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CAPÍTULO 19

Auba

—Franco, no consigues nada con caminar de un lado a otro. Solo será una clase—Le aclaré, viendo cómo se detenía para mirarme con mala cara.

Estábamos al frente de la casa de Esteban Revetti, un estupendo ilustrador y viejo amigo de Fernando, que durante los próximos tres meses estará ofreciendo diversos cursos de dibujo en diferentes niveles para jóvenes. En cuanto vi la publicidad que me envió mi mejor amigo, se lo mostré a Franco, animándolo a intentarlo al menos. El, escéptico, le preguntó a su abuela, aclarándole que el futbol no es su pasión y que no sabe cómo decírselo a su padre sin que este termine desilusionado.

Por su parte, Alicia entendió por completo el temor de Franco y se ofreció a apoyarlo respecto al plan, metiéndome en la cabeza, la idea de ocultárselo a Thiago hasta que sea la fecha de inicio del curso. Detestaba guardar secretos con Thiago, más cuando ya me había comprometido a no volver a hacerlo. Sin embargo, su madre me explicó que hasta que Franco no se sienta seguro ni motivado a decirle la verdad a mi jefe, es mejor mantenerlo entre nosotros.

La única condición que se le impuso a Franco, es que si en la primera clase se sentía a gusto con el ambiente, complacido con el aprendizaje al igual que los resultados dentro del mismo, se encargaría de hablar con el propio Thiago para contarle la verdad acerca de cómo prefería mil veces el arte antes que seguir practicando un deporte que detesta. De no ser así, el continuará dándole largas a la mentirilla de amar el futbol hasta que esté preparado de enfrentar a su padre.

—De acuerdo, ya puedes...—Murmuró con la voz temblorosa, señalando con la mano la entrada.

Me las arreglé para disimular la sonrisa divertida que quería esbozar. Lo último que buscaba era incrementar su molestia.

—Si quieres que me quede, puedes pedírmelo ¿Lo sabes, cierto?—Inquirí suavemente, pasando mi mano por su sedoso y azabache cabello.

No había visto nunca a Franco tan nervioso como hoy. Las manos le temblaban, movía sus pies con impaciencia y producía un ruido peculiar con la boca, el sonido era semejante al de un chasquido.

Sus oscuros ojos buscaron los míos, había un brillo de ilusión en ellos, pero al mismo tiempo, una chispa de duda. Sé que el motivo que más lo mantiene inquieto es llegar a decepcionar a Thiago cuando le cuente que no quiere seguir con los entrenamientos, o peor aún, que esté en desacuerdo con lo que quiere, que se muestre inseguro ante las clases de dibujo y no lo apoye. Lo que es absurdo de pensar porque conozco a mi escritor, hasta el sol de hoy solo me ha demostrado lo compresivo que es y el amor incondicional que tiene por sus dos pequeños, no creo ni por un instante que vaya a darle la espalda a Franco, presiento que hará hasta lo imposible porque siga desarrollando sus talentos y disfrute de una experiencia inolvidable en el proceso. Pero este niño es tan terco que lograr que entre en razón es una misión casi imposible.

—No, estaré bien—Afirma, aunado a un asentimiento de cabeza para convencerse a sí mismo de que será así.

Cargo a Yasmina entre mis brazos y la acerco a la puerta para que toque. Segundos más tarde, una niña unos centímetros más alta que el niño a mi lado aparece frente a nosotros. Era rellenita, con mejillas regordetas además de coloradas, nariz aguileña, ojos marrones, cabello largo y ligeramente más oscuro que el de Yasmina; con un hoyuelo casi invisible en su mentón y unas adorables pecas que partían desde la punta de su nariz hasta extenderse a sus pómulos.

—¡Hola! Adelante, pasen—Nos invitó, dibujando una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, mostrando sus dientes cubiertos por los aparatos.

La niña que supuse era la hermana de Esteban—por el enorme parecido que tienen— nos tomó de la mano y nos fue adentrando a la casa. Era un lugar modesto, de paredes pintadas por colores pasteles, cuadros grandes de paisajismo hechas de óleo y unas cuantas fotografías familiares.

La primera habitación por la que pasamos fue la sala, un espacio amueblado por dos sofás de cuero de tonalidades grises, uno más oscuro que el otro y un discreto sillón que hacia juego con el resto. En ellos se encontraban algunos cojines entre azules y naranjas, una combinación que en lo particular, es una de mis preferidas. En el centro había una mesa rectangular elaborada a base de madera que brillaba gracias al barniz que lo cubría, sobre esta abundaban los marcos con fotos familiares y cuatro angelitos hechos con cartulina al igual que foamy.

—Me gusta tu boina, es bonita—Interviene la hermana de Esteban con su linda vocecita, logrando sacarme una sonrisa que deja al descubierto mis dientes.

—En casa tengo por montones, puedo darte una si así lo deseas.

—¿De verdad?—Cuestiona sin poder creerlo, viéndome con sus ojos marrones cargados de fulgor.

Asiento y se convierte en un gesto más que suficiente para que ella chille de la emoción, contagiándonos a Yasmina y a mí de su felicidad, a excepción de Franco que la mira como si quisiera eliminarla de la faz de la tierra.

Al pasar una puerta corrediza, frente a nosotros se abre paso un amplio patio trasero, donde hay al menos unas cinco mesas no tan grandes en las que ya se hallan sentados varios jovencitos charlando e intercambiando cuadernos, además de materiales de dibujo. En medio de ellas se alza un hombre de estatura promedio, cabello castaño y muy corto, de ojos marrones que no se perciben con claridad pese a que lleva puestas unas gafas redondas que me recuerdan a las de Harry Potter, su nariz es aguileña aunque no tan pronunciada como la de su hermana menor, su cuerpo atlético se esconde tras las prendas oscuras que carga puestas y que inevitablemente realzan aún más su piel blanquecina.

—Tú debes ser Auba—Apunta Esteban, quien se acerca a nosotros con una sonrisa radiante que deja a la vista unos adorables hoyuelos—Es un placer, soy Esteban. Fernando me ha hablado mucho de ti.

Con mi mano disponible le respondo el saludo, estrechando nuestras manos por cortos segundos. Sin parar de sonreír, le presento a Esteban a los niños, haciendo énfasis en el talentoso Franco, que si bien al principio se le veía ansioso, ahora parece aterrado.

Esteban con una ceja arqueada le da un breve vistazo al pelinegro, que hasta ahora solo ha murmurado su nombre, y a leguas se puede distinguir el temblor en su voz. Luego sus ojos caen en mí, preguntándome con la mirada si él está bien, con disimulo niego con la cabeza, volviéndose este aspaviento la respuesta necesaria para que el actúe. Se inclina hacia delante, colocando las palmas de sus manos en las rodillas y con un tono plagado de calma intenta comunicarse con Franco, quien lo observa curioso.

—Las primeras veces tienden a asustar, nunca sabes que va a suceder. Pero no te preocupes, ve este curso como una aventura—Manifiesta Esteban, sin despegar ni un segundos sus ojos cafés de los de Franco—Una en la que yo trataré de ser el mejor guía que puedas tener, te impartiré todos los conocimientos que he adquirido a lo largo de los años, voy a apoyarte desde el primer instante hasta que culminemos y te estaré animando en cada paso que des. Estoy aquí para enseñarte, para poner a prueba tus capacidades y que a lo largo del proceso, demuestres lo increíble que eres como artista; no tanto para convencer al resto de que lo eres, o a mí, sino a ti mismo, que te sientas satisfecho así como también orgulloso con tu trabajo y digas: "Nací para esto".

>>Mi intención es explotar ese talento innato que tienes para el dibujo y sé que lo posees porque he visto algunas de tus ilustraciones y amigo, ¡Eres impresionante! No tienes por qué temer, aquí nadie va a juzgarte ni va a burlarse de ti ni de tus obras, estamos en este espacio para aprender. Y hago hincapié en "estamos", porque yo también quiero aprender de ustedes, así que ¿Qué dices? ¿Te unes a esta aventura?

Tal es el carisma al igual que honestidad con la que Esteban se expresa, que sus palabras no solo han escalado a mi corazón para derretirlo de dulzura, también me tiene esbozando una sonrisa colmada de gratitud por cuan atento y profesional se ha mostrado con Franco, confirmando que lo he traído al lugar indicado. Su mensaje no solo causa ese efecto en mí, igualmente lo consigue en los pequeños que vienen conmigo, pues sus sonrisas y el auténtico brillo que empapa a sus ojos, son muestra de ello.

La sonrisa de Esteban se ensancha cuando Franco con entusiasmo y confianza, choca su puño con el de él, como si estuvieran sellando un pacto.

El pequeño gira hacia mí y a pesar de no decirlo en voz alta, tengo la sensación de que la ternura en sus ojitos marrones es una muestra de agradecimiento. Se despide de nosotras con la mano, antes de seguir a su nuevo profesor para unirse por fin a la clase.

Permanezco inmóvil durante unos segundos, viendo con orgullo a Franco, quien ya se encuentra intercambiando palabras con aquellos críos con los que compartirá mesa. Aun cuando apenas está empezando, me siento feliz de que se haya atrevido a venir, de haber alejado las preocupaciones rondando por su cabeza y esté intentando de a poco seguir lo que le apasiona.

—Creo que es hora de irnos, tu profesora ya debe estar por llegar—Me recuerda Yasmina, devolviéndome a la realidad.

Saco el teléfono del bolsillo delantero de mi pantalón, veo la hora y me espanto al caer en cuenta que faltan diez minutos para reunirme con mi asesora de proyecto.

—Adoro que no seas olvidadiza—Murmuro, dándole un beso en la mejilla.

—Yo también—Chilla emocionada—Tampoco me he olvidado que prometiste comprarme un volcán de dulce de leche.

Aletea con avidez sus pestañas, al tiempo que una sonrisa inocente se forma en sus labios. Sonrío, negando con la cabeza.

Por supuesto que nuestro trato no se le iba a olvidar.

***

No importa cuán repleta está la cafetería, ni el simple hecho de que la profesora Martínez esté de espaldas. De inmediato puedo reconocerla, con tan solo percibir su enérgica voz me basta para identificarla, está sentada entre las primeras mesas.

Su cabello largo y café está perfectamente armado en una coleta alta, lo que me da acceso a enfocar con claridad su blazer rojo, además de notar que sostiene su móvil del lado derecho.

En cuanto rodeo la mesa, la saludo con un gesto de mano, previo a tomar asiento junto a Yasmina, que ve confundida a la mujer de treinta años, perfectamente saludable y con un elegante atuendo, manteniendo una chispeante discusión con alguien por teléfono.

—No me interesan tus excusas, ¡Ahórratelas, de ser posible! Quiero...—Hace una breve pausa para llamar al mesero—No, quiero no. NECESITO ese artículo para más tardar el lunes. La exclusiva acerca de la nueva línea de ropa de Lucrecia en colaboración con Amaranta debe estar perfecta. Dame más detalles, no solo quiero saber el concepto de su trabajo, como se llamará la colección ni quienes estuvieron tras el proceso creativo. Quiero saber su factor diferenciador, en qué se inspiraron, por qué decidieron unir fuerzas para elaborar dichas piezas, cómo quieren que este proyecto sea reconocido por los demás, deja fluir tu imaginación y piensa que esta sección es sobre ti, que darás a conocer tu próximo producto, siéntelo como tuyo y verás que será más fácil de darle forma a lo que escribiste.

>>No tengo tiempo de responder tus preguntas, cuando logres formularlas correctamente seguimos hablando. Por ahora, doy por finalizada esta conversación, debo irme, tengo otros compromisos que atender y Alan ¡Deja que vuele la imaginación!

Como si estuviera en medio de un ensayo de teatro, observo como el semblante de mi profesora al igual que su comportamiento cambian por completo en segundos. Su expresión fría y altiva se desaparece en un soplo, para ser reemplazada por una más agradable y gentil, así como su forma de ser.

—Hola Auba ¿Cómo estás?—Me saluda finalmente, en un tono inofensivo que suele usar cuando está de buen humor. Extiende sus manos y toma las mías para darle un menudo apretón, antes de dirigir su atención a Yasmina—¿Quién es esta preciosura?

Yas sonríe ante el cumplido, sin embargo, cuando intercambios una mirada efímera puedo notar lo aturdida que está frente al cambio de actitud de la profesora. Antes había estado en presencia de un ogro y ahora estaba en frente de un ángel.

—Ella es Yasmina—La aludida asiente y sacude con timidez su mano—Es una de las hijas de Thiago.

No hacía falta dar mayor explicación, la profesora Martínez ya estaba enterada de mi "reciente" trabajo en la casa de los Alhamad. Inclusive, admitió sentir una pizca de envidia, pues al igual que yo, adora con locura los escritos de Thiago.

—Es un placer conocerte Yas, ¿puedo llamarte así?—Ella responde con un "sí" muy bajito que nos tiene sonriendo a ambas por cuán adorable es—Mi nombre es Macarena, pero puedes decirme Maca.

—Me gusta tu nombre, Maca—Eso la hace reír, y no tarda demasiado en provocar la misma reacción en Yasmina, ganándose de a poco su confianza, al menos para que diga más de dos palabras.

El mesero que había llamado Macarena aparece en nuestro radar, haciéndonos entrega de dos menús. No es necesario que lo husmee, no pierdo tiempo para pedir el volcán de dulce de leche que quiere Yasmina y un cappuccino para mí, mientras que Macarena al cabo de cinco minutos se decanta por un café negro en conjunto con un trozo de tarta de manzana.

Durante el periodo en espera de los pedidos, la profesora Macarena y yo nos ponemos al día respecto a lo que ha ocurrido en el transcurso de estas últimas semanas en nuestras vidas. Ella con dramatismo no solo proyectado en su voz sino también en sus expresiones, me platica de lo estresante que es tener una nueva asistente, pues Mariana—su antigua ayudante—renunció hace algunos días por estar sufriendo de depresión pese a la repentina muerte de su madre.

Ahora para ella, tener a otra integrante a bordo en el equipo de la revista complicaba el trabajo, no porque no cuente con la experiencia que se requiere o porque no esté al tanto de la dinámica que hay dentro del mismo; es solo que a diferencia de Mariana, esta chica cuyo nombre la misma Maca ha olvidado, suele ser distraída, un tanto lenta con la entrega de informes y realizar otro tipo de deberes, sin mencionar cuán tímida es, tanto que sus compañeros la atosigan en "broma" y ella no se defiende.

Por otro lado, le platico sobre el trabajo, lo relativamente tranquilos que son los niños, relato algunas vivencias que he tenido con ellos y de tanto en tanto, le cedo la palabra a Yasmina para que ella misma de su versión de la historia. Añado que todavía me falta por avanzar en cuanto a la confección de las piezas de mi colección, y admito que la curiosidad de conocer el proyecto que me comentó días atrás, me está carcomiendo.

—Sabía que pronto tocarías el tema, te habías tardado demasiado—Expuso divertida, despegando en su totalidad la taza de sus labios para hablar con mayor fluidez—¿Sabes quién es Joana Braun?

Asentí casi al instante, sabía perfectamente quien era, pues gracias a mi madre, descubrí que Joana se había encargado de elaborar la mayor parte del vestuario de una de las tantas producciones en las que participó. Además, seguía de cerca un programa que se especializaba en conseguirle el vestido ideal a una novia para deslumbrar el día de su boda, en alguno de sus tantos episodios, resonaron ciertos nombres—en su mayoría conocidos— de diseñadores jóvenes, entre ellos los de Braun.

—¿Entonces...?—Intenté presionar un poco. Esperé a que Macarena continuara de explicar, pero por la sonrisa socarrona desplegándose en sus labios, asumí que le hacía gracia dejarme en suspenso.

—Está buscando colaboradores para su próxima colección—Confiesa con cierto encanto y alivio a la vez, como si esto que me cuenta fuese un secreto que ha guardado durante tanto tiempo y al ser revelado, quede la satisfacción de por fin quitarse un enorme peso de encima—No le importa trabajar con personas que recientemente se hayan graduado, estén cursando la carrera o si han trabajado para la mismísima Lady Gaga. Ella quiere en su grupo diseñadores igual de apasionados e innovadores que ella, que de solo ver sus diseños le arrebaten el aliento, que la hagan decir "¡Demonios! Quiero usarlo", sienta conexión con el diseñador a través de sus piezas y la inciten a imaginar que en conjunto, pueden alcanzar a cosechar nuevos éxitos.

>>En cuanto me contó de su idea y me pidió recomendaciones, le hablé de ti. Le enseñé algunos de tus diseños y quedó fascinada, incluso vendrá a su presentación final, quiere apreciar tu talento desde cerca.

Atónita, abro la boca lo suficiente como brindarle espacio a toda una familia de moscas, mis ojos dan la impresión de que se saldrán de su órbita en cualquier momento y sin darle crédito aún a mi profesora—aunque esté muy seriamente observándome con el cejo fruncido— miro a los alrededores buscando a alguien que salga de su escondite sosteniendo una cámara para decirme que todo esto es parte de una broma y que en realidad, lo anteriormente expuesto es una historia que se ha inventado Macarena para fastidiarme.

Sin embargo, nada de eso sucede y la profesora Martínez para comprobar que no está jugando conmigo porque todavía no salgo de mi estupefacción, me enseña las conversaciones más recientes que ha tenido con Joana. En una de ellas, veo con exactitud que sacan a relucir mi nombre, junto a ciertas capturas de los diseños que he hecho a lo largo de los semestres, hasta mi último trabajo entregado hace poco más de tres semanas y como Braun en negritas resalta que quisiera conocerme y ver en persona mis creaciones.

Son tantas las emociones que experimento en ese preciso instante, que torpemente las expreso mediante mínimos brincos en mi propio asiento, balbuceos y algunos que otros graznidos cargados de felicidad que tienen riendo a carcajadas tanto a Macarena como a Yasmina.

El corazón me late de prisa, mis manos tiemblan ligeramente y en lugar de sentir las mariposas revoloteando en mi estómago, llego a creer que se tratan de las pisadas de un elefante. Es demasiada la felicidad que me envuelve, que siento estoy flotando en una nube, zigzagueando entre el inmaculado cielo y quisiera preservar esta increíble sensación por el resto del día.

No obstante, la vida es lo bastante impredecible como para tenerte en un minuto disfrutando de las alturas y al siguiente soltarte sin previo aviso ni brindarte la opción de rescate.

Te sorprende cuando tu menos lo esperas, lo comprobé minutos después de que Macarena me diera esa gran noticia. Solo bastó una llamada para que una alegre sonrisa se esfumara y se transformara en un gesto de pánico.

La voz cargada de miedo de la señora Amelia me descolocó, pero lo que hizo que mi corazón se detuviera por unas milésimas fue escuchar que la abuela había sido ingresada de emergencia en un hospital. 

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