Parte 2
Justo como estaba planeado, Lorenzo salió con sus guardias y escudero hacia la frontera de Terra Gloriae con Luminis Imperium; los días en que viajaron fueron exactamente los cuatro que Lorenzo había calculado. Tres guardias de alto nivel de combate acompañaron a Lorenzo y Alonzo, quizás no tuvieron inconvenientes durante el trayecto pero era mejor el prevenir.
Llegaron al gran muro que dividía los reino, ahí ya se encontraba la joven María acompañada de un hombre que parecía ser un guardia del castillo del rey Cironum, quien había venido con ella como ayuda ya que el viaje era largo.
María se había colocado un vestido suelto, algo que normalmente no solía usar, pero en esta ocasión era importante; ella quería darle la sorpresa a Lorenzo y jugar con el psicológicamente. Esperaba que el embarazo la ayudara con sus planes. Los cinco, Lorenzo y sus hombres se acercaron hasta el pozo de agua donde María esperaba.
El corazón de Lorenzo había cambiado mucho, normalmente él sentiría a su corazón brincar y rebosar de alegría, un cosquilleo subir desde la planta de sus pies hasta su cabeza, típico de un enamorado, pero hoy, simplemente se alegraba de verla con bien; pero enamorado, quizás ya no. Él en ese pequeño tiempo empezó a cambiar, ahora sentía una atracción fuerte por Isabella, y era muy difícil ignorarlo, no como al principio donde intentó convencerse a sí mismo que no sentía nada por su esposa, el día de hoy ya no estaba seguro de eso, y sinceramente, tampoco quería callar su corazón.
— María — saludó Lorenzo desde arriba de su caballo con voz neutral — Me alegra verle con bien.
A María le extraño aquel saludo, parecía algo distante y no muy alegre como pretendía el rey.
— A mi también me alegra volver a verlo — respondió ella intentando verse feliz, al menos tenía que fingir — ¿Cómo ha estado el soberano últimamente?
— He estado bien — respondió cortes pero siempre distante, cosa que a María ya no le estaba gustando — Si me permite, creo que lo mejor será que mis hombres y yo bajemos de los caballos, el viaje ha sido largo y queremos descansar un poco.
— Está bien, soberano — respondió aquella joven con una sonrisa fingida — Lamento adelantarme y no dejarle reposar.
— No hay problema en ello. — respondió Lorenzo. El bajo de su caballo y lo entregó a Alonzo, quien se aseguraría de amarrarlo y evitar que se escape.
Lorenzo regresó y se sentó en una roca, María también lo hizo al lado suyo.
— Entonces... ¿cómo han estado las cosas en Luminis? — preguntó María intentado cortar aquel momento incómodo.
— Mmm pues; han estado en paz, al menos por el momento — respondió Lorenzo, recordando aquel suceso entre Maximiliano y el campesino — ¿Qué tal se portan los reyes con usted?
— Oh, son muy amables, de hecho la reina me ama — declaró una Maria sonriente — Ella es buena conmigo, dice que me considera una hija más.
— Eso es bueno, se ve que son de buen corazón. ¿Qué pasó con los hijos del matrimonio, viven aún con ellos? — preguntó un distraído Lorenzo, sin percatarse del tema que ha llegado a tocar.
María sonrió, al menos estaban entrando al tema.
— Pues, la hija mayor de los reyes se ha casado con un príncipe al norte de Terra Aurea — comentó María — La hija de en medio está apunto de casarse con un hombre que Cironum ha elegido para ella; no es príncipe o heredero pero tiene un título noble, y el varón, el más joven cuanta con seis años — informó — Aún es muy joven...
— Comprendo — respondió Lorenzo — Es complicado... dar la mano de las hijas a un extraño... — comentó Lorenzo distraído.
Si, Lorenzo había tenido un pensamiento fugaz una noche; no podía dormir debido a la promesa que le hizo a María; y estuvo pensando mucho en lo que un rey tiene que hacer para mantener el linaje, Cironum dio a sus hijas en matrimonio; de la misma manera que Magnus a Isabella, y pensó en el bebé que estaba esperando con su esposa.
Lorenzo no se creía capaz de hacer algo como eso, si su bebé resulta niña, ¿será capaz de entregarla a las manos de un extraño?, definitivamente no. No estaba listo para tal cosa. Esperaba que el hijo resultara un niño, aunque amaría también a su hija, como no hacerlo si era su sangre, pero esta vida para una mujer era más complicado, por eso era que esperaba un varón. Y si no... pues buscaría la manera de que su hija llevase una buena vida, él tendría que ir pensando desde ya un plan para asegurar que su hija tuviera un futuro prometedor. O que su esposo tuviera principios y valores, jamás entregaría a su hija a cualquier extraño, harían falta más de una noche; ese error de Magnus no lo cometería, Isabella pudo haberse casado con un mal hombre, menos mal que su padre Leonardo había insistido en ensañarle a tratar con una dama.
Excepto la vez de la ceremonia, aún lamentaba haberse portado como un patán frente a Isabella, pero nunca es tarde para empezar de nuevo...
— ¿Por qué lo dice? — preguntó María extrañada — ¿Es complicado dar la mano de las hijas a un extraño?, ¿qué quiere decir con eso?
— ¿Eh?... — dijo Lorenzo volviendo a la realidad — Oh, nada, olvide eso. — dijo avergonzado, ni siquiera se había dado cuenta de lo que había dicho — ¿Las hijas de Cironum reaccionaron bien ante eso?
María levantó una ceja ante aquellas preguntas de Lorenzo, no entendía nada de lo que él preguntaba, sobre todo, el comentario anterior de Lorenzo aún rondaba en su mente; ¿será que Lorenzo había pensado en hijos?, ¿temía que salieran niñas o simplemente no quería niñas? María sinceramente no entendía nada.
— Pues... la mayor estaba destinada a reinar y según dice el rey Cironum, tenía que casarse para poder hacerlo — comentó María con desagrado — Lo cual no entiendo, simplemente casó a su hija aún sin conocer bien al hombre. La hija, según escuché, parecía no estar convencida pero por el "bienestar del reino y sus padres" lo hizo — dijo María despectivamente y haciendo comillas con los dedos. — Pero antes de que la mayor lograra subir al trono, la reina Valentina tuvo su tercer hijo al día siguiente después de la boda, y resultó varón ese bebé, así que el niño es quien subirá al trono.
— ¿Y aún así el príncipe se quedó con ella? — preguntó Lorenzo, era extraño que ese matrimonio hubiera seguido, normalmente los príncipes menores lo hacen con el afán de subir a un título más alto, de la misma manera que Lorenzo al inicio. — Vaya, debieron haberse enamorado de verdad.
— ¿Enamorado? — preguntó María con desagrado — Apenas se conocían.
— ¿Qué sucedió entonces?
— Lorenzo, usted debe saber algo de eso, ¿no? Digo, le paso exactamente lo mismo — comentó María — Ya estaban casados; ¿qué más iba a hacer el pobre hombre?
— ¿Una anulación quizás?, ¿o un divorcio? — preguntó Lorenzo sin convencimiento. — Aunque igual, traería complicaciones algo como eso, he de creer que por eso el hombre se quedó ahí. Ya llevan seis o siete años de matrimonio, ¿ellos llegaron a tener hijos? — preguntó Lorenzo con curiosidad.
— ¿Usted lo haría? — preguntó María con suspicacia.
—¿Qué?
— Si hubiera resultado que Isabella ya no gobernaría, ¿hubiera usted seguido con el matrimonio?
— No lo sé — respondió con sinceridad — No había pensado en eso, pero... creo que si
— ¿A si?, ¿por qué? — preguntó María, en sus adentros estaba furiosa, pero intentó parecer serena ante la respuesta de Lorenzo. ¿Él no se habrá enamorado de Isabella o si?
— Pues... es complicado — soltó de pronto sin querer dar explicaciones.
María soltó un suspiro rendido, era obvio que si él se había enamorado de aquella mujer no se atrevería a decírselo.
— Bien, ahora... — empezó a decir Maria — Creo que es hora de hablar sobre el tema por el cual he solicitado su presencia.
— Mmm si — murmuró Lorenzo — Entonces... ¿por qué me pedido que viniera hasta aquí?
— Creo que será mejor decírselo a solas — pidió ella.
Lorenzo notó que sus hombres estaban cerca, cada quien perdido en su mundo, unos estaban charlando entre ellos y el otro estaba recostado en el suelo mientras dormía, si, este último se trataba de Alonzo, además de eso, aquel guardia de Terra Gloriae se encontraba a unos cuantos pasos y también estaba perdido en su mundo, y claro, ninguno estaba prestando atención a su conversación con María, pero estaban lo suficientemente cerca para escuchar algunas cosas incluso sin quererlo. Así que acepto la propuesta de María, después de todo, puede ser algo que involucre discreción, no podía arriesgarse a que alguien más escuchara.
— Está bien, entonces busquemos un lugar donde podamos hablar. — respondió Lorenzo. Se puso en pie y le tendió la mano a María para ayudarla a levantarse.
Caminaron hasta un gran roble, donde su sombra era perfecta para sostener la conversación durante un tiempo.
— Lorenzo... — inicio Maria — ¿Qué piensa usted acerca de ser padre? — preguntó con una gran sonrisa.
— ¿Qué? — preguntó anonadado. ¿Se habrá dado cuenta sobre el embarazo de Isabella?, ¿pero cómo era posible?
— Eso mismo, ¿qué piensa usted de ser padre?
— Pues me siento feliz, de hecho, pensar en mi futuro hijo trae alegría a mi vida — dijo distraído, pero una enorme sonrisa de orgullo y felicidad se dibujó en su rostro.
Pensar en el futuro que Isabella y él construirían como matrimonia era la energía que necesitaba para levantarse cada día y hacerle frente a esta vida tan dura. Sus hijos serían parte de ese futuro también, serían una familia, y pensar en Isabella con un vientre redondo cargando a sus futuros retoños era la imagen perfecta, dulce y tierna que jamás pensó que imaginaría, pero que no deseaba borrar de su imaginación. Era perfecta.
— Veo que desea hijos — sonrió María triunfante — Pues déjeme decirle rey Lorenzo, que está apunto de obtener lo que desea.
— ¿Eh?, ¿pero de qué habla? — preguntó Lorenzo un tanto perdido.
— Que tendrá el hijo que tanto ha deseado — María agarro a aquel vestido suelto y lo sujetó un poco contra su cuerpo, mostrando un notorio vientre de embarazo.
— ¡¿Pero qué rayos?! — medio gritó Lorenzo al darse cuenta de la verdad — ¿Qué es esto Maria?
— ¿Pero por qué reacciona así?, ¿no mencionó usted que pensar en su hijo le trae alegría a su vida? — dijo la joven desconcertada y al mismo tiempo con rabia. ¿Por qué el tonto de Lorenzo parecía furioso en lugar de feliz? En otras circunstancias él estuviera saltando de alegría al saber que tendrá un hijo con ella.
— ¡Si pero no así! — exclamó con desesperación — Cielos...
En lugar de sentir alegría por aquella noticia, Lorenzo se sentía angustiado, pensó que había metido el pie en un agujero profundo, pero en realidad no solo fue un pie, fue todo él... cayó en el agujero y ahora no encontraba una salida.
Ahora si que estaba en problemas; ¿cómo repondría este error?, sabía que la criatura era inocente, pero no sabía la reacción que tendría el consejo ante eso; y lo más importante; su esposa lo odiaría, justo cuando pensó en reparar sus daños pasó esto.
"¡Maldita sea!" — pensó Lorenzo, pasó sus manos por su rostro con frustración. — "Vaya vida maldita" — siguió diciendo con rabia mientras se enojaba con el destino y con si mismo.
El niño que María esperaba era obviamente un primogénito, ósea su primer hijo. Lo calculaba obviamente por el tamaño del vientre.
Y por lo tanto, ese niño tendría derecho a reclamar el trono; y su hijo con Isabella... pues era el menor, a pesar de llevar la sangre real. Esto traería sin dudas un sin número de problemas.
¿Qué pensarían los ancianos?, ¿cuál sería la pena para este caso?, ¿qué ley lo respaldaría?
Tantas cosas pasaban por la cabeza de Lorenzo en tan sólo segundos.
— ¿A qué se refiere con "no así"?, que le sucede — reclamó la joven — El niño es de ambos y...
— ¡Lo que sucede es que ya estoy casado! — respondió, interrumpiendo así lo que ella iba decir — Y tengo reglas que seguir...
— Por supuesto — comentó ella con voz peligrosamente tranquila e irónica — ¡¿Dónde queda su palabra?!
— Yo venía a arreglar ese asunto, pero esto dificulta las cosas.
— Oh no — negó furiosa — ¡No se atreva a dejarnos de lado!, ¡este hijo es suyo! — gritó Maria, llamando la atención de los demás.
Los guardias y Alonzo miraban en total desconcierto aquella escena, también había shock, ¿el rey tendría un hijo fuera del harem y del matrimonio? Eso si que era noticia. Mientras que el guardia de Terra Gloriae no estaba asombrado por lo del embarazo, ya que él sabía sobre eso, además tuvo una idea de quién sería el padre cuando vio llegar al rey de Luminis.
— No se atreva a dejarme de lado Lorenzo — dijo la mujer entre dientes y derramando lágrimas de ira. — Para hacer un hijo se necesitan dos, y esos somos tú y yo — mencionó con rabia. Incluso el mínimo respeto hacia ese hombre se le había agotado.
— Lo sé, y veré cómo resolverlo, pero no puedo prometer hacer de más. Solo haré lo correcto.
— Tiene que — amenazo — Tengo a los reyes de Terra Gloriae amando a este bebé, y odiando al padre porque pensaron que era un irresponsable; ¿qué cree que sucedería si yo revelo la verdad?
— No me amenace María — respondió Lorenzo un tanto temeroso.
Si los reyes de Terra Gloriae llegaban a saber de eso, podría provocarse un gran caos; los rumores se esparcirían rápidamente y llegaría a oídos de Isabella y de los ancianos; incluso el reino entero podría estallar en contra suya. Pero lo único que le preocupaba realmente era perder a su esposa.
— Entonces cumpla su promesa y conviértame en su igual — respondió ella airada — Y este bebé — indicó señalando su vientre — Este bebé será el futuro rey; porque es su primogénito; lleva su sangre Lorenzo.
— Ya lo sé. Pero eso ya no depende de mi; sino de las leyes. No puedo simplemente disponer de lo que yo quiera o de lo que usted desea María; la ley es la ley.
— ¿Desde cuando le importa la ley, Lorenzo?, hasta donde sé, jamás le importo.
— Eso fue antes de convertirme en un rey; ahora el peso de la ley está sobre mi; si no la cumplo, a ambos nos podrían cortar la cabeza, el mínimo error es suficiente para condenarnos. — explicó Lorenzo de manera frustrada, airada con sí mismo, y con mucho temor, temor de perder a Isabella, si es que ya no la perdió... él era realmente un miserable.
Deseaba que su reina le diera una oportunidad de remendar aquellos errores, pero ahora será mucho más difícil repararlos, además uno nuevo se había sumado. Rogaba al cielo por un milagro.
— Cumpla con su promesa Lorenzo, o me encargaré de que se arrepienta — amenazo ella. Lorenzo vio determinación en los ojos de la joven, sabía que no mentía y eso lo atemorizó.
Por primera vez, empezaba a darse cuanta de la realidad, cuando Leonidas en repetidas ocasiones mencionó que esa mujer que tenía en frente no era la indicada para él. Antes pensaba que su amada era una mujer dulce y amorosa; ahora solo dudaba de sí mismo y su capacidad para juzgar a una persona, en eso Leonidas era mejor y superior a él, el mayor tenía mejor criterio que el menor. Él era demasiado débil.
— Bien, tendré que buscar una solución — respondió Lorenzo — Alguna manera ha de haber para salir ilesos de esto, además de proteger al niño.
Aunque no era planeado, Lorenzo si quería a su hijo; después de todo es su sangre y un ser inocente que no pidió venir al mundo, él error fue suyo y de la madre, y debía hacerle frente a la situación. También debía buscar la manera de darle lo mejor al bebé, y eso incluía también a María, quizás podría seguir las leyes, podría tener a María como parte del harem o una segunda esposa, aunque el pueblo esté receloso de eso; pero si era permitido por lo que podría soportar los cuchicheos y demás del reino. En cuanto al bebé, tendría que darle baja del título a un príncipe en lugar de heredero, su hijo heredero seria el de Isabella, aunque le doliera elegir entre ambos hijos, era lo correcto.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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