Capítulo 7: Talk&Rock
LADO A: EMMA
—¿Despedida...?
Ninguna excusa era suficiente. Lo que temía se hacía realidad: mi gerente ponía fin a mi estadía en el supermercado. Me miraba con una expresión de desaprobación mientras me leía una lista interminable de pequeñeces que, sumadas, me dejaban como la peor empleada del mundo. Desde la camisa sin planchar hasta las llegadas tarde por huelga de transportistas, pasando por no saludar a los clientes con una sonrisa sincera, y un largo etcétera de estupideces.
El odioso exgerente seguía hablándome, pero yo ya no escuchaba. Sabía que no podía mandarlo a la mierda, porque de hacerlo perdería mi indemnización. Tampoco quería rogar, porque veía claro que ya había tomado su decisión mucho antes de que llegara a su oficina.
—Sí, despedida —dijo él, como si fuera la verdad más obvia del mundo—. Además, a todas las causas que he mencionado, le sumo el hecho de que jamás has mostrado interés por tus compañeros. Si hubieras estado en el chat grupal, podrías haber pedido un relevo; al contrario, has ocasionado múltiples problemas con tus demoras y tu actitud asocial. Aquí somos una familia, y parece que tú no quieres formar parte de ella. Se te ha dado la oportunidad de crecer y la desaprovechaste. Lamento decirlo, Emma, pero eres una persona irresponsable. La vida te enseñará lo que te falta de la cultura del trabajo.
Hablaba, y hablaba, soltando tantas estupideces que sentía como si fuera a explotar. ¿Familia? ¿Crecer? ¿Irresponsable? ¿Cultura de...? Quería taparme los oídos, odiaba ese discurso. Preferiría ser una vagabunda a ser una esclava del siglo XXI, pero me sentía atrapada en mi propia hipocresía. Solo quería que me diera mi maldito cheque.
El único motivo por el que seguía respirando el mismo aire que él era porque quería hacerme sentir culpable, asegurándose de que no tomaría medidas legales en su contra.
Al salir del supermercado, aún podía escuchar los murmullos de esos compañeros que nunca había intentado conocer. Ni ellos a mí. Algo en mí me limitaba con ciertas personas, mi piel se erizaba cada vez que tenía que relacionarme con gente nueva. El solo pensar que podía llegar a tener una relación de confianza con alguien, hasta el punto de tener que mentir sobre mi vida, me abrumaba. Ya lo había pasado mal en mi infancia y no quería que eso se repitiera. Estaba bien sola, sin rodeos. Sin embargo, Vic y Jamie llegaron a mi vida para romper esos moldes, y eso me aterraba.
Mis pasos eran lentos y mi corazón desbocado. Las lágrimas de impotencia caían sobre mi rostro inexpresivo y se fundían en mis labios. Quería dejar de llorar, pero no podía detenerme, así que me senté en un banco de plaza a dos manzanas del mercado.
Había perdido casi tres años en ese maldito lugar, trabajando por un sueldo de miseria. Tres años de mi vida que ya no volverían, se habían esfumado haciendo algo que odiaba para pagar los impuestos de un hogar que no disfrutaba. ¿Era esa la vida que me esperaba como persona promedio? Odiaba esa idea, y sabía que no podía cambiarla. No podía cambiar el sistema, así que mi única esperanza era que una lluvia de meteoritos destruyera todo el desastre que la humanidad había creado al inventar el concepto de empleo.
Quería explotar. Sentía la necesidad de deshacerme en mil pedazos, de desaparecer y olvidarme de todo. ¿Qué le diría a mi madre? Todo era su culpa. Ella me había convencido de que estaba en la gloria dentro de un supermercado, cuando en realidad estaba atrapada. Por el momento, tenía que ocultar lo de Jamie. Aunque ya era adulta, me avergonzaba haber llegado tarde al trabajo por quedarme dormida en la casa de un desconocido, jugando videojuegos hasta las cuatro de la mañana.
—¡Qué estúpida! —exclamé, sin dejar de llorar.
—¿Emma? —preguntó una voz familiar que me sacó de mi mundo.
Un chico se acercaba a mí, y al levantar la vista, vi que era Benicio. Su rostro mostraba preocupación, aunque permanecía serio.
—Ben... Benicio —balbuceé, tratando de recomponerme. Me limpié las lágrimas con el puño—. Sí, estoy... bueno, acaban de despedirme. No es nada grave.
Benicio me ofreció un pañuelo desechable, con un gesto serio pero amable.
—¿Dónde trabajabas? —preguntó, sentándose a mi lado.
—Era cajera en el mercado del centro —farfullé, avergonzada de mi situación.
Él me frotó la espalda de manera reconfortante.
—No perdiste nada —dijo—. Esos trabajos no te dejan tiempo ni oportunidad para hacer nada más. Yo fui repositor una temporada, y créeme, no vale la pena.
—Lo sé —respondí, continuando con mi llanto, aunque por suerte ya no tenía lágrimas que derramar—. Estoy llorando por el tiempo de mi vida que perdí. Por alguna razón, mi madre creía que era lo mejor que podía conseguir siendo una don nadie.
Mordí mi labio, sintiéndome avergonzada de hablar tanto. Me di cuenta de que Benicio se había quedado en silencio, incómodo, y después resopló.
—Ayudaste a mi hermana aquel día. Ahora es nuestro turno de ayudarte —dijo al final—. Creo que deberías tomarte un momento para ti. Respecto al trabajo, conseguiremos solucionarlo esta semana.
¿Qué? ¿Por qué?
Ni siquiera estaba segura de haberlo oído bien.
Él se levantó del banco, se paró frente a mí y me miró con seriedad. Yo lo observaba con una mezcla de incredulidad y sorpresa. Era demasiado, no merecía tanto por una estupidez.
—No, no, no —agité las manos, intentando rechazar la oferta—. Lo resolveré. Gracias por preocuparte.
Lo último que quería era volverme una carga para alguien. No quería depender de otros. Además, ¿qué pasaría si Benicio me conseguía un trabajo que no me interesaba? Mis nervios se acrecentaban con solo pensarlo. No quería que me ayudara, apenas lo conocía.
—Emma... —Benicio exhaló aire y su tono se tornó un poco más áspero—. Solo preguntaré a algunos de mis conocidos si saben de algo que pueda servirte. Si consigues algo antes, no te obligaré a aceptar nada. Así funciona la sociedad: la gente se ayuda entre sí. Es más, creo que me expresé mal. Esto no es solo por ayudar a Vic, es porque ya somos amigos.
En blanco. Me quedé en blanco. ¿Él me consideraba una amiga? Apenas habíamos hablado dos palabras. Me preguntaba si todos en su círculo eran así de amistosos. Era agradable sentirse apoyada, pero no sabía cuánto podía confiar en sus palabras.
—Muchas gracias, Benicio —dije, sin atreverme a llamarlo por su apodo.
—No hice nada. —respondió él, sonriendo de manera relajada—. Ya me voy, estoy en mi semana de vacaciones. La tomé para componer para Verde Caos, pero hoy Fleur me quiere en su stream. ¿Alguna vez lo viste?
—No, en realidad nunca he mirado nada de eso.
—Haces bien, es toda basura. —Benicio se dio la media vuelta y comenzó a alejarse.
Caminé de regreso a casa con pasos pesados y mi mente hecha un torbellino de pensamientos contradictorios. Por momentos, me sentía tranquila, como si todo estuviera bien, como si una parte de mí pudiera desconectarse de la pesadilla del despido. Me daban ganas de ir de compras, de tomarme un helado, de hacer algo simple y cotidiano. Pero, en otros momentos, la ansiedad me ahogaba. La idea de enfrentarme a mi madre con la "mala noticia" me hacía sentir aún más perdida. Decidí tomar la iniciativa. Necesitaba desahogarme, y Vic siempre había sido un buen punto de apoyo.
"¿Estás libre hoy? Acabo de encontrarme con tu hermano afuera del mercado, no te imaginas... me despidieron, estoy por ir a cobrar mi indemnización."
Un minuto después, mi teléfono sonó. Era Vic. Me dijo que estaba por el centro, comprando insumos para su negocio en el área de belleza. Como si las estrellas se alinearan, a los pocos minutos ya estábamos de camino al centro comercial.
—No voy a negártelo —dijo Vic, su tono relajado pero serio—. Mi hermano es muy determinado cuando dice algo. Vas a conseguir un buen trabajo, eso ni lo dudes. Lo que me preocupa es otra cosa.
Vic hizo una pausa dramática mientras caminábamos hacia la cafetería.
—No tienes que preocuparte —respondí, ya un poco más tranquila—. Mañana mismo estaré buscando empleo, si no empiezo hoy mismo por la noche.
—¡Te lo voy a decir porque lo tengo atragantado hace meses! —exclamó Vic, como si estuviera a punto de liberar un gran peso—. Nunca se lo dije a Benny porque no quería generar problemas, pero esa gente, sobre todo Fleur... siento que ella me desprecia. ¿Cómo decirlo sin sonar como una loca?
Seguía caminando a su lado, sin tener idea de qué quería decirme, pero me percaté de que estaba cargada de algo más, algo que necesitaba sacar.
—Empieza por el principio —le dije, alentándola.
Vic suspiró, mirando al gentío a su alrededor.
—El círculo de Jamie es como un círculo de oportunidades, ¿sabes? Todos se ayudan entre sí —comenzó a explicar—. Benny estaba en una situación horrible cuando Jamie lo llamó para unirse a su banda. Gracias a eso, Benny conoció a Fleur, que le consiguió un trabajo en un canal de televisión. Y yo... bueno, yo conocí a Eloy, que me consentía a su manera, pero yo no quería eso. Quería un empleo, yo modelaba y trataba de aumentar mis seguidores en redes. ¡No solo eso! Con Benny, tocábamos juntos en nuestra banda.
—¿Tú tocabas con Benicio? —pregunté, sorprendida.
—Sí, tocaba el bajo y cantaba —confesó, una expresión nostálgica en su rostro—. Pero en el proyecto Verde Caos ya no había espacio para una chica, y además, siempre hubo una especie de muro invisible entre Fleur y yo. No es que quisiera acercarme por conveniencia, no. Se trataba de la novia de mi hermano, y yo quería ser su amiga, aunque había tantas cosas que me molestaban de su relación.
—¿Cómo qué? —pregunté, con curiosidad. Podía ver la intensidad en su mirada cuando mencionaba a Fleur.
—No hay que ser ingenuos. Mi hermano sabía que se metía con una modelo de webcam —dijo entre dientes, molesta—. Puede usar cualquier eufemismo para la prostitución online, y no me importa que gane dinero así, pero luego quiso abrir la relación. Sé que eso hirió a Benny, ¡pero el imbécil aceptó! Ella es la única que se acuesta con otros, y él es el idiota que la espera cada noche. Lo peor de todo es que no puede hablar de sus sentimientos porque suele evadirme, pero yo sé que está sufriendo.
Mis ojos se abrieron de par en par. Traté de no atragantarme con lo que estaba oyendo. Sabía que existían muchas formas de relacionarse en la actualidad, pero nunca había imaginado algo como esto. No quería juzgar, pero no podía evitar la sorpresa.
—A lo mejor él está bien con eso —dije, tratando de ser objetiva—. Puede ser difícil entender una relación así, incluso si me considero una persona abierta. Quizás lo que te separa son los prejuicios.
No quería que me malinterpretara, pero Vic continuó sin detenerse, como si necesitara soltarlo todo.
—Imposible. Nunca conectamos. Aunque yo estaba muy metida en todo lo que ocurría en redes, y ella era parte de ese mundo que amaba, no había forma de llevarnos bien. Lo mismo pasó con Debra. Supe que ella insistió para que yo no tuviera nada que ver en Verde Caos. Estaba celosa de mí, y me sentí boicoteada. Pero es difícil acusar cuando no tienes pruebas, por eso nunca le dije nada a Benny.
No tenía idea de lo que Vic estaba viviendo, ni conocía a Fleur o Debra, por lo que me sentía perdida en medio de todo eso.
—Creo que si tienes una buena relación con tu hermano, no deberías dejar de hablarle de lo que te incomoda —sugerí, aunque no sabía si era lo correcto.
—Ese es otro problema —murmuró Vic, mientras entrábamos a la cafetería. La música tranquila del lugar nos rodeaba, y podíamos hablar sin necesidad de levantar la voz.
Vic continuó:
—Benny cree que le debe la vida a Fleur —dijo mientras ordenábamos café—. Trabajo, contactos, visibilidad. Nuestra vida ha mejorado desde que Jamie y ella están con nosotros. No se puede negar que la raíz de todo esto es el dinero. Pero yo siento que mi hermano y Fleur hacen una pésima pareja. Él jamás la dejaría, ni la dañaría, incluso si ella no tiene problema en hacerle daño a él. No quiero darle razones para que se sienta incómodo en su relación. A veces, me arrepiento de haberle dado tanto tiempo a personas como Eloy, al punto de perder las amistades que tenía antes de él.
—¿Eloy te alejó de la gente? —pregunté, aunque mi mente estaba más centrada en todo lo que me había contado sobre Fleur y Benicio.
—No voy a echarle la culpa —sonrió Vic, aliviada—. Eloy y sus amigos eran muy demandantes, la vida llena de brillos me cegó. Ellos organizaban salidas que mis viejos amigos no podían costear, tenían un ritmo de vida diferente al de alguien que trabaja ocho horas al día. Poco a poco, me fui apartando, y empecé a elegir con quién estar. Hay que reconocer los errores, no siempre se es la víctima.
—Eso habla bien de ti —comenté, admirando su sinceridad—. ¿No es curioso cómo la mayoría de las personas son incapaces de reconocer lo que hacen mal? Me hace pensar que yo fui una pésima compañera en el mercado, no me importaba nadie. Eso no justifica mi despido, pero era cierto que generaba un ambiente de malestar.
Vic soltó una risa.
—¡Ay, lo siento! —exclamó—. Empecé a hablar de mí y no te dije el motivo de toda esta historia. Sé que si Benny te consigue un trabajo será por los contactos actuales, pero quiero que no cometas los mismos errores que yo y los que Benny está cometiendo. Incluso si es el mejor trabajo del mundo, recuerda que no eres menos que nadie. No te dejes pasar por encima, Emma.
Era un consejo simple, pero poderoso. De a poco, las piezas comenzaban a encajar. Vic se sentía boicoteada por Fleur y Debra, y aunque yo no compartiera todas sus percepciones, algo en su experiencia me hacía pensar que si alguien como ella, tan extrovertida y carismática, no podía encajar en ese círculo, ¿qué posibilidad tenía yo? Decidí que lo mejor sería mantenerme al margen de ciertas personas.
Luego de hablar sobre mi situación laboral, no pude evitar contarle a Vic sobre lo sucedido con Jamie. Según ella, él era así con todo el mundo, demasiado extrovertido. Pero, también me dijo que había una pequeña posibilidad de que se sintiera atraído por mí. No quería pensar en eso, porque creía que su invitación había sido solo para que escribiera sus canciones, pero ya no lo había mencionado, lo que me dejaba más confundida. De todas formas, ambas coincidíamos en que debía moverme con cautela. Él tenía novia, y yo no tenía el más mínimo interés en tener una relación con alguien incapaz de respetar a su pareja.
Cuando llegué a casa, la ansiedad me envolvió. Mi madre caminaba de un lado a otro, como si acabara de enterarse de una tragedia.
—¡Tenemos que hacerles juicio, quitarles hasta el último centavo! —decía, su voz cargada de indignación. Esto me enervaba aún más. —¿Cómo van a despedirte por llegar tarde? ¡¿Por qué llegaste tarde?!
—Acumularon mis faltas, y tengo derecho a retrasarme, soy un ser humano —resoplé, cansada—. Deja de dramatizar, era un trabajo miserable. Y no haré juicio, ya acepté la indemnización.
Mi madre se golpeó la cara con la mano, decepcionada de mí. Me subestimaba, como siempre.
—Emma, tenías un seguro médico... —murmuró, pero yo no la dejé terminar.
—¡Basta! —exclamé, poniéndome de pie—. ¡¿Acaso querías que mi vida se consumiera en ese lugar de mierda?!
—No, yo... —balbuceó—. ¿Qué harás ahora?
Había tocado una fibra sensible. No hablábamos mucho de esto, pero si yo estaba atrapada en una rueda de mediocridad, había sido porque aprendí a verla desde ella.
—Buscaré otro empleo. —Mi voz sonó más firme de lo que me sentía.
—Lo siento —mi madre se sentó, frotándose la cara con las manos—. No quiero que termines en un trabajo insignificante toda tu vida. No quiero que pienses eso. Es mi culpa.
Me daba pena verla tan quebrada, sabiendo que en el fondo la culpa la carcomía. Pero no podía ser blanda con mis palabras, no cuando nuestra salud mental estaba en juego.
—Tienes demasiado miedo —le dije, y mi tono fue menos suave de lo que pretendía—. Solo intenta no transferírmelo a mí.
Vi el esfuerzo que hizo mi madre por calmarse. Al menos reconocía que la situación la afectaba más que a mí. Poco a poco las tensiones fueron disipándose. Pensé que con algunos ajustes de cuentas podría estar buscando empleo unos meses más. No era el fin del mundo, y si por azares del destino nadie me contrataba, siempre podría vender la guitarra de Billy Mason para conseguir algo.
Esa noche, mi madre se fue a trabajar más tranquila y de buen humor. Yo me recluí en mi habitación, con la guitarra entre mis manos, escribiendo algunas letras que rondaban mi cabeza. Me sentía más cautelosa que antes; tenía que cuidar mi seguro de vida.
Cantar y escribir eran mi forma de desintoxicarme de la basura diaria, de los pensamientos intrusivos, del miedo al mundo exterior. Lo necesitaba tanto como comer, respirar o dormir.
"Los problemas volvieron otra vez, desentierran los traumas,
son zombis de ayer.
Me pregunto cómo es que los demás lo han resuelto tan rápido.
Sus vidas perfectas, las han encaminado.
Pero mis dudas van y vienen.
Duele como el infierno, no me importa y no quiero consuelo.
Dormiría para siempre, si eso significara detener mi mente.
—Qué porquería —murmuré al terminar de escribir algunas frases. Fue entonces que recordé lo del stream de Fleur, y decidí enviarle un mensaje a Vic. No tenía nada mejor que hacer, y, además, sentía curiosidad por analizar a esa gente un poco más.
"Vas a ver que no te pierdes de nada, ja, ja, ja. Puedes buscar el programa como Talk&Rock", escribió Vic, acompañando su mensaje con una carita sonriente.
Antes de conocer a Vic o a Jamie, mi vida social era nula. Y también mi vida en redes. No me importaba, no quería saber nada. Pero huir de la publicidad era imposible. Por eso, personas como Fleur me parecían tan conocidas. A pesar de no saber de dónde la había visto, su cara tenía algo familiar.
Webcam model, influencer, y además participaba en uno de los programas de streaming más vistos de todas las plataformas. La imagen de Fleur, rodeada de al menos cinco personas excéntricas en una habitación que bien podría haber sido un estudio de televisión profesional, me desconcertaba. Tenían todo el equipo necesario para transmitir. ¿Y de qué hablaban para ser tan famosos? Eso trataba de dilucidar mientras veía, con extrañeza, la grabación guardada del programa de esa tarde.
La escenografía era difícil de ignorar. Colores negros y fluorescentes se mezclaban, creando una atmósfera de club nocturno. La mesa grande, llena de laptops y micrófonos, también estaba repleta de bebidas energizantes, botellas de alcohol y regalos de fans. La mayoría de los participantes hablaban a la vez, y un sonidista se encargaba de la música de fondo. La escena era un caos total, pero, de alguna manera, todo encajaba.
Fleur se ubicaba en el centro, como la reina de la fiesta. Llevaba ropa de cuero y un escote pronunciado, su cabello se veía como algodón de azúcar, y el maquillaje que cubría su rostro era tan pesado que me costaba ver sus facciones. Ella irradiaba belleza, sin duda, pero la forma en que hablaba, tan aniñada y exagerada, me hacía sentir incómoda.
Sus compañeros no se quedaban atrás. Todos, sin importar género, lucían estilos llamativos: pelucas, maquillaje, ropa de diseñador y accesorios a montones. El contraste entre sus apariencias y sus actitudes era difícil de digerir.
Después de unos minutos de intentar entender lo que ocurría, me di cuenta de que estaban analizando los outfits de los premios de streamers, pero luego cambiaban de tema para contar anécdotas de fiestas y hablar de chismes de la farándula. Era como estar espiando una reunión de desconocidos, sin ningún tipo de estructura. La desorganización me desconcertaba aún más, pero los mensajes y reacciones que aparecían en la pantalla me indicaban que, a pesar de todo, tenían una comunidad sólida.
La verdad es que no le encontraba ningún sentido a ver algo así, y me alegraba no ser tan solitaria como para querer seguir ese programa cada día, soñando con ser parte de algo.
Sin embargo, lo que vino después cambió mi perspectiva, aunque por una razón diferente. Fleur presentó a su novio, Benicio, y a su amigo, Jamie. Los viewers enloquecieron, llenando la sección de comentarios de halagos para los dos chicos, destacando lo geniales que se veían.
Jamie respondía a los comentarios con la misma sonrisa de siempre, mientras que Benicio parecía más retraído. Fleur, riendo, bromeaba sobre lo tímido que era él, y cómo era "solo suyo". Después de esta pequeña introducción, los chicos tocaron uno de sus temas en versión acústica.
La canción era simple y linda, algo que no comprendía por qué Jamie quisiera que yo escribiera para ellos, cuando podían hacerlo de forma impecable.
Repetí la canción una y otra vez. No sabía por qué lo hacía, pero no podía dejar de mirar la pantalla. ¿Era eso lo que quería? A pesar de lo que Vic me había advertido, me sentía como si estuviera encandilada, atrapada en ese mundo ajeno, y no sabía si era una buena o mala señal.
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