Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VERGESSEN

Long Island Home, octubre 1987

Los cumpleaños son una fecha misteriosa la mayoría de las veces. Algunos prefieren tirar la casa por la ventana, otros refugiarse en el calor de la familia o las geniales manzanas acarameladas que su progenitora preparaba con esmero en el jardín trasero.

No tenía muchos recuerdos claros pero su imaginación era un torbellino con vida propia que se rehusaba a creer que su futuro era continuar atado al orfanato hasta la mayoría de edad.

Habían pasado dos años y en cada visita Jimin cruzaba los dedos por ser el elegido. Aun cuando su apariencia enclenque y enfermiza le restara puntos frente a los candidatos a futuros padres, el chico se esforzaba por mostrarse amable y aquella vez en que un señor lo llevó de paseo tuvo la gran ilusión de que el día finalmente había llegado.

No pudo entender después por qué la misma pareja le mirara con repulsión en el festival de Acción de Gracias al que fueron invitados los niños del orfanato. Como tampoco pudo entender por qué sus compañeros de habitación fueron abandonando el sitio semana tras semana hasta que quedó solo en aquel piso desvencijado que se comunicaba con el ático.

Ese fue el escenario para su cumpleaños número seis, hoy que arribaba a los ocho, tenía conciencia de que lo mejor que pudo haberle sucedido fue la soledad. Los niños fueron adoptados, trasladados o cambiados de habitación. Luego vendría una horrible gripe y el incendio de los almacenes.

A la directora del hogar no le quedó de otra que pasar a los niños que quedaban a manos de la iglesia católica de Long Island. Para esa fecha, solo contaban catorce pequeños, siendo Jimin y Yoongi los únicos del sexo masculino.

Yoongi…aquel chico de mirada verde oscura. Aun recordaba haberle golpeado sobre la nieve y luego gritarle monstruo por lo de su oso de peluche. No recibió una disculpa, pero a partir de entonces dejó de ser molestado.

Solo un año después se enteró por boca de Sally que la reclusión del más pálido se debía a su comportamiento violento y que no había dudado en fracturarle dos dedos a uno de los chicos de la habitación de Jimin.

Samuel, aquel abusador que lo molía a golpes y dejaba sin pan. Yoongi no hablaba mucho, no se disculpaba y no conocía la piedad, pero era el único que había comprendido que las marcas en el cuerpo de Jimin no eran simples caídas o rasguños como se había visto obligado a justificar.

Fue una noche de marzo, cuando recién se acostumbraban a la casa temporal mientras remodelaban el Hogar de Long Island que Jimin se llenó de valor. Había observado lo suficiente a su mayor como para saber que lo único que ponía una sonrisa en su rostro eran las mandarinas.

Ese último año y para evitar ser acosado, lo había empleado en ayudar a Sally en todo lo que su edad podía ser de utilidad en la cocina y ahora obtenía su recompensa. Le llevaría tres mandarinas aquel muchacho atemorizante y quedaría en paz.

Recordaba vagamente a su padre hablar de la necesidad de ser fiel a los principios y convicciones sin importar de quién llegara la ayuda. Así que esa fue la primera noche que se atrevió a esperar dentro de la habitación del enigmático Min Yoongi.

No sabía que en esos momentos su mayor se las arreglaba para estropear otra entrevista donde sus posibles padres adoptivos miraban con horror como un niño de nueve años les entendía y acuchillaba con las mismas palabras que un desdeñoso adulto.

No le importó que lo señalaran o que a la asistente social casi le diera un infarto. Les enseñó el dedo corazón antes de abandonar la sala y embarcarse de vuelta al hostal de la iglesia. Yoongi había calculado su tiempo con sapiencia y este era su resultado.

El libro que había encontrado sobre el baúl del desván en su antigua habitación parecía ser su luz en medio de la tormenta. Ya lo había decidido en ese entonces. Se perfeccionaría en el arte de entender a los seres humanos y su primer sujeto de prueba estaba a punto de madurar como la fruta más deliciosa.

Park Jimin, aquel muchacho enclenque de hermosos ojos azules y mejillas rellenas. De labios voluptuosos e inocentes pero que le recordaban a los de las mujeres que detallaban los libros de los clásicos griegos. Aquellas generosas madonas de exuberante belleza.

Se sentía eufórico de solo pensar cómo sería estar más cerca del menor, por eso fue dejando una pista aquí y otra acá. Primero alejarlo de todo y de todos, luego frustrar sus opciones de abandonar el orfanato.

Por qué le causaba insana curiosidad. La respuesta la tuvo en aquella mañana donde el castaño se le echó encima por deshacerse de aquel ridículo oso.

Su reacción sin filtro, el brillo en su mirada ante la sed de venganza, la misma oscuridad que se arremolinaba en su corazón mientras lo contemplaba aprender oraciones inútiles y ser el cordero fiel con tal de largarse de allí.

Yoongi tenía otros planes y la sonrisa en su rostro prepuberal cuando encontró una forma humana convertida en una tierna bola sobre el colchón de su dormitorio solo lo hizo apuntar mentalmente de que estaba listo para el próximo paso.

Jimin no supo mucho de sí mismo hasta que fue despertado por el mayor y entre tartamudeos le agradeció por su acción del pasado al salvarlo de sus agresores. Yoongi sonrió y aceptó el regalo compartiendo el fruto con su pequeño sujeto de prueba.

Nunca pensó que un año después Jimin siguiera asistiendo puntualmente a su dormitorio porque solo de esa manera conciliaba el sueño. Nunca pensó que su insana curiosidad se fuera transformando en algo que ya las empleadas del hostal veían con malos ojos.

Deja de mirarlos con envidia, Park. Tú vas a tener un cumpleaños mejor que esos tontos.

Jimin volvió de su ensoñación hacia la familia que entonaba el feliz cumpleaños en el patio del renovado Hogar en Long Island. Cumpleaños colectivo, pensó chasqueando la lengua. Solo era una excusa para exhibir a los bebés y niños de menos de cuatro años que tenían más posibilidades de ser adoptados.

Él arribaba a los siete y quizás su tiempo con Yoongi había sido responsable de que se sintiera aún mayor. El muchacho pelinegro no hablaba mucho pero cuando lo hacía, todo el mundo se daba cuenta de que su inteligencia rebasaba lo esperado para alguien de su edad. Así Jimin empezó a ver a través de los ojos de Yoongi lo que podía ser el mundo y descubrió con desazón que la mayoría del tiempo, todos terminaban mintiendo.

Como sea. Dejaré de comerme la cabeza ¿Te dejaron salir?

Yoongi asistió antes de cruzarse la especie de morral que acababa de aprovisionar sobre el hombro. Jimin había aprendido a no hacerle preguntas y observarle más. Era la única forma en que podía tener al menos un indicio de hacia dónde iban los pensamientos del mayor.

Vamos ahora antes que nos descubran.

Jimin asintió aprovechando que la mayoría de los ojos se unían al colorido de la piñata recién abierta. Los árboles plantados alrededor del orfanato como parte de la remodelación ya no estaban enfermos y servían de excusa perfecta para desaparecer en sus copas cuando la vida se hacía demasiado monótona.

Jimin seguía queriendo tener alas y poder volar, pero en los últimos tiempos su obsesión con alzar el vuelo había pasado de las aves a los insectos. Coleccionar mariposas era la excusa perfecta para estar en la biblioteca y por supuesto, para convivir con su hyung.

Allí era el único sitio donde Yoongi no acababa recibiendo diez reglazos por su mal comportamiento o vocabulario soez. Allí podía admirar como su hyung se alimentaba de libros con un hambre voraz para luego, en la soledad del dormitorio que ya casi compartían, exponerle sus opiniones francas sobre ellos.

En ese otoño plomizo habían comenzado a leer a Oscar Wilde y El retrato de Dorian Gray era motivo de tensiones entre aquel dúo de amigos que pronto se tendrían que separar. Jimin lo intuía. Como si su sangre supiera que la despedida estaba a la vuelta de la esquina.

El padre de Yoongi había aparecido de la manera más insólita para reclamar a su hijo ilegítimo y por muchas “travesuras” que se planteara el mayor, nada le impediría a aquel hombre alto y soberbio reclamar a su primogénito.

Finalmente, los cumpleaños me revuelven el estómago. Las fiestas hipócritas en general.

Comentó Yoongi antes de establecer su base debajo de un árbol de amplio follaje. Desde aquel punto la playa del Coney Island quedaba recortada a la espalda de los jóvenes y lo que antes eran caseríos ahora comenzaban a convertirse en el esbozo de un futuro vecindario residencial.

Solo mira lo rápido que crecen los edificios a nuestros pies. Es como una Torre de Babel imaginaria.

Jimin escuchaba a medias mientras reparaba en cómo Yoongi colocaba sobre la manta de picnic medio pollo asado y un pastel de cerezas. Sería castigado duramente pero una sensación de opresión y calidez en su pecho le gritaba que no importaba.

Su hyung le estaba diciendo adiós. La tranquilidad que había alcanzado durante casi un año se fragmentaría en esquirlas dolorosas y quedaría en soledad otra vez.

Niño tonto, se puede saber por qué estás llorando.

Jimin intentó sonreír pero el resultado fue una mueca. Yoongi no era muy dado al contacto físico y no le daría jamás el abrazo que necesitaba. Probablemente recibiera algún insulto de su mayor, pero no podía evitarlo.

El castaño hipaba limpiándose las lágrimas con las mangas de un suéter que le iba demasiado grande y solo afianzaba su aspecto vulnerable. Yoongi quiso analizar las reacciones del contrario pero el palpitar en su pecho le confundía.

Había nuevos sentimientos en la lista de los que se proponía diseccionar. Uno que había visto o escuchado por accidente mientras su padre lo llevaba a lo que en unos días sería su nueva casa.

Para un niño de diez años con una mente precoz comprobar como la esposa de su padre tenía relaciones íntimas con el mayordomo de la mansión hubiera armado revuelo, pero él no era así. En su lugar la curiosidad y el deseo morboso por comprobar su teoría se apoderó de su cerebro.

Qué impulsa a las personas a lucir como el tierno Park Jimin que no paraba de morder su labio inferior para ocultar su debilidad. Por qué eso que llamaban amor, deseo y pasión le parecía tan superficial y vacío. Que no todo empieza con la chispa de la curiosidad.

Cierra los ojos.

Jimin creyó haber escuchado mal. Pero la profunda mirada verde que lo recorría de pies a cabeza no estaba para bromas. Atragantándose con su propio llanto obedeció. Podía escuchar el viento golpeando su cabello y sus mejillas, el olor a salitre envolverle tal como las lágrimas que habían mojado sus mejillas y labios.

Nunca imaginó que el tiempo se pudiera detener con solo un roce de aquellos dedos llenos de callos a cuenta de las heridas cicatrizadas. Los ojos azules de Jimin descubrieron los pensamientos de Yoongi mientras este inspeccionaba con sus pulgares el contorno de sus mejillas.

Deja de llorar pequeño tonto ¿No fui claro cuando fuiste a mi habitación aquella vez? No iré a ningún lugar a menos que estés allí.

Pero…

Un dedo largo y huesudo se cernió sobre su boca. Yoongi se humedeció los resecos labios antes de comprobar las irregularidades en los del castaño.

Feliz cumpleaños Jiminnie.

Fue lo que murmuró antes de rozarle la comisura izquierda con la única habilidad del que se siente atraído por lo desconocido. Jimin no estuvo muy consciente hasta que meses después todo explotara frente a su inocente percepción. Lástima que ese fuera el inicio de un pacto silencioso en el que ninguno de los dos estaría dispuesto a ceder.

Diez años después

Mientras las luces de Nueva York enmarcan el amanecer en una línea borrosa, los ecos de la noche parecen ahogar los pensamientos de Park Jimin. Acaba de cumplir diecisiete años y no tiene tiempo para seguir reglas.

Su habitación en el hogar de Long Island se ha convertido en un reducto destinado a los posters de música Hard Rock de finales de los setenta y por supuesto de la década dorada que está a punto de vivir en pleno inicio de los noventa.

Quizás por eso le llamó la atención aquel club de chispeantes asistentes. Una revolución se estaba llevando a cabo dentro de su mente y su cuerpo y el grito de lo desconocido lo hacía  caminar detrás del fantasma de quien creyera su único y mejor amigo, aun cuando corriera el riesgo de perder más de lo que podía obsequiar.

Min Yoongi había abandonado Long Island poco después de que Park arribara a su cumpleaños número siete, y por mucho que quisiera, el castaño no podía olvidar a aquel muchacho de profundos ojos verdes y mirada seria que hoy por hoy encabezaba diarios y recepciones de etiquetas junto a su aristocrática familia.

Yoongi con el paso del tiempo quebró su promesa y Jimin comprendería que sería muy difícil volver a verse cuando el pelinegro fue enviado a un internado a Inglaterra para moldear su difícil carácter.

Sally no quiso contarle más a Jimin, pero para un niño que va camino a la adolescencia no existe la palabra no.
Por ello, aunque no se sintiera muy orgulloso al respecto, había escarbado lo suficiente como para dar con la residencia actual de los Min en el número 224 de Mayfair y anhelar pacientemente el regreso de su mejor amigo.

La espera de Jimin tuvo sus frutos aproximadamente un año después a la despedida y lo que vio solo fue suficiente para llenarle el corazón de recuerdos agridulces. Su sonrisa emocionada donde desaparecían sus ojos en dos finas medias lunas se quedó vacía al contemplar el profundo ceño de Yoongi.

—No vuelvas a buscarme Park. No tengo tiempo para niños llorones que no aceptan su lugar en la sociedad.

Fue la seca respuesta mientras el mayor de los dos se adentraba a paso decidido en lo que serían sus propiedades en un futuro, todo bajo la atenta mirada de sus nuevos progenitores. Decir que evitó llorar fue poco. Jimin gritó a todo pulmón sin conocer apenas la verdadera razón del dolor en el centro de su pecho.

Desde ese día se propopuso a sí mismo mejorar y hacerse más fuerte tanto en lo físico como en lo mental y una nueva emoción apareció junto al nombre de su antiguo compañero de dormitorio en Long Island Home.

La ira puede convertirse en la chispa capaz de desatar una hoguera y lo que era un niño inocente se alimentó con uñas y dientes mientras día a día recordaba aquellas viejas promesas tan vacías como el chico que las pronunció.

"No iré a ningún lugar a menos que estés allí."

Las mentiras susurradas por aquella boca con la habilidad de encantar al más firme le enfermaban. La forma en la que Min aparecía en los diarios locales en el retrato de una familia que a Jimin le sonaba tan falsa como su propia sonrisa solo aumentaron sus ansias de vengarse de aquel desagradecido.

Fueron años de desprecio y ausencia que el futuro Park Jimin agradecería hasta ese único de fin de semana donde gracias a una apuesta con Sung Woon, otro de los pocos chicos que aun vivían en Long Island, terminó a las afueras de Vergessen Club y la sangre le volvió a burbujear al descubrir al joven que con veintiún años parecía un poderoso lord enfundado en una chaqueta de cuero y pantalones de mezclilla oscura también.

Un sentimiento turbio calentó el cuerpo de Park Jimin mientras seguía a Sung Woon en la fila y ponía su expresión más adusta para esquivar el control a los otros adolescentes que como él competían por una entrada en el mejor club de la ciudad.

Min no había necesitado de aquello. Las influencias le sobraban y Jimin se sintió como un ridículo gusano cuando la mirada del pelinegro impactó de golpe con su figura al atravesar el colorido umbral de THE VERGESSEN.

—De dónde conoces a ese tipo, Park.

La voz de Sung Woon sirvió de interruptor mientras Jimin tragaba duro y fingía que no había sucedido nada.

—No conozco a nadie. Vamos, me apetece estrenar la pista.

Una sonrisa forzada mientras ambos chicos iban de la mano hacia el nutrido grupo que se tambaleaba al ritmo de la música en el antro.

Cerca de la barra un chico pálido como la luna acariciaba el contorno de su vaso de whisky.

—Veo que ya fijaste un objetivo esta noche…—Un sonrojado Woo Sung elevó su Martini y Min solo asintió con media sonrisa ladina.

—No es lo que crees, tonto Woosungnnie.

El más desinhibido de los dos liberó una carcajada. Se habían conocido como parte de los interminables internados de Yoongi en Europa y Asia. Woo Sung era de su edad y compartía algún que otro de sus recién descubiertos gustos.

Como por ejemplo el hecho que la imagen de Park Jimin siendo bañado por las luces estroboscópicas del lugar le instara a comprobar una de sus tantas teorías sobre la respuesta de los humanos al deseo.

Mientras tanto Jimin se movía a conciencia, sonriendo y bailando al son que seleccionaron en la pista y compartiendo aquellos tragos demasiado fuertes para su delgado y firme cuerpo que ya se despedía de la adolescencia aun con diecisiete.

—Toma, mi amigo el de la barra dijo que esto nos sentará bien.

Sung Woon le había entregado un pequeño papel con las alas de una mariposa impresa al dorso. Jimin amplió la sonrisa y sin siquiera pensarlo dejó descansar el afrutado parche sobre su lengua.

Lucy seguía siendo un cielo con diamantes* como en la canción de los Beatles y el poder psicodélico corriendo por sus venas diluyó el ambiente lo suficiente como para olvidar que conocía a quién le observaba con suspicacia del otro lado de la sala.

Más alcohol y cuerpos palpitantes, un calor abrazador desprendiéndose de su organismo, para perlarle la frente y hacer notar más colores de los que podía contener su mirada azul.

Estaba viviendo a través de un violento caleidoscopio donde todas las sensaciones le cosquilleaban en la piel y para un joven sediento de aventura aquella especie de travesura mientras bailaba solo contenía lo mismo que el trago fuerte que acababa de quemar la garganta de Min.

El pelinegro ya había tenido suficiente. Ver cómo Jimin se movía, ajeno a las reacciones que provocaba alrededor, solo avivaba su ambición. No iba a permitir que ninguno de los seres que le rodeaban tomara lo que él había marcado como suyo tanto tiempo atrás.

No escuchó a Woosung cuando le gritaba por encima de la música hacia dónde se dirigía, solo fue algo consciente de que había caído en el hechizo del animado castaño cuando sus manos grandes y posesivas se cerraron en la cintura de Park.

El niño ya no era esa colección de huesos y delicadas formas. Aun cuando conservaba el aspecto de un ángel etéreo el cuerpo firme que se seguía contorsionando con descaro contra el suyo le pertenecía a un nuevo Park Jimin que entreabrió los labios con una silenciosa pregunta al descubrir quién le impedía continuar con su propósito de divertiste esa noche.

Yoongi observó como las pupilas del menor resaltaban en el fondo azul mar de esos ojos. Estaba seguro que su plan de sugerirle a Woosung que dejara a sus “amigos” rodear a los únicos que parecían bebés en el lugar estaba dando sus frutos. Relamiéndose sus finos labios se permitió admirar su obra.

—Ya ha sido suficiente, ChimChim.

Ronroneó sobre el oído del más joven consiguiendo un ligero estremecimiento y sin esperar más señales le arrastró del codo hacia la salida del local. El aire frío de la madrugada abrazó a ambos cuerpos y Jimin no tuvo otra opción que abrazarse a sí mismo mientras encontraba los ojos de su antiguo compañero de dormitorio.

Fue como si la niebla de la desinhibición a cuenta de la euforia se marchara de un solo intento. La furia de años de espera e indiferencia detonó en la mueca compungida en sus rellenos labios. Yoongi entendió a la perfección cuando el más joven le asestó un rudo derechazo que lo hizo probar su propia sangre y casi caer contra el capo del Mustang que había recibido como regalo de cumpleaños.

—Oh,…veo que seguiste muy bien mi consejo. Has mejorado en cuanto a defenderte por ti mismo…

La sonrisa irónica solo consiguió que el estómago del castaño se contrajera. Sabía que un golpe no era suficiente. La marea furiosa dentro de Park Jimin intentó otra oportunidad para conectar su puño de nudillos inflamados con la mandíbula ajena.

Nunca contó con la habilidad de Min para tomarlo de la muñeca y como si formaran parte de una especie de pareja en el interludio que la música fuera del local traía Jimin quedó casi de frente al parabrisas mientras Min le sujetaba de las muñecas y afirmaba contra su firme pecho.

—Solo me estaba divirtiendo, mocoso…Ni en mil años podrías superarme con esa forma de niñita que tienes…

—¡Mocoso una mierda! Hace años que dejó de ser mi hyung. Por qué demonios tiene que importarle lo qué hago o dejo de hacer. Solo es un maldito hijo de…

Las palabras punzantes se las tragaron los labios de Min Yoongi. Jimin aún intentaba reaccionar con algo que no fuera perplejidad mientras el mayor le instaba a que abriera la boca y recibiera su codiciosa lengua. Park intentó apartarse.

Primero por el coraje que le tenía aquel ser con aspecto de ángel y artes de demonio, y luego por el hecho de que nunca le habían besado y si mal no recordaba que otro hombre le profanara la boca no era su idea de lo que debía ser normal…

Luchando contra el peso y las ansias del mayor, logró golpearle en el pecho, consiguiendo una preciada bocanada de aire. Yoongi le había mordido el abultado labio inferior y un hilillo de sangre le escurría a Jimin, que gracias a los efectos de la sustancia en su torrente aun percibía todo algo distorsionado.

—Eres…

Se quedó buscando las palabras adecuadas para lo que no tenía definiciones. Yoongi se relamía los labios mientras se le volvía acercar como una pantera de ojos verdes que en ese momento mostraban una extraña emoción. Quizás una de las pocas con autenticidad en un niño que se transformó en un excelente manipulador de sus expresiones.

—Soy tu hyung…nunca he dejado ni dejaré de serlo. Me debes respeto..., pero he de confesar que me gusta que seas rebelde. Mi delicado Jiminie está creciendo y yo debo educarlo bien.

Jimin fue más rápido esta vez y cuando el mayor intentó retomar el asalto contra su boca los años de práctica de kendo vinieron a salvarle la vida. Los asistentes aquel punto ciego del callejón donde estaba el coche de Min solo podían ver a dos sombras que trataban por reducir a la otra, en una sarta de gruñidos y golpes que abrían labios y cejas en cortes teñidos en escarlata.

Casi sin aire Jimin terminó a horcajadas sobre un Yoongi que sonreía mostrando las encías a pesar de tener el rostro hecho un desastre de sudor y futuros moretones. Desde allí, el más joven se dio cuenta de algo. Había pasado de tener todo a su favor para ganar aquella insólita pelea, a atravesar el camino de odiarle y querer que le dejara en paz.

Extrañaba al chico que siempre había estado en sus sueños desde aquella primera vez en Long Island. Quizás fueron los efectos de la droga o la propia adrenalina, pero una inmensa tristeza se apoderó de las facciones del castaño mientras encontraba la mirada ajena a solo centímetros de su rostro.

—Te tengo tanta envidia. Yo también quería irme ese día contigo…solo que mi hyung…

La voz de Jimin estaba a punto de quebrarse e insólitamente el corazón de Min Yoongi se agitó por la miseria ajena. Una nueva emoción que acabaría con su control meses después.

No hubo un abrazo, quizás tampoco necesitaron de otro ilícito beso para los muchos encuentros que tendrían después. Solo una silenciosa promesa, protegida bajo las luces color neón de Vergessen.

“No importa cuánto intentemos disfrazarnos detrás de la máscara de la sociedad. Siempre he sido como la más rara de las mariposas.”

Doppelgaänger ×Vergessen

🦋

Notas:

* Lucy in the Sky with Diamonds. Canción de The Beatles que abreviada es LSD igual que la sustancia que consumió Jimin en el bar.

*Vergessen: palabra alemana que significa "olvido".

Spin off from Doppelgaänger
Allie_desu

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro