⊢ 02 ⊣
—¡Nos vemos mañana maestro Wirach! —se despidió la pequeña Rebecca con la mano hacia su maestro el cual solo le sonreía y entraba a su auto.
Cuando vio desaparecer el auto se apoyó en la reja de la entrada, empezó a ver sus manos. No había otra cosa que llamara su atención.
Iba a esperar a su linda novia que aún tenía una última clase, ya que quería pasar tiempo con ella. Abrazarla y no soltarla nunca, tal y como le gustaba hacer siempre.
Nunca entendió por qué siempre rechazaba sus cariños, pensó que le incomodaba por lo que pensó dejar de hacerlo, pero ni ella podía tener límites.
Siempre le gustó ser alguien sumamente expresiva y cariñosa tal y como es su madre, la que le enseño a querer a los demás. A valorarse a sí misma.
Desde pequeña siempre fue alguien de ir y abrazar a sus amigos, algunos le decían que era extraña y que debía dejar de hacerlo. Los únicos que aceptaban sus abrazos en ese entonces eran Charlotte, Mark y Heng.
La inseguridad llegó a su cuerpo. ¿Y si Freen no la quería? ¿Y si iban a terminar?
Con tan solo pensar eso bajó la cabeza dejando que en esta se crearán escenarios como infidelidad o corazones rotos.
Le causaba tristeza el pensar que algún día todas esas palabras y abrazos bonitos acabarían, que algún día su novia se iba a aburrir.
No. ¡Debía pensar en positivo! Rebecca necesitaba ser optimista de nuevo.
El timbre sonó fuertemente asustándola, nunca entendió como es que el sonido llegaba hasta afuera.
Una multitud de estudiantes salieron conversando, con pelotas de básquet en su mano, otros corrían y hacían desorden.
Luego estaba Sarocha caminando tranquilamente hacia la salida con la mirada perdida.
¿Y si Freen se molestaba al verla aquí? Tal vez, pues no le aviso que se quedaría a esperarla.
Ni bien la vio solo fue corriendo hacia Sarocha para envolver sus brazos en el delgado cuerpo de la menor. Haciendo que Rebecca se sobresaltara.
—¿Pasa algo? —preguntó Sarocha notando que Becky no dijo nada desde que la abrazó. —¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —sacó sus manos de sus bolsillos para acariciar el cabello de la pequeña
Rebecca no quería responder, así que solo siguió sollozando en el pecho de su phi.
Aquel que era su lugar favorito y no cambiaría nada por eso.
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