Capítulo XX
—No sirve —susurró al mirar la pantalla.
—Claro que sirve —chilló el negro a su lado.
Se llevó una mano a la cabeza y se rascó la frente, luego se acercó a la televisión para sacar el CD y lo cambió por otro. Miró otra vez la pantalla y se sentó en el sofá. Esperó unos minutos, pero al final chasqueó la lengua.
—Este tampoco sirve —comentó y se levantó del sofá.
—¿Cómo mierda no te sirve? —dijo el negro, quien se levantó de la silla en la que estuvo sentado todo ese tiempo.
Lo primero que llamó su atención fue el bulto que creció debajo de los delgados pantalones ajenos. Con una mueca de asco se llevó las manos a la cabeza y se dejó caer otra vez sobre el mugriento sofá.
—¿Qué pasó? ¿Por qué viniste a media noche a ver tu colección de porno? —preguntó el chico, quien se echó a su lado y pausó el video.
YoonGi se quedó quieto y miró sus pantalones. El bulto ya bajó considerablemente por el tiempo que buscó algo que de verdad lo excitara. ¡Pero nada apareció! Aparentemente, ya no le importaban esos obscenos vídeos que tantas veces rogó ver cuando era un crío.
—¿Alguien te dejó con las ganas? —cuestionó Aaron con diversión.
Suspiró y dejó caer la cabeza sobre el respaldo del sofá—. Estábamos a punto, ¿sabes? Estaba a punto de entrar...
—Maldición, cállate —se apresuró a decir el negro y le dio una mueca de asco—. ¿Qué pasó después?
—Me dejó ahí, en la cama, solo. —Miró los cuerpos desnudos que aparecieron en la pantalla.
El chico a su costado rio con fuerza y le pegó unas cuantas veces al sofá para controlar su respiración.
—¡Mierda! Que chica aquella, ¿eh?
Observó cuidadosamente al chico y luego se llevó una mano a la cara para rascarse una ceja.
—Aaron —llamó y el aludido se tranquilizó un poco para mirarlo con una sonrisa—, es un chico.
—¿Qué? —preguntó lentamente el contrario y su sonrisa se apagó poco a poco—. No me digas que te metiste con el niño.
—Aaron —pronunció otra vez y el susodicho cerró los ojos lentamente para luego reposar la cabeza sobre el sofá y suspirar.
—Quedamos en que no te involucrarías con él, ¿no? —regañó el negro y lo miró a los ojos—. No rompas las reglas, YoonGi. ¡¿Por qué mierda siempre las rompes?! Sé que tienes ese deseo de hacerlo porque eres un chico problema, pero ahora estás arruinando las cosas, chico malo. ¿Qué harás?
—Nadie lo sabrá —susurró, sintiéndose verdaderamente regañado.
—¿Nadie lo sabrá? —preguntó irónico el chico, quien movió los brazos y se levantó del sofá—. ¡¿Cómo mierda estás seguro de eso?!
—Lo siento, Aaron —musitó y el aludido pateó con fuerza una de las delgadas piernas de YoonGi, haciendo que este se fuera levemente hacia delante por el dolor.
—¿Sabes...? —dijo el chico lentamente, calmándose—. Mientes. Solo... —El chico se calló cuando YoonGi se levantó del sofá y se sacó la camiseta. Aaron caminó a su alrededor a la vez que tocaba suavemente su piel amoratada—. Que bestia es ese niño, ¿eh? —susurró el negro a la vez que pasaba los dedos por su cuello.
YoonGi volvió a ponerse la camiseta y se dejó caer sobre el sofá a la vez que miraba hacia otro lado. Ahora le venía otro regaño.
—¿Por qué mierda lo hiciste, YoonGi?
No pudo evitar cerrar los ojos y apretar los labios—. De verdad lo siento.
—Entonces ¿se acabó? —dijo el otro y lo miró directo a los ojos.
—No se acabó —murmuró con agobio—. No volverá a suceder, lo prometo.
—¿Lo prometes? —preguntó el otro mientras ponía las manos en sus caderas.
—Claro, Aaron. No volverá a pasar —murmuró y el susodicho asintió.
—Ve a dormir. Mañana tienes clases. —YoonGi asintió y caminó hasta su habitación—. ¡Pero primero saca tu colección de porno de la televisión del salón!
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A pesar de que era jueves por la mañana, no se dirigió a la universidad, en vez de eso caminó por el pavimento con una de las manos en el bolsillo de su chaqueta mientras que la otra sostenía un barato ramo de flores. Pasó por un lado de las altas rejas para adentrarse al lugar y caminó sobre el suelo de tierra, pasando al costado de las construcciones de cemento y unas cuantas estatuas. Cuando por fin logró leer el nombre que tanto buscaba tiró las flores sobre el pequeño montículo y metió las manos dentro de sus bolsillos.
—¿Cómo te ha ido? —preguntó hacia la lápida mientras se ponía en cuclillas.
Rio un poco porque sabía que el otro no le contestaría. Sacó las manos de sus bolsillos y se dispuso a ordenar correctamente las flores sobre la tumba.
—Encontré a un chico bastante parecido a ti, ¿sabes? Es igual de desaliñado y estúpido que tú —susurró cuando logró organizar las flores—. Si hubieras vivido un poco más de seguro serías parecido a él.
Volvió a meter las manos en sus bolsillos y se caminó a la tumba que estaba al costado para sentarse ahí.
—Hice algo malo. De verdad la cagué esta vez. —Tomó una rama que encontró en el suelo y jugó con la tierra suelta—. Sabes que no soy alguien que se arrepiente de las cosas, pero creo que de verdad lo arruiné. —Se llevó una mano a la cabeza y suspiró mientras cerraba los ojos—. Si pierdo esta oportunidad no podré mejorar las cosas con Aaron. Solo me falta un poco de dinero. Me iré de esa mierda de lugar y te traeré flores decentes —susurró, viendo las yerbas que sobresalían a un costado de la estructura—. Tendrás una buena cama, descansarás mejor y ya no tendrás que protegerme.
—¿YoonGi? —Se volteó para ver a Aaron acercarse a él—. Te dije que fueras a la universidad. Vine hace unos días a cambiarle las flores.
—Lo extrañaba —susurró y el alto se sentó a su lado.
—Él está bien. Vengo siempre que puedo, como te prometí.
Asintió y apoyó las manos sobre sus rodillas.
—No haré las cosas mal —habló sin apartar la mirada de la tumba.
—Sé que lo estás intentando. No debí ser tan insensible contigo —respondió el otro y puso una de sus grandes manos en su espalda.
—Está bien —se apresuró a decir—. Esta vez la cagué.
Los dos se quedaron en silencio por unos segundos, al menos hasta que Aaron lo acercó más hacia sí.
—Deja de hacerlo —dijo el otro, haciendo que él levantara la mirada con confusión—. Deja de echarte la culpa por su muerte.
YoonGi frunció el ceño para que las lágrimas no brotaran.
—Es mi culpa —soltó con pesar y el chico le pegó unas cuantas veces en el hombro con suavidad.
—Es culpa de esa mierda —aseguró Aaron mientras buscaba la mirada del más bajo.
—Pude haberlo evitado —manifestó con molestia por sí mismo.
—Eras un niño de doce años —gruñó el más alto y luego suspiró—. No podías hacer nada contra un viejo de cincuenta años.
Se llevó las manos al puente de la nariz para apretarlo en un intento de contener el malestar.
—No me hagas llorar —murmuró y Aaron lo envolvió con sus brazos.
—Siempre fuiste un maricón. ¿Cómo no me di cuenta antes? —dijo el negro con burla.
Apretó los dientes y soltó el primer sollozo. Inmediatamente sintió que los grandes brazos del contrario lo apretaron con fuerza.
—Q-Quiero ma-atarlo —dijo entrecortadamente por intentar evitar el llanto.
—Ahora mismo está muriendo. —El contrario pasó una mano por su espalda en el intento de reconfortarlo.
—Pero quiero matarlo con mis propias manos —confesó y el chico le pegó una gran palmada en la espalda.
—No seas idiota y simplemente deja que se pudra en la cárcel.
Alejó a Aaron de un empujón y con rapidez se pasó las manos por los ojos para borrar el rastro de lágrimas.
—Tan macho como siempre —murmuró burlón el alto, pero YoonGi no le prestó mayor atención—. Ni siquiera dejas que te vean llorar.
—Encontré a un chico que se parece mucho a él —susurró, cambiando de tema, y dejó que se escapara una pequeña sonrisa de entre sus labios, aún sin apartar su mirada de la tumba.
—¿Sí? Deberías presentármelo algún día.
—Lo asustarás, Aaron. Eres un maldito gorila negro —se burló y el chico le pegó un fuerte golpe en el brazo.
—¡Que racista eres! —se quejó el otro, ofendido. YoonGi se largo a reír, pero de inmediato recibió un golpe por parte de su amigo—. ¡Cállate! Lo despertarás.
Rio con más fuerza y se levantó de un salto para retroceder unos pasos e inclinarse hacia adelante con la finalidad saciar el dolor de estómago que le provocó la risa. Aaron se levantó mientras se estiraba y mantuvo una sonrisa en sus labios.
—Para de gritar como nena y despídete —dijo el negro antes de tirar de la manga de su chaqueta.
Los dos se pararon delante de la tumba. Sin quitar la sonrisa de su rostro se inclinaron y luego le pegó a Aaron en la cabeza para salir corriendo por los pasillos del cementerio. A lo lejos escuchó que lo llamaba mientras lo perseguía.
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