CAPÍTULO 4
—¡Duele! ¡Duele!—Me quejo por enésima vez en cuanto Yasmina pasa el cepillo por mi cabello. Aplica una impresionante fuerza y tira del mechón hacia atrás para deshacerse del nudo.
—No te muevas—Bramó, gruñendo al final de la oración.
—Pero es que me estás lastimando—Asevero, llevando mis manos en dirección a las suyas para enseñarle—Hazlo con delicadeza.
Resopla con fastidio.
—Si lo hago con "delicadeza"—Explica, imitando mí voz—Nunca voy a terminar. No es mi culpa que tu cabello sea un nido de pájaros.
Carcajeo ante su ocurrencia, porque no es la primera persona que me lo hace saber. Mi cabellera es toda una rareza, en ocasiones amanecía brilloso, mis rizos caían con gracia semejante a la forma de los resortes, pero en otras—tal como hoy— era una voluminosa enredadera y por más que lo peinara, el arreglo sería mínimo.
—Solo dos mechones más y empezamos con las fotos—Chilló la pequeño, aturdiéndome levemente con su voz aguda.
Desde mi aparición en el apartamento, Yasmina estuvo alardeando de su cámara de rollo que su abuelo le había obsequiado ayer e insistió en probarla esta tarde junto a mí.
Mi atuendo era sencillo, al igual que mi maquillaje. Si bien no lucía como alguien que acudiría a un evento trascendental, modelando en pasarela o ser el rostro de portada de las revistas, para la niña entretenida armando mi peinado, no le hastiaba en lo absoluto.
El apartamento siendo tan amplio y contando con un diseño minimalista, cualquier lugar resaltaba y era ideal para tomar increíbles tomas.
—¡Listo!—Anunció la pelirroja, dando toquecitos en mis hombros. Me giré para ver mi reflejo en el espejo, sonreí complacida con el resultado y aunque mi cabello seguía estando abombado, a diferencia de cómo se veía al principio, el cambio era notorio.
—¿Qué sigue ahora?—Cuestioné, volteándome para mirarla. Una sonrisa ladina se dibujó en los labios de Yasmina, sus ojos verdosos titilaron como estrellas y en lugar de responder mi duda, unió su mano con la mía para arrastrarme hacia la salida.
Caminamos por el angosto e igualmente, poco iluminado pasillo. Bajamos las escaleras de caracol y continuamos en dirección al balcón.
Al tener contacto con el exterior, nos recibió una casi imperceptible brisa que removió apenas tres hilos rojos de la cabellera de Yasmina y se sintió como un mimo en mi rostro. La vista era asombrosa, desde aquí se podía ver gran parte de Carrasco, las personas deambulando en la calles, algunas estructuras lucían como piezas de monopolio, los autos diminutos parecen juguetes y el mar, por más que nos separaran pocos metros, sentía que estaba demasiado lejos como para alcanzarla.
—¿Preparada?—Preguntó Yas, sosteniendo la cámara con sus manitas sin parar de sonreír.
Alzo mi pulgar para afirmar y en seguida la pequeña asume el rol de fotógrafa profesional, indicando cada cuanto cómo debería posar, el ángulo que me favorece, las expresiones en mi cara, dónde colocar las manos e inclusive, me alaga cuando las fotos salen mejor de lo planeado.
—Acerca tu mano a la cara, haz como si quisiera enviar para atrás ese rizo que cae sobre tu ojo— Me pide, desbordando exaltación en su tono—Saca solo un poco más la cadera y levanta el mentón.
Alza su mano derecha y ejecuta un ademán para indicarme que debo esperar mientras acomoda su cámara. Cuando me da la señal de estar todo bajo control, a punto de ser captada por el lente, Franco aparece de la nada y antes de que pueda advertírselo a su hermana menor, el colisiona a propósito con su cuerpo, logrando espantarla y provocar que suelte su obsequio.
Un grito de horror sale de la boca de Yasmina, en cuanto contempla con sus ojos desorbitados la cámara en el suelo. Se arrodilla para tomarla rápido, mientras su hermano la observa, mordiendo su labio inferior para contener la risa.
Me aproximo a ellos con cautela, temiendo por como pueda terminar de reaccionar Yas. Espero un estruendoso llanto con gimoteos incluidos, cuando me percato del enrojecimiento de sus mejillas, el labio inferior sobresaliendo, su cuerpo tiembla, las manos pasan de estar sueltas a cerrarse en puño y su pecho está en un constante sube-baja.
Sin embargo, para mi sorpresa, el lloriqueo jamás llega, sino que es reemplazado por el sentimiento de ira y un golpe impacta el estómago de Franco, quien en consecuencia, se inclina hacia delante, apoyando sus manos en la zona afectada.
Cojo a la niña en brazos y regreso adentro, impidiendo que se agrave la situación y acaben matándose entre ellos.
—¡Estropeó mi cámara!—Chilló, secando las dos lágrimas que ahora corrían por sus pómulos.
—Descuida, la arreglaremos—Intenté animarla, al tiempo que la depositaba con cuidado en la barra.
Me doy vuelta hacia el refrigerador en busca de zumo de naranja, saco la jarra que está llena hasta el tope, tomo un vaso del gabinete y le extiendo la bebida ya servida a Yasmina. Aun con los ojos vidriosos, da pequeños sorbos, luciendo más tranquila que hace unos cuantos segundos atrás.
Suelto un suspiro cargado de frustración, porque sé que luego de esto, debo platicar con Franco. Encontrar las palabras adecuadas para hacerlo entrar en razón, que asuma las secuelas de sus acciones y lo más importante, lograr que se disculpe con su hermana.
Llevo menos de una semana conviviendo con los hermanos Alhamad, es por ello que solo he presenciado dos o tres discusiones máximo, son esporádicas y en todas, quien tiene la iniciativa de disculparse es Yasmina.
Hasta ahora, me he dado cuenta de cuán orgulloso, antipático y mal genio que es Franco para tener tan solo diez años. No pretendo cambiarlo de la noche a la mañana, sé que es imposible, pero mientras trabaje para Thiago, hallaré la manera de enseñarles a ambos lo que es la empatía, responsabilidad, escuchar al otro detenidamente, hablar sin la necesidad de convertirlo en altercados, se comporten y se traten con el respeto que se merecen.
—¡Eres un tonto!—Vocifera Yasmina al ver a su hermano caminar hacia nosotras. Sus pasos son lentos, relajados y su semblante es inalterable.
—Y tú una llorona, pero eso ya lo sabías— Manifiesta con ironía, encogiéndose de hombros.
—¡Basta!—Les ordeno, alternando la mirada sobre los dos—Quiero que ambos se disculpen.
—¿Y por qué yo?— Inquiere descaradamente Franco, cruzándose de brazos. Yasmina atónita abre y cierra la boca al instante, sin poder creer aun el comentario de su hermano.
—Porque me empujaste—Se anticipa en reclamarle su hermana, quitándome las palabras de la boca.
—No te empujé, me tropecé—Aclara.
—Los tres sabemos que no tropezaste—Recalco, mirándolo con recelo—Le debes una disculpa a tu hermana.
Yasmina para ocultar la sonrisa divertida formándose en sus labios, continúa bebiendo de su vaso, saboreando la victoria mientras observa a la expectativa a Franco. Él, por otro lado, desvía su par de iris de nosotras, destinándolos al suelo y cuando pienso que finalmente hablará, cierra la boca de manera automática.
—Lo siento, Yas. No volverá a suceder—Reconoce, al cabo de varios segundos. En general no se muestra arrepentido y siendo honesta, no me he tragado su disculpa, pero al menos lo ha intentado e hizo feliz a su hermana. Tal vez con el tiempo su actitud sea mejor de lo que es ahora.
—Yasmina, es tu turno de disculparte—Le recuerdo—La violencia no resuelve los problemas.
—También lo siento—Dice, bajando de la encimera con la ayuda de una silla. Se aproxima a Franco y éste, sin conocer sus intenciones trata de alejarse. Sin embargo, es demasiado tarde cuando Yasmina, ágilmente lo aprisiona con sus brazos.
Sonrío ante la tierna escena que escasamente, dura solo cinco segundos y mi alegría se esfuma con el sonido de mi móvil. Le he asignado un tono específico de llamada a Thiago, veo la hora, marcando el reloj las cuatro con quince minutos, arrugo la frente al atenderlo.
—El entrenador me llamó, dijo que Franco no había ido—Antes de que pueda desearle aunque sea un <<Buenas tardes>>, Thiago me toma desprevenida. No es necesario adivinar el estado de ánimo de mi jefe, la molestia en su voz no pasa desapercibida—¿Hola?
—No estaba en condiciones—Es lo primero que se me ocurre decir, intentando sonar lo más convincente posible para no levantar sospechas—Se sentía mal, tenía mareos nauseas. El insistió en ir, pero yo le dije que no, preferí que se quedara en casa descansando.
Los dos infantes guardan silencio, Franco está inquieto y puedo descifrar el nerviosismo en su mirada. Por un lado, presto atención a las indicaciones de Thiago, pero alcanzo a oír lo que Yasmina le susurra a su hermano un claro "Estás en problemas".
La preocupación de Thiago a través de la línea es auténtica, no ha parado de repetirme lo que debo hacer y lo que no e insiste en cancelar la reunión que le queda para venir a verlo. Le insisto que no es necesario, asegurándole que su hijo ya está como nuevo gracias a un remedio casero hecho por mí.
—Le mentí a tu padre—Confieso al colgar el teléfono—Olvidé revisar sus horarios ¿Por qué no me recordaste que hoy era día de entrenamiento?
Por primera vez, presencio a un Franco turbado. La piel se le palidece, sus ojos oscuros se agrandan y lo único que puedo escucharlo exponer son tartamudeos.
—Odio el futbol—Admite de repente y conduce la mano derecha hacia su boca, como si se arrepintiera de haberlo dicho en voz alta, o quizás solo a mí.
Tomo asiento en una de las sillas, arrastrando otra para dejarla frente a mí. Le pido con amabilidad a Yasmina que me deje sola con su hermano un rato. De mala gana ella se va y por medio de una seña invito a Franco a sentarse conmigo para conversar.
—¿Por qué sigues en el equipo?—Inquiero, tratando de interpretar el lenguaje de su rostro. Sin embargo, es el niño menos expresivo que he conocido en toda mi vida y estar al corriente de que ideas rondan por su cabeza o sentimientos le apañan, es un completo desafío.
—No quiero decepcionar a mi papá—Comienza a decir en voz baja, detecto fragilidad no solo en sus palabras, sino también en sus ojos cafés—El cancela sus compromisos o llega tarde al trabajo para dedicar ese tiempo en asistir a mis partidas. No importa si se trata de un juego amistoso, él siempre está allí apoyándome.
Experimento una serie de emociones indescriptibles revolviendo mi interior, es lo más dulce que le he escuchado decir a Franco, inclusive, estoy al borde del asiento planteándome si sería inapropiado o no abrazarlo justo ahora. Nunca hubiera creído que alguien tan indiferente como lo es él, se expresaría de tal modo. Por otra parte, es compresible que Franco aun no esté preparado para sincerarse con su padre, sabe cuan feliz le hace verlo jugar, conseguir que se sienta orgulloso, pero ¿Cuánto podría durarle la ilusión? No solo está engañando a su padre, sino que además, crea una imagen disímil a como es él en realidad.
—Sé que no me has pedido mi punto de vista...
—Es cierto—Admite—No la he pedido.
—Aun así te la daré—Comento, omitiendo lo dicho anteriormente e ignorando el mohín de tedio en su cara—Thiago no parece el tipo de padre al que debes complacer todo el tiempo, considero que deberías ser honesto con él. Dudo que vaya a desilusionarse o protestar al respecto, es tu padre, quiere lo mejor para ti y si con el futbol no lo obtienes, él te va a entender.
>>No siempre el camino que escojamos hará felices a los demás. Pero al fin y al cabo se trata de nuestra vida, deberíamos hacer lo que nos gusta y no lo que a otros le plazca.
—¿En serio lo crees?
—Si no lo hiciera, me hubiera ahorrado tanta palabrería y seguiría apoyándote con mentirle a tu padre—Abro los ojos atónita. La risa ronca de Franco se apropia del ambiente y he de aceptar, es un remanso de paz.
—Gracias por escucharme—Musita, despegando su trasero del asiento.
—Gracias a ti por confiar en mí— Eleva solo un poco una de las comisuras de sus labios, dibujando lo que supongo será lo más cercana a una sonrisa de lado. Se despide con un asentimiento de cabeza y en un abrir y cerrar de ojos, desaparece de mi campo de visión.
De nuevo me quedo sin habla. Son tantos gestos que no había presenciado en un principio de Franco, que esta faceta amigable me desconcierta y fascina a la vez. La disculpa de Yasmina, el hecho de compartir conmigo lo que piensa en base a su temor de decepcionar a Thiago, la risa que no había oído antes y ahora me da las gracias es totalmente raro para mí; estoy desconfiando de si el pelinegro delante de mí en serio se trata de Franco o lo cambiaron sin yo darme cuenta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro