Capítulo XXVIII
YoonGi se removió incómodo sobre el asiento del auto. JiMin permaneció a su lado y jugó con el celular mientras se dirigían hacia el último regalo que le daría al chico. Lo preparó hace unos días, quizás el mismo día que se enteró que tendría que dejar a JiMin. A pesar de saber que estaba todo listo y bien planeado, no pudo dejar de sentirse nervioso.
Cuando notó que estaban por llegar miró de reojo a JiMin, quien observaba la pantalla del teléfono. YoonGi se aseguró de estacionar correctamente el auto en el estacionamiento y bajó para luego hacerle unas cuantas señas al chico.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó JiMin a la vez que entraban por las grades puertas de cristal.
—Tengo algo que mostrarte. —Lo tomó del brazo y se dirigieron hacia la recepción.
No tuvieron mayor inconveniente y de inmediato se encontraron los dos sobre el ascensor para llegar a uno de los pisos del edificio.
—¿Por qué me trajiste a un hotel?
De igual manera, no le contestó y se dirigió hacia una de las habitaciones. Dentro de su billetera buscó la tarjeta de color plata para pasarla cerca de la cerradura. La puerta hizo un sonido, dándole a entender que estaba abierta, así que se volteó a ver a JiMin.
—Te cubriré los ojos.
—¿Qué? ¿Para qué?
El chico frunció el ceño e intentó mirar dentro de la habitación, pero YoonGi puso las manos sobre los hombros ajenos para detenerlo.
—¿Confías en mí? —preguntó con la intención de escuchar una respuesta positiva.
—¿Debería confiar en ti?
Chasqueó la lengua, pero de igual manera le dio una suave sonrisa. Fue extraño, por supuesto que lo fue. Su pecho subió y bajó nervioso, ansioso. Lo esperaba, lo deseaba y quería quedarse con él. Sin embargo, no podía. Esas eran las reglas del juego y YoonGi las supo desde un principio, sin embargo, verlo ahí con esa sonrisa, como preguntándose qué le pasaba, no podía evitarlo, no podía dejar de mirarla.
Se puso detrás de JiMin para llevar las manos hasta el rostro ajeno y le cubrió los ojos. Abrió por completo la puerta de la habitación con uno de sus pies y se adentraron con dificultad. Con tan solo unos dos pasos sacó las manos de la cara del chico y volvió a cerrar la puerta con rapidez. Miró desde un costado la reacción de JiMin.
—Quería hacerte algo especial —murmuró mientras veía el perfil del contrario—. Dijiste que ningún chico se tomó el tiempo de hacer algo bonito por ti, así que...
—Así que me trajiste a un hotel para mostrarme esto —continuó su diálogo el peli-anaranjado y apuntó hacia la cama de sábanas blancas—. Esto para mí es más como una invitación sexual.
—En buena parte —admitió y sonrió.
Las manos de JiMin viajaron hasta los pétalos rojos que se esparcían por la cama sin un orden fijo y su mirada se dirigió hacia todos lados, pero se detuvo en el gran ventanal que daba una vista a la ciudad. Luego se giró hacia él y le sonrió ampliamente. JiMin lo tomó con fuerza por la chaqueta y lo acercó hasta él para besarlo en los labios apasionadamente. Las manos ajenas se enredaron en su cabello mientras lo besaba y YoonGi sintió cómo lo empujaba por las caderas para sentir sus pantorrillas chocar con la orilla de la cama.
—Hoy practicarás lo que has aprendido —se burló el peli-anaranjado sobre sus labios luego de separarse.
El chico lo empujó sobre la cama, se sacó la chaqueta y la tiró al suelo para luego posicionarse sobre YoonGi y así volver a besarlo. No obstante, él lo esquivó inmediatamente.
—Espera un poco. Hice una cena...
—¿Qué más da la cena? Hagámoslo ya —exigió el menor y metió las manos por debajo de su camisa para volver a besarlo.
La chaqueta de YoonGi voló por los aires de un momento a otro. Ante ello se acercó a besar al chico de cabellos anaranjados mientras sus manos pasaban con suavidad por el cuello de JiMin.
YoonGi lo besó lento, suave; moviendo su cabeza de vez en cuando para llegar más profundo, saboreando un poquito más. Abrió los labios cuando sintió que la mano de JiMin se presionó contra su entrepierna y no pudo evitar gruñir cuando sus manos, con desespero, desabrocharon el botón del pantalón para introducir la mano y tocar un poco más.
YoonGi sacó la camiseta de JiMin cuando se dio cuenta que la temperatura subía y en el mismo momento se sacó la suya de un tirón, levantándose un poco por sobre el colchón. Al ver más de la piel expuesta del menor llevó sus labios deseosos hacia el cuello ajeno para morderlo. No quería hacerle daño, pero no pudo evitar ese pensamiento de marcarlo, de definir que sería suyo porque sería la última vez que lo vería. Después de ese día se acabaría.
Sus pálidas manos se dirigieron hacia el cinturón de los pantalones de JiMin, lo tiró unas cuantas veces para soltar el único botón. Hizo rodar al peli-anaranjado sobre la cama y lo puso debajo de él. Tomó sus pantalones junto con sus bóxers y los bajó ambos de un tirón, alejándolos junto con los zapatos y los calcetines.
YoonGi pasó sus manos con suavidad por los hombros de JiMin para que luego recorrieran su pecho y se detuvieran en su abdomen. Cerró los ojos de pura satisfacción cuando sintió que la mano de JiMin se adentró por sus pantalones y acarició su miembro, piel contra piel.
Aún con los ojos cerrados buscó a tientas en el mueble que estaba a un lado de la gran cama, abrió el único cajón que había y miró dentro. Habían cuatro frascos de distintos colores y marcas, como acordaron con el personal del hotel. En realidad, él no sabía cuál tomar, así que alcanzó cualquiera. Esta vez no se echó el líquido en la palma de su mano, sino que lo dejó caer sobre la punta de sus dedos de la mano derecha para mezclarlo con estos.
Miró al chico para darse cuenta que tenía los ojos cerrados y la boca levemente abierta, mostrándole una clara vista de cómo su mano pasaba por sobre su miembro una y otra vez, masturbándose. YoonGi se mordió el labio inferior y quitó la mano para que le prestara atención. El chico de cabellos anaranjados abrió los ojos y luego frunció las cejas.
Acercó la mano hasta su entrada y toqueteó unas cuantas veces, dándole a entender lo que haría. Nadie dijo nada y YoonGi introdujo el dedo lentamente, exactamente como le enseñó el peli-anaranjado. Yoongi apoyó la frente sobre su hombro mientras le daba unos cuantos besos en la clavícula en un intento por tranquilizarlo.
Después de eso todo pasó demasiado rápido. Unos cuantos besos, unas cuantas mordidas y YoonGi ya estaba listo para empezar. Su ropa paró en algún rincón de la habitación y estaba en toda la libertad de moverse contra JiMin. Fue entrando despacio, suave y paulatinamente porque, después de todo, era la primera vez que penetraba a un chico.
Las uñas de JiMin se clavaron de nuevo en su piel con más fuerza que la última vez mientras que su otra mano se enredaba entre las sábanas, apretándolas con fuerza. YoonGi se acercó hasta él para besarle los labios lentamente al no ver ninguna reacción de su parte.
—¿Está todo bien? —murmuró y se alejó un poco para ver su expresión.
JiMin abrió los ojos y dio un grito ahogado para luego mover las caderas contra las suyas, dándole a entender que podía moverse, que podía hacer con él lo que quisiera. YoonGi sonrió con satisfacción y movió las caderas contra el contrario, primero despacio y lento, para luego convertirse en una persona totalmente distinta. Deseaba a JiMin, lo quería para él.
Sus movimientos no pararon, eran decididos y certeros. Solo se detuvo cuando sintió que el cuerpo del menor se arqueaba y caía sobre la cama con pesadez.
Ahora entendía completamente a lo que se refería con "en el sexo grito un poquito". Sus cuerdas vocales estaban desgastadas por decir tanto su nombre; lo sabía, lo sabían, y eso le encantaba al mayor.
Todo pasó tan rápido y YoonGi se lamentó tanto por eso, demasiado... Una vez finalizado todo no hizo más que caer a un costado de JiMin y miró cómo este intentaba tranquilizar su respiración. Observó su pecho y cómo el pétalo rojo rozaba su piel. No pude evitar sentirse mal, casi melancólico. Esa sería la última vez, el último encuentro.
YoonGi pasó la mano con delicadeza por la frente ajena para apartar los anaranjados cabellos húmedos que se apegaron a la piel. El chico le sonrió y luego cerró los ojos, dándose vuelta y quedando frente a él. Tomó las sábanas que estaban envueltas en sus pies y las alzó para cubrir al menor, haciendo que los pétalos cayeran sobre él, rozando su piel, y después se posaran con suavidad sobre la cama. Le pareció extraño, pero fue casi como un funeral, como un adiós para siempre.
Esperó unos minutos mientras miraba el cuerpo de JiMin descansar. Ya para cuando se dispuso a partir tomó sus cosas con lentitud. No quiso irse. No quiso dejarlo solo.
Evitó hacerse daño y frunció el ceño a la vez que salía de la habitación mientras se ponía la chaqueta. Se aseguró de cerrar la puerta y bajó por el ascensor hasta salir por la puerta principal. Tomó el teléfono que estaba en el bolsillo de su pantalón y se metió a la lista de contactos para llamar al chico.
—¿Terminaste? —preguntó Aaron desde la otra línea.
—¿Dónde estás? —interrogó y miró la variedad de autos que habían en el estacionamiento, evitando a toda costa dirigir su vista al costoso auto de JiMin que le llamaba y le pedía que se subiera sobre él para llevar a JiMin lejos, los dos solos.
Entre la oscuridad de la noche pudo ver que su mejor amigo le hizo señas a lo lejos, así que se encaminó a paso lento hacia ahí con las manos en los bolsillos. Se subió al auto y miró a su amigo.
—¿Se acabó? —preguntó Aaron y YoonGi asintió—. ¿Por qué estás así? Me haces sentir mal. —YoonGi apretó los labios y se llevó las manos a la cara mientras se hacía levemente hacia adelante—. No llores, imbécil —musitó el chico sin ningún tono de diversión.
—No estoy llorando —aseguró con voz ronca. Levantó su rostro y miró a Aaron—. Se acabó. Vámonos.
—Me pediste que viniera a buscarte. ¿Está todo bien? ¿Estabas con el niño? —interrogó su amigo y frunció el ceño con enfado—. ¿Cómo mierda terminaste en este hotel tan caro?
—Me gasté la mitad del dinero en ese hotel de mierda —susurró con una media sonrisa.
—¡¿Que hiciste qué?! —preguntó el chico casi cayendo en la histeria—. ¡Era nuestro ahorro, YoonGi! ¡Ahorro!
Envió una mirada al edificio y se encogió de hombros. Después de todo, valió la pena gastar el dinero en el mismo JiMin.
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