⊢ Epílogo ⊣
—Me gusta cuando las hojas se salen de los árboles. ¡Y mira está nevando!
Rebecca comenzó a caminar en círculos emocionada. Sacando su lengua para poder alcanzar algún copo de nieve.
Freen solo la miraba con alegría.
Al ser final del año, decidió darle una sorpresa. Llevarla a Londres para que pase las fiestas con su familia.
Sabía cuánto extrañaba a su familia y su hogar, le costó separarse de sus padres, pero ellos tuvieron que volver a su casa por el trabajo. Los señores Armstrong nunca conocieron a Freen, saben cómo es físicamente pero no tuvieron la oportunidad de conversar con ella.
Y Sarocha se sintió muy nerviosa cuando les llamó preguntando si podían viajar a su ciudad para fiestas de fin de año.
Ellos aceptaron gustosos de saber que podrían ver a su hija y pasar el fin año juntos, como solían hacerlo antes. Becky al escuchar esa noticia no evitó saltar de emoción y agradecer a su novia por todo.
—Ya van a ser las once, vayamos a casa Freenky. —dijo Becky tomando del brazo a su mayor y acercándose más.
Pues al ver que hay nieve hacía más frío.
—Toma. —Freen se sacó la bufanda envolviendo el cuello a su novia, como era muy grande pudo ver qué le quedaba hasta la nariz. Parecía una pequeña ninja.
—Gracias —respondió mientras se paraba de puntillas para besar a su novia. Solo un besito porque estaban en vía pública.
Ambas tomadas de la mano volvieron a casa de la menor, sus padres las recibieron bien. Les dieron de comer y tomar, además que hicieron un brindis juntos. Lloraron, rieron de alegría al ver que su pequeña seguía siendo la pequeña osita de siempre.
La linda chica de piel blanca que se te pegaba a ti como si fuera chicle.
Y eso a Freen le encantaba, nunca más se atrevería a rechazar alguna muestra de cariño, ya no le importaba lo que dijeran los demás o lo que digan sus padres.
Ya no.
Solo debían ser ellas dos juntas, tomadas de la mano, besándose y abrazándose cuando quisieran.
Tenían todo el derecho de amarse. No había una ley que prohibiera la felicidad.
Luego de una larga charla con los señores Armstrong, decidieron subir a la habitación de la inglesa. Becky al entrar pudo observar que su habitación era la misma que antes: Seguían las figuritas de acción, las cortinas color crema, su cama con las colchas de un celeste suave.
Su armario, su mesa de estudio cuando estaba en la secundaria.
—Recuerdo que una vez metí a Heng en problemas por no hacer una tarea. —contó sentándose en su cama y saltando en ella levemente.
—¿Ah sí?
—Sí
Sarocha observaba las fotografías que habían en el estante, unas eran con su hermano, padres y amigos.
—Me olvidé. —Rebecca bajó de la cama tomando su mochila y buscando la fotografía que se había tomado con su phi, al encontrarla la colocó en un cuadro sobrante, colocándolo en su estante nuevamente.
—Ahora sí está completa. —dijo volviendo a la cama.
Freen se acercó a esta también tomando el cuerpo de su novia entre sus brazos, la menor envolvió la cintura de la contraria con sus piernas.
Sarocha aún con el cuerpo de la menor entre sus brazos se sentó.
—Ya son las doce Freenky.
—Lo sé. —respondió besando sus mejillas mientras que Rebecca la abrazaba.
Ambas miraron por la ventana los fuegos artificiales que reventaban en el cielo oscuro de la noche. A pesar de que caía nieve, seguían apareciendo.
—No me importa que seas un chicle andante, espero que lo sigas siendo así toda tu vida. Me gustan tus abrazos, tus besos ¡Todas tus muestras de cariño! Cualquier mínima cosa que hagas me encanta.
—A mí también me gusta todo lo que tú haces Freen. Espero ser lo suficientemente buena para ti.
—Lo eres bebé. Siempre lo serás y desde que te vi no pude evitar pensar en eso. Lamento las veces en las que te causé dolor e inseguridad con mis estupideces, no confiaba en mí.
—Lo bueno es que ya pasó, lo superamos juntas. Aún nos falta un largo camino que recorrer.
Se miraron a los ojos con una sonrisa en los rostro, no evitaron besarse nuevamente.
—Solo quiero que te quedes a mi lado. —susurró Sarocha en medio del beso.
—Yo también.
—Te amo.
—Yo más.
—Yo más Becky.
—¡Dije que yo! Bueno, las dos.
Soltaron unas risas volviendo a besarse y sellando su amor.
Se complementaban de una forma inigualable, se amaban mucho como para evitarse.
Esa era la magia del amor.
Ambas se amaban y mientras lo hicieran, no había porque tener inseguridades.
💜💜💜💜💜💜
Gracias por acompañarnos en esta adaptación
Nos leemos pronto.
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