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El Declive del Rey

Ya han pasado unos meses desde la boda y la coronación de los reyes.

Todo había resultado para bien, la coronación fue un éxito y ahora Lorenzo e Isabella gobernaban en el bello y majestuoso reino de Luminis Imperium. Ambos se las arreglaron para mantener las apariencias delante del rey Magnus y de la corte. Parecían una pareja normal y amorosa, realizando sus deberes como un matrimonio cualquiera y en ocasiones hasta disfrutaban del tiempo juntos.

O al menos eso pensaban los habitantes.

Tal y como lo había dicho Leonidas, este se marchó justo después de que Lorenzo haya sido coronado y presentado ante todos como rey. Eso entristeció un poco al menor, pues su hermano siempre había sido su apoyo en casi todo, como un consejero o guía en los caminos reales y también su mejor y único amigo, ahora simplemente tendría que valerse por sí mismo, es cierto que contaba con el apoyo del rey Magnus y de los ancianos de la corte, pero nada sería lo mismo. Ahora tendría que aprender a crecer y liderar una nación completa y poderosa.

No fue hasta entonces que se dio cuenta que Isabella era en realidad una buena compañía...
Pues la reina también era conocida como una mujer fuerte, sabía y comprensiva, la que le traía claridad a su rey, pues una mujer sabía aprende a guiar a su marido, y eso era Isabella para Lorenzo, su voz de la razón, quien le ayudaba a tomar desiciones con sabiduría.

Gracias a la unión de estas dos almas, también se llegó a un acuerdo para los reinos, cabe decir que en los últimos meses se ha visto bastante mejoría; los bienes crecieron tanto para Luminis Imperium como para Regnum Aureum; alegrando así los corazones de los habitantes, pues consideraban a Lorenzo como uno de los reyes más destacados de todos los tiempos. A pesar de que este era bastante joven, sus hazañas eran conocidas por todos y era alabado por su pueblo. Incluso superando al rey Magnus.

Las cosas iban bien para el reino, este florecía y crecía cada día, empezando a verse como uno de los territorios más hermosos, fuertes e independientes a comparación de otros reinos, gracias a sus soberanos.

Y gracias a eso, los reinos estaban mejor que nunca. Leonidas también había resultado un rey sabio, excelente en combate y estratégico en cuestiones económicas. Entre los tres, han logrado grandes hazañas que marcarán la historia.

Lorenzo cada día aprendía con rapidez, cosa que alegraba al rey Magnus, él anciano rey estaba cien por ciento seguro que su pueblo y su amada hija estaban en buenas manos. Tal y como deseo desde el inicio.

— ¿Desea algo más, mi señor? — preguntó Augusto a su soberano. — Puedo pedir que le traigan más de esta ensalada.

Lorenzo había llegado desde su habitación hasta el gran comedor, era hora de la cena y estaba hambriento.

— ¿Saben si Isabella bajará a cenar también?

— Lo hará, mi rey. Solo subió a ver al soberano Magnus.

— ¿Cómo sigue el soberano? — preguntó con preocupación.

Pues el antiguo rey estaba empezando a mostrar señales de su enfermedad. Magnus estaba cada vez mas delgado y débil, apenas si tenía fuerzas para levantarse, constantemente también se quejaba de dolores fuertes en sus huesos y espalda. Estaba empezando a preocupar a los habitantes debido a su estado, e Isabella se encontraba devastada y afligida al ver a su padre de esa manera.

Augusto solo negó con tristeza.

— No ha habido mejoría, mi señor — respondió cabizbajo. — De hecho... sigue empeorando.

Lorenzo asintió en comprensión y al mismo tiempo preocupación. El curandero del pueblo había hablado con él meses atrás, informando no tener cura para la enfermedad que padecía el rey Magnus. De hecho, había sugerido que se prepararan para lo peor, pues no había solución alguna.

— Hagan lo posible por mantener al soberano vigilado y cómodo — ordenó Lorenzo. Era lo único que podía hacer.

Solo podía ofrecerle a su suegro una vida de comodidad y tranquilidad, al menos hasta donde pudiera. Quería atenderlo y que esté pasara sus últimos días como en realidad lo merecía.

— Si mi señor.

— Cualquier cambio, por mínimo que sea, tendrán que avisarme.

— Lo que el rey ordene.

Lorenzo espero con paciencia, hasta que Isabella ingreso al gran comedor. Traía su cabeza agachada mirando solamente al suelo, no queriendo levantarla y mostrar su rostro. Pues había estado llorando y posiblemente traía sus ojos hinchados debido a eso.

— ¿Isabella? — la llamó Lorenzo con preocupación — ¿Qué sucede?, ¿está todo bien?

— Si... no se preocupe por eso mi rey. Es solo tristeza por ver a mi padre de esa manera — sinceró ella.

— Comprendo... — murmuró él en entendimiento.

Pronto llegaron las sirvientas, interrumpiendo así aquel momento de tristeza. Estas traían la comida y bebidas que serían servidas a los soberanos.

Isabella y Lorenzo empezaron a comer en cuanto aquellas mujeres les sirvieron sus platos y, de hecho, parte de la comida había sido gracias a Lorenzo y sus hombres, quienes se encargaron de subir a lo más alto de las montañas y cazar algo. Lorenzo se había convertido en un buen cazador, era tan hábil que en el proceso había casado dos de los venados más grandes de la región, estos habían sido muy escurridizos tiempo atrás, pero no ahora que Lorenzo estaba.

La carne de los animales les sirvió para la cena, así que ahora estaban disfrutando de ella. Y la otra parte había sido repartida entre algunas familias en el pueblo, así Lorenzo, como un buen rey, les ayudaba a aquellos que no tenían los recursos para comprar algo de alimento.

— Está delicioso — elogió Isabella al cocinero.

Este solo le sonrió en agradecimiento.

— Estoy de acuerdo con mi esposa — dijo también Lorenzo — Me alegra no haberme equivocado al elegirlo como chef.

— Gracias, soberanos. Todo sea por mis reyes — les respondió el chef, hizo una reverencia y terminó por salir del comedor llevando con él algunos recipientes vacíos.

Después de que el antiguo chef renunciara debido a su vejez. Lorenzo e Isabella tuvieron que buscar otro para que sustituyera al antiguo. Después de diversas pruebas, optaron por contratar a Biron, un hombre de treinta años quien era bastante habilidoso con la preparación de los alimentos.

— ¿Cómo esta su padre el día de hoy? — preguntó Lorenzo a su reina.

— Nada bien... — susurro ella con una voz quebradiza — Estuve hablando con él y tal parece... — dijo intentando buscar las fuerzas para sacar las palabras de sus labios — Tal parece que ya se rindió...

— ¿Ya se rindió?

— Si... él simplemente me habla como si... cómo si estuviese feliz de morir... como si nada estuviese pasando — Isabella derramó algunas lágrimas.

Aunque las limpio rápidamente, no quería que Lorenzo la viera como una mujer débil. Tenía que demostrar ser una reina fuerte y no dejarse dominar por las emociones. Ella tenía que pensar con la cabeza.

— Oh, mi reina — dijo Lorenzo comprensivamente  — Quizás el rey solo está tratando de darle fuerzas a usted, debe hacer lo mismo por él. Pero si desea llorar, puede desahogarse conmigo, no la juzgaré por eso.

— ¿De verdad? — preguntó con tristeza.

— De verdad — afirmó él — El rey Magnus es su padre, es humano llorar si se siente triste por lo qué pasa con su progenitor. — dijo con voz suave y tranquilizadora — Solo trate de ser fuerte en la presencia del soberano, pues no hay que afligirlo a él.

— Lo sé — dijo Isabella con suavidad — Trataré...

— Esa es mi reina — elogió Lorenzo.

Ambos terminaron de cenar. Los platos y vasos fueron recogidos por la servidumbre. Lorenzo salió junto a su esposa del comedor, ambos iban camino a la habitación pero Lorenzo pensó en hacerle una visita a su suegro.

— Mi reina, ¿está bien si me aparto de usted un momento?

— ¿A dónde va? — preguntó curiosa.

Ambos ya estaban acostumbrados a hacer todo juntos, incluso si solo era caminar hasta el dormitorio. De hecho rara vez se apartaban el uno del otro. Todo sea por mantener las apariencias.

Pero Lorenzo sinceramente no tenía quejas, Isabella no era mala compañía. Era agradable estar cerca de ella.

— Iré a visitar a su padre, llevo todo el día sin verle. ¿Cree que aún esté despierto?

— Lo está — dijo con ella tristeza — De hecho, he podido observar que no duerme bien debido a los dolores.

— Oh. Bueno... — dijo él sin saber qué más decir — Aprovecharé que aún es temprano. No quiero molestarlo más tarde si eso hace que no duerma bien. 

— Lo entiendo. Yo iré a dormir...

— Está bien, reina. Buenas noches — dijo Lorenzo.

Era posible que al llegar a la habitación Isabella ya estuviera profundamente dormida, por lo que decidió darle las buenas noches con anticipación.

— Gracias, rey Lorenzo — dijo ella con amabilidad. Aunque su sonrisa no llegaba a iluminar sus ojos, cosa que preocupaba a Lorenzo.

Isabella solía ser muy risueña, y últimamente su sonrisa se veía forzada y no llega a iluminar los ojos verdes de ella como antes lo hacía.

Lorenzo se despidió de ella y caminó rumbo a la habitación del rey Magnus. Él solía ir a verlo unas cuantas veces al día para asegurarse que él soberano estuviese bien, y que los sirvientes que había ordenado que estuviesen a su cuidado, le estuviesen tratando como debían.

Pero hoy, Lorenzo había tenido muchos problemas sociales que atender por lo que no había podido ir a visitarlo durante esa larga jornada laboral. Ahora que tenía la oportunidad aprovecharía para ir y ver a su suegro.

— Mi señor — saludó el guardia que custodiaba la entrada de la habitación del rey.

— ¿Está despierto?

— Lo está. — aseguró el guardia.

Este le hizo una señal a su compañero para que abriera la puerta de la habitación del soberano Magnus.

— Gracias — dijo cordialmente Lorenzo.

Este paso adentro y vio su suegro, quien mantenía los ojos cerrados pero no dormía.

— Soberano — saludó Lorenzo. — Lamento no haber venido durante el día.

— No se preocupe, hijo. — le respondió amablemente. El rey si llegaba a considerar a Lorenzo como aquel hijo que no pudo tener — Sé muy bien que estaba ocupado — dijo con una leve sonrisa amable.

— No es justificación, primero va mi aprecio por el soberano. Lo demás lo puedo resolver en cualquier otro momento.

— No — negó el soberano amablemente — Ser rey requiere de sacrificios. Lo entiendo, yo fui uno de ellos — recordó el rey.

— ¿Y cómo se ha sentido mi soberano?, ¿los dolores han cesado? — preguntó Lorenzo preocupado por la situación de su suegro.

— Debo ser honesto hijo mío. No creo resistir por más tiempo. — admitió Magnus.

— No diga eso, mi señor. Isabella se sentiría devastada si llega a escucharlo, y yo también.

Magnus abrió los ojos con cansancio, pues la cabeza le dolía un poco, sin contar los constantes dolores en sus huesos que se estaba aguantando.

— Joven rey — llamó Magnus a su ahora yerno — Soy alguien que acepta el destino tal y como es. Tengo la seguridad que no pasará otra estación para mi.

— Señor... — habló Lorenzo con tristeza, pero Magnus no lo dejó continuar.

— Sabe muy bien el por qué organice el cortejo para Isabella, ¿no es así?

— Para asegurar su linaje...

— Exacto. — confirmó Magnus — No he de irme sin antes saber que mi hija espera un heredero, sé que no lo veré nacer, pero quiero asegurar que mi linaje continuará.

— Entiendo... desea saber que al menos ella...

Magnus asintió. Lorenzo se sintió algo incómodo, pero era obvio que tendría que suceder tarde o temprano. Después de todo, esa fue la principal razón para que Magnus diera la mano de su hija al mejor postor para sucumbir al trono.

— ¿Cuándo sucederá? — preguntó entre broma y seriedad.

— Pronto, mi soberano — respondió Lorenzo. Y así sería, tendría que hablar con Isabella de esto; después de todo, quería respetar los deseos de su suegro.

— De acuerdo, anhelo saber que mi hija espera su primogénito dentro de poco, por favor, no esperen hasta que yo me marche, en verdad deseo verlos formar una familia — rogó Magnus.

El reir empezó a toser debido al esfuerzo que estaba haciendo. Lorenzo le hablo a la señora que cuidaba de la salud del rey para que lo atendiera.
Cuando estuvo seguro que el rey estaba bien, decidió que ya era tiempo de marcharse y dejar descansar a su suegro.

— He de irme ahora, soberano. Mi esposa está esperando por mi. — informó Lorenzo — Anhelo que el rey pueda descansar bien, buenas noches soberano.

— Gracias hijo mío — respondió débilmente — Pase buenas noches, también hable con mi hija, dígale que le deseo una buena noche y que anhelo escuchar dentro de poco las buenas nuevas.

— Así será señor. Ahora he de irme.

Lorenzo se puso en pie y caminó hasta la salida de la habitación. Camino también en dirección a su pieza, era hora de hablar con Isabella sobre ese tema. No era justo hacer esperar al rey, desde el inicio ambos sabían que esto pasaría, y ya habían atrasado mucho los deseos del soberano.

Como era de esperarse, la reina estaba profundamente dormida. Lorenzo no tenía corazón alguno para sacarla de ese sueño tan profundo en el que ya se encontraba su esposa. Así que decidió hablar con ella por la mañana.

Al día siguiente, Lorenzo se levantó muy temprano, pues tenía asuntos de la sociedad que debían ser atendidos; Isabella aún dormía, así que preparó una carta, una que le haría saber a su esposa que debía buscarlo después del medio día. La invitaría a dar un paseo y quizás después podían hablar sobre su descendencia.

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Querida Isabella:

Anhelo compartir este día a tu lado, así que he organizado un banquete y preparado dos caballos. Sé que disfrutas de los paseos al aire libre y de la equitación, y estoy decidido a cumplir la promesa que hice el día siguiente a nuestra boda.

Te esperaré después del mediodía en la sala del trono, listo para partir hacia el lago Dorado. Estoy emocionado por este momento a solas contigo, una oportunidad para compensar aquella promesa pendiente. Hasta entonces...

Con cariño y aprecio,
Rey Lorenzo
Tu esposo.

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Después de escribir la carta, la colocó sobre la mesa que estaba cerca a la gran cama real. Sería más fácil de encontrar en esa zona.

Después, Lorenzo se preparó para ir a su labor como rey. Ya se estaba acostumbrando a esa clase de cosas, al inicio había sido muy tedioso para él, pues no estaba acostumbrado a laborar tan arduamente como lo hace un rey, pero ahora que él se había convertido en uno, tenía que hacerlo incluso si no quisiese. Ahora habían pasado unos cuantos meses, por lo que su cuerpo y mente empezaban a adaptarse a dichas labores reales. Ya ni siquiera sentía tanto peso sobre sus hombros. Y con ese pensamiento, salió de la habitación camino a la sala del trono.

Tiempo después, Isabella despertó de su sueño, también estaba acostumbrada a despertar sola en la habitación, Lorenzo se había convertido en alguien responsable y muy dedicado a sus labores, casi parecía como si quisiera seguir los pasos de su hermano mayor Leonidas, pues Lorenzo en sus inicios no le había puesto tanto empeño a sus deberes como príncipe, pero sorprendió a todos cuando empezó a actuar con más responsabilidad una vez convertido en rey. Así que Isabella solía despertar en soledad, sabiendo que Lorenzo estaría muy ocupado.

Su vista pronto captó un objeto sobre la mesa al lado de la cama. Se extraño al verlo, y se preguntó que era eso que ahí estaba escrito, pues se percató que se trataba de una especie de papiro.
Estiró su mano izquierda y lo tomó. Leyó aquella carta, su corazón dio un brinco en su pecho, era la primera vez desde la boda que Lorenzo tenía este tipo de detalle con ella. Se sonrojó al pensar en ello. Pues normalmente hacían casi todo juntos, pero siempre estaban rodeados de sirvientes o más personas del pueblo, nunca habían tenido un tiempo donde compartieran solo ellos dos como pareja...

Pero la carta decía que solo compartirían ellos como matrimonio, sin nadie más al rededor. Sintió su corazón latir con más fuerza y una alegría inmensa en pensar en Lorenzo. Y un sonrojo la acompañaba mientras imaginaba pasar ese día junto a su esposo...

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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