Capítulo 29
Pierce frunció el ceño cuando se encontró a Liz conversando con Kate en medio de su porche. Moría de deseos de verla, quería hablarle, pero hallarla en esas circunstancias no era algo bueno.
—¿Qué estás haciendo, Kate? —preguntó desconcertado, mientras colocaba la bandeja en la mesa.
La aludida levantó las manos en señal de paz.
—No te preocupes, Pierce. Me he disculpado con ella. Solo eso.
Pierce miró a Liz a los ojos. Necesitaba darle un beso, quería abrazarla y por primera vez en varios días tenía esperanzas de recuperarla. Se acercó a ella e intentó hablarle, pero no podía deshacer el nudo que sentía en su garganta, y tampoco sabía qué decir con Kate delante de ellos.
—Fui a verte en la mañana a tu casa —comenzó con timidez—, dejé algo que quisiera que vieras.
Ella asintió. Estaba llena de curiosidad, pero tampoco podía olvidar lo injusta que había sido al no confiar en él y aunque quería disculparse, ese no parecía el momento adecuado.
—He estado con tu madre y con Em. Hubo un problemilla con el vestido, pero ya está solucionado.
—Gracias por ayudar, Liz.
Ella le sostuvo la mirada e iba a decir algo, cuando Kate interrumpió.
—Le he dicho a Liz que el canal puede producir un nuevo reportaje sobre ella, mostrando quién es… Si volvieras, Pierce, podrías encargarte tú.
—No voy a volver, Kate —contestó, pero tenía los ojos fijos en Liz.
—No quiero reportaje alguno, pero tampoco quiero que dejes tu trabajo por mi causa.
—Liz… —Ella se marchaba.
—Debo irme —dijo dándole la espalda y avanzando hasta el jardín.
—¿Irás a la boda? —preguntó desesperado.
—No lo sé…
Compartieron una última mirada, y ella se dirigió a su auto.
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—Pierce, te aseguro que no quería incomodarla —dijo Kate tomando el café, que para entonces ya no estaba caliente.
Pierce suspiró. Desde que Liz se marchó había quedado en una especie de trance. No sabía qué esperar de ella…
—Le dije que fue mi culpa y que a consecuencia de eso habías renunciado a tu trabajo, porque ella era la mujer de tu vida…
Pierce abrió los ojos como platos.
—No puedo creer que hicieras eso, Kate…
La aludida se encogió de hombros con una sonrisa.
—No soy muy afectuosa, pero siempre te he considerado mi amigo. Perdona si lo arruiné, no creí que ella fuera tan importante para ti.
—Lo es —asintió—, y te agradezco que se lo hayas dicho. Me cree responsable de su humillación, ahora tal vez comprenda que jamás le haría daño.
—Espero que logren arreglar sus diferencias, así como nosotros. Quiero que vuelvas a trabajar para el canal, Pierce.
Él se negó.
—No podría seguir produciendo ese show, Kate. Te agradezco que hayas venido hasta aquí a disculparte. Siempre has sido un ejemplo para mí y te guardo mucho cariño, pero ese espacio de Lucy y Bob ya no es para mí.
—Lo sé, Pierce, y no estoy hablando de eso. He estado moviendo algunos hilos y el canal está interesado en tu proyecto sobre Cooperstown y quiere financiarlo. Presenté tu guion sobre el baseball y les encantó. Quieren un programa de esa clase, algo que mezcle turismo, naturaleza e historia. Cooperstown es el lugar para eso y tú eres la persona ideal.
Él se quedó sorprendido. Cuando pidió la renuncia pensó en invertir sus ahorros en ese proyecto, pero tener el respaldo de una televisora nacional era otra cosa.
—¿Lo dices en serio? —Sonrió de oreja a oreja.
Kate también sonrió, estaba feliz de que las cosas entre ellos se hubiesen solucionado.
—Lo digo en serio, Pierce. Te espero la semana próxima por la oficina para afinar los detalles.
—Tengo el autorizo de la alcaldesa de Cooperstown e incluso tengo apoyo del canal local.
—Eso es perfecto, pero ahora es un proyecto más grande y estoy segura de que será un éxito. —Kate su puso de pie—. Ahora tengo que marcharme, cariño. Debes prepararte para la boda y no quiero robarte más tiempo.
—¿No quieres quedarte?
Kate negó con la cabeza, todavía tenía cierta vergüenza con la familia Graham luego de haber robado esas imágenes.
—Tengo que llegar a casa temprano. ¡Nos vemos pronto!
—Gracias por todo, Kate.
Pierce le dio un abrazo, y la acompañó hasta su auto. Ojalá las cosas con Liz salieran igual de bien que con su trabajo.
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—¡Hola, mamá! ¡Ya llegué!
Kimberly dejó caer el teléfono que tenía en las manos sobre la encimera de la cocina.
—¡Me asustaste! —Rio.
Liz frunció el ceño. Su mamá estaba ruborizada y aquello no era algo habitual en ella.
—¿Qué hacías? —preguntó curiosa.
—Nada importante, cariño —repuso Kim mientras se colocaba el delantal—, solo le respondía a Sam.
—¿A Sam? ¿Te refieres a Sam Geller, el padre de Sarah?
Kimberly sonrió nerviosa.
—¿Acaso conozco a otro Sam? Sí, a Sam Geller. Justo con él hablaba. Es un hombre adorable.
Liz se acercó encantada.
—¡Ya veo que hay romance en el ambiente!
—¡Más respeto con tu madre! —chilló Kimberly, aunque con una sonrisa—. Por cierto, estuvo Pierce por acá y dejó algo para ti.
Liz pensó en él y el corazón le dio un vuelco.
—Lo vi antes de venir para acá, pero apenas pudimos hablar. Descubrí que él no tuvo nada que ver con lo que sucedió… —añadió culpable—. Fui muy injusta con él y no sé si pueda perdonarme…
Su madre se adelantó unos pasos y la abrazó.
—Él te ama, de eso estoy segura.
Tess apareció en la cocina y luego de saludar a su nieta le tendió un sobre.
—Pierce te ha dejado esto.
Liz le dio un beso a su abuela y tomó el sobre llena de expectación.
—¿Todo bien con el vestido de Emma?
—Se pudo solucionar —contestó—, pero después les explico, ahora tengo mucha curiosidad por saber de qué se trata esto. Tenías razón, abuela, Pierce no fue culpable de lo que sucedió…
La anciana le sonrió.
—Deberías hacerme caso siempre, cariño. ¡Yo acostumbro a tener la razón!
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Dentro del sobre había una pequeña nota: “Por favor, mira el video. Si hubiese querido sacar un reportaje sobre ti, sería este: porque para mis ojos eres perfecta y eres la mujer que quiero a mi lado por siempre. Pierce”.
El corazón de Liz comenzó a latirle aprisa, mientras colocaba la USB en el puerto de su laptop. El archivo de video se reprodujo, mostrando algunas imágenes del exterior de su tienda. La voz en off de Pierce junto a la dulce melodía de A Thousand years, se escucharon a la perfección:
Jamás hubiese pensado entrar en una tienda así… Ya fuese por los motivos equivocados o por los correctos, el destino me llevó a esta.
Y la conocí —una foto sonriente de Liz se puso en el primer plano, y luego los videos que había grabado de ella—, y desde que la vi por primera vez me enamoré de ella: de su dulzura, de su fe para creer en los proyectos, de su fuerza para seguir adelante…
Los diversos vestidos de Liz se fueron presentando a lo largo del metraje.
Es muy talentosa. Sus vestidos son obras de arte, son sueños… Yo la besé por primera vez vestida de blanco, y mi sueño es que diseñe uno muy hermoso para el día de nuestra boda. Tal vez dirá que es demasiado pronto, pero yo supe enseguida que ella era la mujer de mi vida…
Muchas fotos de Liz y otras de Pierce a lo largo de su vida se fueron proyectando.
Estamos hechos el uno para el otro. Ella era una preciosa bebé; yo siempre fui muy guapo —Liz no pudo evitar sonreír al ver una foto de Pierce bebé—. Ella era una deportista excelente en natación, yo siempre fui laureado en básquet. A ella la operaron del apéndice a los nueve, a mí a los diez. Ella fue la reina del baile de su promoción; yo fui el rey. Ella se graduó con honores, y yo también, aunque, sin dudas, es mucho más talentosa que yo…
Las fotos se fueron entremezclando, mostrando viajes y sitios que habían conocido por separado: unas vacaciones en Hawái, el viaje a Colorado, una foto de cada uno en la Torre Eiffel, un viaje a Machu Picchu…
A veces me pregunto por qué no nos conocimos antes; siento que hemos estado muy cerca de hallarnos el uno al otro, que hemos tenido experiencias semejantes, que hemos estado en los mismos lugares, pero simplemente no habíamos coincidido hasta ahora. Yo soy feliz de haberte conocido en este momento de mi vida, pero quisiera llenar la pantalla de muchas más fotografías, pero juntos.
La música cesó y salió Pierce en la pantalla:
Quiero tenerte a mi lado cada día de mi vida, Liz. Si no estás muy convencida puedo ayudarte a decidir… —sonrió—. Prometo cocinar para ti, porque ya sabemos que no se te da muy bien y que causas destrozos —Liz sonrió—; prometo que siempre tendremos postre, porque conozco cuánto te gustan; pero sobre todo prometo hacerte feliz, y si me quieres, te estaré esperando. Te amo —concluyó tirándole un beso.
Una lágrima bajó por la mejilla de Liz, estaba muy emocionada. El video de Pierce terminaba con los agradecimientos:
A Kimberly, Tess, Christine y Sarah por las fotos proporcionadas, y por los ánimos que me han brindado.
Liz se limpió las lágrimas y sonrió. Al parecer su familia y amigas contribuyeron mucho para aquel video, pues todas querían verla dichosa junto a Pierce.
La joven miró la hora en su reloj de pulsera y corrió a su clóset para buscar un vestido: iría a la boda de Em.
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