Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Enfrentando la Adversidad

Sucede que un tiempo después del entierro del rey Magnus; Lorenzo tenía que presentarse a la reunión que aquella joven había solicitado. Lorenzo ordenó a un par de hombres que lo acompañaran en el viaje; uno de ellos sería su escudero llamado Alonzo; quien además de cumplir su labor, es una compañía para el rey convirtiéndose en alguien cercano y también confiable.

— Vendrá usted conmigo, reúna también un par de guardias que sean de plena confianza, el viaje puede ser largo así que preparen también algunas provisiones — ordenó Lorenzo con serenidad, aunque también sentía ansiedad.

— Está bien mi señor. ¿Cuantos días serán estos?

— He calculado un aproximado de tres a cuatro días de ida, y tres o cuatro días también de regreso — respondió el rey — Pero... por favor; sean sabios, pueden poner provisiones extras, quizás el tiempo se extienda o se acorte, pero es mejor prevenir a lamentar.

— Comprendo mi señor. Ordenare a la servidumbre poner raciones extras entonces, tal y como el rey lo solicita.

— También elija a guardias de mi confianza, expertos en defensa y batalla, no sabemos con qué nos encontraremos una vez crucemos la frontera. — habló Lorenzo con voz pasiva — Y que se preparen también con diferentes tipos de arma.

— Entendido mi señor. Así lo haré.

— Bien, partiremos al amanecer; por favor encárguese de todo lo que he dicho. Mientras tanto, yo iré a mi trono, hay más asuntos que deben atenderse y no tengo tiempo que perder.

— Si mi señor.

Y así, Alonzo camino en dirección contraria a la de su rey, ya listo para cumplir las órdenes de su soberano. Lorenzo también se dirigió a su sala; los ancianos estarían ahí, pues aún estaban resolviendo el problema que se presentó entre el campesino y el habitante de Luminis Imperium.

— Comandante  — saludó Alonzo al ver a aquel hombre — Quiero a sus mejores hombres para cumplir una misión.

— ¿Misión? — preguntó con intriga — ¿De que se trata?

— Disculpe comandante, pero eso no es asunto suyo — le respondió Alonzo con pasividad — El rey fue quien mandó a preparar todo, yo solo llevo el mensaje.

— Entiendo. — el hombre le dio la espalda y caminó hasta el balcón, Alonzo lo siguió y ambos observaron hacia el campo de entrenamiento donde todos los soldados estaban entrenando — ¿Cuando se llevara acabo esta misión?

— El día de mañana, al solo salir el sol. — informó Lorenzo — Él mando a pedir a los hombres más fuertes y experimentados que tenga Luminis Imperium; también sus mejores armas.

— Bien, veré a quienes elegir. — respondió el hombre mientras analizaba a sus soldados — Él estará seguro.

— Eso espero, comandante — dijo Alonzo. En pos de eso, Alonzo se retiró y continuó hasta encontrar a Juri. — Señora Juri, tenga usted una linda tarde.

— Gracias joven Alonzo — dijo cálidamente aquella señora — ¿Qué lo trae hasta la cocina?, ¿tiene hambre o sed? Puedo ofrecerle algo de eso.

— No señora Juri, pero gracias — dijo Alonzo también en el mismo tono cálido que la señora Juri — En realidad, yo venía a pedirle un favor.

— Entonces dígame usted, joven Alonzo, ¿en qué puedo yo servirle?

— No sería solo a mi, él rey es quien me ha mandado.

— ¡Oh! — murmuró. La señora Juri asintió y le pidió a Alonzo continuar.

— Por favor; dígale al cocinero que prepare alimentos para un viaje de ocho días, al menos eso es lo que calcula el rey; también deben poner raciones extras. Pues no saben con exactitud cuánto tiempo estaremos fuera.

— Está bien joven Alonzo, yo me encargaré de eso.

— Gracias señora Juri.

— ¿Eso es todo? — preguntó amablemente.

— Lo es; ya puede ir y darle aviso al chef; debe estar todo listo antes del amanecer.

Y así, Alonzo cumplió con cada una de las órdenes del soberano, había cubierto casi todo; ahora solo faltaba esperar nuevas órdenes y saber cuáles eran los elegidos del comandante para la misión.

— ¿Qué hemos de hacer con usted, Maximiliano? — dijo un Lorenzo con voz hostil — ¿Se da cuenta de la gravedad del asunto no es así?

— Lo siento mi señor... yo... ¡fue un error, lo confieso! — dijo aquel hombre entre llantos. — ¡Por favor mi señor, tenga piedad de mi!

— Lo que ha hecho es aberración — contestó uno de los ancianos con tono molesto — ¿Matar a un ciudadano del reino de Floridas por una mujer? — siguió diciendo el hombre con ironía — Tenemos suerte que ellos no se hayan enterado de tal cosa; ha puesto a Luminis Imperium en una situación compleja.

— Pero yo... yo lo siento... por favor, rey Lorenzo... — rogó en dirección a Lorenzo.

— No sabría cómo responder por usted, Maximiliano. El consejero Humberto tiene razón; el reino de Floridas pudo haber tomado tal acto como un atentado y no estoy en posición para tomar una guerra. El reino de Floridas ha sido fiel a su antiguo rey, al soberano Magnus; ¿cómo cree que reaccionarían al enterarse de lo que usted ha hecho? — reprendió Lorenzo — Quizás lo tomen como traición.

— Pero... esa no fue mi intención — siguió rogando aquel hombre — Ni siquiera sé cómo pasó... yo solo...

— Usted solo lo mato — contestó Pedro irónicamente. Después se dirigió a todos los ancianos y al rey Lorenzo — ¿Alguno sabe si el rey de Floridas está al tanto de esto?

— No consejero — respondieron todos los demás ancianos.

— Eso nos ubica en una posición compleja. ¿Cómo saber si el rey lo sabe o no?, ¿y qué sucede si la respuesta es un si? — preguntó Pedro — ¿Cómo saber si solo está esperando el momento adecuado para atacar? — dijo Pedro como voz de la razón.

— ¿Qué debemos hacer entonces? — le preguntó Robert a Pedro, él era otro de los ancianos. — ¿O usted soberano, tiene alguna idea de lo que deberíamos hacer con este... hombre? — dijo enviando una mirada asesina a aquel pobre joven.

— No lo sé — respondió Pedro — ¿Creen que una disculpa estaría bien?, aunque... eso implicaría decirles lo qué pasó, y mis hermanos, ¿cómo creen que reaccionaría el rey ante eso?, pienso que no será de manera positiva.

— No, no lo tomará bien — respondió Lorenzo a la pregunta de Pedro — Como rey, sabré decirles que si alguien hubiera venido a mí con tal noticia, no estaría seguro de llamar a ese reino... un aliado. — comentó Lorenzo — Tendría mis dudas respecto a ellos. Por eso le pregunto a usted Maximiliano, ¿está consciente de lo hizo?

Humillado, Maximiliano solo pudo asentir, mientras rogaba a los cielos que el rey Lorenzo tuviera piedad de él.

— He hablado con los ancianos anteriormente, debatiendo este tema durante días y ninguno piensa que los castigados que se han ideado sean los correctos. — Siguió diciendo Lorenzo — Y con respecto al reino de Floridas, creo que una disculpa no será suficiente, consejero Pedro.

— ¿Entonces que planea hacer mi soberano? — preguntó Humberto con intriga — ¿El rey tiene alguna idea?

— Quizás un tributo. — respondió mientras miraba fijamente a un humillado Maximiliano. — Creo que puede funcionar.

— Si, podría servir — dijo Pedro mientras analizaba las palabras de su soberano — ¿Qué clase de tributo sería este?, ¿quizás algo valioso que reponga el daño?

— Me temo que si — respondió Lorenzo, esté aún no había dejado de ver a aquel hombre.

— Bien, creo que ya tenemos idea de lo que podríamos hacer para retener la furia de aquel rey. Ahora, ¿qué debemos hacer con este hombre?

— No lo ha entendido, consejero Pedro — ante esto, todos los ancianos vieron asombrados al rey Lorenzo — El será el tributo...

— ¡No mi señor!, ¡por favor no! — siguió gritando en vano Maximiliano — ¡Por favor no me envíe hacia él!

— ¡Silencio! — Le ordenó Lorenzo — No está en posición de negar o pedir nada en vista de lo que ha hecho, solo le queda aceptar nuestras desiciones.

— Es correcto. — respondió Pedro mientras lanzaba dagas con los ojos hacia aquel sujeto — ¿Así que él será el tributo? Mmmm... puede funcionar. ¿Qué dicen ustedes mis hermanos?

— Es lo mínimo que se merece. Si fuese por mi, su castigo serían aún mayor, pero creo que enviarlo hacia Floridas como regalo de paz también puede funcionar. — respondió Robert a Pedro. Los demás también estuvieron de acuerdo con eso. — Que sea el mismo rey de floridas quien decida qué hacer con el.

— Entonces mi rey, él tributo es aprobado por los consejeros. — afirmó Pedro.

— Bien. — respondió Lorenzo — Maximiliano — lo llamó. Este levantó su cabeza con miedo palpable en sus ojos — Será enviado al rey de Florida para reparar el daño que a causado. Yo también enviaré una carta pidiendo disculpas y explicando la situación. Usted será enviado como esclavo, no como sirviente. Quizás eso le enseñe a pensar antes de actuar.

— Si... mi señor... — respondió cabizbajo aquel hombre.

— Entonces, podríamos decir que la sesión ha terminado — dijo el consejero Pedro. El rey asintió ante sus palabras.

Y así, Lorenzo envío a Maximiliano a las mazmorras mientras preparaba todo lo necesario para quedar bien con el rey de Floridas. Solo esperaba que su explicación y disculpas sean aceptadas por aquel soberano. Camino por los pasillos y salió al balcón a pensar. Ser rey era más complicado que en sus inicios, ahora su tiempo se ve afectado por cada detalle que había de atender. Pero aunque cansado, Lorenzo se había adaptado a esa vida. Ahora solo quedaba un detalle que debía afinar. Lorenzo se puso en pie y camino de regreso hacia el interior del castillo.

— ¡Consejero Pedro! — le llamó. Dio gracias al cielo que aquel hombre aún no se había marchado. — Necesito hablar con usted... en privado.

Pedro levantó una ceja en cuestión pero asintió de todos modos.

— Dígame usted, mi señor, ¿en qué puedo yo servirle? — dijo aquel hombre con su típica voz grave, con cortesía aunque no parecía por su timbre de voz, y su rostro de piedra. Muy característico de ellos como corte real.

— Necesito navegar un poco más por las leyes. Tengo muchas dudas en mi cabeza.

— Bien — respondió simplemente. — ¿Cuál es esta duda?

— Bueno, mi duda es más una suposición — preguntó con nerviosismo, pero lo ocultó de aquel hombre — ¿Qué sucede con las leyes si yo, hipotéticamente hablando, decido tomar a una mujer como segunda esposa?

Pedro levantó su ceja ante aquella pregunta un poco extraña de su soberano.

— ¿Desea hacerlo?

— Es hipotético — respondió Lorenzo. No lo era, solo quería cerciorarse de que pasaría si llegaba a casarse con María debido a aquella promesa.

— Bueno, en ese caso... — dijo sin creerle a Lorenzo, pero respondió de todos modos — La ley dicta que si su segunda esposa proviene de la realeza, como ejemplo, sea ella una princesa, debemos adentrarnos a una reunión entre el reino de ella y el suyo. Teniendo presentes a ambos lados del consejo real, los reyes de ese reino y a usted y la reina Isabella.

— He de suponer que es para determinar quién de las dos mujeres llevaría la corona.

— Es correcto mi rey. La reina Isabella es la heredera de Luminis Imperium; pero la otra mujer también lleva sangre real, me temo que ella también querría pelear el derecho a la corona. Así que es necesario llegar a un acuerdo.

— Bien. ¿Y en el caso que no sea ella una mujer que lleve sangre noble?

— Si es hija de algún duque, conde, marques, vizconde o algún rango de título noble entonces la mujer podría ser tomada como segunda esposa, y vivir bajo ese título. — respondió. — No podría estar por encima de la reina, más si tener privilegios por encima del resto de la población, pero nada más.

— Bien... ¿y si no es ninguno de eso?

— Mi señor, no entiendo a donde quiere llegar exactamente — dijo Pedro suspicazmente — ¿Hay alguna dama por ahí que no estemos enterados?

— Oh... no. — respondió — Solo me preguntó.

— Entiendo. Con respecto a ese caso, la dama podría ser llevada a un harem — respondió.

— ¿Ósea que no podría... casarme con ella?

— Mi señor; poder si puede, pero le advierto que no sería bien visto ante la sociedad, ¿una mujer cualquiera en alto rango? — negó Pedro — No parece correcto. ¿Cómo podría estar ella casi a la misma altura que la reina?, ese tipo de mujeres ni siquiera reciben buena educación y mucho menos saben manejar un reino. No, definitivamente no sería bien visto.

— Comprendo... — respondió un Lorenzo cabizbajo. ¿Cómo se supone que cumpliría aquella promesa si los ancianos no lo aprobarían? De verdad que estaba entre la espada y la pared.
Eso le pasaba por andar cumpliendo promesas de las cuales no estaba seguro.

— ¿Eso es todo su majestad? — preguntó el anciano.

— Si, consejero Pedro. Gracias por prestarme algo de su valioso tiempo.

— Estoy para servir y guiar mi señor, no tiene que agradecerme — dijo el hombre. — Me retiró con su permiso, tengo algunas cosas que debo atender — le informo a su rey. Lorenzo asintió para que el hombre pudiera marcharse tranquilo.

Y así, Lorenzo quedó en un lío, él era hombre de palabra; pero las leyes eran de suma importancia, así que no sabía que era lo correcto. ¿Seguir su palabra o cumplir las leyes? No importa cuál eligiera, ambas tendrían sus desventajas.

— ¿Qué sucede mi rey? — preguntó una voz suave tras de él — ¿Por qué parece estar afligido, ¿acaso ocurrió algo malo en el reino?

— No, Isabella. — respondió suavemente — Todo esta bien, es solo que... me encuentro algo angustiado. Pero el reino está en completa paz y seguro por los momentos.

— ¿Resolvió lo del joven Maximiliano?

— Tenemos una idea los ancianos y yo; esperamos que sea lo suficientemente bueno para el rey de Floridas. — respondió Lorenzo.

— ¿Entonces por qué la aflicción?

— Es por María — respondió cuidadosamente — Es de lo que hablamos el día de... pues... eso — terminó diciendo.

— Entiendo. Es sobre tomarla como segunda esposa. — dijo Isabella cabizbaja. Sintió su corazón quebrarse ante esas palabras, no esperaba que fuera tan pronto.

— Yo... ya no estoy seguro de nada — respondió él mientras mantenía la vista hacia el jardín de enfrente, incapaz de ver a Isabella a los ojos.

Mientras tanto, Isabella se sorprendió ante esa declaración.

— ¿No está seguro? — preguntó, Isabella creyó que no había escuchado bien, ¿era enserio lo que decía Lorenzo?

— Yo... hace tiempo que... pues... — Lorenzo intentaba encontrar las palabras adecuadas — No lo sé. Le prometí a ella que la convertiría en mi esposa.

— Oh — dijo Isabella entristecida — Pero... ¿qué lo detiene?, yo lo dije que no tenía problemas, si es que piensa que soy yo un obstáculo.

Lorenzo se sorprendió y se sintió mal al escucharla. Él no la consideraba un obstáculo en lo absoluto, pero últimamente tenía sentimientos encontrados, sabía que aún no olvidaba completamente a la joven María, pero también empezaba a sentir algo por su esposa, así que no sabía cómo resolver ese conflicto, además, tampoco quería causar discordia entre los ancianos, el pueblo y la corona.

— No la considero un obstáculo, Isabella — le dijo Lorenzo con suavidad — Es solo que ya nada es igual.

— ¿A que se refiere, mi señor?

— Hace un tiempo estuve analizando mi promesa, y veo que será muy difícil llevarla acabo. — respondió — Pero tampoco soy falto de palabra; yo cumplo lo que prometo, pero estuve averiguando de las leyes y esto... será difícil.

— Comprendo. — dijo Isabella — Pero... hay cosas que están fuera de nuestro alcance. Quizás pueda hablar con ella y llegar a un acuerdo.

— Eso haré — declaró Lorenzo — Espero que ella comprenda y me perdone.

— Si ella lo ama, lo hará — le dijo Isabella en tono suave para consolarlo. — ¿Cuando piensa hacerlo?

— Mañana, al solo el amanecer.

— ¡¿Tan pronto?! — preguntó Isabella intrigada — ¿No sería mejor darle aviso a ella a través de una carta para que la joven esté enterada de su encuentro?

— Ya lo he hecho.

— ¿Cuándo?

— Hace un tiempo recibí una carta de ella, solicitaba un encuentro entre nosotros, decían que tenía algo importante que debía decirme. No mencionó cuál.

— Comprendo. Entonces será mejor que se prepare, esta es la oportunidad de explicarle todo a ella.

— Si, ya mande a Alonzo a preparar todo.

— Eso es bueno — Aunque Isabella aún notaba a Lorenzo un tanto extraño. — Pero... podría tomarla como parte de un harem, eso si está permitido según las leyes.

— Lo sé. Eso planeo explicarle y espero que ella lo entienda. — Isabella asintió ante eso — ¿Y usted reina mía? — preguntó de pronto Lorenzo — ¿Cómo esta el día de hoy?, ¿y el bebé también está bien?

— Estamos bien, mi rey. — respondió Isabella con alegría. Y Lorenzo sonrió con ella.

Él la guió hacia adentro del castillo otra vez, diciendo que era hora de almorzar y que ella como el bebé debían alimentarse correctamente.

Pero en la mente de Isabella, el hijo que esperaba era su consuelo a todo lo que estaba pasando, su hijo había sido su fortaleza después de la muerte de su padre, y al parecer también sería su consuelo una vez que Lorenzo traiga a su amada a palacio. Su hijo lo era todo para ella, a pesar que sentía su corazón mal herido.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro