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22


El día blanco era el más esperado por los jóvenes de la escuela central de Busan, un día en el que se había hecho tradición conquistar a las chicas de quienes estaban enamorados los jovencitos. Este año no fue la excepción.

Los pasillos estaban adornados por doquier con corazones, globos y tulipanes artificiales de color rosa, esa flor en específico significaba una declaración de amor, el que duraría hasta el final de los días.

Jungkook caminaba por el pasillo B en busca de Muriel, ese día le confesaría su amor, estaba decidido a ello, tomó entre sus dedos los boletos para el programa televisivo al que se presentaría Ailee una cantante que según la chica tenía los mejores Ost de la historia, así fue como se volvió su fan número uno. Es que sus canciones le erizaban la piel y de alguna forma habían momentos en que las letras la representaban en su día a día.

Y cuando estaba a punto de entrar al salón de clases divisó por la ventana un tumulto de chicas alrededor del asiento de Muriel que cuchicheaban por lo bajo.

Perdido en sus pensamientos fue a su pupitre y se quedó viendo deduciendo que había sucedido, fue entonces cuando la chica entró al salón y sus compañeras se abrieron paso a su asiento.

— ¿Qué sucede? —preguntó ella

Bajo la mirada al instante y vio las flores allí. Un enorme ramo de tulipanes rosas con un cinto blanco que las mantenía una con la otra firmemente. Muriel trago pesado, se acercó para buscar la nota y apenas la leyó dió un suspiro eternamente molesto.

Agarró de él y caminó por los pasillos hasta el segundo piso, detrás de ella, unos cuantos testigos para aquel drama que se avecinaba.

Hace unos días, un chico de último año se le declaró de una forma tan romántica que cualquier chica hubiera caído a sus pies, pero no Min, su corazón estaba ocupado por dos chicos y no tendría espacio para otro más, además, Moon Do Miung era muy conocido por solo utilizar chicas a su beneficio, ella no sería una de ellas.

Apenas llegó frente a él, quien estaba con sus amigos dejó caer el enorme ramillete de flores desarmando incluso a los pétalos.

— ¡Ya! —grito el joven cólico de rabia— ¿Sabes cuánto gasté por eso?

— ¿Acaso yo te lo pedí?

— Maldita engreída —levantó su mano simulando querer abofetearla— así ningún hombre va a quererte.

— No dependo del amor de un hombre —el tipo sonrió con sorna y dió un paso a ella.

— Deberías coger para que se te quite lo amargado.

— Quizás lo haga, pero tú nombre no está en mi lista mental —respondió sin ninguna pizca de miedo— deja de intentar que me agrades, Moon, te hace ver patético

Min Muriel giró sobre su eje, ahí su cuerpo dió un temblor, claro que tenía miedo, Do Miung era muy conocido por ser agresivo con las chicas que se le negaban, una que otra debió cambiarse de institución solo para no recibir más acoso por parte de él.

Pero ella no lo vio venir.

Cuando Muriel daba sus pasos agónicamente llena de temor por las represalias, Moon Do Miung dió una fuerte nalgada en su trasero, atrapado con su mano y acercándose a su espalda para frotarse con ella.

— Ni cuenta te darás cuando esté sobre tí —le susurro en el oído y ella sintió unas ganas enormes de vomitar su desayuno.

La mirada de la chica se nubló ante las lágrimas que amenazaban con salir, y solo pudo distinguir dos siluetas acercándose a ella con rabia, abriendo paso entre los que estaban presentes siendo testigos del abuso de Moon.

Uno de ellos la tomó de la mano para quitarla de ahí, mientras que el otro daba una patada en el pecho de Moon tirando al instante al piso a los pies de la tropa de sus amigos.

— ¡Saquela de aquí! —dijo Ji Sung a una de sus compañeras quienes actuaron al instante y la empujaron por el pasillo.

Muriel miró en retroceso y pudo distinguir a Jungkook peleando con un par y Han con otros.

Para suerte del trío, las chicas que acompañaron a la muchacha habían grabado todo lo sucedido, junto con sus declaraciones ante los hechos, solo obtuvieron una fuerte reprimenda. En cuanto a Moon, su padre decidió sacarlo de la escuela, puesto que el papá de Muriel es un gran abogado que no dejaría por nada en el mundo que a su hija le siguiera hostigando de esa manera.

Finalmente Kook no pudo entregar los boletos para el show, tampoco pudo Han entregarle la pulsera que él mismo hizo, una igual a la que traía puesta, algo así como pulseras de parejas. Ambos chicos miraron los regalos que tenían en su poder en diferentes lugares de aquel salón al que limpiaban como castigo, dieron un suspiro y siguieron con la limpieza.

— No debieron entrometerse —dijo con una voz severa.

— No pensaba quedarme mirando mientras ese idiota te tocaba —dijo Kook y Han lo miro con molestia

— Tampoco yo permitiría que te humille.

— Pero ahora están castigados por mi culpa.

— Valió la pena romperle la naríz —siguió limpiando las ventanas— además, ahora al menos ya no te molestarán más.

— Gracias —dijo en un hilo de voz, ambos chicos detuvieron sus quehaceres para verla— la verdad es que moría de miedo a sus actos, no sabía cómo defenderme de eso —lloró recordando el trauma vivido.

Jeon dejó las cosas sobre la mesa y tuvo una fugaz discusión con su cuerpo que le pedía a gritos ir a consolarla, pero para cuando ya se decidió, Ji Sung tenía a Muriel en sus brazos y besando su cabeza.

— Yeobo, yo siempre estaré ahí contigo y para ti, y no permitiría que ningún idiota te ponga una mano encima, lo juro

«Debería ser yo» pensó Kook «debería ser yo quien la tiene entre sus brazos, verla así, limpiar sus mejillas y hacer esa promesa» sin embargo, a pesar de su auto reproche siempre terminaba viendo como esos dos eran aún más cercanos y él, terminaba siendo la piedra de tope, el que tocaba el violín, el que estaba demás.

Quita la miraba con molestia agarró su bolsa y salió del salón sin importarle no terminar aún con el castigo dado, simplemente no podía ver aquella escena que le partía el corazón en dos.

Han Ji Sung tomó una botella de vodka, un jugo de naranja, un vaso y se sirvió para beber la mezcla.

Aún no se permitía perdonarse por lo sucedido hace unos meses, lamentaba tanto sus actos que si se encontrará con la chica de frente no podría mirarla siquiera a los ojos, no merecía siquiera dirigirle la palabra.

Se echó en el sofá y cerró los ojos solo para recordar los bellos y anhelados momentos Pero en su lugar solo venía aquella fuerte discusión en la que le hizo más daño del que quiso hacer.

— ¿Qué es esto? —pregunto ella mirando el teléfono de Han.

— ¿Por qué revisas mis cosas? —reclamo con molestia y arrebatando el celular de sus manos.

— Han Ji Sung, ¿Fuiste tú?, ¿tú hiciste público el romance?

— ¿Aún te duele?, Yo estoy aquí contigo —su tono severo salió entre dientes con rabia

— Claro que estás conmigo, ¿Pero a cambio de qué?

— Muriel, ¿Acaso sientes algo por mí?, ¿Alguna vez me has visto con ojos que no sean de amistad?

— Los amigos no tienen sexo, no se besan, no forman sentimientos.

— ¿Si o No?

— Sí, tú me gustas, Han, si me preguntarán cuál es mi tipo ideal diría tu nombre, hemos sido tan cercano que he llegado a confundirme…

— Pero tú corazón no late por mi como lo hace por él.

— No has contestado mi pregunta, ¿fuiste tú quien filtró ese romance?

— Sí, fui yo, quería abrirte los ojos y dejarte en claro que ellos nunca se van a separar, así como el nunca te amara como lo hago yo

— Pues, si tú amor es a punta de traiciones no lo quiero.

— ¿Traiciones? —lanzó un jarrón de vidrio al muro muy cerca de ella.

Al momento del impacto este se hizo trizas en cientos de trozos, uno que otro fue a parar a la mejilla de Muriel, quien hizo el intento de cubrirse no consiguiendo a tiempo.

Con una mirada temblorosa y las lágrimas a punto de salir, se tocó el pómulo pudiendo tocar la astilla incrustada, Han intentó acercarse Pero estaba tan aterrorizada que retrocedió al punto de caer, nunca lo había visto así, como si viera un genuino monstruo, y él para nada era así.

— Solo déjame llevarte al hospital.

— Iré sola —giró y tomó su chaqueta.

Muriel solo pudo oír la rabia que tenía Ji Sung desquitando con cosas del hogar, las que se quebraban por los golpes que él daba.

Tiempo más tarde decidió salir por ella, pero no pudo encontrarla en ninguno de los hospitales cercanos, entonces, decidió volver a Seúl e ir en busca de ella.

Muriel en vez de ir al hospital, camino por la carretera recordando lo que vió por parte de Han, traumatizado por los recuerdos recientes y esperando poder encontrar consuelo en quien sea.

Fue ahí, cuando un angelito pasó deteniendo su carro para ayudarle, corrió hasta el auto y vio a Jimin quien desvanecía su sonrisa al verla herida.

La subió al auto, la llevó a su casa, y llamo a un médico que la ayudó con su herida y le dió un par de puntadas casi invisibles para que no le quedará ninguna cicatriz notoria.

Han sirvió en su vaso el último trago de Vodka, el que terminó de beber solo pues el jugo de naranja se había terminado pronto, eliminó la dichosa publicación y susurro un “Lo siento” que se llevó el silencio.

Ahí, borracho y arrepentido se durmió extrañando a su amada y llorando por el dolor y desconfianza que dejó en ella.




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