Capítulo XXX
Sacó la venda que cubría su frente porque una de sus tantas "madres" dijo que la herida, independiente de lo fea que fuera, a veces debía estar expuesta para que sanara correctamente. Él sabía que funcionaba, porque lo comprobó con alguna de las cortadas que se llegó a hacer en los dedos de pequeño, aunque también sabía que si dejabas las grandes heridas expuestas al aire estas podían infectarse. En realidad, aún no tenía muy claro si su corazón se infectó o ya sanó, aunque dudaba bastante que fuera la segunda opción.
No obstante, fue siempre culpa suya. Fue él quien, desde un principio, no se puso ninguna venda, pensando que la herida no era grande y que sanaría pronto. Sin embargo, ahí estaba de nuevo, mirando aquel rostro pálido que se refleja en el espejo. Se veía demacrado con todas las cortadas que estaban por su nívea piel. Decidió salir del baño y se acercó a la puerta principal sin olvidarse de tomar su chaqueta, porque sabía que Aaron y su moto encendida lo esperaban afuera.
—¿Estás listo? —preguntó el chico después de que cerró la puerta de la casa—. No debiste sacarte la venda de la frente. Creo que se te ve el cráneo.
Ahora todo era distinto, incluso las bromas entre ellos; para YoonGi ya no eran divertidas. Era extraño, pero sentía que su felicidad se evaporó de un momento a otro.
El chico encendió la moto y partió luego de que él subiera. Se dirigieron hacia el lugar que le dijo que le mostraría. Sí, porque eso sucedió hace dos días, cuando despertó en el hospital con una aguja en el brazo y con el negro de su amigo sentado a su costado mientras le tomaba la mano y lloraba como un niño. Además, le robaron la entrega, por lo que estaba en la mismísima mierda.
El transcurso no se le hizo largo y se sorprendió bastante cuando llegaron delante del gran galpón donde el jefe guardaba la mercancía. Se bajó cuando sintió que Aaron apagó el motor. Se cruzó de brazos y esperó a que el chico se bajara y le diera una explicación. Era cerca de medianoche y los dos se encontraban parados en el oscuro y desolado lugar.
—¿Era necesario que me levantaras de la cama para venir hasta aquí? —El chico lo miró atentamente por unos segundos, pero no dijo nada—. Contéstame, Aaron. ¿Qué hacemos aquí?
—Esto quería mostrarte —contestó el otro y
caminó hacia el galpón. YoonGi frunció el ceño porque el chico se notó nervioso.
—¿Sucedió algo malo? —se atrevió a preguntar a la vez que caminaba hacia el chico mientras este abría la pequeña puerta de acceso de personas.
—YoonGi... —susurró el muchacho cuando los dos estuvimos dentro.
Frunció el ceño y esperó a que el chico prendiera la luz. Cuando pudo fijarse en su alrededor se volteó hacia Aaron.
—¿Podrías decirme de una puta vez qué pasa? —Se cruzó de brazos—. No estoy de ánimos para soportarte.
Su amigo se mordió el labio inferior y caminó por entre las altas repisas donde estaba todo el material. YoonGi rodó los ojos y lo seguió.
—Aaron, dime qué quieres —habló con desgano mientras seguía al chico.
—YoonGi, yo...
Miró atentamente hacia el desgastado colchón que había en el suelo, pero eso no fue lo extraño, porque ese colchón fue uno de los más grandes espectadores de sus borracheas y locuras, lo que sí le sorprendió fue el cuerpo que estaba sobre él.
—¿Qué hace aquí? —musitó sin despegar los ojos del chico que estaba sobre el colchón. La mirada de YoonGi viajó rápidamente por todo el cuerpo sucio.
—Yo... —Miró de reojo al negro y este respiró profundamente—. Trabajaste en la casa del chico y ganaste bastante dinero, así que me sentía algo inútil y pensé que yo también podría conseguir una gran cantidad para aportar. —El otro se detuvo a mirarlo un poco, como si necesitara permiso para continuar—. Así que el jefe me dio esta oportunidad. ¡Al principio no sabía quién era! ¡Lo juro!
—¿Lo secuestraron? —interrogó sorprendido y se acercó al chico que estaba atado de pies y manos.
—Estamos pidiendo una recompensa —comentó Aaron y YoonGi cerró los ojos a la vez que apretaba los dientes.
Se le apretó el pecho y sintió una sensación de pesadez y un mal sabor en la boca.
Siempre apoyaba a Aaron porque eran amigos y mantenían una fuerte cercanía. Además, era el único chico con el que se relacionaba con confidencia, pero esta vez... estaba bastante claro que Aarón hizo mal, muy mal.
—No debiste meterte en esta mierda. —Se volteó molesto para encararlo—. Esto es mucho más peligroso, puedes acabar en la cárcel durante mucho tiempo.
—Lo sé, pero quería ser útil. No sabes cuánto lo siento —murmuró lo último y agachó la cabeza.
YoonGi se detuvo un momento y observó al chico atentamente. Se mordió el labio inferior y miró hacia el techo para relajar un poco su mente.
—No te preocupes demasiado. Te ayudaré, ¿está bien? —El chico rápidamente negó con la cabeza.
—No deberías hacer eso, te podrían atrapar a ti también —contestó su amigo con el ceño fruncido por la preocupación.
—Pero eres mi amigo y prometimos que no haríamos nada sin el otro, especialmente si se trata de estas cosas.
El negro suspiró. pero luego de pensárselo unos segundos asintió. Él volteó la mirada al chico que estaba sobre el mugriento colchón, llevaba una camiseta blanca y unos jeans negros. Se sorprendió bastante el reconocer a primera vista de qué marca eran.
—¿Desde cuándo está aquí? —preguntó y el chico agachó la cabeza, apenado.
—Lo trajimos el mismo día que te golpearon. Te hubiera traído antes, pero como estabas en el hospital...
—No importa —contestó al ver que Aaron empezó con su extensa disculpa—. No puedo creer que esté aquí —susurró para sí mismo mientras se ponía en cuclillas delante de quien estaba sobre el colchón.
—Lo siento mucho. No sabía que era importante para ti.
Negó con la cabeza y luego suspiró. Después de todo, no debía ir en contra de Aarón.
—¿Por esto el jefe decidió terminar todo antes? —interrogó y el contrario asintió.
Llevó su mano a la frente del chico y pasó cuidadosamente los dedos por sobre la piel. A pesar de que estaba tendido sobre el frío colchón y sin ninguna manta, seguía manteniéndose tibio.
—¿Lo drogaron? —preguntó y el negro volvió a asentir.
—Lo más probable es que despierte mañana por la mañana —contestó a la vez que jugaba con sus manos.
—¿Lo has tratado bien?
El negro asintió frenéticamente—. Por supuesto que sí. Nuestra idea no es hacerle daño, solo queremos que nos den el dinero.
—¡Mierda, Aaron! No debiste meterte en esto —se quejó y se acercó al otro. YoonGi era el mayor entre los dos, por lo menos el chico debía recibir un sermón de su parte—. Desde ahora en más me consultarás las idioteces que harás, ¿entiendes?
—Lo sé. Lo siento.
Miró al chico con el ceño fruncido y se cruzó de brazos.
—Incluso en las entregas me dirás a dónde irás y a quién le tienes que entregar, ¿bien?
El chico abrió los ojos y luego frunció el ceño—. No es necesario que seas tan protector.
—Tienes dieciocho años, maldición. No deberías hacer este tipo de mierdas.
—Está bien. Desde ahora preguntaré antes de hacer las cosas. —Aaron cruzó los brazos frente al pecho y miró hacia otro lado.
YoonGi suspiró y dejó caer su mirada al suelo. No tenía ganas de pelear, pero sabía que debía hacerlo. Aaron era lo último que le quedaba.
—Por favor, protégelo —susurró y le dio una rápida mirada al chico que estaba sobre el colchón.
—Lo lamento mucho.
Asintió sin mucho interés y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Deberías irte a casa. Es tarde. —Apuntó con la barbilla hacia la puerta de lata por la que entraron.
—¿Tú qué harás? —preguntó el negro al dar los primeros pasos y ver que él no se movió.
—Me quedaré aquí. Alguien tiene que vigilarlo. —Aaron lo miró con los ojos entrecerrados.
—Esa no es la verdadera razón por la que te quedarás, ¿verdad?
Le dio una media sonrisa sin ganas y miró hacia el cuerpo que descansaba en el colchón.
—Debo cuidarlo —contestó y se permitió sonreír un poco.
—Estará bien. —Su amigo se acercó hasta él y lo tomó por el codo—. Los dos iremos a casa y mañana vendremos temprano a verlo, ¿sí?
—Me quedaré aquí, Aaron. —Negó con la cabeza para acompañar su diálogo.
El chico bufó, pero después de notar que YoonGi no se movería se alejó de él y se apoyó en una de las tantas repisas.
—Nos vemos mañana —musitó el negro antes de desaparecer entre los oscuros pasillos.
YoonGi suspiró y se deslizó por una de las paredes del galpón para mirar al inconsciente chico. Se llevó las manos a la cara y las fregó una y otra vez. Apretó los labios y vio directamente que los ojos del chico estaban cubiertos por una venda y entorno a los amarres crecía unas manchas rosáceas, quizás por la oposición. Aquello sería un problema atroz.
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