Sé que me amas, como el jadeo del ventarrón que acaricia mi piel y el soplo del universo que baila en mi pecho.

Somos dos idiotas liados en un amor que trasciende el lapso y el espacio.

Deseas decir que todo ha quedado atrás, pero en lo más profundo de tu ser sabes que tú y yo encontraremos el último suspiro juntos.
Es difícil desatar los lazos que nos unen, reclama al encanto que emana de mi corazón.

Permanezco como tu canción más hermosa, aquella que da vida a tus días y te levanta en las auroras, la cual es una droga cuyo nombre poseo en tus labios.

Deseas revivir aquel instante en el que parecíamos almas gemelas, aquel primer beso sellado al son de las olas, mientras cantábamos melodías que nos embriagaban el alma.

Deja de fingir que no me extrañas, cuando en realidad es todo lo contrario.

Tú y yo seremos fieles compañeros en la tumba, sepultados en el mismo sepulcro, unidos incluso más allá de la muerte.

Moriremos juntos con un montón de flores alrededor; los lirios, jazmines, rosas y hortensias adornarán nuestra sepultura.

Porque lo que sientes por mí nunca conocerá el final.

Te hago falta de una manera indescriptible, y la alegría se vuelve pasajera en tu semblante al saber que soy tu adoración.

Por más indiferencia que muestres. No te acostumbras a vivir sin mí, sin mi dulzura, sin mis caricias.

Pero, amor mío, ni siquiera la muerte nos separará. Permaneceremos unidos en la misma caja, enmarañados más allá de la existencia.

Y recuerda, en cada bombeo y en cada respiro: tú y yo moriremos juntos, porque nuestra obsesión trasciende las fronteras.