Capacidad
Te enamoras de una persona según tenga la capacidad para destruirte, como las olas ansiosas que se estrellan contra los acantilados, rendidas ante la fuerza majestuosa de una roca inamovible.
Eres el caballero con un USB masoquista, conectado a la certeza de encontrar en el amor una dulce agonía, una vehemencia indomable que encienda los juegos artificiales.
Inconsciente hay estrellas que danzan a tu alrededor, ávidas de fundirse con tu carisma, se deshacen mudas cuando tú te adentras en uno solo.
¿Por qué siempre te diriges hacia aquellos lugares donde tu presencia parece insignificante? ¿Acaso buscas el desafío, el aroma de lo inalcanzable, o es que el enigma de lo imposible te llama y te idiotiza inaudible?
Das prioridad a quienes nunca alcanzarán listón, como el viento persigue las estrellas en un cielo inmenso e infinito.
¿Será que en la búsqueda de lo esquivo encuentras un deleite en baile de lo efímero?
Pero, ¡oh! en esa entrega tan plena, no te das cuenta de que tú, valiente guerrero, no eres mitad que busca completar la fruta entera.
Eres un lucero completo, una constelación de la galaxia y un tesoro que merece ser compartido con alguien que vea en ti la chispa de lo duradero.
No busques en los confines de la distancia lo que quizás está más cerca de lo que imaginas. Abre los ojos a las oportunidades que te rodean, a esos rastros que vociferan tu nombre y desean ser parte de tu viaje.
Enamórate de ti mismo, de tus imperfecciones que son hilos dorados en el tapiz de tu existencia. Y cuando hayas encontrado ese realce en ti, aquello que enciende tus rincones más lóbregos, entonces, solo entonces, podrás amar sin temor y sin medida.
Serás el caballero sabio que entiende que el amor es un espejo donde te reflejas tú mismo y te copias entero, sé capaz de conquistar el mundo y date la ocasión de ser conquistado por él, en un baile bajo el compás de la luna.
Que el amor te encuentre en el umbral de tu ser, y te muestre que no es en la derrota donde reside su poder, sino en el abrazo mutuo, en la unión de dos almas que se reconocen como iguales, en la sinfonía de dos corazones que laten al unísono, completando juntos la fruta entera de la vida.
La fruta entera eres tú, y después, solo después, necesitarás un complemento, pero primero ámate hasta el cansancio.
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