Domicissa (S&B)
Te amo como un chico ama a una chica.
Narcissa no quería ser una amiga especial de Dominique Weasley, ese no era su plan en lo absoluto. Cuando la vio entrar con su uniforme de Slytherin creyó que podría sacar ventaja de ello, tal vez manipularla. Pero eso no era posible, Dominique no podía ser manipulada, siempre terminaba haciendo lo que le venía en gana.
No era la favorita de su familia, lo sabía y vivía tranquila con eso. La llamaban zorra, guarra, y de mil otras formas pero aún así sonreía al caminar por el pasillo. Narcissa la miraba con asombro, maravillada con esa fortaleza. No esperaba aprender algo de una Weasley teñida con la ropa demasiado corta y pegada al cuerpo, pero al parecer eso era posible.
Por eso no se alejó, ya no quería hacerlo. Deseaba ser tan fuerte como Dom, ser tan divertida como Dom, ser tan feliz como Dom... Deseaba a Dom en su vida todos los días.
Era extraño, no la quería lejos. A Narcissa le daba terror aquellos sentimientos, pero a la vez los escuchaba. En el desayuno la miraba beber su jugo de naranja y luego relamerse los labios, ella también lo hacía luego; la veía sonreír y ella también lo hacía. Acción y reacción. Dominique se encargaba de hacer la acción, Narcissa de la reacción.
Ahora Dominique coqueteaba con una joven de Ravenclaw, o al menos eso parecía. Sonreía mucho, tocaba su cabello y el de la muchacha. Esta otra tampoco se quedaba atrás. Narcissa estaba ardiendo mientras sostenía su libro con fuerza, casi doblándolo por la mitad.
¿Por qué demonios coquetea con mujeres? Es antinatural. Pensó furiosa, recordando lo de Albus Potter.
No le gustaba, entonces la pregunta era ¿por qué seguía teniendo a alguien como Dominique a su lado?
—Hola señorita —saludó una contenta Dominique acercándose para darle un beso sonoro en la mejilla.
Narcissa enrojeció por completo, y le dedicó una mirada poco amigable.
— ¿Por qué hacías eso?
—... ¿Qué cosa? —frunce el ceño.
—Coquetear... con otra chica —masculla apartándose el cabello del rostro y mirando a la pared.
Una risa escapa de Dominique, entonces la mira interrogante.
—Recuerda en qué siglo estás, Narcissa —le recomienda—. Ahora eso ya no importa... Y yo hago lo que siento, cuando lo siento. Si eso te molesta, pues lo siento, no puedo detenerme.
Eso parecía una invitación a alejarse si no podía con eso. Narcissa titubea tragando saliva y mostrando un nerviosismo poco usual en ella.
—No hay problema —dijo finalmente, causa una sonrisa enorme en Dominique—. Sólo que... A mí no...
—El que a mí me gusten las chicas no te obliga a sentirte atraída por ellas también sólo porque somos amigas, Cissy —pone una mano en su hombro, el cuerpo de la Malfoy se tensa por completo—. Tú a lo tuyo, y yo a lo mío... Tampoco sientas miedo —añade a susurros, acercando su rostro al punto de que Narcissa se sienta incómoda— no estoy enamorada de ti.
Y se aparta para luego comenzar a alejarse. Narcissa permanece en su lugar, sin mover siquiera un músculo. No sabía por qué eso último le dolía tanto.
Días después tuvo una pesadilla, despertó sobresaltada a mitad de la noche. El rostro bañado de lágrimas, recordando los castigos de Lady Arista si no hacía lo que le ordenaba, recordando a su madre desaparecer en las llamas con otra hija. Temblando se dirigió al baño y lavó su rostro antes de comenzar a sollozar.
—Cissy —murmuraron a sus espaldas.
La voz de Dominique le hizo voltear con miedo. Verla ahí, con su pequeño vestido celeste que se ajustaba en su cintura le provocaba un cóctel de emociones. Algo se encendió en su interior, algo que sólo le hizo estallar en lágrimas otra vez.
¿Por qué tenía que sentir eso?
La Weasley se acercó a abrazarla. Su piel caliente sobre la fría de Cissy. Y se sentía bien, pero para ella estaba mal. Con la nariz contra su cuello, el perfume llenándola. Se sentía bien, estaba mal. Las manos en su cintura, podía sentir cada una de sus curvas. Tan bien, tan mal.
La siguiente vez Dominique estaba maquillándola. Se acercaba mucho para poder aplicarle el lápiz de ojos, llevaban cinco minutos sin hablar. Narcissa ya no se quejaba porque experimentaba con ella. Ahora sólo miraba a su amiga, cada una de sus facciones.
—Cierra los ojos —murmuró Dominique mientras tomaba otro lápiz.
Narcissa tragó saliva y así lo hizo.
Sintió que la punta del lápiz se pasaba por encima de las pestañas. De repente comenzó a temblar, el cálido aliento de Dominique estaba cada vez más cerca.
Y entonces lo sintió, los labios suaves de Dom sobre los de ella. Derritiéndose, fundiéndose. Toda su alma congelada a merced del calor de la pelirroja que fingía ser rubia.
Una simple alucinación. Le habría gustado que sea real.
—Listo —festejó Dominique y abrió los ojos para ver su sonrisa—. Te ves hermosa... soy tan buena.
Sólo se quedó mirándole, sorprendida por su descubrimiento. Era algo que obviamente ya sabía, pero hasta ahora lo admitía.
La miraba con el calor envolviéndole, y su corazón bombeando sangre muy rápido. Estaba acelerada, sonrojada, con deseos de sonreírle eternamente. Estaba enamorada de su mejor amiga, de una chica.
Amaba a Dominique... La amaba como un chico ama a una chica.
***
No pude evitarlo, escuché la canción veinte veces desde ayer. Era tan hermosa, y su vídeo... aún más.
Entonces hice un one shot de Dominique y Narcissa. Lo que me entristeció un poco a la vez que me enamoraba de ellas.
Deberían saberlo, Narcissa siempre fue despectiva con los homosexuales y terminó siendo como ellos. Ella se esforzaba para no demostrarlo, pero cuando Dominique llegó toda liberal y sin importarle los prejuicios algo se despertó dentro de ella. Con ello se aceptó a sí misma... Lástima que no fue correspondida.
Ambas siempre retratadas como zorras, también tenían sus problemas y sus virtudes.
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