Final del Camino
— Entonces; ¿que desea hablar el rey? — preguntó Humberto.
— Sobre mi hermano, y claro, mis cuñadas.
— De acuerdo. Entonces hemos de dar inicio a esta reunión.
Leonidas vio con molestia a los hombres frente a él, era claro que desde el inicio de esta revuelta ellos tenían todo calculado. Por increíble que parezca, ya tenían también al próximo rey de Luminis, alguien por conveniencia, de eso estaba seguro el rey Leonidas. Y eso solo le causó malestar al rey, pues eso solo significaba una cosa...
— Como primer punto — inició Humberto — Queremos disculparnos con el rey por esta situación poco agradable. Pero no habían muchas opciones.
— Opciones, ¿cómo opciones? Solo tenían que hacer una cosa y la desperdiciaron — mencionó — La única manera para solucionar todo, era acabando con esa mujer, María, quien fue la única responsable de todos estos daños.
— No es tan fácil, mi rey; y difiero con usted en ese punto — dijo Humberto "amablemente" — Le recuerdo que su hermano formó parte de este embrollo.
— Mi hermano fue ingenuo; no se imaginó quien era ella en realidad. No lo defenderé por completo, pues también se hará cargo de esos daños, sin embargo, María actuó por cuenta propia, mi hermano jamás apoyó ninguna de esas decisiones.
— Tampoco hizo algo por impedirlas — dijo otro de los hombres en la esquina del lugar, un poco alejado del círculo, pero siempre pendiente del asunto, como un halcón cuando vigila a su presa.
Leonidas lo miro con molestia, estaba claro que su único objetivo era perjudicar a Lorenzo.
— María se aprovechó de su estado vulnerable para cometer semejantes barbaridades. Puedo asegurar que mi hermano no tenía ningún conocimiento, ya sea para apoyarla a ella, o para estar en contra de ella, no sabía nada — declaró a favor de Lorenzo — Díganme entonces, si Lorenzo no sabía nada de lo que estaba pasando, ¿cómo impediría tales actos? Para impedirlo, tendría que saberlo; además, cuando él se dio cuenta de lo que estaba pasando, fue exactamente el mismo día en que todo empezó, ósea, hace un par de horas atrás.
— Aún no logró convencerme de que Lorenzo sea del todo inocente — repitió el hombre sin temor a nada.
— Mi hermano sigue vivo, aún sigue siendo el rey, para molestia suya, llámelo entonces por su título — le dijo entre dientes — Además, ¿qué se supone que hace usted aquí?, ¿qué cargo tiene?
El hombre entonces realizó una mueca, una de molestia e indignación.
— El es un pariente del difunto rey Magnus IV, tiene sangre real en sus venas — aclaró Humberto — Aunque algo manchada con sangre del pueblo. — susurro esto último, un tanto avergonzado de tener que aclarar esa parte también, pues dejaba en mala posición al hombre frente al rey.
— Así que un pariente lejano del rey... — susurro con una sonrisa ladeada.
— Si... — dijo también en voz baja el anciano.
— Así que es un pariente lejano del rey Magnus — le habló Leonidas al hombre — Si sabe que su sangre esta manchada, si tiene el conocimiento de que antes de todo esto era nadie ante la sociedad, ¿por qué razón se dirige a mi con altanería, como si usted y yo fuéramos iguales? — le preguntó el rey.
Eso hizo que el hombre abriera los ojos como platos y tartamudeara un poco, pero jamás logró decir algo coherente.
— Yo soy hijo del difunto rey Leonardo, hijo también de una reina, quien antes de casarse con mi padre, ella era también de sangre limpia, hija también de reyes, mi padre también era sangre real, sangre azul, eso nos convierte a Lorenzo y a mi como herederos de grandes imperios a diferencia suya. — le recordó — A puesto que sus motivos para estar frente a mí hoy, son nada más y nada menos porque pensó que como última instancia el reino de Luminis lo elegiría a usted como futuro rey, después de que mi hermano fuera condenado a muerte y se llegase a ejecutar tal condena.
Los demás guardaron silencio en aquella sala. Algunos se miraban con otros con nerviosismo; pues el rey había descubierto sus planes. Incluso Humberto tuvo que aclararse la garganta antes de intentar apaciguar la situación.
— Mi rey...
— Aún no termino, consejero — interrumpió. Seguía sin quitarle la mirada de encima al hombre, a aquel extraño que más que un simple candidato, quien parecía que desde hace años estuvo esperando ese momento.— No vuelva a dirigirse a mi de tal manera; tampoco hable de mi hermano como si fuese un criminal, llámelo como lo que es, es un rey, uno al que le deben respeto, le guste a quien le guste, y sino, pues también da igual lo que piensen. Aquí Lorenzo será juzgado no por conveniencia, sino por hechos, hechos que cometió, y por los que no, entonces no deben juzgarlo por ellos — Aclaró — Tengo el terrible presentimiento, de que si no hubiera llegado aquí, Lorenzo sería juzgado tanto por sus actos, como por actos ajenos, todo con tal de quitarlo del camino, y poner a este hombre en su lugar — dijo extendiendo una mano hacia aquel sujeto.
— No... no... — negó Humberto — Mi rey... jamás nos atreveríamos a hacer eso...
— Entonces explíqueme algo, como es que llego al Imperio, y me voy dando cuenta que ya tienen al próximo rey de Luminis, después pido reunirme con los ancianos del consejo para buscar una solución al problema, pero en esta sala hay un hombre desconocido, un hombre que no pertenece aquí, a su círculo, sin embargo se le ha permitido la entrada a esta reunión como si fuese parte de ustedes. Y está escuchando todo, esperando un veredicto final — acusó el rey — El mismo es. — dijo apuntando al hombre.
Humberto trago pesado al escuchar ese tono bajo, ronco y "calmo" del rey. Eso significaba que el soberano estaba conteniendo su ira.
— Lamentamos mucho que se vea de tal forma... pero en vista de todos los acontecimientos... mi soberano, solo buscábamos el bienestar del reino.
— Aún no es tarde, aquí podemos solucionar este embrollo. Solo le pediría amablemente a este hombre que se retire de la sala del trono, si él aún no es rey, no tiene nada que hacer aquí.
— Por supuesto... — dijo Humberto — Dionisio, ¿sería tan amable de..?
— Claro — respondió, pero esta vez un poco más amable. Y seguidamente salió del lugar.
Leonidas entonces pidió a unos guardias vigilar desde afuera, no quería correr el riesgo de que aquel sujeto se quedara merodeando por los alrededores y escuchado todo desde el otro extremo de la puerta.
— Bien, como les decía, creo que debemos juzgar a Lorenzo por sus actos. No me opondré al hecho de que tiene su mancha en el gran libro negro, pero por favor, si hemos de castigarlo, que sea un castigo justo y de acuerdo a lo que hizo.
— Por supuesto. — asintió Humberto.
— También hemos de juzgar a María e Isabella. Que todo sea de manera justa y de manera honesta, no me gustan los juicios por conveniencia, mis consejeros — hablo también Leonidas.
Cada uno de los reyes sería juzgado de manera honesta, tal y como el rey Leonidas lo pidió.
Aquel hombre, Dionisio, esperaba que Lorenzo también fuera condenado y apartado del camino.
Dionisio era un hombre que pertenecía a una familia de bajo estatus. Incluso ser pariente lejano del difunto rey no le había garantizado a su familia un lugar pleno entre tanta gente, al contrario, en su familia eran personas que se dedicaban al campo y luchaban día a día para sobrevivir. Es por eso, que cuando los ancianos lo buscaron y le propusieron ser el próximo rey, acepto con gusto tomar el lugar del rey Lorenzo.
Sintió que podía estar en todo su derecho para reclamar el trono; pero no contó con la llegada del hermano mayor, uno de los reyes más temidos por todos los imperios.
Creyó que podía contra el, sin embargo, la mirada dura y su rostro estoico como si fuese roca, la altura y el cuerpo musculoso de aquel rey le hizo darse cuanta que jamás podría enfrentarlo, y esto que su voz y su sola presencia fue suficiente, eso lo hizo temblar. Aquella mirada azulada se oscureció al verlo en aquella esquina del lugar, con ira y odio, como si leyese sus intenciones. Sabía que sería una batalla perdida. Así que salió del lugar inmediatamente después de que él mismo rey le pidiera salir de ahí. Lo único que quedaba era esperar a que los ancianos juzgaran a Lorenzo y le impidieran regresar al trono, de esa manera él podría ser colocado como rey de Luminis, así que rezo al cielo para que el menor de los hermanos fuera condenado por la corte.
Mientras tanto, a la corte le tomó un par de meses sentenciar a cada uno de los miembros del consejo, llegando esto a oídos de otros reyes, quienes empezaron a sentirse incómodos con tal situación, incluso muchos nobles y siervos criticaban y hablaban mal de la familia del rey Leonardo. Llamándolos incultos y mal educados, quejándose de la mala educación que aquellos "príncipes" recibieron.
— Yo escuche que la difunta reina de Regnum Aureum era tan floja que le permitía al menor de ellos hacer todo lo que quería...
— Dicen que eran unos caprichosos...
— Mala educación por parte de los reyes, me sorprende que un rey tan recto como lo era el rey Leonardo haya permitido que sus hijos crezcan como unos salvajes.
— No me sorprende que el mayor haya acabado con seis de sus hermanos, a lo mejor eran peor que el rey Lorenzo.
— El rey Lorenzo hizo quedar mal a una familia tan pulcra y admirable...
— Jaja, al rey Leonidas le faltó acabar con el menor también...
— Debió mandar al rey Lorenzo con sus seis hermanos en aquella época...
— ¡Como si acabar con la vida de tus hermanos fuera tan fácil como respirar!, o mejor aún, ¡un motivo de diversión para ustedes! — interrumpió el rey Cironum a aquellas mujeres — ¿Desde cuando les divierte ver cómo un hombre acaba con su propia sangre? — preguntó — ¿Acaso piensan que para el rey Leonidas fue fácil matar a sus hermanos?, ¿qué fue para él un juego?, ¿para darles a ustedes un momento de diversión?
Las mujeres palidecieron inmediatamente al ser reprendidas.
— Ustedes son unas mujeres sin alma, me doy cuenta — comentó — El rey lo hizo para no poner en peligro su vida pues sus hermanos amenazaron con matarle y quitarle el trono, pero, eran también sus hermanos. Estoy seguro que al rey Leonidas aún le duele recordarlo, de la misma manera en que a mí me duele recordar a mi hermano y recordar la forma en que lo maté. — dijo con enojo y, al mismo tiempo, una punzada cayó sobre su corazón al recordar aquel día — Pero, a ustedes eso les da igual.
— No, no mi soberano...
— Pues parece que así es — declaró — Dejen aún lado ese tema, a ninguna de ustedes les incumbe.
— Si... si mi señor — dijeron entre tartamudeos.
— No quiero escuchar a ninguna otra vez, la próxima vez que las escuche hablando del rey Leonidas y de sus hermanos serán castigadas severamente — les amenazó.
El rey después se marchó, dejando a aquellas mujeres del servicio con la tez pálida y asustadas.
Mientras que el rey solo lamentaba los hechos. Pues tenía un gran aprecio por aquellos jóvenes.
Lamentaba que la situación en sus reinos se vea afectada. El rey Cironum sabía que así como aquellas mujeres que estaban limpiando los pisos del castillo, así mismo habían otras personas allá afuera quienes juzgaban a los reyes sin piedad, y culpándolos de aquella lamentable situación. Sabía también que los rumores no tardaban en expandirse cada día más, y llegaría el momento en que los enemigos del reino de Luminis quisieran aprovecharse de aquella situación, ahí, en ese punto, lo que quedaba del reino del difunto Magnus se acabaría. Así que esperaba que las cosas pudieran resolverse muy pronto.
Mientras tanto, encerrados se encontraban los nobles en aquellos calabozos. Lorenzo, Isabella y María fueron colocadas en celdas distintas, también sus hijos, las únicas que quedaban cerca las unas con las otras, era la de Isabella y los mellizos, y la de Lorenzo, María y Donum.
La de Isabella y los mellizos se ubicaban cerca del camino a mano izquierda, y la de Lorenzo, Donum y María a mano derecha, esas eran las ubicaciones y coordenadas que los consejeros habían asignado para cada uno. Los primeros días fueron duros, por no decir terribles, sobre todo para los niños, quienes estaban asustados de vivir ahí dentro en aquella oscuridad y frialdad. Además el lugar tenía un olor horrible, y era poco higiénico. Lamentable la situación.
— ¿Cómo fue que llegamos a esto? — se preguntaba Lorenzo así mismo mientras pasaba sus manos con frustración por su rostro.
— ¿Por qué habla solo? — preguntó María con burla — Parece como si tuviera una enfermedad mental.
— Mi enfermedad empezó desde el momento en que me fijé en usted. — se burló el.
— ¿¡A qué se refiere con eso!? — preguntó indignada e irritada.
— No, a nada. Solo me pregunto, ¿qué hombre en su sano juicio podría enamorarse de una vil serpiente?, ¿una mujer sin corazón y a la que no le importe ni su propia sangre? — habló con tanta pasividad, y logro transmitir el mensaje, más por hacer enojar a María — ¡Exacto!, vuelvo en el tiempo y me doy cuenta que fui un idiota al enamorarme de una mujer como usted.
— ¡Maldito! — gritó con ira.
Lorenzo solo río sin ganas.
— Fui ciego María, creo que aparte de mi no había nadie que llegase a poner los ojos en alguien como usted, porque el único enfermo soy yo — dijo entonces. — Si no fuese por mi, hubiera quedado como una ancianita solterona, rodeada de gatos, gatos qué temerían acercarse a usted, porque tampoco creo que unos animalitos tan puros como los gatos se acerquen a la inmundicia.
A Lorenzo ni siquiera le molestaba, estaba consciente que posiblemente pudo haber estado enfermo mentalmente. Se insultó a sí mismo innumerable de veces que ya hasta lo había aceptado.
— ¡Cállese! — grito histérica desde la otra celda — ¿Qué gana con insultarme?
— Oh, nada — respondió — Solo quiero que ambos muramos sabiendo lo que somos, yo un enfermo mental, y usted una serpiente odiada por el mundo, quiero que muera sabiendo que nadie aquí la ama, que nadie la necesita y que nadie jamás la recordara...
Mientras que allá, dos celdas más adelante, había una pequeña joven de cabello negro y ojos azules escuchando todo. La joven derramó lágrimas silenciosas al escuchar la discusión de sus padres, al escuchar las barbaridades que ambos se decían él uno al otro, pues María también empezó a gritarle como loca a Lorenzo, incluso algunas palabras irrepetibles debido a lo filosas y vulgares que eran. La pequeña había tenido un golpe de realidad, un golpe tan duro, no físico, sino mental y emocional. Ahora sabía que su madre había causado aquellos daños al reino, sabía ahora que sus padres no se amaban, y sabía...
Sabía que su madre jamás la había amado.
Y que su propia progenitora le había enviado junto con la reina Isabella y Esmeralda a una casa de esclavos, que aparte del secuestro también planeaba su asesinato, que gracias a los cielos había fallado. Antes tenía un pequeño rayito de esperanza, de que quizás todo se debía a un error, ahora todo estaba claro, y se sentía sola, sola en aquella celda fría, sola en el mundo.
Se sintió como una hija no deseada y como un estorbo para el resto, ya que Isabella y Lorenzo tenían que cargar con ella por lástima, estaba segura que su padre tampoco la quería.
Morir ya no se escuchaba tan mal, quizás apagar todo sería la mejor opción.
Donum se recostó sobre el suelo mohoso del lugar, esa noche, lloró hasta quedarse dormida, lloro por miedo y tristeza. Su vida se había vuelto un completo caos, su corazón antes débil ahora estaba en pedacitos.
¿Ahora como debía celebrar ese día?, estaban condenados a muerte, según lo que dijo su padre, tembló de solo pensar en eso, se sentía más pesada la noche y la espera era horrible, ya no vería llegar un año más.
Pues precisamente ese día, fue el día en que vio por primera vez "la luz", el día en que respiro aire por primera vez, y nadie lo recordaba. Es más, con esa situación, era mejor ni recordarlo...
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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