No sé porqué sigo insistiendo.
Porqué la casa aún rechina con
la delicadeza de tus pasos.

Porqué aún espero verte al
voltearme.
Porqué aún el cielo me dice
que no es tarde.

Roma, enamórame,
roma, bé(r)same,
Pero Roma no
desaparezcas más
mi bien.

Roma ¿porqué no
me versas?.
Ya lo sé Roma.
Te hartaste Roma.

Te entiendo, yo también
me hartaría de mis
mundanos escritos.

Pues al final siempre te
pertenecí y ya que no
me querías Roma.
¿Para qué existir?

Si ya todo me recordaba
a ti, si todo me dolía a ti,
si todo hacía que me odiara más.

Sabes que siempre fui lo suicida
de tus lágrimas y el vaso que
me mato fueron sus manos
y no las tuyas Roma.

Espero que alguien te llegue
a comprender alguna vez.
Espero que sean tan
valientes cómo para
no quemarse por el
ácido que es tú ausencia.

Roma te amo, más de lo que pensé.
Tú evitándome y yo cayendo en ese foso sin luz mendigando un poco de tú tiempo.

Hoy traigo el corazón
inundado de pedazos rotos
que surcan en la angustia,
dolor inmensurable de
necesitarte y que me evites.

Ya (me) acabaré.

Pues no se qué hacer sin tus manos
entre mis costillas, sin tus ojos

de bosque ni tus labios llenos de
veneno manteniéndose alerta.

Te amaré hasta que el existir
deje de ser momentáneo
cómo lo que sentiste por mí.

Perdóname si te hice daño,
si recalque tanto tu ausencia
que llene con los ojos
subrayados de tinta
transparente y sal.

Quiero saber de ti,
pero nadie me responde.

Pues aquel puente se enamoró de mí inutilidad, no quiero finales felices, quiero ser tú felicidad.

No quiero olvidarte pero sí
que me olvides, pues eso lamentablemente se
te da a la perfección.

Sólo diré que nunca
amé cómo contigo.

Ni perdí la cordura
a tal punto de que
no me rompieras
el corazón,
sino la vida.

2015 20 05