Herederos al Trono
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Mi amado hermano:
Espero que se encuentre muy bien de salud, y que su reino sea bendecido y próspero. El motivo de esta carta es informarle de algunos acontecimientos que se han presentado durante este tiempo. En primer lugar, debo agradecerle a usted, mi hermano mayor, por la ayuda que me brindó, ya que gracias a eso hoy en día soy el rey de Luminis Imperium y, sobre todo, el hombre más feliz que ha pisado este mundo.
En segundo lugar, deseo invitar a mi hermano y mejor amigo a una pequeña reunión que se llevará a cabo en mi reino y dentro de los muros del palacio. Allí lo pondré al tanto de todo; espero que la noticia que tengo para darle traiga también alegría a su vida como lo ha hecho en la mía, y que también esté orgulloso de lo que ha logrado su hermano menor. Ya que su opinión es importante para mí.
Gracias, querido Leonidas, por todo lo que ha sacrificado por mi beneficio. Espero su respuesta en una carta, la cual estaré esperando con ansias.
De: Su hermano menor, Lorenzo Constantino I.
Rey de Luminis Imperium.
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Leonidas leyó detenidamente aquella carta; era la primera que recibía del menor en todo ese tiempo.
Normalmente recibía cartas de todas partes, incluyendo del imperio Luminis, aunque ninguna provenía de su hermano.
— ¡Vaya! — exclamó en asombro y algo de ironía. El escudero del rey Leonidas se encontraba junto a él, aunque este no había dicho ninguna palabra mientras el soberano leía la carta por segunda vez — Primera carta que recibo de Lorenzo y ya trae algunas sorpresas — dijo sonriendo con conocimiento.
Leonidas podría ser muchas cosas, pero no un tonto. Sabía que dicha sorpresa podría tratarse de lo que pasó con María.
Y sí, Alonzo había estado cumpliendo su palabra al pie de la letra. Leonidas había sido informado de los planes de su hermano durante ese tiempo desde el primer momento en el que Alonzo se enteró del embarazo de la peli negra. Estuvo enviando cartas que contaban cada detalle y cambios drásticos sobre el reino.
También supo que los ancianos, aunque con mucha suerte, habían aceptado aquel matrimonio entre Lorenzo y María. Por esa razón, no intervino de inmediato. También le dejó esa tarea al mismo Lorenzo, ya era un hombre después de todo; tenía que hacerse responsable de sus propios actos.
Así que decidió quedar en las sombras mientras detallaba todo desde lo lejos.
— ¿Sorpresas? — preguntó el escudero en confusión — ¿El rey Lorenzo ha preparado alguna sorpresa para usted, mi rey?
— ¡Jumm! — exclamó entre divertido e irónico — En si ya no es una sorpresa. Sé muy lo que planea el hombre. Aún así, le haré creer que espero con ansias esa "sorpresa".
— ¿No lo es?
— Por supuesto que no. Lorenzo ha estado tentando su suerte desde el primer momento en que puso un pie sobre Luminis; ¡grande es el cielo que ha tenido misericordia con él! — comentó molesto — Los ancianos pudieron haber aceptado tal cosa, pero estoy seguro que también esperan la oportunidad perfecta para demandarlo. Un error más y mi hermano podría estar en graves problemas. — exclamó con inquietud y molestia.
— ¡Oh! — dijo el hombre con preocupación — Entonces la situación es delicada. ¿Cree usted que los ancianos sean capaces de algo así?
— No lo creo, yo sé que si. — respondió Leonidas — Los ancianos pueden parecer convincentes en muchas ocasiones, incluso "apoyar" a los soberanos en decisiones que suelen ser importantes, pero una cosa es segura... con ansias esperarán el día en que se cometa un error, ¡un simple error! — dijo entre dientes — Muchos de ellos incluso quieren pasar por encima de su rey; por eso debe haber un equilibrio entre la corte y los soberanos.
— Comprendo, mi señor.
— Yo espero corregir los errores de mi hermano, aunque sea discretamente. Sin llamar mucho la atención. — pensó en voz alta — Si he de ir a Luminis será con ese propósito, no desperdiciare esta oportunidad. — dijo decidido — Empezaré por los detalles más pequeños, a raíz de eso iré cumpliendo con mis propósitos para librar a mi tonto hermano de esa mujer. Evitando un conflicto aún mayor.
— Si es eso lo que el rey piensa hacer, yo estaré a su lado — ofreció el hombre con decisión al rey.
— Claro que lo hará — comentó firmemente. — Es su deber — recordó sin tacto alguno. — Pero agradecido estoy por el apoyo — agregó.
Un rato después, el rey de Regnum Aureum mandó a preparar todo y así partir en dos días más hacia Luminis Imperium.
Mientras tanto en el castillo en el reino de Luminis, una mujer de cabello negro intentaba aparentar ante los ojos de los demás; buscaba la manera de acercarse a Donum y fingir ser una buena madre; y estaba lográndolo. Todos empezaban a creer las mentiras de aquella mujer, menos Angelina, quien sabía que María no era de fiar.
Dos días pasaron, y María se enteró de la visita del rey Leonidas hacia Luminis Imperium, su corazón saltó de alegría y como una niña enamorada se gozó al saber de la venida de su verdadero amor.
Porque si, la joven en aquellos días fue alguien amable y confiable, ella se enamoró como cualquier otra dama, pero quizás lo hizo de la persona equivocada. Aún así no había dejado de amarlo; pero el hombre fue ingrato con ella, la utilizó y se deshizo de María como si de una basura se tratase.
Por eso busco refugio en los hermanos menores de aquel hombre, y deseo venganza para que Leonidas también sintiese el mismo dolor que ella. También deseaba poder, eso la sacaría del infierno en que vivía.
— ¿Entonces el hombre vuelve a Luminis? — preguntó con malicia.
Alonzo frunció el ceño ante el descaro de aquella mujer.
— Si. Vuelve para conocer a sus sobrinos.
— Entiendo... — dijo con una enorme sonrisa en su rostro.
— Mi señora, veo que la noticia a sido de su agrado.
Ese pequeño comentario hizo reaccionar a María, quizás estaba actuando de manera muy obvia. Tenía que actuar bien o todo se echaría a perder.
— Por supuesto, el hermano de mi futuro esposo regresará para conocer a mi Donum — dijo de manera "obvia" — Mi princesa tiene que ir conociendo a su familia, ¿no es cierto?
— Si... mi señora.
— Entonces no diga estupideces.
Alonzo solo agacho la cabeza con respeto; pues aunque aquella simple mujer tenía un título pobre y como cualquier otro, también estaba destinada como la futura mujer del rey.
— Entiendo, no volveré hablar en vano — dijo sutilmente.
María sonrió con descaro ante sus palabras, empezaba a tener a los demás sirvientes a sus pies y haciendo lo que ella decía por el nuevo anuncio. Alonzo era uno de ellos; el hombre había sido criado para servir a las autoridades; y María sería pronto una de ellos, así que el joven trataba con respeto a la mujer y en ocasiones hasta obedecía sus órdenes.
— Eres un buen hombre, Alonzo. Es una lástima que tengas un simple título.
— Mi título está bien, mi señora.
— Pero podría estar mejor...
— ¿Cómo podría lograr algo así? — pregunto confundido.
— Si te unes a mi. — dijo suavemente.
— ¿Unirme a usted? — preguntó anonadado y confundido.
— Quizás podríamos hablar de eso en otra ocasión. Cuando sea el momento adecuado. Ahora no lo es.
— Está bien — dijo Alonzo accediendo a las palabras de la mujer.
Alonzo últimamente pensaba en muchas cosas, pensamientos que lo tenían distraído y consumían su tiempo. Incluso su matrimonio empezaba a irse por la borda debido a eso; pero tenía que poner su deber por encima de todo, así funcionaba esto, tristemente...
Se llegó el día en que Leonidas puso un pie sobre el imperio de su hermano. Fue recibido por los empleados y el menor; quien gozaba de alegría al verlo.
— ¡Hermano! — dijo con una enorme sonrisa — Tiempo sin verle.
— Algunos meses, si, casi dos años y medio — recalcó el hombre. Leonidas avanzó hasta quedar frente a frente a su hermano. — No puedo creerlo, Lorenzo, en todo este tiempo he recibido apenas una carta suya. Pensé que era mejor que eso. — dijo bromeando.
— Lamento mi distracción y falta de respeto. Pero han pasado muchas cosas que apenas si tengo algún tiempo para mi — respondió con vergüenza y algo de diversión — Pero lo importante es que ya está aquí.
— Así es. Entonces... ¿nos pondremos al tanto aquí en la entrada del castillo, o me permitirá ingresar a su hogar?
— ¡Ah, si! Casi me olvidó de eso. Pero adelante hermano, siéntase como en casa.
— Perfecto.
Leonidas y Lorenzo caminaron hasta el interior del castillo mientras hablaban de todo lo ocurrido en sus vidas durante el tiempo en que no pudieron verse. Los hermanos eran unidos, algo poco común entre los hombres herederos a la corona, pero que sin duda, aquellos dos reyes era algo fuera de lo común entre las naciones.
Hablaron tanto que perdieron la noción del tiempo, y eso que aún Lorenzo no había mencionado ninguna palabra por el cual fue citado el mayor. Así que Leonidas espero pacientemente a que llegase el momento.
Las siervas llevaron a Leonidas hasta su habitación una vez que la noche cayó sobre el imperio. Iba siguiendo a una de ellas cuando una persona indeseada llegó hasta él.
— Leonidas...— dijo con voz coqueta.
— Usted debe llamarme por lo que soy — respondió de forma arisca.
— Oh, no. Ya que muy pronto seré una de ustedes. — dijo inocentemente — Por favor, Martha, yo llevaré a Leonidas desde aquí, puede retirarse.
— Solo el rey puede darme órdenes — dijo aquella mujer en defensa.
— Yo soy su señora, mujer insolente, debe obedecerme.
— Mientras aún no sea la esposa del rey, mi deber solo es escuchar a mis superiores.
— ¡Dije que largo! — exclamó María con fastidio.
La mujer, quien era de carácter aguerrido, se limitó solo ver al rey Leonidas esperando una orden del verdadero superior en aquella sala.
Leonidas pensó que ya era tiempo de dejar en claro ciertas cosas con aquella mujer tan desagradable.
— Puede irse, Martha.
— Como el soberano desee.
Y así, la mujer se retiró del lugar. Dejando en claro que solo alguien de alto rango podía mandar sobre ella y no otra persona con síndrome de superioridad.
— Hay personas que no conocen su lugar — comentó María de forma burlona y hostil. Más que todo, aquel comentario fue destinado para llegar hacia Leonidas de manera provocativa.
Eso hizo que Leonidas perdiera toda cordura. Se giró rápidamente y tomó del cuello a aquella mujer, estrellándola violentamente contra una de las paredes.
— Ya me canse de repetir una y otra vez la misma oración — dijo con voz baja pero mortal — Usted jamás será como uno de nosotros, mire la fecha exacta en que se lo digo.
La mujer apenas si podía respirar, y se retorcía entre los brazos de Leonidas esperando a que la soltara.
— Lorenzo puede contraer matrimonio con usted, pero eso no cambia nada. Ante todos será siempre una miserable y pordiosera sirvienta del palacio, destinada a servir a los superiores.
Diciendo eso, Leonidas la soltó y la mujer cayó al suelo haciendo un ruido sordo cuando impactó sobre el.
— Es... es usted... un... un ingrato... un estúpido — dijo entre jadeos.
— ¿Ha, si? — preguntó con desinterés y aburrimiento — ¿Y podría aclararme por qué lo soy?
— Ya olvidó lo que... lo que tuvimos... lo que fuimos...
— En mi defensa, no fuimos nada — agregó Leonidas de manera firme — Lo que pasó fue cosa de una sola noche, hace ya mucho tiempo.
— Sabe que eso... eso no es...
— En segundo lugar... — interrumpió — Yo le dejé en claro desde el primer momento, en que jamás podría fijarme en alguien como usted. ¿Y que fue lo que hizo entonces?
— Yo...
— ¡Puso a mis hermanos en contra mía! — le gritó a la cara con ira — ¡Los manipuló para traicionarme!
— ¡Usted me uso a mi!
— ¡No la use! — respondió Leonidas a María — Yo desde el inicio le dejé en claro las cosas, quien se confundió fue usted, porque yo no la obligue.
— Es un idiota... — murmuró entre dientes y temblando de ira.
— Lo soy, no lo negaré. Pero no me puede culpar por lo sucedido años atrás, usted sola cabo su propio agujero. — señaló.
María se pusó en pie y camino en sentido contrario mientras su cuerpo aún temblaba de ira.
Leonidas le restó importancia a aquel enfrentamiento; se concentró entonces en ir en busca de su habitación. Ya llegaría también el momento adecuado de ponerle fin a la insolencia de María.
Hace tiempo atrás, en la historia de un joven Leonidas, un joven cuya niñez fue arrebatada debido a los grandes deberes que desde temprana edad ya era obligado a realizar, se cruzó en su camino una dama de buen parecer y de cabellera negra.
En un momento de estrés, donde Leonidas ya no quería nada más excepto abandonar todo, incluida su herencia y derechos a la primogenitura, una mujer llegó a él y le hizo cambiar de parecer sobre su futuro y su realidad. Ambos conversaron un poco sobre sus vidas, pasando un rato agradable el uno con el otro. Ella era una mujer que servía en palacio bajo el mandato del rey Leonardo, y al principio parecía ser una buena mujer y honesta sobre todo. Nunca se imagino lo que traería el futuro. Un futuro que le costó la vida a sus amados hermanos.
Volviendo al presente; Leonidas busco su habitación y descansó tranquilamente; ya que el viaje había sido largo y muy cansado. Espero también la mañana siguiente, donde su hermano Lorenzo había mandado a preparar un banquete familiar, mencionó también que deseaba presentarle a cinco personas muy importantes en su vida.
Así salió el sol al día siguiente, el rey de Regnum Aureum caminó hacia los majestuosos jardines reales; ahí encontró a la familia de su hermano, quienes estaban ya reunidos al rededor de la mesa que tenía forma redonda.
Por el lado izquierdo, se encontraba la joven de cabello negro; quien sonreía altaneramente al ver la confusión de Leonidas antes su presencia.
Mientras que Isabella se encontraba sentada al lado derecho de la mesa, la joven de carácter dócil sonrió ante la presencia de Leonidas, como dándole una cálida bienvenida a aquella celebración.
Ambas mujeres, se pusieron en pie haciendo una reverencia a Leonidas.
— Buenos días — saludo de manera neutral.
— Buenos días — respondieron ellas y de maneras diferentes, ya que Isabella mostraba sumisión ante un superior, mientras que María intentaba mostrarse igual que él.
Leonidas realizó un gesto de desaprobación, pero guardó silencio esperando a que su hermano viniera y explicara aquella situación.
No espero mucho ya que tiempo después llego su hermano. Las mujeres también hicieron lo mismo que con Leonidas, mostrando respeto al rey de Luminis Imperium. Excepto Leonidas, ya como un igual, lo único que hizo fue ponerse en pie para recibirlo, mostrando lealtad y no solo al rey, sino también al reino. Eso era lo que significaba aquel acto, pero no hubo reverencia.
— Hermano, buenos días — saludo Lorenzo.
— Buenos días — le respondió en el mismo tono que a las mujeres. — ¿Cómo está el día de hoy?
— Bien, un poco ansioso pero estoy bien de salud.
— He de imaginarme. Entonces, ¿será que damos inicio a este acto?
— Por supuesto. — contestó Lorenzo.
— Esta bien, pero antes de iniciar, ¿podría explicarme qué significa esto? — preguntó molesto y sin ver a nadie más, su rostro se mantuvo fijo en Lorenzo mientras esperaba una explicación razonable.
— ¿De qué habla?
— Soy solo yo, ¿o veo a alguien más infiltrado en una reunión que se pensaba era familiar?
— Leonidas... — respondió cansinamente y molesto — Por favor, ¿podríamos desayunar en paz; para después poder explicarle el porqué ella se encuentra aquí con nosotros?
— No — dijo rotundamente — Prefiero que me lo explique de entrada, así comprenderé mejor el porqué la servidumbre come en la mesa de sus superiores.
— ¡No soy una sirviente! — dijo a gritos la peli negra. — Pido también el mismo respeto, rey Leonidas, yo soy más que una simple sirvienta.
Lorenzo se tensó ante el arrebato de la mujer, ya que no era así como tendría que comportarse, ella debía seguir el ejemplo de Isabella, porque resolver los problemas de manera histérica y a gritos solo la dejaba mal vista. Y conociendo a Leonidas, era exactamente eso lo que estaba buscando, así tendría una razón más para odiarla.
— ¿Se da cuenta, hermano? — preguntó con ironía — ¿Es esta la mujer que dice ser su igual?
— María, por favor, ya no hablé más. — rogó Lorenzo — Deje que yo resuelva esto.
— Pero...
— María, creo que nuestro rey tiene razón, lo mejor será dejarles hablar entre ellos y no intervenir — le dijo Isabella con voz dulce y comprensiva, sabía que los comentarios del rey Leonidas podrían ser algo duros y provocativos.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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