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CAPÍTULO 16

Thiago

Mi madre parlotea sobre lo ridículo que fue haber invitado a Brida a la fiesta, mientras yo me dedico a contemplar a una distraída Auba. El color aguamarina le sienta bien, hace que su piel morena resalte aún más que de costumbre, sus ojos cafés viajan por los alrededores, parece cautivada con lo que la rodea puesto que la sonrisa afable que se dibuja en sus labios, me incita a pensar que lo he hecho excelente con la decoración y me destaqué en organizarle un gran cumpleaños a mi hija.

—¿Estás escuchándome?—Replica mi madre, agudizando aún más su voz. Pestañeo dos veces continuas para salir del trance en el que estuve gracias a la niñera—¡Genial, estás en marte!.

Ruedo los ojos por cuan irritante puede llegar a ser mi madre cuando se lo propone. Desde que se enteró que Brida vendría al cumpleaños de mi hija, no ha parado de insistir en que cometí un grave error en decirle, es una reunión entre amigos y familiares, por lo mismo me pareció que la idea era la más lógica, pues al final y al cabo, es la tía de Yas. Sin embargo, para mi madre, cree que en cuanto mi ex cuñada cruce por esa puerta, este evento acabe auténtico y completo desastre.

—Es la tía de Yasmina y al igual que nosotros, tiene derecho de estar aquí—Aclaro con disguto, viendo seriamente a mi madre que se halla cruzada de brazos y con un semblante gélido que a cualquiera, podría causarle escalofríos.

—Thiago por favor, ¿cuándo vas a entender que a esa mujer no le importa ni una pizca la vida de mi nieta? Yas a esta edad quizás no se dé cuenta que su tía solo pasa tiempo de "calidad" con ella porque está interesada en ti, e imagina que con sus buenas acciones, algún día conseguirá que te fijes en ella como así lo quiso desde el primer instante en el que te vio. Pero el día en el que mi pequeña lo comprenda y se hastíe de que jueguen con sus sentimientos, los mandará al demonio a ambos, a Brida por mentirosa y manipuladora y a ti por no haber hecho más que ver cómo su tía se burla de ella en su propia cara— Sisea, viéndome con furia. Su rostro pálido va adoptando un color rojizo, parece una cereza y no precisamente pese a la timidez o la vergüenza, es debido al enojo y frustración que le provoca no poder hacer más que reprocharme por mis decisiones.

Suelto un resoplido lleno de exasperación, porque aunque no quiera reconocerlo, mi madre está en lo cierto. Me gustaría llevarle la contraria y afirmar que se equivoca, explicarle que en realidad Brida quiere tanto a Yasmina como alguna vez Celine lo hizo, que el tiempo que ha dedicado a compartir con ella, apoyarla en la escuela, asistir alguna que otra vez a sus ensayos de baile son porque en verdad aprecia a mi pequeña y hará lo que esté en sus manos para que sea feliz y esté bien. No obstante, en el fondo, sé que todas las acciones de su tía son por dos motivos, porque siente que pasar tiempo con Yas la hará saldar deudas que siente que aún tiene con su hermana (y en cierta parte conmigo) y porque piensa que habré cambiado de parecer respecto a nosotros, que ya no la percibo como la niña caprichosa y egoísta que conocí cinco años atrás y que por fin conseguirá que me fije en ella.

Se supone que esté con mi hija disfrutando de su fiesta, preguntándole cuán bien la está pasando o supervisando que no se lastime mientras se divierte con sus amigos y primos. Pero aquí estoy, teniendo una discusión vagamente acalorada con mi madre sobre mis aciertos y errores como padre.

—No es lugar ni el tiempo pertinente para tratar asuntos familiares—Susurra mi padre, interviniendo luego de un rato en la conversación entre mi madre y yo. No fija su vista en nosotros, en lugar de ello se instala a comprobar que nadie nos estés escuchando—Lo que tengan que discutir lo hacen en casa y cielo—Por primera vez ancla su vista en mamá—Tu misma dices que las personas merecen una segunda oportunidad, considero que Brida no es la excepción. Pensemos por un momento que se ha mantenido cercana a nuestra Yasmina porque en serio la ama tanto como nosotros y no por ganancias secundarias.

Mi madre se queda sin palabras, estupefacta ante el balde de agua fría que le han arrojado.

>>Esto es lo que vamos a hacer—Indica con seriedad tanto en su tono como en su expresión corporal que inevitablemente, nos hace a mi madre y a mi estar alerta a todo lo que salga de su boca—Sonrían, diviértanse, charlen con quien sea, hagan feliz a Yasmina y a Franco, cero discusiones por el resto de la noche y sean amables con Brida y con su familia que acaban de llegar.

Abro los ojos de inmediato, procesando todavía lo que acaba de decir. Me volteo hacia la entrada y lo primero que me encuentro es con la singular figura de Brida entrando a la sala.

Me percato que el color de su cabello ya no es el mismo de hace tres días, esta vez es oscuro, como color chocolate y me recuerda a la versión de antes de cuando nos conocimos. Más atrás se avecinan sus padres con la frente en alto, pavoneándose y mirando a los presentes con desdén, como si este ambiente fuera demasiado banal y no cumpliera con sus expectativas.

—¿También los invitaste a ellos?— Inquiere mi madre alterada, viendo con horror la escena—¡¿Pero es que tú te has vuelto loco o qué?!

—Alicia, por favor...—Intenta calmarla mi padre, reprendiéndola con la mirada—Si el los invitó o no, ya no se puede hacer nada, ya están aquí. Solo hay que recibirlos y desearles que pasen una feliz noche, sin escándalos. Más bien debería alegrarte que han venido al cumpleaños de Yasmina, al fin se toman la molestia de aparecer en su vida.

Por la manera en como lo ha dicho, con una rabia que por más que trate de ocultar, quien lo conoce de verdad se daría cuenta de que la presencia de la familia Rangel no lo tiene muy feliz que digamos. Sin embargo, se toma bastante en serio la tarea de no hacerlo notar.

Estoy furioso, más que eso, súper cabreado. Quisiera echarlos de la fiesta, mandarlos al demonio de una buena vez por todas, pero solo es mi voz irracional la que habla. Mi voz racional me pide que piense con claridad las cosas, que me calme y me tome en serio el no echar a perder la fiesta.

—Es verdad papá, ya están aquí y lo menos que quiero ahora es arruinarle la velada a Yas y a los invitados.

No evito hacer una mueca con los labios a manera de desagrado y que mi ceño se pliegue ante la llegada de Altagracia y Ramiro, es toda una sorpresa—no muy grata—que hayan aparecido así de la nada. A diferencia de mi madre que suelta un gruñido sin parar de fulminarlos con sus ojos claros, mi padre conserva su típica serenidad y se encarga con toda la paciencia del mundo en hacer entrar en razón a Alicia. Ignoro el hecho de cuan infantil y berrinchuda puede convertirse mi madre cuando no le dan la razón o no hacen lo que ella quiere, en ese aspecto es como tener que lidiar con una adolescente.

Aunque por dentro sienta un torbellino de emociones, principalmente cólera y nerviosismo al mismo tiempo, porque he de admitir que después de cinco años de no ver a los padres de Celine, y desconocer el porqué de su visita; siento que un elefante pisotea sin reparo mi interior, causando retortijones en mi estómago y como mi sangre empieza a hervir. No obstante, hago mi mayor esfuerzo en aparentar que estoy bien, que la estoy pasando de maravilla en la fiesta de Yas, y que la sola presencia de mis ex suegros no me afecta en lo mínimo.

Me encamino hacia ellos con una sonrisa pequeña, pero significativa. No olvido las humillaciones, los malos ratos que me hicieron pasar con Celine presente, sus menosprecios constantes, las provocaciones, nada del rechazo en general que me tiraron en un inicio, sin embargo, soy lo suficientemente maduro como para no armar un escándalo y sacar toda el coraje que tengo acumulado de años atrás.

Cuando voy a mitad de camino, siento como un brazo se envuelve alrededor del mío, tomándome con la guardia baja. Miro a la derecha y reparo la presencia de una linda morena vestida de princesa.

Permanezco inmóvil, viéndola con asombro, maravillado y desconcertado a la vez, tratando de comprender a que viene esto. Ella me sonríe, mostrando una linda dentadura y noto como con sus ojos cafés me pide que continúe avanzando.

La primera en acercarse a nosotros es Brida, saluda con aire de nerviosismo, sus ojos claros destellan pánico y su rostro, a pesar de tener un característico tono cadavérico, se ve aún más pálido que de costumbre. Sin perder tiempo, me pide que hablemos a solas unos minutos, no sin antes pedirles a sus padres en un lenguaje no verbal que consiste en miradas, que no la acompañen o eso es lo que entendí cuando noté que Altagracia quiso seguirla y ella solo la miró, haciéndola retroceder. Intercambio miradas con Auba, que en seguida sin decir nada me suelta y me susurra que se quedará aquí por si la necesito.

—Ahora vuelvo—Digo, empezando a alejarme unos cuantos metros de ella en compañía de Brida.

Cuando estamos lo suficientemente lejos de algunos de los presentes, me cruzo de brazos y clavo la mirada en mi cuñada.

—Te ves guapo cuando te molestas ¿Te lo habían dicho?—Comenta de forma coqueta, pasando uno de sus estrechos dedos por mi brazo.

Ruedo los ojos y con brusquedad, aparto su mano de mi cuerpo.

—¿Qué parte de no los quiero cerca de mi hija, no entendiste?—Inquiero, sonando lo bastante frío como para atraer una mirada de horror por parte de Brida.

—Antes de que me ofendas, grites o me ataques, quiero dejarte en claro que no estaba en mis planes traerlos—Se justifica, escuchándose por primera vez un poco nerviosa—Cuando supieron que hoy era la fiesta me insistieron en que querían venir, debí haberte avisado...

—¿Avisado?—La interrumpo, soltando al final un menudo resoplido, como si hubiera escuchado el comentario más absurdo de la noche—Lo correcto debió ser preguntarme si podían venir o no. No enterarme cuando ya están aquí.

De nuevo, aproxima su mano hacia mi brazo mientras me mira con lascivia, sin embargo, a mitad de camino la sujeto con fuerza, aplicando solo la necesaria para frenarla y no causarle daño.

Cuando capta que no cederé a sus flirteos, bufa y se libera de mi agarre.

—Me aseguraron que se conformarían con solo verla y que por los momentos, ella seguiría sin estar enterada de que son sus abuelos—Me explica y puedo comprobar en sus ojos que dice la verdad—No habrá escándalos, discusiones, ni malos entendidos, te doy mi palabra. Además, nos iremos pronto, tenemos otros compromisos más importantes que atender.

Me remuevo incomodo, porque aun cuando confíe en la palabra de Brida, no me fio de ese par. Me han molestado por tantos años con sus acciones y palabras, que no me extrañaría que volvieran a sus andanzas. El solo hecho de que estén aquí me pone a la defensiva y si llegase a verlos con el propósito de acercarse a mi pequeña, creo que perdería los estribos.

Podría alegrarme de que finalmente han entrado en razón como dijo mi padre minutos atrás. Que se han tomado el tiempo de venir aquí y compartir con su nieta, que mi hija sepa quiénes son en realidad, que después de años esperando recibir su cariño y aprobación, ellos han decidido dejar el orgullo a un lado y estar aquí para ella. Desearía que fuese así, pero el coraje me ciega y el solo saber que están en el mismo lugar que Yas me inquieta, y aunque no lo admita en voz alta, que se conformen con verla de lejos me alivia solo un poco.

No quiero todavía que ella sepa quién es Altagracia y Ramiro. No creo que se merezcan ni siquiera estar a solo unos metros de mi dulce niña.

—De acuerdo, confío en ti—Indico, al cabo de unos minutos.

Como si mi respuesta no fuese cierta, Brida pregunta para confirmar que digo la verdad y no es una especie de mala broma.

>>Solo espero que se cumpla tu palabra. De no ser así, ten por seguro que ni de lejos verán a mi hija.

—Relájate. Ninguno de nosotros está de humor como para entrar en polémicas—Asevera, mirándome con petulancia.

Acto seguido, me pregunta por Yasmina y me comenta que luego de cantar cumpleaños, ella y sus padres se marcharán, para mi sorpresa me pide disculpa y se encamina hacia el fondo de la habitación donde está mi princesa con sus amigas haciendo fila para que les pinten la cara.

Las veo a ambas, e inconscientemente una sonrisa se dibuja en mis labios.

—Thiago...—Regreso a la realidad de golpe en cuanto escucho una voz masculina y algo áspera. Al ver hacia el frente, me topo con un hombre alto, cabello canoso, con una ligera panza y tez blanca como una hoja de papel—He de reconocer que me has impresionado, esperaba una celebración más sencilla, con menos invitados y en un espacio un poco más reducido. Te agradezco la invitación y lamentamos la tardanza, el tráfico hoy en día está cada vez peor.

<<Nunca te invité>> pienso, mas no lo digo en voz alta. En su lugar, estrecho la mano que él me ofrece, manteniendo la misma sonrisa mínima y ahora fingida, luchando por mantener el control y no terminar echando a esta gente del lugar.

A mi lado, Auba aparece, dándose cuenta de la tensión que hay alrededor. Lo desagradable que es tenerlos en la fiesta, porque en seguida aprieta con sutileza mi brazo rígido, no solo para que recuerde que debo estar calmado, sino también para que sepa que ella se encuentra a mi lado como un fiel soporte que estará para cuando sienta que perderé el equilibrio en algún momento.

—Gracias a ustedes por venir, no tienen por qué disculparse. Lo importante es que ya están aquí y que pasen un rato agradable con todos nosotros.

—Hola Thiago, es bueno verte de nuevo—Canturrea Altagracia, sonando lo bastante convincente y prudente como para disfrazar el sarcasmo en su comentario.

Celine, era una copia exacta de Altagracia en relación a su físico. Ojos verdes, cabello largo y rojizo, piel blanquecina, con algunas pecas esparcidas en sus hombros y en la punta de su nariz perfilada, labios en forma de corazón y de un tono similar a la cereza.

Es una lástima que no se parezcan en nada en personalidad.

>>Ahora entiendo porque Brida me decía que habías cambiado tanto. Tú y tú familia han tenido éxito, me alegra saber que mi nieta gozará de un mejor futuro del que pudiste ofrecerle a nuestra hija Celine.

Sus primeras palabras por fin me habían sacado una sonrisa que por más ligera que fuese, era genuina. Pero como no todo es color de rosa cuando se trata de quien jamás consideré una suegra excepcional, con lo último que había dicho, esa sonrisa se desvaneció y mi expresión cambió en su totalidad, una que demostraba el enfado que me había hecho experimentar su estúpida acotación.

—¡Hola! ¿Qué tal? No nos han presentado, soy Auba la niñera de Franco y Yasmina—Intercede la morena con exaltación, ganándose las miradas extrañas de todos (incluyéndome), mientras sujeta la mano de Altagracia y la agita con fervor—Es un gusto tenerlos aquí, aunque no recuerdo haberlos incluido en la lista de invitados que personalmente me encargué de hacer junto a Franco

Me muerdo el labio para contener la risa al ver el rostro de Ramiro enrojecer de la rabia o de la vergüenza quizás, entre tanto, Altagracia abre la boca, dejando escapar un jadeo de pavor.

>>De igual manera, sean bienvenidos a la fiesta de Yasmina, espero y disfruten tanto como ella.

Altagracia retira su mano del apretón delicado de Auba, la barre con la mirada antes de girarse hacia su esposo y plantársele a un lado, quien al igual que ella se le ve avergonzado.

***

El resto de la noche transcurre con normalidad, no hay discusiones ni dramas innecesarios, solo personas bailando en el medio de la pista u otras platicando de lo que sea que se les ocurra.

Como Brida lo prometió, minutos después de que cantamos cumpleaños, ella y sus padres desaparecieron del radar. Tampoco se acercaron a Yasmina en ninguna de las tantas ocasiones en las que hubo más oportunidad de estar a solas con ella.

Inclusive al final, tuvieron la decencia de ir hasta donde estaba platicando con Auba y Fernando para despedirse de mí—cosa que me pareció muy extraña—pero que agradecí y me agradó a fin de cuentas.

Ahora, mi único objetivo para cerrar con broche de oro la noche, era invitar a bailar a Auba, que se las arregló para perderse de vista y aparecer de la nada sin que nadie se diera cuenta, luciendo otra vestimenta. Su cuerpo en forma de guitarra estaba cubierto por un vestido a la altura de las rodillas, era rosado, de corte recto y descubierto en los hombros, un detalle que me gustaba bastante, ya que es una de las partes del cuerpo que a mis ojos más le agrada ver.

—¿De dónde sacaste el vestido?—Cuestioné, avanzando unos pasos hacia la morena hasta quedar frente a ella—No te vi cargando ningún bolso, ¿Cómo hiciste para esconderlo?

Ella se ríe y me empuja con suavidad.

—Fernando me ha hecho el favor de traerlo. No tenía problema en quedarme vestida de Jazmín—Se encoje de hombros—Pero el insistió en que merecía aunque fuese por algunos minutos, probarme el vestido que yo misma cree hace unos meses atrás.

—¡No!— Exclamo con exagerado asombro que desconcierta y hace reír en la misma medida a Auba—¿En serio lo hiciste tú?

Le doy un vistazo rápido, confirmando el buen acabado y excelente aspecto que tiene el vestido. Es modesto, casual y jovial, una representación de la personalidad de Auba.

—¿Está acaso dudando de mis talentos, señor Thiago?— Suelto una ligera risa al ver cómo Auba conduce su mano derecha hacia su pecho y finge que he herido su pobre corazón—Porque si es así, es una de las peores ofensas que puedes hacerme.

—No, no...Jamás puse en duda tus dotes, más bien te doy mérito del gran trabajo que has hecho—Esclarezco y me tomo el atrevimiento de agarrar su mano—Pero para redimirme, además de felicitarla, quisiera que me acompañaras al centro de la pista para bailar.

No espero respuesta, más que una expresión atónita por parte de mi nueva compañera de baile. La llevo a arrastras hacia el corazón del salón y la giro al compás de la balada que se expande entre estas cuatro paredes, para luego atraerla hacia mi pecho.

Al principio nos movemos con torpeza—más ella que yo— por el lugar, una de mis manos reposa en su espalda baja y una de las suyas se detiene en mi hombro, mientras la otra mantiene en el aire la de ella. Sonrío al ver como sus mejillas van adoptando un color rojizo que por más tenue que sea, es perceptible, y si le sumamos a ello el hecho de que ella mire hacia todas partes menos a mí, llegaría a la conclusión de que la pongo nerviosa, o estoy siendo petulante y en realidad le incomoda la situación en sí.

—Hicieron un buen trabajo con la decoración—Comenta al cabo de un rato. Esta vez, mirándome directo a los ojos—Estaban atrasados con la decoración, espero y no se hayan quedado hasta tarde arreglando el lugar.

—De hecho si lo hicimos—Nos balanceamos de un lado a otro, para luego retroceder algunos pasos sin dejar de perder el ritmo—Aunque valió la pena el desvelo. Me alegra que te haya gustado el resultado, es una pena que no nos pudiste acompañar, aunque ahora que lo recuerdo ¿Por qué no estuviste con nosotros ese día?

La alejo un poco para tener el espacio necesario antes de hacerla girar con gentileza y atraerla de nuevo hacia mí. Ella me sonríe y de forma no verbal, me advierte que de aquí en adelante, ella será la que nos guie en este baile.

Retoma la conversación y me explica que estuvo en una reunión con una de sus profesoras quien además de felicitarla, le pidió su colaboración en un proyecto del cual no muchos detalles; lo que la tiene un tanto inquieta, porque detesta tener que esperar unos días más para volver a reunirse con ella.

Por un instante me desconecto de la conversación, y me dedico exclusivamente a observarla. Su voz que antes la escuchaba fuerte y claro, se va perdiendo al igual que la música, transformándose en un sonido distorsionado y distante. Veo como sus labios se mueven sin cesar, el brillo que irradia de sus grandes ojos marrones, la sonrisa tímida que se despliega en sus labios cada tanto, sus cejas semi-pobladas danzando cada vez que exagera su expresión facial y como arruga la nariz cuando hace una pausa para recordar en cuál parte de la historia se quedó, porque tiene la mala manía de desviarse del tema inicial.

De pronto se detiene, su expresión se congela, entreveo en sus ojos cafés cierto recelo y me percato que ambos hemos parado de bailar. Mis manos ya no están unidas a las suyas, sino sosteniendo su cintura, estoy inclinado un poco más hacia delante, tan próximo a su rostro que puedo sentir su aliento chocando contra mi cara.

No sé cuándo el impulso de idiotez me trajo hasta ese punto, en el que puedo afirmar que si doy un paso en falso, terminaré haciendo algo de lo que más adelante podré arrepentirme.

Ninguno de los dos dice nada acerca de la peligrosa cercanía que todavía mantenemos, nadie toma la iniciativa de alejarse y aunque creo que hay atisbo de duda en su mirada, también puedo detectar ¿curiosidad, tal vez?

Sin embargo, el tiempo de decidir se ha agotado y lo que sea que hayamos pensado en decir o hacer, ha quedado en el pasado. Manuel, uno de mis primos mayores aparece de la nada, coloca su brazo sobre mi hombro y me echa para atrás, toma la mano de Auba y nos conduce a ambos hacia el tren humano que se está formando a nuestro alrededor.

Ninguno de los invitados parece darse cuenta de lo que estuvo a punto de pasar, o es que disimulan bastante bien. Cada quien está en lo suyo, bailando, riendo y divirtiéndose mientras se unen a la dinámica.

Antes de que pueda acercarme de nuevo a Auba para hablar, Manuel vuelve a interponerse entre nosotros y se coloca en medio de los dos. Me sonríe con diversión, porque sabe que está consiguiendo molestarme y entre gritos que casi no logro oír por la música tan alta, me dice un sostenido <<Diviértete hermano>>, como si en verdad con esa frase pudiera lograr un cambio.

A partir de allí, pierdo de vista a Auba y me entero solo una hora después cuando estoy buscándola, que se ha marchado con Fernando y Robert.

Maldigo por lo bajo y meconvenzo a mí mismo que ya tendré oportunidad de disculparme. Principalmenteporque he reflexionado acerca de lo que estuvo a punto de suceder, o más bienhacerme una idea de lo que pudo haber pasado si alguien no nos hubierainterrumpido, me he dejado llevar por el momento y no quiero estropear larelación profesional que tenemos por un malentendido. 

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