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Helga Pataki |¡Hey, Arnold!|

A Arnold le gusta Helga.

-Oh Arnold, han pasado los años pero mi amor por ti sigue latente y ardiendo como el sol -decía la rubia con un portarretratos en forma de corazón en sus manos-. Es mi última oportunidad para ganar tu corazón, para dar nuestro último baile juntos antes de separarnos.

Dramatizaba mientras daba vueltas en el baño, con cierta dificultad. Esa noche sería el baile de graduación, y estaba dispuesta a bailar con su gran amor desde los nueve años. Arnold, cabeza de balón. Se pasó las últimas semanas asegurándose de que el rubio no tuviera otra cita más que ella, con el pasar del tiempo ella dejo de ser tan arisca y bruta con él para poder ser amigos... Y tratarlo mal a veces pero aún así eran amigos. Arnold, al notar que todas las chicas con las que pensaba ir al baile se accidentaban o se alejaban corriendo de él, decidió ir con su amiga, Helga Pataki.

- ¡Helga! -dice su padre al otro lado de la puerta mientras la aporrea-. ¡Hay más personas que quieren entrar al baño, chica!

-Ya voy -gruñe escondiendo la foto de su amado en el bolsillo, sale encontrándose con su viejo padre ansioso por ir al baño.

- ¡Al fin! Tardas una eternidad y siquiera hay un cambio -resopla antes de adentrarse al lugar y cerrar la puerta tras él.

Helga se queda quieta, afectada con las palabras de su padre. Camina hacia el espejo del pasillo y con horror comprueba que en realidad no hay cambio alguno. Ella no sabía maquillarse, había pensado en pasar de ello, pero al parecer sí necesitaba aunque sea un poco. Apenada miró sus cejas, ella misma había acabado con su antigua uniceja pero no las había arreglado bien.

Entonces se entristece porque tal vez esa noche no será tan genial como había planeado todo ese tiempo.

Su celular suena desde la habitación. De inmediato corre hacia ella y se lanza a la cama tomándolo. Su corazón da saltos al ver el nombre de su amado en la pantalla. Respira hondo varias veces antes de contestar.

-Hola cabeza de balón -dice con fingida falta de interés.

-Ho-hola Helga -se escuchan unas risas, puede que sean de Gerald-. ¿Qué tal?

-Bien -se traga sus gritos de emoción-. ¿A qué se debe tu llamada?

-Sólo quería saber si sigue en pie lo de hoy... Gerald ya cállate -le escucha quejarse.

-Ajá, claro.

- ¿Sí? Uh, bueno... ¿Debo ir por ti?

-No, digo, sí... Bueno, si quieres -comienza a tartamudear, era un sueño hecho realidad.

-Bien, entonces... ¿Te veo a las siete?

-Claro, cabeza de balón.

Cortó la llamada y soltó un gritito de emoción. Se abraza al aparato sonriendo con felicidad que pronto se esfuma. Su cuerpo se desinfla y lanza un suspiro pensando en lo lamentable que era su última opción.

Olga, su hermana mayor, había decidido visitarlos por la graduación de Helga. Estaba en su antigua habitación junto a su esposo. Si Helga tenía suerte tal vez la encontraría sola y su vergüenza no sería tan grande. Respiró hondo varias veces antes de ir en busca de su hermana mayor.

- ¿Olga? -pregunta tocando levemente la puerta y apenas abriéndola.

- ¡Helga querida! -correspondió al instante la rubia, sonriendo mucho mientras hacia señas con las manos-. Pasa, linda, no tengas pena.

Al parecer estaba emocionada porque era la primera vez en toda su estadía que Helga se le acercaba a voluntad propia. Aunque su sonrisa se vio afectada al notar la expresión de la menor.

- ¿Qué pasó?

-Tú... Sabes que hoy es el baile de graduación, ¿no? -murmura mirando al suelo.

-Sí linda, ¿hay un problema?

Helga se tapa el rostro mientras se lamenta -Hay muchos problemas. Uno de ellos soy yo.

Olga frunce el ceño y se acerca a su hermanita. Le quita las manos de la cara y le hace mirarla a los ojos.

-Helga, tu nunca eres el problema de algo, debes saberlo linda... Ahora dime el verdadero problena.

Hace muecas antes de hablar -Necesito ayuda para arreglarme y verme... Diferente.

- ¿Diferente? Helga, acabo de decirte que no eres el problema y...

- ¡Quiero sentirme linda, Olga! -gime exasperada, alzando las manos sobre su cabeza-. Dios, Olga, sólo quiero sentirme bien conmigo misma esta noche. Quiero que me vean y piensen que soy bonita, no que voy a patearles el rostro.

-Bien, bobita, no grites -le sonríe-. Voy a ayudarte, ¿bien? Sólo debes saber que siempre eres bonita.

-Ajá, claro -rueda los ojos.

Olga tira de su hermana hasta que ella cae en la silla rosa de la habitación. Helga se sostiene de esta mientras escucha a su hermana mayor rebuscarse en su bolso. Abre los ojos como platos al verla acercarse con una especie de mini maleta.

- ¿Va a doler?

-Para ser bella hay que ver estrellas, hermanita.

Chilla cuando se acerca a quitarle los vellos de las cejas que sobraban. Estuvo así los siguientes diez minutos. Olga estaba concentrada en dejarle las cejas parejas. Helga temía lo que sería después, cuando le quite el papel que había puesto sobre sus labios para sacarle el bigote.

- ¡Demonios! -gritó cuando eso sucedió, de la nada-. ¡Olga!

-Lo siento, lo siento -sonrió ella.

Luego se dedicó a "humectarle la piel" para poder pasar a arreglarle el cabello. Tardó mucho hasta que el cabello rubio de Helga cayó por sobre sus hombros con gracia. Lo tocó mientras sentía con sorpresa la suavidad y percibía el aroma que desprendía.

-Es... Bonito -rió nerviosa.

Olga la miró con ternura mientras sacaba sus manos. Observó su trabajo satisfecha y giró a Helga hacia el espejo. Ésta no podía creer lo que veía... ¡Estaba guapa! ¡Era genial!

-Gracias, Olga -dijo levantándose.

Ella aplaudió emocionada y la siguió hacia la puerta -Ahora déjame ver tu vestido.

Helga se detiene de golpe y masculla "maldición". Olga se lleva una mano a la cabeza.

-Pues... Es una suerte que yo tenga aún tu regalo.

- ¿Regalo? -la mira interesada-. ¿De qué me servirá tu regalo ahora?

-Muchísimo -asegura cantarina.

Cuando vuelve con las manos en las espaldas Olga se muerde los labios emocionada. Era el mejor momento que había tenido con su hermana hasta ese día. Y Helga sólo quería ver el maldito regalo.

- ¿Qué...? Oh -susurró al verlo.

***

Los chicos la miraban con la boca abierta, bueno, las chicas también. En especial Ronda, aunque Phoebe, su pequeña amiga, sonreía de lado junto a Gerald. Arnold caminaba junto a Helga con las piernas hechas gelatina, cuando fue a buscar a su amiga no creyó encontrarla así... Tan despampanante.

Llevaba el cabello cuidadosamente peinado sobre sus hombros, se veía más rubio y brillante. Se veía sedoso, y Arnold lo había comprobado cuando "sin querer" pasó la mano por él. Traía un vestido negro de tirantes que le quedaba precioso. Helga se veía como una chica en verdad, en verdad hermosa.

Se sentía bella, le gustaba causar tal impacto en los demás. Le gustaba la forma en que cabeza de balón la miró cuando se acercó a él, y la misma forma en la que sigue mirándola ahora que están en la fiesta. Parecía que todo era perfecto, entonces se acabó la diversión.

Fue al baño de niñas luego de que se propasó con las bebidas. Dejó a Arnold hablando con sus amigos y se metió al último cubículo. Planeaba acabar con eso rápido y volver cuando escuchó que otras chicas entraban al baño.

- ¿La viste? -decía Ronda-. Parecía una chica.

-Por primera vez en su vida -dijo otra de sus amigas. Todas soltaron una carcajada.

-Sólo con maquillaje es capaz de verse bien. Una lástima.

-Es ridícula. Pasan los años pero ella sigue siendo como un... niño.

Siguen soltando algunas palabras ofensivas más antes de irse. Para su sorpresa, Helga está pegada a la puerta con los ojos llenos de lágrimas. No estaba furiosa como para ir y romperle los dientes a esas chicas, se sentía estúpida y humillada.

Salió del baño a paso rápido, todos estaban pendientes de la coronación para reina del baile y no le prestaron atención. Aunque Arnold había estado al pendiente de ella todo el tiempo y por ello corrió tras Helga cuando ésta salió.

- ¿Qué pasa, Helga? ¿Te sientes bien? -preguntó jadeando cuando ella se dejó caer en las escaleras.

- ¡No! -espetó ella, con un sollozo-. Todo es un asco.

Arnold palideció al verla llorar, pero se acercó hasta sentarse junto a ella. Observó con tristeza su rostro colorado y empapado.

- ¿Qué pasó en el baño, Helga?

Ella gime tapándose el rostro.

-Nunca van a verme como una chica linda... Siempre seré ridícula. Hasta en un estúpido vestido bonito.

Él hace una mueca -Te ves bonita, creo yo.

-Eso... Eso no lo dicen los demás -susurra destapándose, con el corazón acelerado-. De igual manera, cuando llegue a casa y me quite todo esto volveré a ser la estúpida Helga que parece chico.

Cabeza de balón hace una mueca, baja la cabeza mirando sus manos. Respira hondo antes de hablar.

-Sin duda me agradas así, Helga. Te ves preciosa y quien sea que dijo lo contrario está mal -ella lo ignora-. Pero... Me encantas cuando no llevas tacones o vestido, cuando te pones jeans enormes y tu típica camiseta rosa favorita -dice con las mejillas rojas y una sonrisa-. Me gustas de cualquier forma, Helga... No-no sé si eso te importe pero, pero yo quería decírtelo porque... Es que no quiero...

Ella le sonríe, acababa de callarlo con un beso rápido. Había deseado volver a hacerlo, la última vez que lo hizo se retractó de sus sentimientos. Ahora ya no lo haría.

-También me gustas, cabeza de balón.

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Joder, mi OTP de niña. Necesitaba hacer esto.

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