Capítulo 20
Estaban llegando a la dirección indicada cuando el teléfono de Liz comenzó a sonar.
—¿Quién es? —preguntó Pierce curioso.
—Es Sarah, debe estar impaciente porque lleguemos.
—¿No vas a contestarle?
—No, si ya casi llegamos…
Pierce aparcó en el gigantesco garaje del sótano y subieron por el elevador. Los Geller poseían una increíble propiedad en un edificio de lujo. Se trataba de un penthouse triplex con vista de 360 grados y espacios al aire libre en la zona de Midtown en Manhattan.
—Tienen mucho dinero —susurró Pierce mientras subían.
—Así es, pero todo esto es demasiado para mí. Prefiero mi hogar en Cooperstown. Es increíble cómo he cambiado en estos años.
—Dudo que antes hubieses sido frívola.
—Jamás lo he sido; Sarah tampoco lo es, pero digamos que yo estaba habituada a este mundo, y hoy comprendo que no es lo que más me complace. Algún día abriré una tienda en Manhattan, pero jamás perderé lo que hasta ahora me ha dado Cooperstown.
Él le sonrió. Le gustaban aquellas palabras, pues en cierta forma él también quería acercarse más a su hogar. No había mejor lugar para formar una familia que Cooperstown, y se la imaginaba siempre con Liz.
La diseñadora se asustó cuando fue la propia Sarah quien le abrió la puerta, más bien esperaba que tal función la asumiera alguien del servicio. Sarah estaba preciosa con un vestido largo de color azul marino, pero Liz de inmediato comprendió que algo le sucedía a su mejor amiga.
—¡Cielos, Liz! —exclamó—. Estoy muy avergonzada…
La aludida frunció el ceño. Sarah no era así, ni siquiera había saludado.
—Hola, perdón —se excusó la joven ante su comportamiento—. Mi nombre es Sarah.
—Un placer, Pierce. —Le estrechó la mano, confundido, y luego Sarah le dio un beso a Liz.
—Te estaba llamando para advertirte en cuanto lo supe, pero no me contestabas el teléfono.
—Es que estaba llegando, quería sorprenderte. ¿Qué pasa? —Liz estaba incómoda porque no los hubiese hecho pasar.
—Perdonen, por favor, pasen. —Sarah le leyó la mente por segunda ocasión—. Pierce, ¿te importaría que hable un instante con Liz a solas?
Él negó con la cabeza, pero no entendía qué estaba sucediendo. Liz estaba nerviosa, le dirigió una mirada y luego se marchó tras Sarah hacia la terraza.
Pierce se quedó sentado en el salón principal, no había nadie, pues los invitados o no habían llegado todavía o se hallaban en otro sitio de la gigantesca vivienda. Suspiró y permaneció tranquilo observando las pinturas modernas y el estilo minimalista de aquel lugar.
—¡Sarah, me estás asustando!
—¡Por favor perdóname! —La voz se le quebró.
—¿Qué es lo que tengo que perdonarte? Por favor, habla de una vez.
—Yo no lo sabía, Liz, te lo aseguro. Fue hace un instante que mi padre me lo advirtió, justo cuando le comenté que te estaba esperando.
Liz se quedó helada al comprender a qué se estaba refiriendo Sarah.
—¿Estás así por Brad?
Sarah asintió.
—Mi padre invitó a la familia de la prometida de él. Yo no los conozco, pero al parecer papá ha tenido algunas relaciones con ellos durante mi ausencia. Aún no han llegado, pero es probable que los acompañe Brad.
Liz sintió como si le hubiesen dado un golpe en el estómago y luego le hubiesen extraído todo el aire de su cuerpo.
—¿Liz? ¡Liz, lo siento mucho! —Sarah la abrazó.
La aludida reciprocó el abrazo, pero estaba en shock. No había vuelto a ver a Brad en mucho tiempo. La última vez aún eran novios y tras lo sucedido el día de su boda, no se habían encontrado de nuevo. Tenía miedo y no sabía qué hacer.
Unos pasos las sobresaltaron, pero se trataba de Pierce. Tenía una expresión grave y se acercó a las dos.
—Imagino cuál es la noticia que habrás recibido —dijo con voz queda mientras le pasaba el brazo por la espalda—. Acaba de llegar junto con un nutrido grupo de invitados. Una empleada le abrió la puerta y nos presentó. Supongo que él no tendrá idea de quién soy yo, pero me quedé muy sorprendido cuando me estrechó la mano y dijo ser Brad Hamilton.
Aquel nombre la hizo estremecer. ¡Ya había llegado!
—Entenderé que se marchen —susurró Sarah—, por favor, perdóname. ¡Te aseguro que yo no lo sabía! Papá solo me habló de unos amigos, pero no imaginé que fuera la familia de su prometida.
—No te preocupes, Sarah. Eres mi mejor amiga y estas cosas suceden. Sin embargo, no pienso irme. No voy a huir otra vez.
—¿Estás segura? —Sarah estaba más sorprendida que Pierce con esa actitud.
—Estoy segura —afirmó—. ¿Qué piensas, Pierce?
Él le dio un beso en la cabeza. Estaba orgulloso de ella y consideraba necesario enfrentar a esos fantasmas del pasado para luego poder olvidarlos.
—Pienso que estás haciendo lo correcto.
👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰👰
Los invitados de los Geller eran aproximadamente cincuenta personas, mucho más de las que Liz hubiese imaginado; por consiguiente, la cena se convirtió en un servicio de cáterin, donde los invitados podían comer libremente. En las actuales circunstancias, Liz prefería que todas esas personas estuviesen presentes, así se mantenía alejada de Brad y de la familia de su prometida. Ellos se hallaban en la esquina opuesta, pero a Liz le bastó un vistazo para reconocer a aquella cabellera cobriza entre los asistentes.
—¿Estás bien? —le preguntó Pierce, tomando dos copas de champagne de la bandeja de un mesero.
Ella asintió, llevándose la suya a los labios.
—No debes preocuparte —fingió una sonrisa—, estoy aquí por propia voluntad y sé que es lo mejor.
—Te admiro. —Liz pudo leer en sus ojos verdes aquel sentimiento cálido que la hacía sentir feliz.
Se hallaban en otra de las amplias terrazas de la vivienda. La música era un poco alta, pero no les impedía disfrutar del hermoso crepúsculo. La vista del departamento era magnífica.
—¡Hola, Liz! —La voz del padre de Sarah la sobresaltó—. Mi hija me dijo que ya habías llegado, me alegra muchísimo verte. Quiero que sepas que eres muy bienvenida en esta casa.
—Muchas gracias, señor Geller. Él es mi novio, Pierce Graham.
Pierce estrechó la mano del anfitrión, quien le parecía un hombre de bien.
—Es un gusto conocerte, muchacho. Eres afortunado en tener a Liz a tu lado.
—Muchas gracias, tiene toda la razón.
La aludida se sonrojó y luego de intercambiar par de frases triviales, Geller se retiró para conversar con otros invitados. Los padres de Sarah se habían divorciado hacía muchos años, pero Sam Geller siempre fue un padre amantísimo. A diferencia de otros hombres de su edad y posición social, no se había vuelto a casar.
—¿Vino a verte papá? —En esta ocasión fue Sarah quien fue a hacerles compañía. Se sentía un poco culpable de que Liz no estuviese pasando un buen momento.
—Fue muy agradable charlar con él —le respondió Liz—, se conserva muy bien. No parece la edad que tiene.
Sarah se rio. Era verdad. Sam Geller era un hombre apuesto todavía.
—Quizás debamos planear una cita para él y Kimberly —propuso.
Liz se echó a reír, y Sarah se sintió satisfecha al lograr su propósito de divertirla.
—¿No han comido nada? Pierce, ¿no quieres probar los canapés? ¡Están deliciosos!
—Gracias, seguro que dentro de poco pruebo alguno. —Quería ser cortés, pero no podía negar que estaba tenso con la situación.
—Por cierto, espero que Liz te haya invitado a mi boda. Es dentro de ocho semanas en Londres. ¡Insístele en que no falte! A veces tengo la sensación de que no va a asistir…
—¡Claro que iré! —exclamó Liz—. Y me encantaría que Pierce fuera conmigo, solo que todavía no hemos hablado mucho del asunto.
Pierce besó su cabeza; Liz era más bajita que él a pesar incluso de sus zapatos altos.
—Sarah, cariño —prosiguió Liz—, creo que es mejor que nos vayamos. Ya hemos estado un rato y saludamos a tu padre. No te importa, ¿verdad?
Sarah le dio un abrazo. Por supuesto que no le importaba. Sabía que Liz había hecho un esfuerzo por estar allí.
—Te acompaño a la puerta.
—No te preocupes, conozco el camino. ¡Disfruta de la noche!
—Ustedes también —le dijo guiñándole un ojo a los dos.
Liz le dio un abrazo, Pierce se despidió también de ella y pocos minutos después salían de aquella terraza.
Ella tomó del brazo a Pierce y recostó la cabeza en él mientras caminaban. Se sentía más relajada tras retirarse de allí. Tuvo suficiente con ver a Brad a distancia con aquella barbie perfecta, no necesitaba quedarse más.
—¡Liz! —Una voz a sus espaldas los hizo detenerse en mitad del salón principal.
Incluso sin voltearse, Liz sabía de quién se trataba, pero estaba muy sorprendida. Justo cuando creyó que todo terminaría, allí estaba él.
Se giró despacio junto con Pierce para verlo. Al parecer Brad estaba algo agitado, pues salió a toda prisa de la terraza y corrió un poco para poder alcanzarlos. Se veía igual que la última vez, el día antes de la boda. Sintió un escalofrío al recordar el beso de despedida y la promesa de: “Nos vemos mañana, amor. No puedo esperar para ser tu esposo”.
Aquellas palabras se repitieron en la cabeza de Liz y tal vez en la de Brad, pues lo notó un poco cohibido. Había culpa en sus ojos.
—Hola, Liz —dijo tartamudeando—. Te vi hace un rato a lo lejos, pero no pensé que fueras tú.
—Hola, Brad —le contestó ella con contención—, no creo que haya cambiado mucho en cinco años para volverme irreconocible.
La frialdad en sus palabras lo descolocó totalmente.
—No, no —se excusó—, estás estupenda. Solo quería saludarte.
Pierce sujetó a Liz con más fuerza contra él, y percibió como Brad fruncía el ceño.
—Te felicito por tu compromiso, Brad. Él es mi novio —continuó Liz con aplomo—, Pierce Graham, aunque creo que ya se conocieron.
—Así es —carraspeó Brad—, pero no sabía que era tu novio.
—El mundo es muy pequeño —habló Pierce al fin—, y hay encuentros que, aunque no son deseables, suceden. Yo sí supe muy bien quién era usted cuando se presentó.
—Nos vamos —dijo Liz, deseosa de salir de allí antes de que la charla se volviera una disputa—. Éxitos, Brad.
—Igual para ti, Liz. Para los dos —rectificó.
La pareja se dio la vuelta y no volvieron a mirar atrás. Estaban aún en silencio cuando llegaron al elevador. La puerta de este se cerró y fue entonces que Liz se abrazó a Pierce.
—Llévame lejos de aquí, por favor —susurró.
Los brazos de él se cerraron sobre su temblorosa figura, asegurándole que todo estaría bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro