CAPÍTULO 17
Auba
Me levanto del sofá, aplaudiendo y emitiendo sonidos incomprensibles, pese a seguir masticando el último bocado de Alfajores que me quedaba en el plato. Mis <<Mmjummhmm>>, se traducirían a un <<¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!>>
Es la hora de la merienda y a Yasmina le ha parecido oportuno el instante en el que me he puesto a engullir el postre, para mostrarme una coreografía que están terminando de montar para la presentación de este viernes.
—¿Te gustó?—Interroga con emoción, la misma que proyecta en sus ojitos claros.
—¡Me encantó!—Digo con algo de dificultad—Lo has hecho precioso.
Vuelvo a aplaudir con ganas y me aproximo hasta ella con los brazos abiertos, para luego rodearla con ellos. Le beso la coronilla, acariciando con mis dedos su larga cabellera rojiza y le susurro al oído que no puedo esperar a verla en el escenario.
—Por fin haces bien los pasos—Comenta alguien a nuestras espaldas, una voz que reconozco de inmediato.
Franco sonríe de lado, está apoyado de una de las columnas de brazos cruzados y con su característica expresión de "odio al mundo, nadie me hable".
Yasmina rueda los ojos, pero no cae en sus provocaciones. Está siguiendo mis recomendaciones de no pelear con su hermano mayor, al menos no todo el tiempo, porque hay veces en las que, aun cuando pida al cielo toda la paciencia del mundo, respire contables ocasiones y se repita mentalmente que no hay que hacerle caso a sus comentarios negativos, la niña llega al límite y arremete contra su hermano.
—¿Ya terminaste tu tarea?—Le pregunto al pelinegro, al tiempo que cargo entre mis brazos a Yasmina para llevarla a la cocina, donde he aprendido a lo largo de las semanas que es su lugar favorito para hacer los deberes.
Franco no responde, en cambio me fulmina con la mirada, que le sigue poner los ojos en blanco y soltar un gruñido cargado de tedio, antes de desaparecer de mi radar.
Trato de convencerme que es su humor habitual, que su pésima actitud no es personal, pero a todo lo que digo u hago le molesta, no me hace caso y lanza comentarios que me dejan con un humor de perros. Como por ejemplo: El lunes, lo primero que me dijo fue que mi atuendo era ridículo y que no entendía como con tan mal gusto seguía con la idea de crear piezas para otros. Al día siguiente, Thiago había olvidado terminar de prepararles el almuerzo, por lo que me pidió que lo hiciera por él. No tuve problema con ello, seguí al pie de la letra sus instrucciones y considero que no me fue tan mal, pero entonces, cuando retiré los platos de la mesa, me di cuenta que apenas Franco la había tocado, se preparó un sándwich y previo a salir de la cocina, me miró con desprecio y dijo: "Sí esa es tu manera de cocinar, mejor no hagas nada"
Fue tan malagradecido, grosero y prepotente lo que dijo que se me revolvió el estómago, sentí dolor en el pecho y me pareció tan irreal que al comentarlo con Thiago, el tampoco podía creérselo.
Thiago me aseguró que hablaría con él, que esperaba que con ello pudiese hacerlo reflexionar sobre sus malas acciones y redimir sus faltas conmigo, pidiendo disculpas, cosa que cuesta mucho que el ponga en práctica. No obstante, han transcurrido dos días desde entonces y la única mejora que noto, es que no hace comentarios hirientes, pero ahora casi ni me habla y sigue con gestos como torcerme los ojos, barrerme con la mirada o gruñir. Tampoco he recibido sus disculpas.
—Hoy repasaremos la lectura que hicimos el martes, y luego iremos con la siguiente lección ¿Te parece?— Inquiero, apartando mis ojos del libro para fijarlos en Yas.
—Prefiero ensayar otra vez la coreografía, debo acomodar mi postura en los pliés
—Antes, debes hacer los deberes. Tienes también pendiente algunos ejercicios de matemáticas—Le recuerdo.
Yasmina se ríe y niega con la cabeza, como si yo no tuviera remedio. La miro con los ojos entornados y mi entrecejo arrugado.
—Ay, mi inocente Auba—Pasa su mano pequeña por mi cabello y me acaricia como si fuese su mascota—Eso es pan comido.
Cuando estoy a punto de preguntarle a qué se refiere con <<Pan comido>>, la imagen de un Thiago cansado se asoma junto a un saludo que no tarda en ser correspondido. Yasmina se baja de la mesa y corretea alrededor de la misma hasta alcanzar a la figura de su padre.
Él la toma entre sus brazos, la alza y la hace girar durante un lapso de tiempo muy corto, antes de volverla a depositar en el suelo.
—¿Qué tal tu día, pequeña? ¿No has sacado de quicio a Auba?—Ambas reímos con lo último y Yasmina le asevera que por los momentos, quien se ha dado la tarea de cumplir eso, ha sido su hermano.
—Aunque hoy ha estado menos insoportable—Señala la niña, sacándole una sonrisa tímida a su padre.
—Estamos progresando entonces—Murmura, y como si supiera que la situación con Franco me sigue afectando, busca mi mirada. Siento que sus ojos me hablan, me expresan un "lo siento", a pesar de no tener la culpa de nada.
Asiento con la cabeza en especie de agradecimiento, mientras articulo un <<No pasa nada>> y me apresuro en aligerar el ambiente al hablar de lo genial que le ha salido hoy la coreografía a Yasmina. De ahí en adelante, ella no paró de repetir lo emocionada que estaba porque fuera viernes, era la primera vez que en una parte del baile—por más pequeña que fuese su participación—ejecutaría un solo, un solo que se había ganado gracias a tanta práctica, horas extras de ensayo y mucha dedicación.
Pasadas las seis de la tarde, le pedí a Thiago que en lugar de llevarme a casa, me dejara en el restaurante donde trabaja Fernando. No puso objeción ni peros al respecto, más bien le vi intrigado, pero no quiso indagar sino hasta que pisamos el estacionamiento. En cuanto subimos al auto, no aguantó más y me preguntó si me reuniría con la profesora para hablar sobre el proyecto secreto que le comenté la semana pasada, cuando dije que no y confesé que me reuniría con Christian, se mantuvo mirándome por un buen rato, desconcertado, como si le hubiera dado un corto circuito y estuviera tratando desesperadamente en solucionarlo.
Cuando por fin asimiló mis palabras, puso en marcha el auto y no me habló durante el camino, sino hasta que faltaban solo una calle para llegar a nuestro destino.
—No había tenido oportunidad de disculparme...—Comenzó a decir—Bueno, si la tuve, pero tu parecías que huías de mí.
<<Así era>> pensé, más no se lo hice saber. Después de la fiesta de Yasmina, no pude conciliar el sueño, y los días posteriores, no paraba de darle vueltas a la imagen de Thiago muy cerca de mi rostro. El intercambio de miradas intensas y llenas de dudas al mismo tiempo, su aliento chocando con el mío, sus manos posadas en mi cintura y las mías en su pecho.
Mi corazón se descontroló en el momento en que se inclinó hacia delante, me paralicé en cuanto sentí sus manos viajar en dirección a mi cintura y el calor que emanaba de su cuerpo tan cercano al mío.
Cuando se lo conté a la abuela Kat, luego de que se diera cuenta que algo me estaba perturbando, porque me veía demasiado distraída; al principio comentó <<Te lo dije. Sabía que ese muchacho te veía con ojos de borrego, así empiezan cuando les atraes>>, luego me preguntó que sentía por él y apenas solté una risita nerviosa me vio como el ser más patético del universo.
—¿Entonces no sientes nada por él?—Inquirió, intimidándome con aquellos ojos cafés que posee.
Negué. Repitiendo el parlamento de antes, que a pesar de verlo como un hombre de gran corazón, uno de los padres más atentos que he conocido, brillante escritor e increíble jefe, no siento absolutamente nada por él.
>>Si no es así, ¿Por qué no actuaste cuando se inclinó hacia ti? Estuvo a esto—Ejemplificó con sus dedos, los cuales mantenían una línea tan delgada como un hilo que los separaba—De besarte, no te moviste, ni le dijiste que se quitara. Yo que tú me pienso mejor si me gusta o no.
Golpeé a Thiago con suavidad en el hombro, aclarándole que no estaba huyendo de él, y le inventé que he estado distraída últimamente por los exámenes, el trabajo final y la riña que hay entre la abuela y mi madre en casa.
—¿Por qué te quieres disculpar?—Me hago la tonta, pero sé a la perfección que es sobre a lo que yo llamaría, "casi beso".
Detiene el auto a unos cuantos metros del restaurante, sin embargo, ninguno de los dos tiene demasiada prisa por que acabe la conversación.
—Es sobre lo que pasó en la fiesta de Yasmina. Me dejé llevar por el momento y creo que llegué a incomodarte, te congelaste cuando solté tus manos y me atreví a tomarte de la cintura para inclinarme hacia ti. No sé en qué estaba pensando, lamento si me sobrepasé—Cuando termina de hablar, luce apenado, a tal punto de que me dan ganas de abrazarlo y decirle una y otra vez que no pasa nada. No obstante, mantengo la compostura—Si quieres insultarme adelante, pero no te tomes mucho tiempo porque llegarás tarde a tu cita.
Suelto una carcajada, y veo como una sonrisa ligera se dibuja en sus labios. Si creía que había tensión en el entorno, se ha esfumado en un santiamén gracias a Thiago.
—Acepto tus disculpas, es lindo que te hayas tomado el tiempo de hacerlo—Pongo mi mano sobre la suya, puedo registrar como se tensa al principio por el gesto repentino, pero en seguida se relaja y voltea a verme—No te sobrepasaste y en dado caso, yo tampoco te detuve, no todo recae en tus hombros.
Le sonrío, dándole un leve apretón a su mano. El me devuelve la sonrisa, entre tanto, me mira con dulzura. No sé cómo permití que los nervios me superaran, sabía que tarde o temprano me tocaría hablar con Thiago, me aterrorizaba la idea de tenerlo nuevamente cerca—en especial luego de hablar con la abuela—pero ahora que hemos aclarado el asunto, me doy cuenta que estaba exagerando como siempre.
Salgo del auto, me despido de mi brillante escritor sacudiendo la mano y a paso apresurado me encamino hacia el local.
Cuando cruzo el umbral, José me recibe con una cálida sonrisa y me dice que mi cita no todavía no llega, pero que me acompañará con mucho gusto a la mesa que reservé con dos días de antelación.
—¿Deseas ordenar de algo mientras esperas?—Cuestiona con el menú a la mano.
Niego, notificándole que más adelante si lo haré. Vuelve a sonreírme y se retira con rapidez al ser llamado por la mesa diagonal a la mía.
Saco mi móvil de uno de los múltiples bolsillos que tiene mi cartera. No hay mensajes, ni llamadas perdidas. Como apenas estoy llegando, no le presto atención a que lleve más de cinco minutos retardado.
Un día después de la fiesta, Christian me llamó. Mantuvimos contacto luego de irse a México por un viaje de negocios, aunque no hablábamos seguido, me contaba lo que estaba haciendo. Mencionaba los lugares que había visitado, en especial aquellos que seguramente a mi me gustarían. Platicaba las actividades que hacía en el día, los avances de su trabajo, también se interesaba en mis planes, en saber cómo estaba, si había adelantado los diseños que constituyen la colección que presentaré dentro de poco.
El tiempo limitado que teníamos para hablar por mensajes o llamadas, tocábamos temas triviales, pero todavía faltaba mucho por descubrir del otro. Hoy sería una reivindicación de la desastrosa primera cita que tuvimos hace poco más de un mes, o eso esperaba.
Los minutos transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, convirtiéndose en casi una hora. José que me había recibido con una bonita sonrisa, me miraba cada tanto, alerta por si lo necesitaba. Le decía que no con un ademán.
Revisé mi teléfono por enésima vez consecutiva, ni mensajes ni llamadas. Resoplé, me imaginaba cientos de escenarios, quizás estaba atrapado en una inmensa cola, se había quedado sin combustible, se le espichó una llanta a su auto, se le hizo tarde del trabajo y se le olvidó llamarme para avisarme que no vendría o que llegaría una hora tarde.
Decidí llamarlo, porque por más que estuviera enojada por la impuntualidad, estaba preocupada.
Al tercer repique, cuando esperaba oír su voz rasposa, al inicio percibí silencio, le siguieron unas risitas y al final una voz femenina me dijo:
—¡Hola, soy Shannon!, en estos momentos el hombre de mi vida no te puede atender. Si quieres puedes darme tu nombre y el mensaje que quieras mandarle y yo se lo haré llegar cuanto antes—Otra risita—¿Hola?
No aguanté más y colgué.
Boté el aire que estaba conteniendo y que no me había percatado de ello hasta ahora. Arrojé el teléfono hacia la mesa, llamando la atención de quienes estaban a mi derecha. Cubrí mi cara con mis manos, no para llorar, porque no tenía ganas.
Necesitaba unos minutos para asimilar lo que acababa de escuchar. Estaba con una mujer, Shannon específicamente. Su ex prometida, la misma que me había dicho que ya había superado.
Veo que no fue así.
Me quité las manos de la cara, tome mi bolso con arrebato y me levanté de la silla, haciendo rechinarla demás al echarla para atrás con impotencia.
Nunca debí venir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro