Ahora que sé con certeza, que cuando hay más crisis dentro de mi que en el país cambio de aspecto, voy a desmaquillar mis pecas de un sólo trazo. Cambié el color de mi pelo, agrandé mis ojos con eyeliner, me hice tatuajes para recordar quién soy y ése es el punto.

¿Quién soy?

Soy una dramática, una pesimista escondida tras una sonrisa, alguien que a veces pretende ir a favor de la corriente sabiendo que sólo los peces muertos lo hacen.
Soy un punto y coma, porque lo que he aprendido de mí y de la vida, es que no nos detenemos a contemplar pasajeros indecisos y que a nosotras los cobardes siempre nos fueron dos tallas grandes.
Mi fallo es haber esperando con ansias un príncipe que recogiera mi zapatito de cristal al pie de la escalera del pozo en el que me encontraba, cuando yo misma acabé saliendo de él con el zapato de plataforma en la mano y en la otra la corona.
Me gusta decir que gracias a ti empecé a escribir, tú que serías bonito hasta recién levantado, después de haber llorado y de haber follado, eres como un suspiro, como un parpadeo y como el paso de la convicción a la duda.
Cada noche me meto en la cama sabiendo que no podré dormir a causa de las pesadillas, que me provoca no poder comer fresas y tu boca delante de otras, no me mires así que estoy acojonada frente ésta realidad, la de que tenemos diferentes definiciones de lo que es tener un buen día.