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Parte 2

Después de su conversación con el rey Leonidas, Alonzo salió en busca de Angelina, sabía que la mujer debía estar preocupada por él.

— ¡Alonzo! — expresó ella con alegría cuando lo vio llegar — ¡Alonzo, amado mio!

— Oh, mi amada Angelina — él la recibió con la misma felicidad.

— Estaba preocupada, ¿qué dijo el rey?, ¿está todo bien? — interrogó la mujer con desesperación mientras buscaba alguna herida en el joven.

Sabía que podía estar exagerando pero el solo pensar que el rey Leonidas le había causado alguna herida a su amado la angustiaba.

— Tranquila... no pasó nada. El rey solo quería hablar — tranquilizó el joven.

— ¿Hablar?, ¿sobre qué? — preguntó con extrañeza.

Alonzo sabía que no debía decir más de lo debido, además que revelar la verdad a su amada podría meterla en problemas si algo salía mal, y Alonzo no deseaba eso para ella.

— Nada importante, solo quería ponerse al tanto, hace tiempo que no nos veíamos — mintió el joven. Todo sea por mantener a su amada segura. — ¿Ya ha probado alguno de los postres?, quizás podríamos ir y probar algo más. — Alonzo intentó desviar el tema.

Angelina miró al joven durante algunos segundos para comprobar que este no mentía. Cuando sintió que todo estaba bien acepto la oferta.

— Está bien. — aceptó ella — Quizás podríamos probar la ensalada de frutas.

Alonzo sonrió en respuesta, sabía que el tema de la comida la desviaría por ahora del tema. Él la acompañó de regreso a las mesas mientras intentaban olvidar el tema de la infidelidad.

Anterior a esto, Isabella se había apartado de Lorenzo y de María, dejándolos solos a ambos. Sabía que no debía hacerlo, pero se sintió mal en negarle esa última petición a Lorenzo, quizás los dos sólo querían cerrar esa parte de sus vidas, ya que ella estaba al tanto del amor que Lorenzo sentía por aquella joven, pero ese amor ya no podía existir debido a ese matrimonio.

Isabella se dijo así misma que debía de hablar con Lorenzo, y preguntarle el por qué decidió proponerle matrimonio si había alguien más. Sabía que una respuesta posible a su pregunta era el hecho de que sería un rey al casarse con ella, pero esa respuesta la quería escuchar de sus labios, y quizás así buscar una solución antes de que todo terminase mal.

— ¿Isabella? — escuchó la voz de Leonidas a sus espaldas — ¿Qué hace sola en este lado del castillo?, ¿no debería estar Lorenzo a su lado?

— Él tenía otros asuntos que atender... — dijo con voz lastimera — Así que lo mejor era dejarlo solo.

Leonidas notó la mirada melancólica de Isabella, e inmediatamente supo de que se trataba el asunto.

— No debería estar triste, es su boda — dijo Leonidas intentando subirle los ánimos — Puedo hacerle compañía mientras mi hermano se digna en aparecer.

Isabella lo miró. Habían muchas similitudes entre él y su hermano menor. Físicamente eran parecidos, lo único que cambiaba era el color de los ojos, y quizás un poco el tono de la piel, pero tenían rasgos similares. Pero lo qué Isabella notó va más allá de lo físico.

Si bien es cierto que Lorenzo solía ser caballeroso, Leonidas parecía más recto, más centrado en sus deberes y por ende mantenía en él la caballerosidad a un nivel más alto que Lorenzo. Leonidas siempre trataba de actuar de la mejor manera, siempre preocupado de las leyes y las etiquetas, en ese ámbito, Lorenzo era más despreocupado.

— Yo... — tartamudeó ella — No lo sé...

— ¿Me concedería un baile? — preguntó Leonidas mientras extendía su mano. — No creo que mi hermano se moleste.

— Pero... ¿es correcto?.. digo... — preguntó con duda la joven — Se supone que debería estar al lado de mi esposo...

— Se supone — confirmó Leonidas. Pero sonrió con diversión después de unos segundos, cosa que llamo la atención de Isabella — Pero él está con alguien más, ni siquiera debería tener la osadía de reprenderla si la ve conmigo o con cualquier otro invitado.

— Pero...

— No soy tan malo bailando — invitó Leonidas.

Isabella sonrió con agradecimiento y terminó aceptando la invitación.

Leonidas la llevó a la pista de baile para hacerle compañía a la joven mientras su hermano regresaba. Leonidas se sentía cada vez más decepcionado del menor, los modales eran algo que siempre se practicaron en su familia, dejar sola a una dama era algo que se consideraba una falta de respeto, y más si esa misma dama era tu esposa. Además del hecho de que apenas eran recién casados, el delito era aún más grave. Para abandonar a una dama de esa manera la situación tenía que ser complicada, pero en este caso Leonidas tenía la certeza que fue por un capricho, uno que llevaba el nombre de María.

— Y dígame, su excelencia, ¿cómo le ha ido en estos años? — inició diciendo Leonidas. — Ha pasado un tiempo desde la ultima vez que estuve aquí.

— Me ha ido de maravilla, he seguido con mis clases de danza y también el bordado. Le puedo asegurar que he mejorado mucho — respondió Isabella, quién le estaba recordando a Leonidas sobre sus pasatiempos.

— Oh, si, lo recuerdo. — afirmó él con una sonrisa al recordar aquellos tiempos — Me alegra que haya mejorado, aún recuerdo aquel intento de manto que realizó, será algo que jamás sacaré de mi mente — dijo él entre divertido y serio.

Leonidas no era muy sonriente con cualquier persona, pero Isabella era alguien a quien él apreciaba mucho, la conoció cuando esta era una niña, en aquel entonces no eran muy cercanos, pero quizás ahora lograrían llevarse mejor debido al matrimonio entre ella y su hermano.

Serán familia después de todo.

— Oh — murmuró Isabella con asombro y vergüenza. No pensó que Leonidas recordaría aquella ocasión — Yo... bueno he mejorado — termino diciendo con un sonrojo.

Leonidas soltó una risa suave debido a eso. Le divertía ver a Isabella avergonzada.

— Me alegra — terminó diciendo. — Quizás algún día me permita ver alguno de sus bordados.

— Estaría encantada — Isabella terminó riendo al recordar aquel manto mal fabricado. — ¿Y usted excelencia?, ¿cómo ha pasado en estos últimos años?

Leonidas había logrado distraerla de aquel suceso que la estaba molestando.

El objeto motivo de burlas por parte de Leonidas aún seguía guardado en uno de sus cajones, fueron los primeros pasos hacia el arte del bordado que realizó junto a su nana. Recuerda haber estado orgullosa de culminar por primera vez un manto hecho por ella misma sin ayuda de Beatriz, pero su alegría se vio perturbada cuando un pequeño y joven Leonidas se acercó a ella con intriga por aquel manto mal hecho.

"¿Qué es esa cosa?" — había preguntado el niño con cara de desagrado y al mismo tiempo con inocencia. Pero esa pequeña pregunta fue la causante de su llanto por días. Pues el niño había matado su alegría y orgullo en cuestión de segundos. Aunque este fue reprendido por su padre minutos más tarde.

— Al igual que usted, también he mejorado mucho en mis deberes, ya no soy aquel niño torpe que no sabía agarrar una espada — respondió Leonidas a su pregunta — Hoy en día me consideran un buen soldado. Debo agradecerle a su padre por eso.

— Me alegra mucho su excelencia. Quizás algún día pueda apreciar sus hazañas con la espada — dijo Isabella imitando lo que Leonidas le había dicho a ella.

— Estaría encantado — le respondió siguiendo su juego. 

Así, tanto Leonidas como Isabella siguieron bailando mientras esperaban que Lorenzo llegara hasta ellos. Pero este ya se había tardado demasiado. Incluso el sol estaba saliendo y sus rayos de luz empezaron a tocar la tierra.

Eso ya era el colmo para Leonidas.

— ¿Se siente mejor? — preguntó el rey.

— Si... creo que si —  Isabella le sonrió con agradecimiento. — Fue muy amable de su parte.

— Para eso es la familia — enunció Leonidas.

El rey Magnus, quién se había perdido de muchas cosas durante la celebración a causa de su enfermedad, se acercó hasta Leonidas e Isabella.

— ¿Puedo tener un baile con mi amada hija? — preguntó un sonriente y orgulloso Magnus.

— Por supuesto, su excelencia — le respondió Leonidas. — Si me disculpan...

Leonidas se despidió de ambos mientras salía en busca de su hermano Lorenzo, fue entonces cuando se topó con Alonzo y Angelina.

Mientras tanto, Isabella había quedado en la pista de baile con su padre.

— ¿Dónde está su esposo hija mía? — preguntó Magnus con mucha curiosidad — ¿Y por qué era Leonidas quién estaba con usted?

— Lorenzo tenía un asunto... del cual debía hacerse cargo — respondió ella. No quería que su padre se diera cuenta de lo sucedido — Leonidas solo me acompañaba.

— Oh, bueno. Eso está bien. Me alegra que Leonidas le hiciera compañía hija mía, es un buen hombre.

— Lo es...

Ella pasó el resto del amanecer al lado de su padre y su nana, pues nada se sabía de Lorenzo.

Mientras tanto, en aquellos jardines, Lorenzo terminaba de arreglarse para regresar a la fiesta.

— Debemos volver... — murmuró el nuevo rey.

— ¿Por qué?, ¿acaso no ha pasado un rato agradable conmigo?

Lorenzo no respondió, por supuesto que había disfrutado de ese pequeño espacio entre él y su amada; pero habían sido demasiado descuidados, era muy notoria la ausencia del nuevo rey.

— Tenemos que volver...

— Lorenzo...

— No — interrumpió con brusquedad. No había sido intencional pero estaba nervioso — Tenemos que regresar.

— ¿Así que se arrepiente? — preguntó María con molestia — ¿Quiere regresar por ella?

— María, no voy a regresar por ella — respondió igual de molesto — Voy a regresar porque tengo el deber de hacerlo. Es obvio que ya todos habrán notado mi ausencia en esa fiesta.

— ¿Y qué si lo hacen? — dijo de manera arisca y fastidiada — Es mejor que se vayan acostumbrando a la idea...

— ¿Qué idea? — Lorenzo en realidad estaba confundido, tanto era el nerviosismo que apenas si ponía atención. Y eso molesto más a la joven.

— ¡Que seré su esposa! — recordó ella — Además del hecho que prometió convertirme en su igual...

— Yo...

— No me diga que se olvidó — dijo María entre dientes — Me lo prometió.

— Lo se.

— ¡¿Qué cambio?!

— Nada. Los planes siguen — dijo él. Extendió su mano para que Maria la tomara y así ayudarla a levantarse, pero está la apartó con brusquedad.

— Eres un idiota — le dijo de manera brusca — Me engañó, me mintió, me dijo que me amaba y no era cierto...

— María, eso no es...

— ¡Largo!

— Amor mío, siento mucho... — el joven intentaba consolarla pero esta lo apartaba — Si tan solo me permitiera...

— No diga nada Lorenzo — interrumpió. A este punto, por el rostro de María caían algunas lágrimas. — Me siento desechada... ¡me uso! — acusó ella mientras sollozaba.

— María, por favor amor, no piense eso. Me lástima que piense de esa manera — dijo Lorenzo con preocupación — No entiendo por qué se esmera en pensar que no la amo. Creo que ya he demostrado lo mucho que lo hago, incluso moriré por usted si hace falta.

— ¿Lo haría? — preguntó ella con intriga. Cada día se da cuenta de lo ignorante que puede ser Lorenzo.

— Por supuesto que si — le respondió sin titubeo.

María sonrió con orgullo. Los planes iban cada vez más cerca de lo que pensaba.

— Entonces mi amor, regresemos a esa fiesta — dijo dándole un beso — No podemos ponerlo en una situación incómoda con los invitados. Simplemente no se olvide de su promesa...

— No lo haré.

Y así, ambos se dignaron en aparecer en la recepción, una que ya estaba apunto de culminar.

Leonidas vio llegar a su hermano al lado de aquella mujer tan desagradable, pero decidió no seguir metiéndose en esos asuntos. Dejarían que todo se aclare con el tiempo.
Lorenzo debía aprender a madurar por sí mismo, y ahí él ya no podía hacer nada más que orar a los cielos para que le trajeran lucidez a su hermano menor.

Lorenzo caminó hacia Leonidas con nerviosismo, por supuesto que él lo notó y eso aclaró aún más lo que ya sabía.

El menor estaba preparándose mentalmente para la reprimenda que Leonidas estaba apunto de darle, pero se asombró cuando esté simplemente le dio la espalda y se alejó de él sin decir una palabra, demostrando lo molesto y decepcionado que estaba.

Sin nada más que hacer, decidió buscar a su ahora esposa, la encontró después de un rato cerca de la fuente principal.

— Isabella — saludó cabizbajo. Sentía vergüenza por lo que había hecho, pero rogaba a los cielos que nadie más estuviera enterado. Así que actuó con normalidad — Pensé que estaría con su padre.

— Eso lo mencioné hace ya mucho tiempo — respondió con voz suave. — La fiesta ya termino, y mi padre se sentía algo agotado.

— Entiendo.

El silencio se hizo presente entre ambos, era uno muy incómodo. Lorenzo incluso se sentía peor porque Isabella era incapaz de dirigirle su mirada, era como si ella también estuviese decepcionada de él, igual que Leonidas.

— No es que sea de mi incumbencia y tampoco deseo incomodarlo con mis preguntas, ¿pero qué era lo que la joven deseaba?, ¿esta todo bien?

— ¿Ah?... eso... si... ella solo quería... felicitarme por lo del matrimonio... — tartamudeo Lorenzo sin saber que decir.

— Comprendo, aunque fue una felicitación prolongada — respondió Isabella con tristeza. — La fiesta incluso ya culminó.

— Yo... lo siento por eso... no era mi intención dejarla sola... yo solo...

— No tiene porque disculparse, yo sé bien que usted ama a esa joven. — esta vez Isabella si lo vio a los ojos, algo que hizo sentir a Lorenzo como el peor de todos. Ya que la mirada de Isabella transmitía decepción, tristeza, melancolía, enojo y resentimiento y todo por culpa suya.

— ¿Qué? — preguntó anonadado — Isabella eso no es...

— Lo es. Lo noté en la iglesia, también cuando ella le pidió atención y la forma en que usted volvió a mirarla. No estoy ciega su excelencia. ¿Por qué no se atrevió a decirlo?, recuerde que fue usted quien me propuso matrimonio. — recalcó la reina — Y de verdad espero que no me odie por esta unión.

— No, yo no la odio. Quién cometió el error fui yo. — le dijo Lorenzo con voz apacible — Lo siento.

— Lorenzo, creo que deberíamos hablar sobre el tema. No quiero que hayan malos entendidos y problemas a causa de esto.

— ¿Quiere hablarlo? — preguntó con intriga.

— Por supuesto.

— ¿Enserio? — dijo sin poder creerlo aún.

— Si... — dijo ella levantando una ceja en cuestión — ¿Usted no? — Lorenzo no supo que responder así que ella continuó— Quiero llegar a un acuerdo. Si ama a esa joven, no será justo para ninguno de los dos vivir de esta manera, ni tampoco para ella.

— ¿Y usted... que tiene en mente? — preguntó con vergüenza y miedo.

— No lo sé, la situación es complicada. Ya estamos casados, y una anulación sería demasiado escandaloso.

— Yo había pensado en... — Lorenzo hizo una pausa antes de continuar. ¿Debería decirle?, ¿era el momento adecuado?, ¿ella lo aceptaría?

Miles de preguntas se arremolinaban causando confusión en la mente de Lorenzo.

— ¿En qué su excelencia?

— Yo... no, nada, es una idea pésima — decidió que sería mejor esperar. — Quizás deberíamos esperar un tiempo antes de tomar alguna decisión...

— Mientras más esperemos el problema podría agrandarse. — dijo ella mientras analizaba las cosas — Quizás podría decirme su idea y así, juntos, podemos analizarla y decidir.

— Creo que será algo que no le gustará, créame cuando le digo que es pésima idea... — dijo Lorenzo, aún sentía temor de la reacción de Isabella, pero al final era algo que tenía que decir, pues era una promesa y la reina debía estar al tanto — Sabe qué, le dire.

— Lo escucho.

— Yo... yo amo a María, y desde que fui honesto a mis sentimientos deseé poder casarme con ella... pero Leonidas se opuso.

— ¿Alguna razón en particular?

— Ninguna. Simplemente no es de su agrado. Y con Leonidas como obstáculo no podía casarme con ella. — siguió explicando Lorenzo — Además que mi hermano la había enviado lejos, y yo no lo sabía hasta que fue tarde. De hecho Leonidas fue quien planeó este futuro para mi...

— Se refiere a la boda — dijo Isabella con tristeza.
Lorenzo había resultado como todos los demás en el baile, todo fue parte de su plan. El corazón de Isabella se entristeció pues ella de verdad quería darle una oportunidad a aquel matrimonio. Ahora se daba cuenta de lo imposible que sería eso.

— Si — confirmó Lorenzo con pesar — No pretendía mentirle... yo quería decirle pero creí que sería mejor esperar...

— Ya no importa — dijo la reina con melancolía en su corazón y alma — ¿Qué planea hacer ahora?

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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