Capítulo VII
El día pasó increíblemente lento. Estuvo pendiente en todas las clases de la cabellera anaranjada que no le decía nada desde la noche anterior. Supuso que estaría avergonzado y YoonGi también lo estaba, pero ni siquiera ese día en la mañana, mientras fueron juntos a la universidad, el otro dijo alguna palabra.
—Un momento... —murmuró para sí cuando vio que un chico pelinegro pasó de largo por su lado.
Se detuvo a mirar al contrario atentamente mientras el otro caminaba apegado a sus libros y con la cabeza gacha.
—¡Oye! —gritó para llamar su atención, pero el chico ni siquiera alzó la cabeza.
YoonGi corrió hacia él, lo tomó por el brazo e hizo que se volteara a mirarlo, por lo que se dio cuenta que el chico estaba demasiado asustado.
—Tú me besaste. —Lo apuntó y mantuvo una sonrisa en sus labios. Se le hizo divertida la situación.
—¿Yo? —preguntó tímidamente el contrario y tan bajito que a él le dieron ganas de pegarle en la cabeza.
—Sí, tú. Idiota. —Se cruzó de brazos para mantener una actitud más seria—. ¿Me podrías decir por qué me intestaste besar ayer?
—Yo... No recuerdo —habló el pelinegro, girando un poco su cabeza como si pensara.
—¿No? —murmuró y frunció el ceño.
—Sé que fui a una fiesta, pero no recuerdo que besé a alguien. De hecho, nunca te he visto antes —concluyó el otro.
—Entiendo... —Le envió una rápida mirada—. ¿Este es tu primer año?
El chico asintió.
—¿Almorzarás? —interrogó cohibido el desconocido y apretó un poco más sus libros. YoonGi asintió—. ¿Te importa si almuerzo contigo? Yo...
—¿Aún no tienes amigos aquí? —cuestionó y el chico asintió avergonzado—. Claro, almorcemos juntos.
Pasó el brazo por sobre los hombros ajenos. NormalmentePb no era mucho de acercarse a las personas, pero ese chico le recordó a alguien, a uno de los niños del orfanato al cual golpeaban bastante. Era extraño, lo sabía. Solo... sintió que debía protegerlo.
—¿Cuántos años llevas en la universidad? —preguntó el chico mientras caminaban hacia el comedor.
—Es mi primer año —respondió con una sonrisa.
Al lado de ese desconocido tan cohibido se sintió extraño. Definitivamente, tenía que cuidarlo.
—¿En serio? Te ves mayor —concluyó el otro y jugó con los espirales de los libros que tenía en las manos.
—Tengo veintidós años —mencionó—. ¿Tú cuántos años tienes?
—Dieciocho —dijo con simpleza el contrario mientras entraban a la cafetería y se ponían a la cola para sacar algo de comer.
—¿Apenas saliste del instituto ingresaste? —interrogó y el otro asintió—. ¿Qué tal si buscas una mesa y yo llevo la comida?
—Pero yo puedo...
—Tienes los libros en las manos. Ve a buscar una mesa. —Apuntó con la barbilla hacia donde las personas comían.
El chico le asintió obedientemente y luego se dirigió a hacer lo que le mandó.
Cuando YoonGi tuvo las dos bandejas entre las manos se dirigió hacia donde pudo distinguir la cabellera negra del chico. Puso las cosas sobre la mesa y el otro alzó la cabeza para mirarlo.
—Aún no se tu nombre —murmuró el otro después de agradecerle por la comida.
—YoonGi. —Tomó los palillos para comer—. ¿Tú cómo te llamas?
—JungKook —dijo el chico con la boca llena.
Los dos comieron en silencio después de eso. YoonGi de vez en cuando miraba al pelinegro, pero este no hizo más que concentrarse en su comida.
—Pareces bastante tímido —confesó cuando ya casi no quedaba comida en ninguno de los dos platos.
—Soy tímido —habló el otro y le sonrió débilmente—. Gracias por acercarte a mí, si no lo hubieras hecho no sabría qué hacer justo ahora.
Después de unos minutos en que los dos terminaron sus almuerzos se levantaron de la mesa y caminaron hacia la salida del comedor.
—Nos vemos luego, ¿sí? —preguntó y JungKook asintió efusivamente sin quitar la sonrisa de sus labios.
Cuando entró a la siguiente clase intentó buscar inmediatamente al chico de cabellera anaranjada, pero no lo vio por ningún lado, así que salió de la sala casi corriendo justo en el segundo en el que el profesor ingresó con su infinidad de papeles.
Caminó por los pasillos un tanto alterado en el intento de buscar al maldito de JiMin que no sabía dónde se metió. En algún punto del trayecto no pudo evitar detenerse cuando escuchó un extraño ruido a su izquierda. Se detuvo ahí e intentó descifrar el pequeño alboroto que había a su costado.
Lo primero que se le llegó a la mente fue la cara de JiMin un tanto sudada por el esfuerzo y reposando sobre el asiento del vehículo.
Un tanto abrumado abrió con lentitud la puerta que estaba delante de él.
—¡Oh, Mierda! Acaba rápido —dijo YoonGi inmediatamente para luego cerrar la puerta. Recargó su cuerpo en la pared y repasó en su mente lo que vio.
—YoonGi. —Levantó la cabeza para encontrarse con el desordenado chico.
—JiMin... Tú... ¿Se la estabas chupando? —interrogó entre avergonzado y burlón.
—Yo...
—Eres asqueroso —concluyó con desgano para luego separarse de la pared y ponerse a caminar.
—YoonGi, no seas así. Soy un chico de veinte años. Tengo derecho...
—¿De divertirte? Lo sé —dijo, deteniendo su explicación.
—¿Entonces dices todo esto porque soy gay? —preguntó JiMin, quien lo detuvo por un agarre en el codo.
—No, no lo hago por eso —musitó con una mueca de desagrado—. Simplemente deberías tener más respeto, JiMin. ¡Y deberías ir a clases!
—¿Qué te importan a ti mis malditas clases? —cuestionó el otro cruzándose de brazos.
—Tienes una carrera jodida, pero en vez de ir a clases y ser un buen profesional se la chupas a un chico que de seguro ni siquiera conoces —gruñó.
Se volteó para dirigirse hacia la sala de clases, pero el chico lo volvió a tomar del brazo.
—Maldición, YoonGi. Tan solo espérame, ¿sí? —JiMin lo soltó y se volteó para entrar a la pequeña habitación. Al segundo salió con su mochila sobre el hombro.
JiMin tuvo que correr para alcanzarlo, puesto que YoonGi avanzó sin considerar la petición del peli-anaranjado.
—¿Estás molesto? —preguntó el chico mientras buscaba su mirada.
—¿Por qué debería estarlo? Solo no me causes problemas —habló, decidiéndose por no prestarle más atención al chico. Se adelantó un poco más en dirección hacia el salón.
—No nos dejarán entrar a clases —murmuró el contrario. YoonGi se detuvo y suspiró profundamente.
—¿Siempre haces esto? —cuestionó y se cruzó de brazos.
—¿Qué cosa?
—Ir y hacer cosas así con chicos. —Retomó el rumbo hacia los campos de la universidad.
—Pues... A veces lo hago —articuló el otro mientras levantaba los hombros con desinterés.
YoonGi se acomodó a los pies de un floreciente árbol y el chico que le seguía se sentó a su lado.
—¿Por qué no tienes novio? —preguntó y JiMin giró la cabeza mientras miraba el pasto.
—No lo sé, ninguno de los chicos con los que estuve ha querido algo serio —habló sin siquiera dirigirle una mirada.
—¿O sea que...?
JiMin se encogió de hombros. A pesar del tema que hablaban igual le sonrió.
—Solo me quieren para tener sexo. Hubo un momento en el que tuve un novio, pero... —el peli-anaranjado se interrumpió a sí mismo—. ¿Por qué mierda te cuento esto?
Al notar que su celular sonaba se sintió inmediatamente extrañado. Sacó en objeto de su bolsillo y se encontró con el número de su jefe.
—¿YoonGi? —preguntaron desde el otro lado de la línea, así que de inmediato se levantó para alejarse de JiMin.
—Sí. ¿Sucede algo? —respondió, dando unas cuantas miradas a su espalda, donde el peli-anaranjado le miraba atentamente.
—¿Cómo van las cosas? —interrogó el hombre con voz áspera.
—Bien —murmuró cortante.
—Entonces el chico no es tan difícil como parecía —dijo el otro, divertido—. Por cierto, le dispararon a Aaron.
—¿Qué? —Rio nerviosamente para no alterarse—. ¿Cómo...?
—No le pasó nada. La bala solo le rozó el hombro —continuó el hombre desde el otro lado.
—Pero él...
—¡Por cierto! Hoy necesito que estés aquí —sentenció su jefe, haciendo que YoonGi quedara rígido.
—Pensé que debía estar siempre cuidado al niño. Además, ¿para qué me quiere? ¿Necesita que cuide a Aaron? —cuestionó y le envió una rápida mirada a JiMin, quien ya no lo observaba.
—No es eso. Solo necesito que me ayudes a dejar unas cosas. El negro en cama interrumpe mis trabajos —habló el mayor con desagrado.
—Pero, jefe, si dejo solo al chico...
—Si no vienes tendré que sacar al negro del juego. Tú decides. ¿Debería esperarte? —preguntó burlón el hombre.
—Claro, estaré allí esta noche —dijo entre dientes antes de que cortaran la llamada.
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