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Capítulo 24

Liz aparcó su auto en Main Street frente a la tienda. Estaba tan feliz que no dejaba de sonreír. Su madre y abuela la recibieron con entusiasmo, y aunque se avergonzaba un poco al hablar de su fin de semana, no pudo evitar decirles que había sido maravilloso. Por supuesto, también hizo la historia de su encuentro con Brad, pero aquel trago amargo había perdido protagonismo comparado con los besos compartidos y las horas transcurridas en aquel departamento de Manhattan.

—¡No lo puedo creer! —chilló Christine al verla.

Se acercó a abrazarla entusiasmada y la hizo pasar.

—¡Tienes que contármelo todo! —exigió.

—¿La parte en la que me encontré con Brad o las noches que pasé con Pierce en su casa?

La pelirroja estaba asombrada.

—¿Qué? ¿Brad?

Liz se sentó a su lado en un diván, era casi la hora de almuerzo y no tenían clientes. Le contó a su amiga lo que había sucedido, pero que aquello no interfirió en lo más mínimo en sus planes con Pierce.

—La hemos pasado muy bien, de verdad —confesó con una sonrisa.

—¡Estoy muy feliz por ti! Si hubiese ido a casa de Sarah hubiese estrangulado a Brad con mis propias manos, pero es bueno saber que todo salió bien al final.

—Así es, no voy a negar que fue desagradable, pero ya pasó. Lo importante es que Pierce y yo estamos muy enamorados y hacía mucho tiempo que no me sentía así.

Christine aplaudió alegre.

—Ahora dime, Chris, ¿cómo están las cosas por la tienda?

—Todo en orden, mi querida jefa, salvo que... —Se quedó pensativa.

—¿Qué sucede? Me dejas preocupada...

—No es para preocuparse, pero justo ahora revisé la página de Facebook y el perfil de Instagram de la tienda y hemos subido mucho en el número de seguidores. Ha sido una especie de explosión...

—Pero eso es bueno, ¿no?

—Sí, pero no lo comprendo, es extraño. No he podido analizarlo bien, pues en ese momento llegaste tú, pero júzgalo por ti misma.

Christine tomó la laptop que se hallaba en una de las mesas y se la pasó a Liz. Las dos amigas se sentaron juntas y comenzaron por la página de Facebook.

—¿Qué es eso? —preguntó la diseñadora.

—Un video que acaban de compartir en la página, parece.

La pelirroja lo reprodujo y al hacerlo, Liz quedó atónita ante lo que veía.

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Pierce se hallaba en su casa, conversando con Em. Estaba muy feliz luego de su fin de semana con Liz, y esa alegría se reflejaba en su rostro. Su hermana estaba contenta por él, nunca lo había visto así, pero era muy reconfortante saberlo enamorado.

—Entonces fue un fin de semana de ensueño.

Pierce se ruborizó, últimamente Liz causaba ese efecto en él, como si se tratase de un adolescente.

—Fue maravilloso, Em —le confesó.

Charlie llegó en ese instante y se sumó a la charla, también le daba mucho gusto ver a Pierce así. De los dos, Pierce fue el que no sentó cabeza, el que no se había enamorado y al que creían un caso perdido. Al parecer, eso había quedado en el pasado.

—Así que estás loco por Liz... —comentó Charlie con una sonrisa burlona.

—¿Lo dice el soltero que tiene las horas contadas? —Rio—. Por cierto, ¿cómo van los preparativos? Liz y yo queremos ayudar...

Emma iba a contestarle cuando el teléfono de Pierce comenzó a sonar. Su hermano le pidió un minuto para tomar la llamada, pero frunció el ceño al ver de quién se trataba. La atendería, a fin de cuentas, no le había devuelto la llamada del día anterior.

Charlie y Emma, apreciaron cómo el rostro de Pierce se iba enrojeciendo; se asustaron, pues creyeron que le estaban dando una muy mala noticia, y cuando le escucharon gritar, tuvieron la confirmación de que, en efecto, se trataba de algo grave. Pierce era tan afable y divertido, que muy pocas cosas lograban sacarlo de sus casillas.

—¡No tenías derecho a hacer eso, Kate! ¡Me importa un carajo que me hayas llamado ayer para advertírmelo! ¡No podías hacerlo!

La discusión continuó por pocos segundos, ya que al parecer Kate Mackenzie no estaba de humor para escucharle.

—¿Qué sucedió, Pierce? —le preguntó Emma cuando colgó.

Su hermano tenía la cabeza perdida, estaba en shock y no atinaba a hablar. Charlie se acercó para confortarlo de alguna manera, pero Pierce no necesitaba un abrazo, tenía que saber con lujo de detalles lo que se había dicho.

Tomó su teléfono y buscó online el episodio de Lucy and Bob Good Morning Show de esa mañana, adelantó el video hasta que dio con la noticia que estaba buscando.

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Era el programa que Pierce producía, Liz lo supo en cuanto lo vio. Aquello le causó una desconfianza instantánea, pero intentó calmarse. Los presentadores eran una conocida pareja de cincuentones que había pasado su época de gloria en la televisión. Paradójicamente, en aquella revista matutina habían logrado retomar cierta notoriedad, pues tenían altos índices de audiencia.

En primer plano apareció Lucy. Una delgada conductora de rostro apretado y ojos rasgados, como consecuencia de las múltiples cirugías plásticas que se había hecho a lo largo de su vida.

—Hace poco, Bob, recordamos uno de los momentos más embarazosos de la televisión en los últimos años —comenzó.

Bob era un hombre de pelo plateado y rostro risueño.

Así es, Lucy querida, y los televidentes saben muy bien de qué hablamos. El reciente compromiso de Brad Hamilton con Linda Brooks nos ha hecho recordar la casi-boda de Brad con la diseñadora de modas Liz Wellington. Lo recuerdan, ¿verdad, amigos?

¡Vamos a poner el video, Bob!

En la pantalla se reprodujo la triste escena en la que Liz llegaba a la Iglesia y le anunciaban que Brad no había llegado. Le dieron un teléfono y la noticia desbastadora cayó sobre ella como un balde de agua fría. Comenzó a llorar, anunció que no habría boda y el metraje concluyó.

—Qué momento tan lamentable —continuó Lucy fingiendo una pena que en realidad no sentía—. Hace cinco años de esto y no lo hemos olvidado. Está en el top-ten de los momentos más humillantes de los reality shows.

Sin embargo, Lucy, desde entonces poco se sabe de la vida de Liz Wellington, la hermosa prometida de Brad Hamilton. ¿En dónde ha estado escondida todo este tiempo?

Seguro que en un agujero oscuro. —Rio Lucy.

No tan agujero, querida mía. Aquí tienen en pantalla la foto de la Cooperstown Bridal Shop, una tienda que le pertenece a Liz Parker, una discreta diseñadora de modas de la villa de Cooperstown, cerca de aquí.

¿Has dicho Liz Parker?Lucy contribuía a generar expectación en la audiencia.

Así es, se trata del apellido de soltera de la madre de Liz. Sí, señores, la afamada diseñadora se ha retirado a Cooperstown y tiene una pequeña tienda allí. Es encantadora, pero concordaremos todos en que no se acerca a la magnificencia de la que gozó cuando era parte del catálogo de Queenshall Bridal.

Bob, ya bastavolvió a reír Lucy con sus labios rellenos de bótox—, muéstrales a nuestros amigos el material para que juzguen por sí mismos.

Bob asintió e hizo un ademán. De inmediato comenzaron a proyectar fotografías del interior de la tienda. Luego, reprodujeron un video casero de Liz Wellington durante una cita.

Aquí pueden ver a Liz. Era la voz en off de Bob—. Al parecer es muy humana. Fíjense cómo está atendiendo a una pobre muchacha en silla de ruedas. Los vestidos son bonitos, uno de ellos es de la propia Liz, de la colección que firma como Liz Parker.

El video concluyó y volvieron a salir en primer plano los presentadores.

¿Qué les parece? —Rio Lucy—. ¡Liz Wellington, señores! Solo nos queda ir a preguntarle a Cooperstown qué piensa del nuevo compromiso de Brad. No sé a ti, Bob, pero a mí me parece que todavía tiene el corazón roto...

Christine bajó la pantalla de la laptop con fuerza. ¡Estaba encolerizada con ese video! Ya se encargaría de eliminar aquello de la página de la tienda.

Liz se había quedado en shock, ni siquiera podía hablar. Una única lágrima bajó por su mejilla, mientras intentaba comprenderlo todo.

—¡Oh, Liz! —exclamó Chris abrazándola—. No sé cómo pudo suceder esto... ¿Cómo se filtraron esas fotos y videos? Es horrible...

—Es muy fácil, Chris —respondió Liz poniéndose de pie—. Pierce me traicionó.

La palabra traición quedó flotando en el aire y ni siquiera Chris fue capaz de contradecirla.

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