XXII
— ¿Estás llorando?
Sus codos estaban apoyados sobre sus rodillas, tenía el rostro entre las manos e intentaba hacer la menor cantidad de ruido posible con sus sollozos.
La presión lo hizo colapsar.
El estar lejos de su familia, que sus errores siempre fueran remarcados, que la competencia lo sobrepasara, todos y cada uno de sus pesares que se habían unido poco a poco habían estallado porque un paso había salido mal, había sido la gota que derramó el vaso y la excusa que lo llevó directo a llorar en el baño en medio de una práctica de técnica.
La seguridad que tenía por su talento la había perdido, ¿Qué estaba haciendo allí?
Empezó a tomar renunciar como una posibilidad, ¿por qué joderse tanto para tal vez no hacer nada?
El malestar, tanto físico como mental, se estaba apoderando de él.
—No, estoy bien —contestó—, tengo malestar, es todo.
Estaba tan vuelto mierda, que no se molestó en intentar identificar quién estaba tras la puerta del baño.
—No se oyen muy creíbles tus palabras, pero no me interesa, me enviaron a preguntarte si estabas bien, y para avisarte que acabó la clase.
Dicho esto, quienquiera que haya estado ahí se fue, dejando a nuestro protagonista sentirse miserable solo.
Miles de pensamientos despectivos hacia él mismo lo estaban acribillando, sus errores dando vueltas en su cabeza, atrajo sus piernas hacia él para abrazarlas y auto protegerse. Podía intentar protegerse del mundo, pero no podía hacerlo de sí mismo.
Habría seguido llorando si no fuera porque alguien tocó la puerta del baño diciendo que necesitaba entrar. Secó su rostro como pudo, exhaló pesadamente y salió, disculpándose por tardar tanto allí.
Se sentía mareado mientras caminaba en dirección a su siguiente clase, danza contemporánea.
—Tarde, niño de bucles —lo regañó el instructor, aún así lo dejó pasar, no sin antes darle una mirada negativa.
Una grieta más.
Empezaron con los calentamientos, mientras tanto el instructor hablaba.
—Los quiero en grupos de cinco, divídanse, quiero ver cómo presentan la coreografía de Lookin' at you. Tienen veinte minutos para practicar con su grupo, divídanse las posiciones como les plazca, al fin y al cabo se saben los pasos de todas.
Los treinta chicos que tomaban esa clase asintieron, Thaiel se acercó a él para preguntarle si hacían grupo, posteriormente se les unieron Sean, Gale y Jensen. Fueron el primer grupo en formarse y el primero en tomar la iniciativa de salir para practicar.
Le aterraba un poco tener a cuatro de los mejores bailarines con él, les pediría la posición menos resaltante para no llamar tanto la atención, y confiaba con que se la darían. Ellos eran buenos con él, lo trataban como un hermano menor. Su relación más fuerte era con Sean, desde que había entrado a esa agencia habían estado pegados como chicles.
—Por cierto, el chico que llegó tarde —llamó el instructor mientras Jensen ponía la mano en el pomo de la puerta, nuestro protagonista de pelo con rulos lo miró—, tú serás el centro.
Maldita sea.
Quería tirarse del balcón más cercano.
—Joder, Hike, el profesor vio potencial en ti —le comentó Thaiel, Hike lo miró mal.
— ¿Potencial? Me quiere masacrar porque llegué tarde —contestó.
Jensen estaba dividiendo las otras posiciones con ayuda de Gale, Sean mientras tanto solo oía, era de hablar poco.
—No seas idiota —la voz de Jensen resonó—, todos hablan del potencial del chico extranjero. Mucha charla, a sus posiciones. Tenemos sólo veinte minutos para esto. ¿Están todos cómodos?
Los cinco asintieron, aunque el menor de todos ellos no lo estaba. Sentía que la posición central no le pertenecía.
Aún así llevaron a cabo la coreografía, con Jensen corrigiendo unas que otras cosas y Sean subiendo los ánimos.
—Vale, ya están los veinte minutos —avisó Gale—. Estuvimos bien.
—Somos dinamita —aportó Thaiel, Jensen rió junto a Gale.
Mientras tanto, el mareo de Hike se intensificó, estaba decidido a irse a su habitación después de terminar su demostración.
Al parecer el único en darse cuenta del malestar del chico fue Sean.
—H, ¿te sientes bien? Te ves algo pálido —la preocupación era palpable en la voz de Sean, quien caminó hacia Hike y tocó su frente—. Estás helado.
— ¿Quieres tomar algo? Siempre tengo pastillas en mi bolso, mamá las empaca para emergencias —ofreció Thaiel.
—Tengo caramelos —murmuró Gale—, no sé si te sirvan de mucho, pero funcionan conmigo.
—Podemos hablar con el instructor y comentarle que no te sientes bien, no creo que tenga problemas en dejar que lo hagamos otro día —Jensen posó su mano en su hombro.
Tanta preocupación lo hizo sentir protegido, sintió la necesidad de desahogarse allí mismo con ellos, sabía que lo oirían, ¿pero estaba preparado para ser oído?
Se obligó a negar las peticiones, no iba a tirar al cesto de basura el esfuerzo de sus compañeros por un pequeño dolor de estómago.
—No, está bien —sonrió con pocas ganas—. Iré a mi habitación luego de las clases y descansaré, es sólo que no dormí bien anoche —mintió.
Sin tomar en cuenta que los otros chicos lo conocían bien.
De cualquier forma caminaron al aula de clases, la cálida mano de Sean cubrió con delicadeza la mano fría de Hike, haciéndole saber de alguna manera u otra que estaba allí, sosteniéndole.
—Genial, ustedes serán el grupo número tres —avisó el instructor, los cinco asintieron y se sentaron en el suelo a observar las dos presentaciones anteriores a la suya.
Los ojos de Hike estaban fijos en los centros de las coreografías, la forma en la que destacaban y como sus pasos eran tan impecables, lo hizo sentir desprolijo.
—Muy bien —felicitó al segundo grupo—. Anhelo ver a Hike como centro, les toca.
Los cinco se levantaron, posicionándose en el centro del aula. La música empezó, sus cuerpos se movían sincronizados al mismo ritmo.
La coreografía estaba llena de saltos y giros, que intensificaban el malestar de Hike, cada vez se le hacía más difícil mantenerse, pero aún así terminó con éxito.
El instructor y los demás asistentes habían quedado estupefactos por sus movimientos tan gráciles y sus expresiones certeras, había sido tan brillante la forma en la que su mirada cambiaba acorde a la letra de canción. Había sido un centro excepcional, el docente no se arrepentía de haberle impuesto ese papel.
Pero para los compañeros de grupo de Hike, el único papel era él mismo, quien tenía la piel más pálida que hace unos minutos.
Iba a caminar hacia la salida del aula cuando fue atacado por arcadas, y sin más, se inclinó repentinamente para vomitar, expresando el malestar que había tenido desde temprano.
Jensen se acercó para palmear su espalda, Gale recogió los rulos castaños mientras Thaiel iba por agua.
— ¿Han sido los nervios? —preguntó el instructor a Sean, quien buscaba un pañito para secarle el rostro.
—Estaba sintiéndose mal desde esta mañana, le ofrecimos no presentarnos hoy pero se negó —contestó Sean viendo con preocupación a Hike, seguía vaciando su estómago.
—Es un niño terco, lleno de profesionalismo —le dijo el mayor—, acompáñalo a su cuarto y quédate con él un rato, ¿tienes medicina?
—Si, creo que sí —murmuró Sean. Caminó hacia Hike, había acabado de vomitar, pero seguía inclinado. Se movió un poco para no pisar el vómito y le alzó el rostro, dándole el agua que Thaiel había servido.
Secó el sudor con un pañito húmedo y una extrema delicadeza, dándole caricias leves.
—Lo hiciste bien —le dijo Gale mientras le hacía brisa con sus manos—, eres bueno en esto.
Hike agradeció con una pequeña sonrisa, no estaba de ánimos para hablar.
—La próxima vez acepta que no te sientes bien, joder —le regañó Jensen—, nos has dado un gran susto. Descansa, ¿si? —depositó un beso en su sien y peinó con sus dedos los desordenados cabellos castaños.
—Iré a ver cómo estás más tarde, te llevaré un poco de jugo —comentó Thaiel—, espero que te sientas mejor.
Hike les agradeció, también al instructor que se había tomado el tiempo de limpiar el suelo, y se dejó llevar por Sean hasta su cuarto a buscar ropa, luego ambos caminaron a las duchas para sacarse el olor a vómito y volvieron a la habitación que Hike compartía con otro chico con quien no hablaba mucho.
—Oye, ¿te sientes mejor? —Sean preguntó, Hike estaba acostado abrazando una almohada— ¿Por qué crees tener ese malestar físico? ¿Comiste algo que te hizo mal?
—Tuve un error esta mañana en clase de técnica, y supongo que mi malestar empezó ahí. Perdón por casi vomitarte encima.
—Meh, no es nada. Todos cometemos errores que nos afectan de alguna manera u otra, y muchas veces el malestar físico es un reflejo del malestar emocional. Hay una estrecha relación entre la salud emocional y la salud física, Hike —a este momento, Sean estaba sentado a un lado de Hike, acariciando su cabello—, ¿has estado comiendo bien últimamente?
Hike se mantuvo en silencio, estaba sobreviviendo a base de una fruta en el desayuno, un almuerzo poco completo y barras de cereal en la cena.
—El silencio expresa más que mil palabras —citó Sean—, mi madre siempre dice eso. Estás pasándola mal, ¿eh?
—No sé qué estoy haciendo aquí —suspiró— ¿tengo que sufrir tanto para llevar a cabo mi sueño? —preguntó— Me estoy desvaneciendo, ¿y si todos mis errores son una muestra de que no estoy destinado a hacer esto?
—Tus errores son una muestra de que lo estás intentando, de que estás aprendiendo —la voz de Sean se sentía como una caricia a su cuerpo y su alma, ambos adoloridos en busca de algo que los motivara—. Si fueran una muestra de que no debes hacer algo, no hubieses aprendido a caminar porque caíste de pequeño, o a hablar porque pronunciaste algo mal cuando aprendías. La sociedad se ha encargado de satanizar los errores y hacerlos ver como si estuvieran mal, cuando en realidad son prueba de tu esfuerzo. No nacemos sabiendo todo, a medida de que crecemos, experimentamos y nos equivocamos vamos construyendo experiencias que serán significativas para nosotros en algún momento de nuestra vida. Dicen por allí que cada una de tus cicatrices demuestra que has vivido. El error de tu clase de técnica te enseñó que para la próxima, no lo harás así, ¿verdad? —Hike asintió— Llevas poco tiempo aquí, te estás siendo presionado y la distancia con tus seres queridos te afecta, te entiendo, todos pasamos por eso, muchos se han ido porque no lo han soportado, no los culpo. Pero tú tienes un gran talento, un gran potencial, necesitas ser pulido como un diamante en bruto, pero también necesitas apoyo, y es algo que puedo darte. Estamos preparándonos para cumplir nuestros sueños, y la espera duele, las palabras despectivas duelen, pero todo se hace más llevadero cuando tienes a alguien junto a ti. No deberíamos pasar por esto solos —había pequeñas lagrimillas escurriéndose de los ojos de Sean.
Hike, que no había hecho contacto visual con Sean mientras hablaba, alzó el rostro para encontrarse con los labios temblorosos de Sean, curvándose ligeramente hacia arriba.
Él también estaba rompiéndose, él también extrañaba su hogar, él también estaba dudando de sí mismo.
Hike se sentó en la cama, justo en medio de las piernas extendidas de Sean, para abrazarse a él, escondiendo su cara en su cuello.
Sean le correspondió, apoyando su cabeza en la de Hike, y dejando que las lágrimas que no salían a la medianoche murieran en el cabello del otro chico.
Fue allí cuando, en ese momento de silencioso desahogo, ambos prometieron internamente proteger al otro, intentarían hasta lo imposible para no verse decaer, y si eso ocurría, serían aquel consuelo que por tanto tiempo buscaron, y que acababan de encontrar.
-
si, escribí basada en lo que contó hueningkai sobre su etapa de trainee.
y si, lloré mientras lo escribía.
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