Parte 2
Llegado el momento, Isabella se preparó para ir en busca de su esposo, se colocó ropas cómodas debido a que el paseo sería en caballo, Lorenzo se había adaptado a la idea de que una mujer era capaz de realizar deportes de ese estilo, incluso en muchas ocasiones lo había acompañado ir a cazar.
— Mi señora — dijo su dama, Angelina. — Su esposo la espera en la sala del trono, según dijo, ya está listo para partir.
— En seguida bajo, solo terminaré de prepararme.
— De acuerdo, mi señora. ¿Puedo servirle de algo?
— No, gracias Angelina, puede retirarse a descansar. Tómese este tiempo libre.
— Agradezco mucho su amabilidad, pero creo que terminaré de realizar mis otros deberes. — dijo cordialmente. — Quizás pueda cerciorarme que el soberano Magnus se encuentre perfectamente bien.
— Oh gracias Angelina — dijo Isabella conmovida por la bondad de la joven. — Por favor, cualquier cambio avíseme. Aún me preocupa mucho su estado.
— Lo sé mi señora. Así lo haré — respondió la joven. Hizo una reverencia ante su reina y salió de la habitación con el permiso de la soberana de Luminis.
Isabella terminó de recoger su cabello en una trenza y colocó en su cabeza un sombrero muy bonito y llamativo. Vestía con un traje, aunque sus costumbres eran vestir con faldas o vestidos, pero por esta vez necesitaría vestir con pantalones adecuados para la ocasión.
Isabella se había acostumbrado también a recibir miradas extrañas por ello, ya sus súbditos estaban acostumbrados a verla vestir de aquella manera, pero aún existían quienes consideraban importante mantener sus costumbres, como los ancianos de la corte por ejemplo. Por esa razón, decidió mandar a Afton adelante de ella para darle aviso al rey.
— Afton — llamó suavemente Isabella. Ella sabía que el hombre estaría en la puerta de la habitación, por ende escucharía su llamado.
Segundos después Afton ingresó a la habitación de la reina tras el llamado. Reverenció a su señora y esperó las instrucciones.
— ¿Sabe si Lorenzo está en compañía de los ancianos?
— No lo sé mi señora. Hace unas horas que no veo a mi rey. Con el debido respeto mi reina, ¿por qué lo pregunta?
— No quiero causar incomodidad entre los ancianos de la corte por esta manera de vestir.
— Entiendo mi reina. ¿Hay algo que pueda hacer respecto a eso?
— Si, por favor Afton. — le dijo Isabella con una sonrisa cómplice — Necesito que vaya hasta la sala del trono y se cerciore que los ancianos no estén ahí.
— Por supuesto mi señora, así lo haré.
Afton se giró hacia la salida pero fue detenido por la reina.
— Afton...
— Mande. — respondió educadamente aquel hombre.
— Si dado al caso están ahí los ancianos, por favor pase mi mensaje al rey, y dígale que lo veré en los corrales del palacio, donde estarán los caballos ya ensillados — instruyó a su servidor. — Cualquiera que sean las posibilidades, debe avisarme para saber donde he de ir.
— Así he de hacer — le respondió Afton.
Afton camino hasta la sala del trono, y fue recibido por Alonzo, el escudero del rey, quien venía saliendo de la sala.
— Afton, amigo mío — saludo cálidamente el hombre más joven — ¿Qué lo trae por aquí?
— Traigo un mensaje.
— ¿Así? — preguntó Alonzo. Afton asintió en confirmación. — De la reina, supongo.
— Si.
— Lastimosamente tengo órdenes, por lo que no se permite el paso. ¿De qué trata el mensaje?, puedo llevarlo por usted.
Afton se acercó sigilosamente a Alonzo, pues no quería ser escuchado por alguno de los ancianos.
— La reina viste de traje el día de hoy, pues el rey la llevará a dar un paseo a las orillas del rio Dorado. Ella quiere evitarse problemas con la corte y sus costumbres. — explicó Afton. — ¿Ellos están ahí adentro junto al rey?
Alonzo asintió. Así que Afton terminó por decir el mensaje al escudero.
— La reina manda a decirle a nuestro señor, que la puede encontrar en los establos de palacio junto a los caballos que eligieron para el paseo. Si el rey acepta o no, debe avisarme, pues la reina desea saber la respuesta del rey.
— Bien, espere aquí, iré a dar aviso a nuestro rey.
Afton espero pacientemente a que Alonzo regresara con el mensaje. Él no se sentía indignado porque no le permitieron entrar, pues sabía que su amigo solo seguía las órdenes dadas por el rey Lorenzo.
Mientras tanto, Alonzo ingresó otra vez a la sala del trono y se ubicó a mano derecha del rey.
— Mi señor — habló con cordialidad y respeto — Tengo un mensaje para usted, mi soberano.
— ¿Un mensaje?
— Así es, la reina tuvo un pequeño inconveniente por lo que no podrá venir hasta la sala del trono. Ella solicita que el encuentro entre el rey y ella sea en los establos reales, donde los caballos están ensillados y listos para salir.
— Comprendo. Así he de hacer entonces. — Lorenzo se puso en pie y se despidió de los ancianos de la corte — Gracias a todos por venir hasta aquí y ayudarme en los deberes reales. Ahora he de irme, pues mi reina me está esperando.
— Está bien, rey Lorenzo — hablo uno de ellos, era un señor de 70 años de edad, ya llevaba bastante tiempo sirviendo como consejero. — Sabe que estaremos siempre presente por si necesita de nuestra ayuda. Espero y tenga un lindo día junto a la reina Isabella.
— Gracias, consejero Pedro... y todos los demás — termino diciendo — Ahora si me disculpan, he de ir en busca de mi reina.
Y así diciendo esto, Lorenzo salió de la sala del trono hacia los establos reales. Alonzo también informó a Afton y que este le llevará a la reina el mensaje positivo del rey.
Y así, ambos reyes se encontraron en los establos.
— Reina Isabella — saludó Lorenzo al verle. — Buenas tardes.
— Buenas tardes mi rey — devolvió el saludo con una suave sonrisa.
Lorenzo se sintió feliz al verla sonreír tan cálidamente, últimamente su esposa había estado algo deprimida a causa de la enfermedad de su padre, y verla sonreír aunque sea un momento también alegraba el día de Lorenzo.
— Debo decir que me sorprendió la invitación — le dijo Isabella — ¿A qué se debe?
— Nada en particular, solo un pequeño paseo para divagarnos, los deberes reales son algo tediosos — respondió Lorenzo con suavidad. Últimamente utilizaba ese tipo de tono al hablar con Isabella, era algo que salía de Lorenzo de manera natural al conversar con ella. — Además... sé muy bien que le preocupa el estado de su padre y eso la tiene afligida y tensa. Este paseo nos servirá a ambos para despejar nuestra mente. — terminó diciendo con sumo cuidado para no afligir más a su reina, más de lo que estaba hoy en día...
— Oh, entiendo. Creo que es una buena idea — dijo ella en acuerdo — Un paseo no nos caería mal.
Lorenzo sonrió ante las palabras de ella. Pues se alegraba que sus planes salieran bien.
— Debo decir mi reina, que hoy se ve espectacular — elogio Lorenzo.
Isabella sonrió pero sus mejillas se tiñeron de un rojo fuego por el elogio de su esposo.
— Gracias, mi rey.
— Solo digo la verdad. — sinceró — Nunca antes había visto a una dama vestir así, pero debo ser sincero, a usted le queda espectacular.
— ¿Lo cree? — preguntó un tanto apenada — A los ancianos no les gusta tanto...
— Que importa lo que ellos piensen, si usted se siente cómoda de esa manera, no debería importar lo que ellos digan. Además, créame cuando le digo que sé ve bien.
— Oh... bueno... gra-gracias — tartamudeo un poco por las palabras tan bellas de aquel hombre. Uno que había empezado a robar su corazón poco a poco.
Isabella sabía que estaba empezando a amar a Lorenzo. Tenía miedo de admitirlo en voz alta pues sabía que Lorenzo solo la consideraba una amiga, quizás una mejor amiga como mínimo, ya que el corazón del joven rogaba por estar al lado de alguien más.
Pero los detalles que Lorenzo tenía con ella la atrapaban cada día en esa red de amor. Aunque esta no fuera la intención del joven rey. Sin planearlo, el rey empezaba a tener detalles con ella, detalles pequeños pero al final era algo que Isabella atesoraba, Lorenzo siempre se preocupaba por su salud física y mental, normalmente la invitaba a paseos nocturnos por el jardín o salir de caza, también solía enviarle flores para alegrar sus días, o cualquier detalle que lograra hacer sonreír a su esposa. También le compraba los materiales necesarios para que ella pudiese seguir sus clases de bordado, y era eso exactamente lo que ella guardaba en su corazón, pues Lorenzo recordaba aquella conversación que tuvieron en el baile, otro hombre lo hubiera olvidado, pero no él. Isabella sabía que Lorenzo prestaba atención a sus pasatiempos y gustos, por esa razón, Isabella había despertado sentimientos por el joven.
Ella también sabía que era tonto enamorarse de alguien que ya tenía sentimientos por alguien más, pero lastimosamente nadie elige de quien enamorarse, y fue eso lo qué pasó con Isabella, se estaba enamorando del hombre equivocado.
— Bien, creo que ya podemos irnos — dijo Lorenzo sacándola de sus pensamientos — Es un lindo día, perfecto para un paseo a caballo.
— Así es. — estuvo de acuerdo la reina.
Vio llegar a Angelina, quien traía consigo una canasta repleta de cosas, no pudo distinguir el que, pero posiblemente sea parte del banquete que Lorenzo había mandado a preparar.
— Gracias, Angelina — agradeció el rey. — Bien, creo que ya no hace falta nada.
Lorenzo le ayudó a subir al caballo, posterior a eso, él también hizo lo mismo en el propio. También cabe decir, que Lorenzo había tenido un detalle para su esposa como regalo de bodas. Ella le había dicho que disfrutaba de la equitación, pero el joven pudo percatarse que Isabella amaba los caballos, en realidad...descubrió que era su animal favorito. Así que le regalo un caballo propio, este era color negro azabache de la raza frisón. El animal poseía una melena extremadamente larga, era de buen tamaño y de pelaje brillante. Realmente era una belleza. Y además era intocable, solo la reina tenía acceso a ese caballo pues era de su propiedad, ni siquiera el mismo Lorenzo se atrevía a utilizarlo, él se lo había dado precisamente a ella por lo que él mismo había decidido cuán valioso era ese animal, y no solo por el valor económico, si no también porque pertenecía a su esposa. Así de simple.
Ambos salieron rumbo al río Dorado. Disfrutando del camino mientras ambos galopaban por aquel enorme paisaje, disfrutando de sus colinas, de sus campos, de el cielo, todo era realmente bello. El viento soplaba al compás del trote de los caballos, una brisa fresca los envolvía y era una recreación a la vista ver cómo aquellos animales trotaban libremente por el campo, aunque sus dueños iban en ellos, los animales también disfrutaban de correr por aquel lugar.
Cuando llegaron al río, ambos bajaron y ataron los caballos a un árbol. Lorenzo preparó el lugar donde estarían sentados disfrutando del almuerzo.
Extendió una manta de color rojo y blanco, también ordenó los platos, vasos y ollas. Cuando todo estuvo listo, extendió su mano para que Isabella la tomara, le ayudó a sentarse y luego él hizo lo mismo.
— Rara vez he venido a este lugar — comentó Lorenzo mientras observaba todo a su alrededor. — Pero sigue igual de hermoso que cuando lo vi por última vez.
No mentía, el río Dorado se encontraba entre los dos reinos; pero la ley dictaba que había pertenecido siempre a Luminis Imperium, por lo que su padre y hermano siempre respetaron ese lugar, aunque sabían que el rey Magnus no se molestaría por ello debido a la amistad, pero Leonardo y Leonidas solían ser extremadamente respetuosos así que fueron raras las ocasiones en que había puesto sus pies en esa tierra, y eso fue cuando apenas era un niño.
— ¿De verdad? — preguntó Isabella asombrada — Pensé que papá les había otorgado el permiso para poder venir aquí cuantas veces quisieran.
— Así fue — enunció Lorenzo — Pero a estas alturas, creo que ya debe conocer a Leonidas, es exactamente la misma imagen de mi padre. Jamás quisieron invadir el territorio del rey Magnus.
— En todo caso, no hubiera sido invasión, mi padre le había dicho al rey Leonardo que podían venir aquí las veces que quisieran, nadie les reprocharía si se les viera por aquí — informó Isabella. Lorenzo asintió.
— Lo sé, pero mi padre y hermano solían ser demasiado... corteses.
— Ah, entiendo. — sonrió Isabella al recordar esos tiempos donde Leonardo aún vivía — Creo que suelo tener conocimiento de eso. Aún recuerdo a su padre; y tiene razón al decir que Leonidas es igual a él.
— Fue criado para eso... — dijo un melancólico Lorenzo.
— Si... era el primogénito, es lo que suele pasar con los herederos.
— Si... pero Leonidas no tuvo una vida tranquila. — Lorenzo se recostó sobre la manta y vio hacia el cielo. — Creo que su educación fue extremadamente inhumana. Si yo hubiera sido él, creo que no resistiría.
— ¿Educación inhumana? — preguntó con intriga Isabella — No recuerdo mucho de eso. Las pocas veces que Leonidas acompañó a su padre a Luminis, no noté nada de eso. Solo alguna que otra corrección.
— Mmm — murmuró Lorenzo en acuerdo — Solo había que esperar y llegarán a casa.
Isabella se asombró por lo que decía Lorenzo. Ella recordaba al rey Leonardo como un hombre ejemplar, tranquilo y cortes. Lo único que había notado de la relación padre-hijo entre él y Leonidas, era una que otra corrección de modales. Pero nada más.
— Mi padre crió a Leonidas de la misma manera que su padre a él — siguió contando Lorenzo — Siempre observe a un agotado y herido Leonidas, casi no tenía energías una vez que llegaban a palacio y normalmente tenía moretones sobre él. Los entrenamientos fueron bastantes duros, y los modales eran una regla estricta.
— Comprendo...
— A todos nos enseñó de manera extremista, pero a Leonidas... Leonidas prácticamente ni descanso tenía. Lo que llevo a mis otros hermanos a odiarlo a muerte.
— ¿Sus hermanos se odiaban? — preguntó asombrada Isabella — ¿Por qué?
— Según ellos, papá amaba más a Leonidas que a nosotros, pasaba todo el día junto a mi hermano mayor que prácticamente ni notaba nuestra presencia, para él siempre fue Leonidas. Y eso enfureció al resto. Estaban celosos — comentó Lorenzo — Lo que ellos no sabían era que si Leonidas pudiera elegir entre ser notado o no por mi padre, creo que hubiese preferido lo último.
— He de imaginarme.
— También tenían celos de su primogenitura; ya que era heredero, nosotros siempre seguiríamos siendo unos simples príncipes, por lo que el odio hacia Leonidas era bastante grande. Excepto yo, yo jamás lo odie — declaró Lorenzo — Creo que de todos fui el único que estuve enterado de todo lo que sufría Leonidas, y lo admiré por eso. Fui cercano a él desde el inicio. Incluso en el día de la tragedia...
— Oh — murmuró Isabella con melancolía — Siento mucho lo qué pasó. No tenía porque ser así, todos pudieron vivir en paz, estoy segura que Leonidas los hubiera dejado vivir a todos incluso en el castillo.
— Yo también — sonrió Lorenzo — Leonidas no es malo. ¿Es extremista con los castigos?, si. Pero no es malo.
Isabella se rio un poco ante eso. En realidad en cuestiones de ley, el mayor de los hermanos era algo arisco y pesado, pero ella estaba segura que Leonidas tenía buen corazón. Si sus seis hermanos hubieran seguido el mismo camino que Lorenzo, estaba segura que aún vivirían.
Normalmente en la corona, los herederos suelen matar o exiliar al resto de los hermanos por seguridad, ya que suelen pelear por el derecho al trono. Hay hermanos que suelen retar al mayor incluso si este ya es rey, y está permitido este tipo de actos pues también llevan sangre real. En ese tipo de cosas, los ancianos de la corte no meten sus manos, quien suele arreglar ese tipo de problemas es el heredero, normalmente acaban en muerte. Y está permitido.
Era lo mismo que le había pasado a Magnus, Leonardo y Leonidas. Tristemente.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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