9
— Noona —grito afuera de la casa de Muriel— Ya vamos a la escuela.
Han tenía la costumbre de pasar a buscar a su mejor amiga como cada día, le quedaba de paso de camino a su colegio, además, disfrutaba de la compañía de la chica que siempre le ha gustado.
Ese día en particular, Muriel se demoró un poco más en salir, su rostro no era el mejor, pálido y sus labios secos, abrigada a pesar de el día estar solo con camiseta.
— Vamos —le dijo pasando por su lado sin saludarlo como cada día en la mañana.
— Espera —la sostuvo de su mano, se acercó a ella y se le quedó viendo unos segundos, algo le sucedía.
— No quiero ir —dijo ella con sus ojos llorosos.
— ¿Estás enferma?
— Algo así —murmuró quitando la vista de él avergonzada.
— Si no me dices que tienes no sabré qué sucede.
— Tengo cólicos —murmullo casi inaudible.
— ¿¡Qué!?
— Que tengo cólicos, ¿si?... —lo miro enojada, a Han se le enrojeció su rostro completamente.
— ¿Primer día? —ella asintió.
— Primera vez —confesó y Han la abrazó escondiendo su vergüenza, no se guardaban secretos, nunca, pero tampoco esperaba que ella le contará eso tan privado para una mujer— quiero quedarme en cama y no levantarme en todo el día.
— ¿Y qué te lo impide?
— No quería que fueras solo de camino —él sonrió con orgullo.
Se alejó de ella para mirarla fijamente y acarició su cabello, dejó un beso suave en su frente y volvió a mirarla.
— Ve adentro, quédate en casa y me conseguiré tu tarea, cuando regrese, te traeré golosinas.
— ¿Por qué golosinas?
— Mm.. no lo sé, cuando mamá está con su periodo papá siempre le trae golosinas, creo que te hará sentir mejor.
— Eres el mejor amigo del mundo, Yeobo.
Han sintió una espinita incrustarse en su pecho ante las palabras, sí, le hacía sentir orgullo también, pero, agradecería que Muriel lo vea con otros ojos.
Por la tarde cumplió su palabra, con una compañera que le pidió una cita a cambio, se consiguió la tarea de ese día para Muriel, pasó por la tienda y compro dulces, golosinas, chocolates y helado y al llegar a casa, vieron una película mientras comían todo aquello.
De vez en cuando, Muriel miraba el perfil de Han, perdiéndose en su mejor amigo, y por un momento deseo que esos sentimientos por Jungkook, fueran por Han, su alma gemela.
Muriel vestía un hermoso pantalón de tela color caqui, un saco en la misma tonalidad, zapatillas y una camiseta blanca, su cabello suelto y un leve maquillaje que le combinaba con su vestuario.
Para Han, era una princesa andante.
— ¿Deberíamos comprar flores?
— Deberías, le compras a mi madre y a la tuya. —el hizo una mueca por la patudez de la chica.
— Bien, lo haré, compraré las mejores flores para las mujeres de mi vida.
Muriel sonrió enternecida con su actitud, siempre supo que el muchacho era el hombre ideal que sus padres querían para ella.
Lo miró a su lado y nuevamente se perdía en esos labios que por la mañana tenía tan cerca, tentando a romper la primera regla de la amistad.
Tragó con fuerza y miró en dirección a la ventana, fue entonces que Han la vio fugazmente, notando lo hermosa que se mira.
— Quiero comprar pastelillos.
— ¿Aquí? —ella asintió, detuvo el auto y bajaron juntos.
Las chicas del lugar quedaron encantadas con su presencia, y por primera vez sentía como le molestaban las miradas hacia él.
— ¿Qué te pasa Muriel? —susurro para si misma— ¡Estás con Jungkook!
— ¿Qué?
— ¿Qué? —respondió asustada Hannie estaba a su lado viéndola sin expresión alguna, él llevó su dedo índice a su frente y la empujó.
— Ah!... ¡Ya! —grito molesta— ¿Quieres morir? —lo vio sonreír y su corazón comenzó a latir con fuerza está vez, no pudiendo controlar lo que le sucedía.
— No deberías llevar ese —apuntó la mano que sostenía un pastelillo— es con sabor a nueces —se acercó a su oído— eres alérgica, ¿O quieres morir?
Lentamente ella miró de soslayo, ¿por que tenía que tentarla de esa manera? ¿Qué le pasaba que tenía esos pensamientos y deseos con su amigo? ¿Y por qué su corazón no dejaba de latir con tanta fuerza cuando lo tenía cerca? Podría jugar incluso que palpitaba más rápido que con Kook.
— Debería morir —lo soltó y agarro otro para meterlos en la bolsa de papel— Sí, claro que debería morir, no sé qué carajos me pasa.
— ¿Con que?
— Piérdete —le dijo en un susurro.
— ¿Y ahora que hice, Noona? —ella se quejó como si llorara— ¿Estás con tu periodo? ¿Quieres que vaya por dulces?
— ¡Maldición, Ji Sungie! —le gritó dejando atónito al chico— deja de ser así, me estás enloqueciendo —agarro unos cuantos panecillos más y se los llevó hasta el lugar donde pagaría.
Han se quedó pasmado preguntándose qué había hecho, su corazón se apretó por un momento, no recordaba haber cometido algún error, sus ojos por un momento se llenaron de lágrimas y tomó aire profundo para soltarlo en un suspiro evitando llorar.
Salió de la tienda en dirección a su auto y la espero ahí.
El camino hasta Busan se volvió dolorosamente silencioso.
Había comprado dos ramos de petunias, diferentes colores, se quedó mirando los tulipanes rosas que significaban una confesión de amor, pero, con lo sucedido anteriormente, ni ganas le dió de comprarle flores a Muriel.
Minutos después y luego de un largo viaje habían llegado a la casa de los padres de Han, esté, tomó aire y luego soltó para quitarse el cinturón, el nudo aún seguía en su garganta dispuesto a salir en cualquier momento.
— Yeobo —le dijo ella queriendo pedir perdón antes de bajar.
— Ahora no —le respondió él descendiendo del carro.
Agarró los ramos de flores y se abrió paso al interior del jardín simulando una sonrisa al ver a los mayores.
Pronto tomaron asiento a la mesa, el timbre sonó en todo el lugar, una de las madres fue a abrir y al volver, venía con Jungkook a sus espaldas.
— El último invitado llegó —dijo y todos se sentaron alrededor de la mesa, comiendo y respondiendo las preguntas que los adultos les hacían a los menores.
— ¿Cuál fue el motivo de esta reunión? —pregunto Han luego que Jungkook respondiera una pregunta.
— Bueno… —los adultos se miraron— como padres,hemos estado hablando mucho —dijo la mamá de Han— y en vista que ustedes no dan el paso queremos…
— Queremos que se comprometan —dijo la madre de Muriel emocionada llamando la atención de todos.
— ¿No…nosotros? —pregunto Muriel apuntando con Han y de paso, mirando a un Jungkook muy confundido.
— Sabemos que se gustan, ya no pueden negarlo, vivieron juntos un tiempo, y bueno, Hannie cuando era pequeño prometió que se casaría contigo.
— Mamá —advirtió el chico.
— Es verdad, siempre de niño lo decía, incluso para tu graduación te pediría ser su novia —Jeon apretó su puño bajo la mesa— y qué decir del escándalo que armó cuando se besaron en esa obra de teatro —las palmas de Ji Sung golpeando la mesa hicieron a todos saltar de espanto.
— Mamá…
— Lo siento, Oma, Omeoni, Appa, Habussie, pero, yo ya estoy saliendo con alguien.
— Muriel, no hay mejor candidato que Han, y lo sabes, ustedes siempre…
— ¿Es una obligación? —preguntó ella— ¿Nos están obligando?
— No, claro que no.
— Entonces no —dijo firme y ahora el que apretaba sus puños era Han— me rehuso a este compromiso, Han tiene el derecho de enamorarse de quién quiera, al igual que yo.
Finiquito para luego levantarse de su lugar y salir molesta de la cocina, Jungkook, no dijo nada durante ese intercambio de palabras.
— Lo siento, permiso —dijo está vez y salió en busca de Muriel.
— ¿Por qué? … ¿Por qué lo hicieron?
— Solo queríamos darte un empujón —Han bajó su cabeza está vez no evitando las lágrimas.
— Ella nunca sentirá nada por mi, solo soy su amigo —su voz se quebró— y ahora lo complicaron todo porque expusieron mis sentimientos, ya no confiara más en mi —levanto su rostro para mirar a los adultos— la perdí como amiga por culpa de su inmadurez.
Se levantó molesto y salió de la casa, viendo a Jungkook como consolaba a Muriel y le besaba sus labios, ahora comprendía todo.
Las lágrimas se volvieron más dolorosas, no podía respirar, lo están perdiendo todo, nunca debió aceptar ir a esa cena, ya nada le quedaba.
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