer bella en lo sentimental, dos combinaciones realmente dignas de una reina como lo es usted. — siguió alagando.
— Oh — murmuró Isabella con un sonrojo en las mejillas — Gracias María, por sus palabras.
— Es por lo que eres mi reina — agregó Lorenzo — La gente puede verlo, al igual que yo.
Isabella se sonrojó aún más ante las palabras de su esposo, pues este siempre había sido muy reservado, nunca había dicho un alago hacia ella, hasta ahora. Mientras que María sintió la ira recorrer por sus venas. Sus planes estaban cada día más en peligro, pues si Lorenzo se estaba enamorando de la reina, podría significar que ese título jamás se lo daría a ella. Tenía que buscar una solución, pero primero tenía que casarse con el joven.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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