Capítulo XVII
El martes tampoco fue un buen día. JiMin se pasó todos los descansos al lado de TaeHyung para que le enseñara una materia, así que YoonGi no sintió la obligación de estar al pendiente del chico.
¡Ah! Otro detalle... JungKook también faltó ese día.
Sin apuro se fue al departamento estudiantil donde JungKook tenía clases para buscar a alguien que lo conociera y así averiguar cuál era su hogar.
El pelinegro tampoco le contestaba los mensajes o las llamadas, así que debía recurrir a otro medio: hablar directamente con él. Para su suerte, se encontró con una de sus compañeras, quien tenía su dirección. Además, durante la tarde JiMin estudiaría con TaeHyung, así que YoonGi no tendría que estar al pendiente del chico.
—¿TaeHyung irá a la casa?
—Sí. ¿Tú dónde estarás?
Miró al chico mientras sus manos estaban en su chaqueta de cuero, nada comparado a su antigua chaqueta desgastada.
—Debo hacer algo. Después me envías un mensaje cuando TaeHyung se vaya de la casa —pidió mientras veía que el castaño se acercaba hasta ellos.
—Está bien —contestó el peli-anaranjado y después se acercó al otro chico.
YoonGi se dio media vuelta y caminó al paradero para tomar el autobús, al cual pudo subirse sin mayor dificultad. Cuando se bajó del vehículo sacó su celular para asegurarse de que fuera el lugar correcto. Se trataba de una calle poco concurrida donde las piscinas se podían ver en el patio de cada casa.
Otra vez desbloqueó su celular para buscar la casa que concordaba con los números que tenía anotados. No se sorprendió que la vivienda fuera inmensa, pero no pudo apartar la mirada de la gran pecera que sobresalía de una de las paredes de la casa.
—¿Qué se le ofrece?
Inmediatamente dirigió su mirada a la mujer que se asomó por la gran puerta.
—¿Aquí vive JungKook? —No pudo evitar avergonzarse al decir el nombre sin ningún apellido correspondiente.
De igual manera, la mujer sonrió ampliamente y se acercó casi de un salto hasta él. Pareció realmente alegre.
—¿Eres amigo de Kookie? —interrogó la mujer, abriéndole la puerta y dejándolo pasar al patio delantero.
—En realidad, sí —respondió—. JungKook no ha asistido a clases y pensé que podría estar enfermo.
Para su sorpresa, la mujer lo abrazó por los hombros y le dio unas cuantas palmaditas en la espalda.
—Me alegra que vinieras —se apresuró a decir ella después de separarse—. Kookie no recibe muchas visitas. —Asintió por cortesía y la mujer se inclinó levemente en modo de respeto saludándolo. Ella apuntó hacia la puerta de la casa que se encontraba abierta—. Pasa. Kookie debe estar en su habitación.
Volvió a asentir y entró a la casa a pesar de que no sabía donde se encontraba la pieza del pelinegro. Se sacó los zapatos en la entrada y miró a la mujer, quien le apuntó las escaleras, así que la seguió mientras ella subía los escalones para llegar a la habitación del chico. Cuando se detuvieron delante de una puerta igual a las demás YoonGi se inclinó hacia ella en señal de agradecimiento y la mujer inmediatamente se fue.
—¿Kookie? —susurró para sí mismo sin poder evitar que una sonrisa burlona apareciera entre sus labios.
Dio dos toques a la puerta y, para su sorpresa, apareció el pelinegro tan desaliñado que lo sorprendió.
—¡Les dije que no quiero comer! —vociferó el menor, pero inmediatamente abrió los ojos cuando lo reconoció—. ¿Qué haces aquí?
—Eres un idiota —murmuró y luego pasó por un costado del contrario para entrar a la ordenada habitación—. ¿Por qué faltaste? ¿Estás enfermo?
—No estoy enfermo —susurró el otro algo asustado, lo que lo hizo fruncir el ceño.
Envió una rápida mirada a su alrededor, pero se detuvo sobre el elegante escritorio de vidrio que se apegaba a una de las ventanas. Tomó el pequeño frasco entre sus manos y dio unas cuantas vueltas para leer la etiqueta.
—Estoy algo resfriado —comunicó el chico mientras le quitaba el frasco de las manos.
Pero YoonGi no pudo evitar fruncir el ceño. Él reconoció esa etiqueta.
Miró los cajones del escritorio y los abrió con apremio, encontrándose con distintos frascos. Los tiró todos sobre la mesa, dándose cuenta que cada vez se acumulaban más y más francos con distintas etiquetas.
—YoonGi...
A pesar de escuchar el murmuro del pelinegro no se detuvo. Solo paró cuando abrió el último cajón y sacó la caja negra de cuero. El chico inmediatamente se la quitó de las manos, pero YoonGi al instante la recuperó y la abrió.
—¿Qué mierda haces? —preguntó con los dientes apretados a la vez que dejaba la caja sobre el escritorio y bajaba la cabeza con la intención de calmarse.
—YoonGi... —volvió a repetir el chico.
—¿Por qué tienes esto? —Le envió una rápida mirada al pelinegro y este agachó la cabeza.
—Yo...
Suspiró al no obtener respuesta y le echó una mirada rápida a todos los frascos de pastillas que estaban sobre el escritorio. Frascos que él mismo tenía que vender.
Se acercó hasta el chico y lo tomó con fuerza del brazo para levantarle la manga de su sudadera. Apretó los dientes cuando vio la marca entre morada y verde en su brazo.
—¿Por qué te drogas? —preguntó fuerte y claro para que el chico lo escuchara, este inmediatamente agachó la cabeza y apretó los labios—. ¡¿En qué mierda estás metido, JungKook?!
El chico suspiró y dejó caer su cabeza en su hombro. YoonGi se quedó estático cuando sintió que el cuerpo ajeno tembló por los sollozos.
—Mi vida es una maldita mierda, YoonGi —susurró el pelinegro contra su chaqueta.
—No es una maldita mierda, JungKook —aseguró y pasó sus brazos por los costados del chico para abrazarlo.
—Siempre hago las cosas mal. Soy un maldito imbécil, siempre lo he sido.
Apretó los labios al escuchar al chico. Lo llevó hasta su gran cama y lo obligó a que se sentara sobre el colchón. Envió una rápida mirada a la caja de cuero con la jeringa y los distintos frasquitos con líquidos antes de mirar al chico.
—¿Desde cuándo haces esto? —interrogó y el contrario se pasó las mangas del chaleco por los pómulos para secarse las lágrimas.
—Quince —contestó el otro entre dientes y YoonGi frunció el ceño.
—¿Quince qué?
El chico suspiró y le envió una rápida mirada avergonzada—. Quince años. —Abrió la boca para expresarse, pero no salió nada—. ¡Pero cuando entré a la universidad me prometí dejarlo! —se apresuró a decir.
—¿Entonces por qué estás inyectándote de nuevo? —preguntó al recordar el hematoma de su brazo.
—Últimamente las cosas no han ido bien... —mencionó JungKook con timidez.
—¿Es por TaeHyung? —cuestionó sorprendido. Al no ver respuesta, se levantó de la cama—. ¡¿Cómo puede gustarte tanto ese chico para ponerte así?!
—Estoy bien...
—¡No estás bien! —interrumpió—. ¿Por qué lo haces? ¿Quieres olvidarte del mundo o...?
—Tengo tendencias suicidas —respondió el chico casi sin voz, interrumpiéndolo.
—¿Suicida? —preguntó en un susurro y sin dejar de mirar al contrario—. ¿Te drogas porque quieres morir?
El pelinegro apretó los labios y se lanzó a llorar otra vez. YoonGi se sentó de nuevo en la cama y lo abrazó con fuerza.
—Lo siento mucho, YoonGi. De verdad lo siento —se apresuró a decir—. Nunca hago las cosas bien, pero siempre lo intento, ¿sabes? Intento conseguir buenas notas para alegrar a mis padres, intento ser bueno y agradable, pero nada funciona con nada, nada funciona conmigo. TaeHyung solo fue otra pequeña cosa que se añadió a toda mi mierda.
—Pero dijiste que lo dejarías. ¿Por qué consumes de nuevo? —preguntó con cuidado y puso una de sus manos en la rodilla ajena con la intención de dar apoyo.
—Todo iba bien. Tenía mucha esperanza de que las cosas salieran como quería esta vez —dijo JungKook, mirando hacia el suelo—. TaeHyung me gustó la primera vez que lo vi, nunca pensé que me obsesionaría con él.
—¿Te gusta tanto? —preguntó sorprendido.
—Creo que sí. Este fin de semana, en la fiesta, me di cuenta que no era un simple gusto idiota e infantil. De verdad me imaginé un bonito futuro con él.
—No lo hagas —se apresuró a decir—. Si lo haces lo desearás más a tu lado. Deberías simplemente dejarlo, JungKook.
—Lo sé, YoonGi. Es lo mejor, pero no puedo olvidarme de él. ¿Cómo un chico que conocí hace tan poco me puede gustar tanto? —preguntó el otro y lo miró directamente a los ojos, como si él le pudiera dar una respuesta.
—Me llevaré los frascos —dijo después de unos segundos en silencio.
JungKook suspiró y miró el escritorio de vidrio para observar la pila de medicamentos y la pequeña caja negra.
—¿No me los puedo quedar? —preguntó el menor, levantando la mirada hacia él.
—¿Estás loco? Si tienes esta mierda contigo nunca te recuperarás —aseguró y se acercó al escritorio para poner todos los frascos en una posición correcta, dándose cuenta que incluso habían nombres que no reconocía.
—¿Al menos me puedo quedar con la jeringa? —Miró al chico con los ojos entrecerrados y empezó a echar todas las cosas dentro de su mochila casi vacía—. ¡Por favor, déjala conmigo! ¿Siquiera sabes cuánto cuesta esa mierda?
A pesar de la situación no pudo evitar soltar una leve risa al ver que JungKook lo miró echar las cosas dentro de la mochila.
Definitivamente tenía que hacer algo con esa situación.
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