Capítulo VIII
Metió rápidamente las manos en los bolsillos de la chaqueta con la intención de mantenerlas calientes durante esa fría noche. A su vez, caminó apegado a los asquerosos y malolientes edificios para que la gente no se percatara demasiado de su presencia.
Los autos pasaron de vez en cuando por la estrecha calle para detenerse en alguna esquina poco iluminada y establecer una corta conversación con alguna chica que se situaba al lado del poste de luz con la intención de ofrecer sus servicios sexuales.
Evitó a toda costa mirar dentro de los callejones para omitir peleas que obviamente no quería y simplemente dejó que su vista siguiera por la acera que estaba delante de sus pies.
Cuando llegó a la casa casi desecha se dirigió de inmediato al garaje poco iluminado y se asomó por ahí para ver a los hombres sucios y andrajosos sentados sobre sillas de plásticos mientras tomaban cerveza.
—¿Qué quieres, chico? —preguntó un hombre alterándose de la nada y levantándose de su silla.
—Es YoonGi —murmuró otro y meneó la cerveza que tenía en la mano mientras se le acercaba.
—YoonGi no se teñiría el cabello como un completo maricón —respondió el otro mientras le daba una rápida mirada.
Suspiró, pero mantuvo su rostro serio. Tomó la mochila que colgaba de uno de sus hombros y la abrió para sacar la bolsa negra, la cual lanzó hacia uno de ellos.
—¡Oh, mierda! Sí es YoonGi —dijo el hombre, sonriendo, a la vez que le echaba un ojo al contenido.
—El dinero. —Elevó la palma abierta hacia ellos.
—Vamos, pásale el dinero —musitó el hombre de la bolsa a uno que estaba a su lado.
El sujeto elevó la mano con el manojo de billetes amarrado con una banda elástica, pero se detuvo cuando estuvo a unos centímetros de su mano.
—¿Quién es ese chico? —El hombre apuntó con la cabeza por detrás de YoonGi.
Se volteó levemente y frunció las cejas, porque en realidad no supo a quién se refirió. Cuando se dio cuenta de quién se trataba apretó los ojos y suspiró para intentar calmar el enfado que le recorrió el cuerpo.
—Viene conmigo. —Pasó velozmente sus ojos por los del desconfiado hombre.
—Pensé que solo andabas con un negro.
—Al negro lo balearon —argumentó y se removió un poco sobre la tierra suelta que polvoreaba sus costosas zapatillas de marca deportiva.
—¿Así que ese es tu nuevo compañero? —preguntó y YoonGi asintió rápidamente—. Espera un momento... esas ropas...
—Sujétalo —habló otro hombre, haciendo que lo tomaran por las muñecas.
Al ver que el sujeto se dirigió hacia el chico que se escondía estúpidamente detrás del muro se alteró de inmediato. Se suponía que debía cuidarlo, no meterlo en problemas.
De un tirón se soltó del hombre para correr hacia el otro y tomó el manojo de billetes que este tenía en las manos. Dio dos grandes zancadas para tomar al chico del brazo y tiró de él para que salieran del lugar.
—¡Hey!
Echó despreocupadamente el dinero dentro de la mochila para luego cerrarla y ponerla sobre su hombro. Tomó al chico por la muñeca para tirar de él con la intención de correr más rápido, evitando rotundamente los gritos e improperios que fueron dichos por los hombres que se subieron a sus autos y corrieron detrás de ellos.
De un momento a otro sintió que la mano que agarraba se soltó y se alejó. Con ello se detuvo inmediatamente para darse cuenta que el contrario se tropezó.
—¡Mierda, JiMin! ¿Por qué en los momentos que debemos escapar te caes? —Lo levantó con rapidez y con ello se dio cuenta que el otro se hizo una herida en la mejilla.
Siguieron corriendo por unas cuantas calles y se detuvieron cuando vio que JiMin empezó a tener problemas para respirar. Por ello se metieron en un oscuro callejón y se escondieron detrás de dos grandes basureros, situación muy parecida a la primera vez que se conocieron.
—YoonGi, yo...
—Solo cállate —habló seriamente para luego ver que los hombres corrieron y se perdieron por calles cada vez más lejanas.
Cuando estuvo seguro de que ya nadie los descubriría se dejó caer para sentarse sobre el mugroso suelo y así poder controlar su propia respiración.
—¡¿Qué mierda haces aquí?! ¡Nos pudieron haber matado!
—Lo siento. De verdad no...
—¿Por qué me seguiste? —interrumpió.
—Tenía curiosidad —articuló el contrario para después apretar con fuerzas los labios y bajar la cabeza—. Cuando te vi salir de la casa tan tarde pensé que quizás, si te seguía, podría saber algo de ti y... no sé...
—Está bien. —Suspiró mientras cerraba ligeramente los ojos. Su intención más bien fue interrumpirlo—. Solo no lo vuelvas a hacer.
Se levantó del repulsivo suelo y tomó al peli-anaranjado de un brazo para levantarlo también. Se acercó hasta la salida del callejón, echó una rápida mirada y salió por completo a la calle.
—¿Haces estas cosas a menudo? —preguntó el otro en un murmuro cuando los dos estuvieron caminando silenciosamente por la acera.
—Es mi trabajo —susurró y metió las manos dentro de los bolsillo de su chaqueta.
—¿Tu trabajo? ¿Vendes drogas? —interrogó JiMin y YoonGi asintió—. Entonces ¿por qué mierda un drogadicto cuida de mí? ¿Cómo mis padres aceptaron esto?
—No soy un drogadicto —refunfuñó—. Y tus padres no lo saben.
—¿Cómo...? ¿No saben? ¿Qué les dijiste? —cuestionó el chico buscando su mirada.
—Mi jefe hizo el trato. Me hizo pasar por su hijo que estudiaba como detective privado. —Miró de reojo a JiMin.
—Pero en realidad no estudias ni has estudiado nada, ¿cierto?
—Necesito el dinero —habló de inmediato. Se sintió avergonzado al poner una excusa como esa.
—Está bien. Creo que de cierta manera lo entiendo —articuló JiMin a la vez que levantaba la cabeza para mirar hacia el oscuro cielo.
—¿Lo entiendes? —preguntó extrañado.
—En realidad no lo hago, pero... no sé por qué... —El chico se rio suavemente—. Creo que lo tengo que entender.
Asintió y los dos se quedaron en silencio mientras caminaban hacia la gran multitud que se situaba a un lado de la parada de autobuses.
—¿Me seguiste en auto? —preguntó, recordando su gran y majestuoso vehículo.
El contrario negó con la cabeza y luego apuntó hacia uno de los autobuses que se aceraba—. Tomé el mismo autobús que tú. No sé cómo no te diste cuenta que te seguí.
JiMin soltó una suave risa, al parecer divertido con su propio comentario. Por otra parte, YoonGi no le contestó nada y solo lo miró por unos segundos mientras el contrario reía. Aún no tenía claro qué debía pensar de ese chico.
—Ahí viene el autobús. —Llevó la vista hacia donde el peli-anaranjado apuntó.
Cuando JiMin subió al gran automóvil inmediatamente YoonGi lo seguió y por un extraño momento se sintió sumamente protector, asegurándose siempre que nadie mirara de más al chico por andar con ropa costosa en ese tipo de juego barrio. Cuando estuvieron los dos arriba se sentaron en unos asientos vacíos.
—¿Cuánto tiempo estarás cuidándome? —preguntó el otro, haciendo que YoonGi saliera de su pequeña ensoñación, percatándose también que no apartó su mirada del chico en ningún momento.
—Hasta que te comportes correctamente.
—Si tuvieras la oportunidad de irte justo ahora, ¿lo harías? —cuestionó JiMin, mirándolo directamente a los ojos.
—¿Debería hacerlo? ¿Debería irme y ya?
Siendo sincero, ni siquiera YoonGi sabía la respuesta.
—No me gustaría que te fueras —habló el otro después de unos segundos en los que pensó su respuesta—. Creo que hay bastantes cosas que me gustaría saber de ti.
YoonGi asintió, porque en realidad tampoco sabía cómo debía responder a eso.
—Por cierto... ¿Eres amigo de NamJoon? —preguntó YoonGi, cambiando imprevistamente de tema. Consideró que era mejor dejar de hablar de sí mismo.
—¿Cómo lo conoces? —cuestionó el chico y le sonrió un poco.
—Me habló mientras estábamos en clases.
—Somos amigos. —JiMin asintió para luego encogerse de hombros.
Miró por la ventana y se dio cuenta de que llegaron a la calle donde se tenían que bajar. Los dos descendieron del autobús en silencio y caminaron hasta la gran casa sin decir ninguna palabra. Cuando entraron todas las luces estaban apagadas, así que intentaron entrar haciendo el menor ruido posible.
Por lo que sabía, el padre de JiMin trabajaba en Australia y la madre en New York, así que en la casa solo estaban los criados y la pequeña pero insoportable MinAn, aunque ya no era tan insoportable.
—Ven conmigo —le ordenó a JiMin después de que entraran a la habitación y él dejara sus cosas sobre la cama—. Tengo que limpiarte la herida.
El peli-anaranjado soltó unos cuantos insultos, pero de igual manera obedeció cuando le dijo que se quedara sobre la cama mientras que él buscaba las cosas para curarlo.
—Esto te puede arder —avisó cuando echó el líquido transparente sobre el algodón y luego lo acercó a la mejilla de JiMin.
—Lo sé, maldición. Solo apresúrate —dijo entre dientes el contrario justo cuando el algodón hizo contacto con su piel.
Se quedó un momento ahí, mirando el perfil de JiMin, como apretaba su barbilla y miraba hacia otro lado mientras YoonGi daba pequeños toques sobre el rasguño.
—Deja de mirarme y apresúrate —exigió el otro y le envió una rápida mirada.
Por un momento se asustó, pero de inmediato volvió a la realidad, haciendo que su ceño se frunciera.
—Ya está —dijo cuando se aseguró de botar el algodón usado en el basurero que estaba a un lado del escritorio.
—¿Y no soplarás para que deje de arder? —preguntó JiMin, haciendo un puchero.
—Vete a acostar, JiMin —habló después de rodar los ojos.
El chico refunfuñó y lo imitó en voz baja mientras se dirigía hacia su cama.
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