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Capítulo 13

Pierce se despertó temprano; en realidad no había dormido mucho. Tomó el teléfono que se encontraba encima de su mesa de noche para revisar los diarios, algo que siempre hacía. Un mensaje sorpresa le dio los buenos días:

"Hola, este es mi número. ¿Qué tal si hacemos eso de desayunar juntos? Liz".

El mensaje había sido enviado una hora antes y apenas eran las siete. Al parecer, ella tampoco había podido dormir.

"Hola, qué sorpresa. Lo siento, pero ya desayuné. ¿Puede ser otro día?"

La respuesta le llegó en el acto, Liz debía estar pegada al teléfono.

"Claro, no hay problema".

Pierce podía incluso percibir su decepción. Dios, no podía torturarla así...

"Era broma. No he desayunado y tengo muchos deseos de verte. Paso a recogerte en media hora, ¿está bien?"

Liz sonrió cuando recibió aquel mensaje. Por un momento creyó que había hecho el ridículo al escribirle ese mañana para desayunar juntos. Lo había meditado toda la noche y la inquietud no le había permitido dormir bien. Finalmente, había decidido hacerlo, pero tuvo miedo cuando leyó que Pierce rechazaba su invitación.

"Ok, te espero. Respecto a la broma, vas a tener que compensarme con doble ración de pancakes".

"Definitivamente, vas a engordar" -respondió él de vuelta.

Liz se echó a reír en lo que abría su armario para escoger qué ponerse. Se decidió por algo sencillo: una blusa, jeans y un suéter encima.

-Cariño, ¿no vas a desayunar con nosotras? -La voz de su abuela llamó su atención.

Liz se encaminó a la cocina para darles un beso a ambas. Kimberly la halló de mejor ánimo que en la víspera, pero no quiso ser indiscreta.

-Voy a desayunar fuera con Pierce -les informó.

-Me alegra mucho, corazón. ¡Pásenla bien! -le dijo su madre.

-Saluda a Pierce de mi parte -apoyó Tess.

Liz les lanzó un último beso y salió al exterior. Ya Pierce estaba allí y la esperaba recostado a su auto con una sonrisa un tanto tímida. A pesar de las bromas de la mañana, ambos recordaban muy bien lo que había sucedido el día anterior, pero debían seguir adelante.

-Hola -le saludó ella.

-Hola -respondió él, dándole un breve beso en la mejilla-. ¿Nos vamos?

Ella asintió.

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Bradley's Dinner era un excelente lugar para tomar el desayuno. Su decoración vintage, transportaba a los comensales a los años cincuenta. Pierce y Liz se sentaron en una mesa discreta, a un costado del lugar. Sobre sus cabezas había una lámpara y en la pared, un anuncio antiguo de coca cola.

Enseguida una chica se les acercó para tomar la orden: dos cafés, unos pancakes para Liz -una sola ración- y unos huevos con bacon para Pierce.

-Tendré que compensarte de alguna otra manera -comentó Pierce cuando la chica se marchó.

-No entiendo...

-Pediste solo una ración de pancakes -le recordó él con una sonrisa-, así que debo buscar otra manera de compensarte después de la broma que te hice.

-Cierto -contestó Liz sonriendo también-, respecto a la broma, ¿querías disgustarme tan temprano?

Él se rio, sabía que ella no lo decía del todo en serio.

-No pude evitarlo... Estaba demasiado feliz cuando recibí tu mensaje. Por un momento pensé que no tendría más noticias tuyas.

-Lo dices como si ayer nos hubiésemos peleado... Y no fue así.

-Te noté demasiado distante, Liz, y eso me asustó muchísimo -reconoció él en voz baja-, no sé si haberte confesado que sabía la verdad, empeoró las cosas, pero no quería secretos entre los dos.

Ella asintió.

-No quiero hablar de eso -le pidió.

Pierce le tomó la mano por encima de la mesa hasta que el delicioso desayuno llegó.

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-Tómate el día libre -le pidió él cuando salieron del dinner-. Vayamos a dar un paseo.

-Podemos ir cerca del taller, en algún momento debo pasar por allá para ver cómo marcha el trabajo, pero antes permíteme llamar a Christine y estar segura de que no necesita de mi ayuda.

Pierce incluso podía escuchar la voz de la pelirroja a través del teléfono asegurándole que todo estaba bajo control y que, por favor, ni apareciera por la tienda.

-Creo que imagina que estaré contigo -le comentó Liz cuando colgó.

-Excelente -repuso Pierce con una sonrisa.

Tomaron el auto de él y se dirigieron a Cornish Hill. Una vez en el taller, Liz constató que la compañía de reparación ya había pasado por su auto, y entró un momento a saludar a las hermanas Thompson.

-Todo está en orden -le dijo a Pierce al salir después-, el vestido de Em está bastante adelantado. Espero poder llevárselo a casa muy pronto. ¿Damos un paseo?

Él aceptó. Era media mañana y el día estaba de Sol y precioso. Atrás había quedado la lluvia del día anterior, por lo que se adentraron por un sendero de camino a las montañas.

El ejercicio era agradable, al menos ayudaba a Liz a no pensar en tantas cosas que le atormentaban de su relación con Pierce. Él se mantuvo a su lado, paciente, andando entre el verdor hasta que llegaron a una zona menos tupida de la naturaleza.

Una mesa de madera de camping se hallaba debajo de un pino. La vista era espléndida, pues estaban a cierta altura y podían apreciar el lago. Liz se sentó en la mesa, agotada. Pierce sacó una botella de agua y dos barras de chocolate que llevaba en su mochila.

Continuaron en silencio mientras comían, hasta que Liz se terminó su chocolate y con voz pausada, comenzó a hablar.

-Conocí a Brad en la Universidad. Él fue mi primer novio.

Pierce se sorprendió mucho al ver que Liz abordaba el asunto, pero no quiso interrumpirla, solamente le prestó atención y le brindó todo el apoyo posible con sus hermosos ojos esmeraldas.

-Estuvimos juntos por bastante tiempo. Cuando me gradué de modas, su padre, que era un político influyente, logró para mí un importante puesto en la tienda de Queenshall y gracias a su apoyo comencé a diseñar. Pronto me hice yo misma de un espacio en el reality show por mi talento. Participaba con frecuencia, ayudaba a las novias, y muchas de ellas se marchaban con mis creaciones. -La voz le temblaba un poco al recordar.

Se hizo otro silencio. Al parecer, Liz estaba poniendo en orden sus pensamientos, y no sabía cómo proseguir.

-Brad me propuso matrimonio en esos años de fama. Al programa le pareció muy simpático que yo fuese a escoger mi propio vestido de novia en la tienda donde trabajaba. Por publicidad me prohibieron diseñar algo especialmente para mí, querían que yo fuese una más de aquel proceso y probara vestidos de varios diseñadores. Eso era lo mejor para ellos.

Pierce lo sabía, pero no quiso interrumpirla. La recordaba muy bien desfilando con distintos vestidos, algunos más sexis que otros, pero siempre poniendo en evidencia el glamur de la tienda a la que representaba.

-Nunca me di cuenta de que Brad me engañara -prosiguió-, tal vez porque se trataba de una amiga mía y la supuesta amistad entre los dos me parecía natural. Un día antes de la boda, ella le confesó a Brad que estaba embarazada de él, algo que yo no supe hasta después. Según me dijeron, él se negó a casarse con ella... No la amaba y, además, la boda nuestra era al día siguiente. Iba a ser un gran acontecimiento, al que estaba invitada la prensa. Brad le dio dinero a la chica pidiéndole que se practicara un aborto. Ella al principio aceptó y se marchó. Los planes de boda se mantenían, incluso hablamos por teléfono, y aunque lo sentí un poco nervioso, aquello me pareció normal dada la cercanía de la ceremonia.

Pierce le tomó la mano. Notaba cuán difícil era para ella hablar de esto, pero seguía sin querer interrumpirla.

-Al parecer ella se presentó unas horas antes de la boda frente al padre de Brad. Le confesó lo que estaba sucediendo y le mostró una grabación en la que su hijo le pedía el aborto. Mi suegro vio amenazada su carrera política con el escándalo y con una posición pro abortista en el seno de su propia familia. Era más fácil para ellos enfrentar el escándalo de dejarme plantada, que asumir una campaña de descrédito contra su persona, que incluso podía comprometer su candidatura para la siguiente legislatura del Senado.

-¡Dios, Liz, eso es terrible! -exclamó Pierce al fin-. ¿El estúpido de Brad estuvo de acuerdo?

Obviamente, sí, pero Pierce no podía creerlo de un hombre a punto de casarse.

-Brad veía por los ojos de su padre y aceptó lo que le proponía.

-¡Qué cobarde! -gritó Pierce airado-. ¿Y por qué no avisarte? ¿Por qué hacerte ir a la Iglesia?

Ella se encogió de hombros.

-Supongo que, como la decisión la tomaron ese mismo día, no querían dar la cara. La otra explicación razonable que le hallo, era que buscaban desviar la atención hacia mi persona y no tanto hacia su familia.

-No comprendo...

Los ojos de Liz se llenaron de lágrimas.

-Las personas malintencionadas pronto comenzaron a tejer historias alrededor de ese abandono. Si Brad no quería casarse conmigo era por algo... Era yo la que había fallado, era yo la responsable de esa ceremonia fallida, era yo la culpable... -La voz se le quebró y comenzó a llorar.

Pierce no pudo soportarlo por más tiempo y corrió a abrazarla. Ella se desahogó contra su pecho y él le acarició la cabeza con ternura.

-Se habló durante mucho tiempo de mis posibles errores para que Brad hubiese tomado una decisión tan radical -continuó ella, todavía abrazándolo-, pero jamás se pensó que fuera él, el verdadero culpable. Yo estaba tan humillada con aquel video circulando, con el desprecio de personas que se creían mis amigos y conocidos, que no tuve valor para defenderme. Simplemente hui.

Liz se incorporó y se limpió las lágrimas. Pierce se hallaba a un paso de ella, sujetándole las manos.

-¿Brad se casó con ella? -se atrevió a preguntar.

Liz negó con la cabeza.

-Unos meses después, cuando el embarazo ya estaba más avanzado, le hicieron una prueba de ADN y el bebé resultó no ser suyo, pero nuestra relación ya estaba arruinada para siempre.

-Por una mentira -apuntó él.

-Sí, pero fue una mentira que pudo ser verdad. El engaño existió y el comportamiento de Brad y su familia conmigo fue espantoso. Jamás podría haberlo perdonado...

-¿Te buscó?

-Me llamó cuando descubrió la verdad, pero ya yo me había marchado de Nueva York. Me hizo esta historia por teléfono y me pidió perdón, pero ya había mostrado ser un hombre desprovisto de carácter y el daño ya estaba hecho.

-Lo siento muchísimo, Liz -le dijo Pierce enmarcándole el rostro con las manos-, no merecías pasar por eso.

-Ahora ya sabes por qué le tengo tanto miedo a confiar de nuevo en alguien. He pasado años trabajando, intentando salir adelante, pero sin espacio para nadie más en mi vida, hasta ahora.

-¿Hasta ahora? -repitió Pierce con una sonrisa en los labios.

-Hasta ahora -le confirmó Liz, dándole un ligero beso en la nariz.

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