2._Niño
—¿Nada?— repitió el rey elfo mostrando un atisbo de escepticismo. Sus labios casi dibujaron un una leve sonrisa producto de lo exagerada que le resultó la afirmación de la mujer— ¿Entonces Nihil significa... nada? A mí no me pareces seas nada.
Nihil no respondió y él clavó sus ojos en ella esperando dijera algo más, pero la mujer no parecía tener intenciones de seguirte hablando. El rey elfo la observó fijamente. Ella tenía una expresión ligeramente desorientada. Nihil se llevó la mano al costado de la cabeza como si estuviera lidiando con un pequeño, pero persistente malestar.
—Yo...—esa fue la única palabra clara que pronunció la mujer mientras permanencia con la mano en su cabeza, cerca de su oreja, y la mirada sobre las mantas. Varios fueron los vocablos que salieron de sus labios, pero eran difíciles de escuchar incluso para Thranduil que curioso se inclinó hacia delante.
—¿Qué ignotas palabras pronuncias Nihil? ¿Una maldición, un encantamiento o algún insulto desprovisto de gracia?— preguntó el rey con su habitual altivez.
—Yo...—volvio a decir la muchacha y otra vez no terminó la frase, pero se levantó de la cama buscando la puerta, como si hubiera querido huir. Se desplomó en el piso azotando la cabeza, a unos pasos del umbral.
Thranduil se le quedó viendo con los ojos abiertos casi en todo su diámetro. La conducta extraña de esa mujer parecía no tener fin. Se aproximó a ella sin urgencia, viéndola con una mezcla entre la curiosidad y la preocupación, mas se mantuvo estoico. Casi insensible. Apoyando una rodilla en el piso, junto al cuerpo de la mujer, el rey bajó su mano para apartar el cabello de la muchacha de su rostro pudiendo así observar en Nihil una expresión de aflicción pese a estar inconsciente. Después de un instante de contemplación llamó a su mayordomo para pedirle que se ocupara de la muchacha y la mantuviera vigilada. El rey tenía que volviera a dormirse, sin embargo, contemplando el rostro de la misteriosa muchacha casi estuvo seguro de que despertaría pronto.
Cuando Nihil abrió los estaba en la misma habitación, acostada en la misma cama. La estancia estaba un poco más oscura. Solo una linterna de luz rojiza iluminaba el lugar dando al espacio la luminosidad de un ocaso. Nihil tenía la sensación de haber dormido por mucho tiempo y no haber soñado. Se quedó en la cama varios minutos antes de sentarse y llevarse la mano a la cabeza. Había un silencio tranquilo en la estancia. El murmullo del rio que atravesaba la colina le llegaba como un rumor muy lejano que acariciaba su oido haciendo desaparecer el zumbido que ella escuchaba en su interior. Escucho ese sonido antes, al ser visitada por el rey elfo. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz que había la habitación, Nihil, miró a su alrededor descubriendo que había alguien sentado en una silla a unos metros de su cama. Lo observó intentando distinguir a la figura de su velo de sombras, pero no pudo por lo que con voz clara y firme preguntó: ¿Quién está ahí?
La figura en la silla se levantó dejando en claro que era un elfo, pero más pequeño. Nihil parpadeo un par de veces aclarando su vista, mas no fue hasta que él avanzó hacia ella que la muchacha logró ver se trataba de un niño. Un niño elfo que en apariencia tenía unos doce a catorce años. Posiblemente tenía más que eso. Su rostro era simpático y curioso. Con unos ojos verdes brillantes como iluminados con la luz del sol sobre el rocío de la mañana. Su piel pálida era tersa y sus cabellos castaños, suaves como hilos de chocolate. Llevaba un atuendo de color verde con toques castaños. En su cinto colgaba una espada corta enfundada. Nihil lo miró con extrañeza mientras que él parecía bastante amigable, aunque tardo un poco en hablar saludandola con voz suave.
—Me llamo Irdanwe— dijo inmediatamente después de saludarla y apoyando las manos en el borde de la cama continúo— ¿Puedes pronunciar mi nombre? ¿Tú cómo te llamas?
—Irdanwe— repitió la muchacha. El nombre sonó un poco diferente a como el joven elfo lo pronunció— Me llamo Nihil— dijo poco después.
—¿Nihil? Es un nombre extraño— comentó Irdanwe estirando el cuello para acercar su rostro a ella — Pero tú también eres extraña.
—Tú eres igual de extraño para mí...Irdanwe...—Nihil hizo una pausa— ¿Qué haces aquí?
—Soy hijo de Galion, el mayordomo de mi señor Thranduil. Ellos me pidieron que vigilara mientras dormías— respondió el pequeño elfo— Temian que volvieras a sumergirte en ese sueño largo.
—Sueño largo— repitió Nihil teniendo imágenes, en su memoria, de su encuentro con el rey en el bosque. Después de esas visiones fragmentadas, pero nítidas, llegaron otras de ella en un comedor acompañadas. Las confusas visiones estaban acompañadas de un zumbido en su oído.
—Estoy en el palacio...¿Verdad?— preguntó como recapitulando los recuerdos que golpeaban su memoria.
Irdanwe se sonrió y alegremente se sentó en el borde de la cama para contarle todo lo que había pasado durante los días que ella había estado durmiendo. Contó la historia con tantos detalles que resultó un tanto abrumador para la mujer. El elfo no cerró la boca hasta que terminó. Era un niño después de todo. Y uno bastante parlanchín. Fue por medio de él que Nihil se enteró de todo el revuelo que provocó su presencia Y de todos los cuidados que el rey ordenó tuvieran con ella. En ese momento en que tenía mayor lucidez y sus emociones estaban mucho más tranquilas, Nihil considero que había sido un poco grosera con Thranduil, sin embargo, no podía dejar de sentir por él un atisbo de desprecio después de toda la responsable de su lamentable estado actual.
Irdanwe le contó también que el rey había declarado su presencia como la de una invitada por lo que ella gozaba de algunos privilegios. Nihil no prestó mucha atención a esa parte, no por desprecio sino porque su cabeza estaba ocupada con otras ideas. Logró retener la información, mas le resultaba algo casi anecdótico que algo relevante. No fue hasta que el pequeño elfo le preguntó quién era ella y de dónde provenía que la mujer salió de sus pensamientos para retornar a su nueva realidad.
—De un lugar lejano...
—¿Gondor?— preguntó Irdanwe— He oído historias de la gente de Gondor...
—No, no soy de allí.
—¿Rohan?— preguntó otra vez el joven elfo, pero ella negó con la cabeza.
—Piensa en el lugar más lejano del que hayas escuchado y aún no estarás cerca del lugar del que yo provengo— respondió Nihil.
Irdanwe pareció un poco confundido, pero antes de poder abrir la boca para hacer otra pregunta su padre apareció en la entrada de la habitación con una bandeja entre las manos. El mayordomo del rey había ido a llevarle alimentos a su hijo y se encontró con la mujer despierta lo que le llamó la atención, acercándose inmediatamente para preguntarle si estaba bien, si necesitaba algo. Aunque su gesto parecía gentil su expresión era distante y su voz fría. Muy distinta a la voz del joven Irdanwe. Nihil dijo que estaba bien, que no necesitaba nada; pero su estómago dijo lo contrario. El sonido de sus entrañas vacías se escuchó claramente provocando en ella un poco de vergüenza. Teniendo en cuenta que la mujer llevaba ocho días durmiendo era evidente que tenía mucha hambre y sed por lo que Galion anunció iría por algunos alimentos para ella. Entonces su hijo tomó la bandeja de sus manos y se la dio a la muchacha diciendo que él podía comer después. Galion miró a su hijo con reproche, sin embargo, no se opuso a la decisión del muchacho.
Nihil miro los alimentos y comió muy despacio. Extraño hasta para ella que le bastarán un par de mordidas y un sorbo de la bebida para saciarse. Aunque intentó comer más no fue capaz de tragar un solo bocado terminando por devolver la bandeja al joven elfo que la miraba muy interesado en su actitud.
Galio le ordenó a su hijo que llevara la bandeja a la cocina para quedarse a solas con la muchacha y decirle lo que Thranduil le había pedido le comunicará. Ella permanecería en el palacio. El rey La consideraba su invitada. Estaría aquí hasta que pudiera reponerse y sobre todo responder las preguntas que el monarca deseaba le contestara. Galion le indico dónde podía encontrar ropas apropiadas, como también le entregó información respecto a dónde estaban las estancias por las que podía caminar y en las que el rey la estaría esperando al día siguiente, a primera hora. También le hizo saber que si necesitaba algo se lo pidiera directamente a él o a su hijo Irdanwe. Tras dejar todo en claro el elfo se marchó despidiéndose cortésmente, pero igual de instante que se mantuvo durante todo el tiempo que estuvo hablando con ella.
Nihil suspiró y luego se dejó caer de espaldas en la cama quedando con la cabeza en la almohada. Mirando la techumbre de piedra la mujer intentaba entender todo lo que estaba pasando, pues para ella todo eso también era muy extraño y no sabía cómo expresarlo adecuadamente. No sabía lo que estaba pasando con ella. Al menos no era una prisionera, aunque no estaba muy contenta por estar allí.
A la mañana siguiente el joven elfo apareció en la habitación de Nihil para despertarla. Le dijo que el rey deseaba verla y que era su deber escoltarla hasta los aposentos de su señor Thranduil. Nihil miró a Irdanwe de una manera un poco intrigante, ocasionando que el elfo le preguntará por qué lo estaba viendo de esa manera.
—Jamás había visto un elfo tan joven...¿Qué edad tienes?
—Veinticinco años— contestó de manera jovial.
—Eres un...
—Para ti un adulto para los míos...soy todavía un bebé.
—¿Para los míos?— repitió Nihil como si no hubiera comprendido a qué se refería.
—Para los hombres— le aclaró al joven elfo— Tú eres una mujer humana ¿Verdad?
—Sí...— afirmó Nihil, pero yo no insegura. Se escucha como si esa afirmación fuera lejana a sí misma. Irdanwe la observó llevarse las manos a la cabeza.
—¿Estás bien?— trato de averiguar Irdanwe, pero ella no contestó pidiendo lo que por favor saliera para cambiarse.
Nihil, como ella misma se bautizó, estaba muy confundida. Su mente era un remolino de memorias que ella misma no podía entender. Se puso las ropas que le habían dejado, se peinó con cuidado el cabello y salió para reunirse con aquel niño que la condujo a los aposentos el rey del Bosque Negro. De alguna manera ese título le resultaba muy familiar a la vez que muy lejano. En silencio camino por los pasillos de piedra escuchando el parloteo incesante de Irdanwe que le hablaba del reino, como del palacio con mucho orgullo. Ella le sonreía de manera afable, aunque la verdad hubiera preferido que los chicos se callara. Cuando finalmente estuvo ante el monarca este llevaba un manto de color rojo y su corona de otoño. Su largo cabello rubio lucía tan pálido encontraste con su ropa que parecía casi estar hecho de una aleación entre la plata y el oro. Nihil lo vio sentado en un sitial de madera tallada junto en la cual había una pequeña mesa en la que reposaba una botella de vino tan fragante que ella pudo respirarlo. La muchacha no sabía cómo saludarle. Ciertamente estaba muy molesta con él, pero era el rey y debía mostrarle respeto. Se quedó parada en el umbral sin saber qué hacer hasta qué Thranduil le indicó con un gesto elegante, de su mano derecha, que se aproximará.
Nihil avanzó cautelosamente hacia el rey elfo que en todo momento la mantuvo bajo su mirada. La muchacha se detuvo a una respetable distancia y permaneció allí callada, expectante a lo que él pudiera decir.
—Galion, mi mayordomo, me dijo que habías despertado a media noche...— es una pausa y movió su rostro de manera teatral hacia un costado quedando así de perfil a ella— Me complace que no hayas regresado ese letargo misterioso que te mantuvo dormida por ocho. He esperado pacientemente a poder resolver mis dudas. Tengo muchas preguntas para ti, Nihil...
Nihil escuchó sin hacer un solo ruido. Cuando el rey nuevamente giró su cabeza para mirarla, los ojos de ambos se encontraron. Las pupilas celestes del rey elfo abarcaron por completo a la mujer que pareció quedar absorta de aquellos ojos.
La insistente mirada de la chica provocó en Thranduil cierta incomodidad al considerar que estaba cometiendo una impertinencia. Mirarlo hacia él no le pareció para nada algo apropiado, pero sabes todo de hacer comentarios debido a que aprovechó de examinarla también. La forma en que estaba sosteniendo sus ojos era peculiar.
—Pareces un poco obnubilada...
—Es la primera vez que veo ojos como los suyos.
—¿Unos ojos como los míos?
¿Cómo son mis ojos para tí?— pregunto con cierta vanidad y sobre todo orgullo.
—Tan profundos y vacíos como los espacios entre las estrellas— contestó Nihil obteniendo de Thranduil una mirada sorprendida. Jamás alguien había descrito así sus ojos.
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