
CAPÍTULO 20
Decir que estaba nerviosa, era quedarse corta. Aterrada, sería el término idóneo para describir mi estado en ese momento.
Con un nudo en la garganta, mi corazón bombeando a toda marcha, mis manos sudando y mis piernas cual gelatina, daba la impresión de que más temprano que tarde, iba a desfallecer en plena sala de espera.
Cuando escuché a la señora Amelia con la voz quebrada y ligeramente nasal, diciéndome que había encontrado a la abuela en el piso del baño, contuve la respiración durante varios segundos en los que mi mano fue directo a mi pecho, como si un dolor infernal se estuviera apropiando de él, e imaginé decenas de escenarios fatalistas que solo ayudaron a incrementar mi angustia.
Con la adrenalina corriendo por mis venas a millón, no perdí tiempo en actuar. Tomé a Yasmina entre mis brazos, le pedí a Macarena disculpas por tener que marcharme tan pronto y de forma abrupta, y en cuanto supo mis razones, se ofreció a echarme una mano.
Lo primero que hicimos fue buscar a Franco a casa de Esteban, pedí nuevamente disculpas, esta vez a él por interrumpir la clase y tener que retirarlo minutos previos a que finalizara, explicándole en resumidas cuentas lo que estaba aconteciendo. Su cara fue todo un poema, la misma reacción había obtenido por parte de mi profesora y limitándose a desearme suerte, nos despedimos antes de retomar camino.
En menos de cinco minutos llegamos a nuestro destino. Sentía que había salido de una película de rápidos y furiosos por cuan grandiosa agilidad además de velocidad tenía Macarena en manejar bajo presión. Con la frente transpirando y mi respiración hecha un desastre, anduve como una desorientada deambulando por los pasillos del hospital, siendo seguida por los niños, Macarena y la señora Alicia a quien tuve que llamar de camino para acá, contándole lo que había pasado e informando que tanto Franco como Yasmina seguían conmigo.
Apenas localicé a la señora Amelia, me volví por segunda vez consecutiva en un manojo de nervios, temiendo por descubrir lo peor en los próximos segundos. Cuando sus ojos cafés se interceptaron con los míos, pude notar los rojos que estaban y cuan llorosos seguían. Sus manos temblorosas abandonaron su boca y terminaron yendo hacia mi espalda.
Me abrazó como nunca antes lo había hecho. Le correspondí casi de inmediato, porque a decir verdad, yo también necesitaba consuelo, más porque ya estaba preparada mentalmente para lo que se avecinaba. Minutos después, cuando nuestros sollozos cesaron y decidimos en conjunto separarnos, no esperé a que hablara para bombardearla de preguntas como: ¿Qué pasó? ¿Cómo está ella? ¿Ha hablado con el médico? ¿Sabe cuánto hay que esperar para verla? ¿Mi madre sabe que está aquí?
-Calma, mi niña-Me dijo en voz baja, con la misma suavidad con la que acariciaba mi rostro con sus arrugadas manos-Solo fue un susto que nos dio a ambas. Lo peor ya pasó. Por como la encontré tirada en el suelo de rodillas, no tardé en pensar que se había caído y no me detuve a preguntarle qué había pasado, necesitaba sacarla de allí lo más rápido posible.
>>Con dificultad logré levantarla y entre mi hijo mayor y mi esposo la llevamos al auto. Mi hijo nos trajo aquí, no transcurrió mucho tiempo cuando un joven nos socorrió. Sigue siendo examinada por el doctor Sánchez, con el fue quien me comuniqué, es un viejo amigo de la familia y por fortuna estuvo disponible para atendernos.
-¿Sabe que provocó que se cayera? Ha estado como una montaña rusa desde hace días, a veces se levanta de ánimos y en buen estado en cuanto a salud se trata, pero hay otras ocasiones en las que su nivel de glicemia está por las nubes.
La abuela padecía de diabetes tipo dos, una condición que se origina cuando el páncreas se degenera y no produce suficiente insulina. No obstante, con ayuda de medicamentos, una rutina de ejercicios y una dieta estricta, el panorama podría cambiar.
A menos claro, que el estrés, tristeza o miedo la abordaran, solo de ese modo aunque estuviera cumpliendo con su tratamiento y cuidando su alimentación, su salud podría tambalearse en un santiamén. Como ha sucedido en días pasados. A pesar de no querer admitirlo, sé que el hecho de que mi madre esté en casa afecta a la abuela. Con solo escucharlas discutir, puedo llegar a la conclusión de que sus mareos constantes, la fatiga, el dolor de cabeza son indicativos de ello.
-No he podido hablar con el doctor, puede que sea por...
La señora Amelia guardó silencio de solo escuchar el primer repiqueteo de mi celular. Al sacarlo del bolsillo vi en la pantalla el nombre de Christian, con esta ya daba un total de diez llamadas que habían iniciado desde temprano. Ninguna de ellas contesté, no quería hablar, no aún.
Todavía me hervía la sangre de solo recordar que me había mentido sobre su relación con Shannon y aunque sé que merezco una explicación, además de permitirle dármela, no estaba lista para confrontarlo, menos con el episodio que acaba de vivir la abuela,
Segura de lo que estaba haciendo, deslicé con mi dedo el icono rojo para colgar la llamada. Apegué el teléfono y mentalmente me dije que a partir de ese instante solo estaría enfocada en la abuela, en nadie más.
-¿Familiares de Katherina Guzmán?-Un hombre de estatura baja, cabello castaño, ojos oscuros y enfundado en una bata blanca salió de la habitación en donde estaba mi abuela-¿Eres Auda?
-Humm...Es Auba, soy su nieta-Aclaré, viéndolo con nerviosismo-¿Cómo está ella? ¿Se siente bien? ¿Sabe qué pasó?
Había olvidado que los niños me acompañaban hasta que sentí una mano pequeña adherirse a la mía y en la izquierda, una un poco más grande entrelazaba nuestros dedos. Tanto Yasmina como Franco me regalaron una sonrisa de boca cerrada y lo bastante apacible como para conseguir que bajara la guardia.
-Por sus altos niveles de azúcar en la sangre, tuve que administrarle una inyección de insulina que el organismo pudiera absorber tan rápido como fuese posible-Inició su explicación, chequeando cada tanto los informes que sostenía en sus manos-La buena noticia es que tu abuela está estable y podrá irse a casa cuanto antes. La mala es que debido a su caída, sus rodillas están ataviadas con hematomas que tardarán más o menos tiempo en sanar. Mi recomendación es que en los próximos días no descuide su medicación y que siga comiendo saludable, que descanse al máximo y trate de estar tranquila, a gusto consigo misma y con su entorno. Aunque algunos piensen que es una bobada, nuestra salud puede verse afectada también por lo emocional, como un viejo amigo dijo: El cuerpo grita lo que el alma calla.
Por la manera en cómo me mira, presiento que su énfasis en tratar de que Kat esté tranquila tiene un trasfondo. Parece que sus ojos marrones me acusan de algo, como si yo tuviese parte de culpa en relación al incidente de la abuela. Sin embargo, asiento con la cabeza, me abstengo a continuar haciéndome mente y acepto cada una de sus recomendaciones, además de agradecerle por haberla atendido, dejándole en claro al final que estaría aún más al pendiente de ella, aunque dicha declaración fue más para mí que para él.
Al ver salir a la abuela de la habitación enganchada al brazo de uno de los enfermeros, como si se tratase de una pieza de cristal, la rodee con mis brazos apenas estuvimos cara a cara. Le di un casto beso en la sien y entre susurros le confesé acerca de mi temor al enterarme de la noticia por teléfono. Admitiéndole también, que de ahora en adelante intentaría pasar más tiempo en casa para sus cuidados.
Ella no dijo nada, solo me miró con en cejo fruncido y le echó una efímera mirada a los niños que ya estaban sujetándole la mano para ayudar a movilizarla hasta el estacionamiento donde había aparcado el auto Alicia, quien me había convencido de llevarnos a la abuela y a mí a casa. Cuando los niños solo estuvieron al pendiente de tratar a la abuela con demasía sutileza y caminar al ritmo de ella, Kat y yo intercambiamos miradas e interpreté la suya como una disculpa, lo más probable es que fuese por el susto que nos hizo pasar tanto a nuestra vecina como a mí. La conocía muy bien como para saber diferenciar sus gestos. Sin decir nada tomé su mano y le di un apretón para nada forzoso, plantando un beso en el dorso.
-Gracias señora Amelia, por preocuparse y ayudar a mi abuela, me alegro de poder contar con usted. Si pasa por una situación similar o si requiere de nosotras no dude en notificárnoslo, allí estaremos para apoyarla-Me separé de la abuela para abrazar a su amiga, quien en seguida me miró con ternura y me recibió entre sus brazos sin dudar.
La abuela también le dio las gracias y se despidió de ella con un fuerte abrazo en compañía de un beso en la mejilla, antes de que la señora Amelia se reuniera con su hijo, quien desde hace poco más de media hora la estaba esperando.
-No sé qué habría hecho sin usted-Me dirigí esta vez a la profesora Macarena, tomando su mano con delicadeza. La hubiese abrazo si por mí fuera, pero ella es renuente a esa simple muestra de afecto.
-Creo que habrías enloquecido-Soltó divertida, guiñándome un ojo-Y te he dicho que puedes tutearme siempre y cuando no sea en horarios de clases.
-Lo siento, es que no estoy acostumbrada-Reconocí, esbozando una sonrisa tímida en mi rostro-Conociéndote, quizás para ti no haya sido gran cosa, sin embargo, para mí si lo fue. Yo no contaba con un plan, ni siquiera creo que mentalmente tuviera claridad como para continuar actuando, estaba en blanco y tú me acompañaste desde el principio, te ofreciste a ayudarme sin yo habértelo pedido. Si salí del trance en el que estaba inmersa fue por ti, tú me motivaste a activarme. Bien pudiste solo desearme suerte y continuar con tus compromisos, pero no fue así, te quedaste y en serio te lo agradezco.
-Mientras esté a mi disposición apoyarte, lo haré con mucho gusto, Auba. Mi hija y tú se parecen demasiado, tal vez por eso siento cierta conexión contigo y mi lado maternal quiere protegerte y estar para ti cuando más lo necesites-Aquellas palabras me pillaron por sorpresa y Ante la diversión plasmada en su rostro, asumo que mi cara a de ser todo un poema.
Con mis balbuceos quedó en evidencia el no saber que decir con exactitud, por lo que me obligo a mí misma a demostrar mi gratitud hacia sus palabras e igualmente como una despedida, dándole un cálido abrazo aun cuando ella no los soporte.
-Te espero en clases el próximo miércoles-Me susurró al oído, para luego despegarse y retroceder largos pasos-Cuídense-Agitó su mano y lanzó un sonoro beso hacia nosotros que Franco "capturó" con rapidez, respondiéndole con otro, haciendo reír a cada uno de los presentes.
Sin duda sacó los encantos de Thiago.
-¿Y a nosotros no nos vas a agradecer?-Inquirió el pelinegro una vez que estuvimos en el auto de mi camino a mi apartamento. Con una ceja arqueada lo miré curiosa, descifrando si se trataba de una broma o si iba en serio su duda-A mí, para ser más preciso.
-¿Y por qué tendría que agradecerte?-Curioseé, viéndolo con los ojos entornados.
Franco previo a responder soltó un bufido extenso, aunado a poner los ojos en blanco con suprema odiosidad.
-Tener que soportarte es un esfuerzo gigante de nuestra parte-Apuntó primero a Yasmina con el mentón y luego se señaló a él mismo con descaro-Lo justo sería darnos las gracias. No es trabajo fácil lidiar contigo.
La abuela por primera vez en lo que iba de trayectoria se rió, tanto que cualquiera creería que le habían contado el mejor chiste en su vida. Por su parte, Alicia lo puso en su lugar, aun cuando él aclaró que era solo una inocente broma, pero conociéndolo, ambas sabíamos que era una vil mentira. Yo por otro lado, me encargué de lanzarle una mirada mordaz al mocoso a mi izquierda, consiguiendo únicamente sacarle una sonrisa triunfante. Sé que aunque lo atacara con un comentario tan agrio como el suyo, seguro el respondería peor y no me apetecía caer de nuevo en su juego; por lo que me mantuve al margen y me incliné ante la idea de pasar lo que faltaba de camino metida en el celular, específicamente en probar comunicarme por enésima vez con mi madre, quien hasta ahora no había dado señales de vida.
Cuando llegamos al edificio, me despedí de Yasmina plantándole un beso en el cachete, mientras que con Franco, gracias a su descuido, tuve la osadía de agarrarle las mejillas y pellizcarlas aplicando la suficiente presión para fastidiarlo sin causarle un dolor insufrible.
-Eres insoportable-Masculló en cuanto me alejo de él para abrir la puerta.
-Así me amas-Lo fastidié, tocando la punta de su nariz con mi dedo índice-Adiós, Alicia. Gracias por acompañarnos y traernos hasta acá. Ojalá y nos veamos muy pronto.
-Descuida, para eso estamos. Espero y nuestro siguiente encuentro sea para una cena que organizaremos Thiago y yo-Alegó entusiasmada, alternando la vista entre mi abuela y yo-Tu también estas incluida en el plan Katherina, quiero que me sigas contando acerca de García y su traición a la patria.
-No sólo tengo ese, tengo varios cuentos, pero más adelante lo sabrás-Declaró la abuela muy sonriente. Como si hablar de política fuese un don del cual presumir.
Luego de que ambas señoras tardan-metafóricamente hablando-casi un milenio en despedirse. Nos encaminamos hacia la entrada, donde en seguida saludamos a un vecino y al culminar, llamamos al ascensor. Una vez que estuvimos dentro del mismo, me tomé un par de minutos en reflexionar si era correcto o no preguntarle a la abuela lo que había pasado tan pronto. Era una pregunta que me inquietaba desde hace rato y que no he podido sacármela de la cabeza.
-Si te estás preguntando cuál habrá sido el detonante para que yo decayera-Dilucidó, sin mirarme siquiera de reojo-Tuve una discusión con tu madre. Una bastante acalorada para ser más específica. Nos gritamos como nunca antes lo habíamos hecho y fue tan dolorosa las palabras que nos dijimos, que sentí que la sangre me hervía y lágrimas de rabia se me escapaban una tras otra.
>> Le reclamé porque siento que a pesar de haber pasado tantos años desde la muerte de Francisco, ella continúa siendo la misma egoísta que conocí hace más de nueve años.
La miré y pude registrar lo tensa que estaba su mandíbula, así como también sus manos cerradas en puño.
Desde la muerte de mi padre, la relación entre Kat y mi madre fue en descenso, ambas manejaron su dolor de forma muy distinta, de ahí radica en parte las diferencias que han tenido hasta ahora. En el caso de mi madre, su método de escapar del sufrimiento fue lo que mejor sabía hacer, estar frente a una cámara e interpretar a distintos personajes, saturándose de trabajo. No había pasado siquiera dos semanas desde el funeral de mi padre, cuando ella aceptó hacer una película fuera del país.
Fueron meses de grabaciones en los que no vi a madre, ni pude hablar a diario con ella aunque fuese únicamente por teléfono; y por más que Kat estuviera allí para mí, que nos consoláramos mutuamente, honrar a mi padre a través de anécdotas y oraciones, no era lo mismo. Yo necesitaba a mi madre. Necesitaba su afecto, su comprensión, que me escuchara y me diera palabras de aliento o aunque fuese brindarme su hombro para llorar, así como también yo pudiera otorgarle lo mismo a ella a pesar de no tener ni la más remota idea de si lo estaba haciendo bien o no.
Con la abuela Kat, por más que pudiera desahogarme y yo permaneciera a su lado, escuchándola por horas hablar de lo maravilloso que fue haber sido madre de un ser humano tan increíble como lo había sido mi padre o solo sentarnos en el sofá a llorar como las propias Magdalenas, habían días en los que no intercambiábamos palabras, apenas y un "hola" nos decíamos o nos mirábamos por algunos segundos hasta que ella entristecida rompía contacto visual conmigo y dejándome con la palabra en la boca, se retiraba hacia su habitación para perderse durante horas, inclusive días.
Fue una época gris, llena de dolor, tristeza, impotencia. Una donde sentía que estaba en medio de una tormenta interminable.
Atravesar un duelo por más complicado que sea, resulta más llevadero cuando tienes a alguien a tu lado. En nuestro caso, como mencioné antes, mi madre pasó esos días lejos de nosotras, de su verdadera familia; al principio esa tristeza que tenía por la muerte de mi padre, se transformó en rabia no sólo por la pérdida, porque me negaba a creer que él ya no iba a estar con nosotras, sino también hacia mi madre, que si bien no tenía la culpa de fatídico suceso, de cierta forma sentía que nos había abandonado a Kat y a mí en un momento de vulnerabilidad, uno que habría deseado estar con ambas y supongo que todos esos cambios emocionales había experimentado la abuela, a su manera, claro está.
-¿A qué se debió el reclamo?-Inquirí, luego de un prolongado rato de haber estado sumergida en mis pensamientos-El motivo debió haber sido muy importante para que lo hicieras.
Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, una vecina que ni a la abuela ni a mi nos agrada nos barrió con la mirada previo a subirse al cubo metálico de mala gana, quedando interrumpida la conversación por algunos minutos hasta que llegamos a nuestro piso.
En tanto salimos tomé del brazo a la abuela, lo enganché al mío y con demasía atención nos conduje hacia el apartamento.
Al atravesar el umbral lo primero que hizo la abuela fue sentarse en la mesa cercana a la sala, se quitó los zapatos y me pidió que le trajera un vaso lleno de agua.
Terminando de cumplir su petición me senté junto a ella, le di un sorbo a mi bebida que constaba de un jugo de guayaba y con disimulo le recordé lo que estábamos hablando antes de que la antipática de nuestra vecina del quinto piso nos interrumpiera.
-Auba...-Murmuró con autoridad, como si estuviese a punto de darme una advertencia en lugar de simplemente llamar mi atención. Viré hacia ella y clavé mis ojos directos en los suyos que me observaban con inseguridad, invitándome a pensar que sea cual sea el mensaje a transmitir, no será muy agradable para mí-Puede que te moleste lo que te vaya a decir, pero es que sé que tengo razón y espero comprendas que lo que te diré es por tu bien.
-Ya me estás asustando.
-Sé el inmenso amor que le tienes a tu madre y el que me tienes a mí-Murmura con parsimonia, acariciando dulcemente mis manos-Eres alguien noble, demasiado para serte franca y sé que serías capaz de dejar a un lado tu felicidad por nosotras y no puedo permitir que eso suceda, Auba.
-¿Qué? ¿De qué...?
-El trabajo de niñera no será para siempre-Expresó, alzando ligeramente la voz. Advirtiéndome a su vez con sus ojos cafés que no volviera interrumpirla-Tienes tanto potencial y talento que no deberías desperdiciarlo en un trabajo que no te identifica. Tú no eres una niñera, ni asistente de radio o actriz. Tú eres una diseñadora de modas excepcional que estoy segura de que pronto dará a conocer sus creaciones, y tendrás que abandonar el nido para que esos sueños se hagan realidad.
>> Mereces descubrir por ti misma lo que hay más allá de lo que te rodea actualmente, recorrer el mundo y marcar cada rincón al que vayas a través de tus dotes. Que sepan quién eres, te reconozcan por tu hermosa personalidad y tus asombrosas habilidades. Que conozcas nuevas personas, tener el privilegio de trabajar con grandes maestros en la industria de la moda...
Y es allí cuando comprendí a que venía su punto. Parte de él, en realidad.
-¿Macarena habló contigo?-Pregunté arqueando una ceja y tras una efímera inspección al semblante de la abuela, fue prueba suficiente para confirmar mis sospechas.
La abuela asintió y como digna hija de una mujer tan dramática como lo es mi madre, llevé una mano a mi pecho como si lo que acababa de presenciar fuese toda una barbaridad.
-¿Y me lo ocultaste todo este tiempo?
-Sí-Afirmó sin un ápice de arrepentimiento-Mientras estabas en la fiesta de Yasmina, ella vino hasta acá para hablar conmigo. Me contó acerca de la propuesta de Brian-Una risita se me escapó en cuanto escuché la mala pronunciación del nombre de Joana. Sin embargo, a la abuela no le hizo tanta gracia que me riera a costa suya y lo demostró muy bien al pellizcarme el brazo-Le encanta que tengas esta gran oportunidad, pero teme que no la aproveches porque no quieras dejarme sola. Sabe que prácticamente solo somos tú y yo contra el mundo, por eso me ha pedido que te apoye más que de costumbre y te convenza de de aceptar la propuesta.
-No hay nada confirmado todavía y ¿cómo que dejarte sola? Quizás la colaboración podamos hacerla aquí, faltan semanas para que yo vea a Braun. De aquí allá han pasado muchas cosas, tal vez y ella cuando vea mi colección no le guste y decida no incluirme en su próximo proyecto-Al finalizar, intento recuperar el aliento luego de haber hablado tan rápido. Cuando regresé mis ojos hacia la abuela, esta me miraba como si hubiera perdido la cabeza.
-Si Brain..
-Es Braun-La corregí.
Recibí una mirada mordaz de su parte.
-Brain, Braun, da igual. El punto es que si ella estuvo interesada en tu trabajo en un inicio, no creo que luego de tu presentación final vaya a cambiar de parecer. Ha visto tus diseños y le han encantado, me lo confesó la misma Macarena y no creo que ella sea una mentirosa ¿o sí?
-No, por supuesto que no lo es.
-Entonces no digas tonterías-Refunfuñó-Y dudo que ella teniendo su estudio, boutique, hijos, esposo, toda una vida en España, vaya a querer desprenderse de todos ellos para venir a trabajar aquí por los próximos meses.
Resoplé, aceptando la derrota. No tenía como contradecirla, detestaba admitirlo pero ella siempre consigue tener la razón, bueno, casi siempre.
-Tienes razón-Acabé admitiendo. Y la abuela trazó una sonrisa arrogante en su boca.
-Por supuesto que la tengo. Y es por ello que ayudaré a Macarena, quiero que trabajes con Brain, harían una estupenda línea de ropa.
-Si de verdad llegara a pasar-Dije un tanto insegura.
-Que si pasará. Solo debes creértelo-Me animó la abuela, codeándome el brazo.
-Si pasa, puedes venir conmigo. Intentaré hablar con Joana, no creo que tenga inconvenientes de que...
Agitando los brazos como un náufrago en medio del océano, la abuela me detiene, haciendo a su vez un ruido similar a la de un silbato para no continúe hablando.
-De ninguna manera te acompañaré. Estoy muy cómoda aquí, Auba ¿Qué pasará si a raíz de esta colaboración surgen más oportunidades? ¿Si se abrieran más puertas? Una mejor que la otra. Tendrías que quedarte allá más tiempo, puede que hasta consideres mudarte-No lo había pensado. Sin poderme creer lo que Kat ha dicho, me echó hacia atrás, quedando mi espalda completamente pegada del espaldar mientras pienso en dichas posibilidades-Mi vida está aquí, cariño. Tengo a mis amigos, este bonito apartamento, a...
-¿Y yo que? Soy la única familia que te queda.
-Bueno si, pero tú debes seguir tus sueños, embriagarte hasta que no puedas levantarte al día siguiente de la horrible resaca que vas a tener, ir a un concierto con tus nuevos amigos, experimentar al máximo, saltar de un paracaídas, tal vez conocer al amor de tu vida, crear otra colección, abrir tu propia tienda de ropa, casarte, tener hijos ¿Qué se yo? Solo vivir tu vida sin preocupaciones.
>> Ya yo pasé por esa etapa y es una de las más increíbles. Me gustaría que tú disfrutaras de lo mismo en lugar de perdértelo porque yo sea tu prioridad. Te entiendo y te amo por no querer alejarte, de demostrarme tu cariño de diversas maneras posibles, pero Imagínate que estemos allá y tú no puedas asumir algunas de tus responsabilidades porque yo no me sienta bien, me enferme o tenga un accidente como el de hoy. No estarías enfocada de lleno en tus oficios por estar al pendiente de mí.
No sé en qué instante comencé a llorar, sin embargo, me limpié lo más pronto posible la lagrimilla que se asomaba. La abuela me regaló una sonrisa dulce, al tiempo que colocaba su mano sobre la mía para luego darle un gentil apretón. Mis lágrimas no eran de tristeza, al contrario, eran de felicidad, porque a pesar de no tener el apoyo incondicional de mi madre, al menos tenía el de la abuela, alguien que a lo largo de los años además de haberse dedicado la mayor parte del tiempo a cuidarme y enseñarme, también estaba para recordarme lo especial que era, lo profundamente orgullosa que estaba de mí y que los sueños, no pueden quedarse solo en eso, si no materializarlos.
-No puedo dejarte así como así. Eres como una madre para mí, ¿Cómo puedes siquiera pensar que te voy a abandonar?
-Por eso hablé con tu madre. Porque te conozco tan bien, que para que estés más tranquila, consideré en la opción de vivir con ella aquí en el apartamento-Solté una risotada pensando que se trataba de una broma. No obstante, Kat estaba hablando muy en serio.
Si apenas se soportaban estando yo en el medio. No imaginaba cuan tormentoso sería si yo no estuviera, en el peor de los casos, podría armarse la tercera guerra mundial con este par viviendo bajo un mismo techo.
-¿Se lo propusiste?
-Sí, muy amablemente-La miré con los ojos entrecerrados. Sabía que mentía, porque cada vez que tuerce los labios, es porque no está diciendo la verdad-Bueno, puede que no tan amablemente, pero la intención es la que cuenta ¿No?
-Por supuesto-Concedí divertida-¿Y qué dijo?
-Dijo que no. Que no iba a dejar a un lado sus proyectos por complacer los caprichos de una cría que no sabe realmente que es lo que quiere en la vida.
Me llevé una mano al pecho y de mi boca salió un jadeo que representaba mi indignación a niveles descomunales. De nuevo mi madre me hacía dudar de su palabra, pensé que al demostrarle el arduo trabajo que había hecho durante tres años había bastado para convencerla de que el diseño no es solo un capricho ni un mero pasatiempo, que es a lo que quiero dedicarme por el resto de mi vida y que la actuación es un sueño que ella quiere meterme en la cabeza pero no lo va a lograr porque no soy ella, no poseo esa pasión por transformarme en diferentes personajes, de pararme frente a un público o a una cámara para fingir ser otra persona, esa no soy yo y que mi madre insista en que esa debería ser la profesión que debería emprender en lugar de estar de acuerdo con la que escogí, me parte el corazón.
Furiosa y abrumada me puse de pie y con desprecio empujé el asiento hacia atrás como si el pobre objeto tuviera la culpa. Comencé a caminar de un extremo al otro, lanzando improperios mientras sacudía mis manos como una loca, simulando ahorcar el aire. Al cabo de un rato, para terminar de drenar mi humor de perros, martilleé el suelo con mi pie y expulse un grito cargado de rabia que puso en alerta a la abuela, quien me veía entre asustada y preocupada.
Cuando sentí que había liberado mi frustración, alguien tocó la puerta. Por un instante se me cruzó por la mente la idea de que se trataba de mi madre-Quien siempre se olvida de las llaves del departamento-por lo que no me tomó ni dos minutos en pensar lo que diría a continuación. Le estallaría en la cara todas las verdades que acaecen en mi mente, aunque algunas de ellas no sean para nada agradables de escuchar.
Resoplando y pisoteando el suelo como un elefante, me encaminé hacia la puerta. Imaginando lo placentera que sería confrontar a mi madre de una buena vez por todas. Sin embargo, en cuanto abrí la puerta, caí en cuenta que no era mi madre, en su lugar me encontré con la imagen de un hombre alto, de cabello oscuro, apuesto con ojos verdes y cuerpo muy bien trabajado enfundado en un traje bastante formal el cual reconocí perfectamente.
Christian.
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