Capítulo 14: Lugar seguro
LADO B: JAMIE
Todo tenía sentido: Emma era una hija no reconocida de Billy Mason. Era un secreto, ya que no existía información de ello en internet. Sin embargo, ya podía hilar toda la historia con esas fotografías y esos documentos. ¿Por qué jamás había reclamado su identidad?, me preguntaba. Ella podría ser millonaria, ¿se debía a ese contrato en donde Billy renunciaba a la paternidad a cambio de un departamento? Era ridículo. ¿Jamás había intentado conocerlo?
Las preguntas me abrumaban; asimismo, sabía que esa información era oro puro, por lo que debía ser cuidadoso en extremo, y solo existía una persona capaz de orientarme: Eloy.
Su padre era político, como el mío, y su madre era heredera de una empresa de comestibles. Ambos íbamos a las mismas instituciones educativas desde que teníamos memoria.
Con el paso de los años, nos convertimos en los reyes de nuestra escuela, una escuela selecta para los chicos más ricos del país. Teníamos el dinero, las chicas, las fiestas. Éramos extrovertidos, seductores, y con un brillante porvenir. A nuestra temprana adolescencia, ya sabíamos que nuestras ambiciones no tenían tope. Todo lo que quisiéramos lo tendríamos, podíamos poner las reglas del juego. Eloy sabía quién era yo, yo sabía quién era él, y, al pertenecer al mismo mundo, era la única persona capaz de orientarme.
Sabía que en la zona más cara de la ciudad se alzaban edificios vidriados repletos de oficinas, donde, en un piso completo, estaba el estudio del canal de streaming más visto del continente.
Eloy, junto a otros viejos conocidos, estaba en el negocio en auge de los e-sports, realizando torneos de competencia y teniendo diversas asociaciones con compañías de alto nivel. Su pequeño programa se estaba convirtiendo en un monstruo de la industria, pero no me asombraba, todo era dinero de mami y papi. Él podía darse el lujo de tener un piso entero para su oficina, su sala de juegos y todas las idioteces que pudiera imaginar.
Eloy se reía a carcajadas luego de que le contara toda mi historia con Emma.
—¡¿Esa perra es hija de Billy Mason?! —decía desde su silla giratoria mientras bebía de su lata energizante—. No te creo una mierda, Jamie. Todavía no me olvido lo que me hizo.
—Amigo, te sacó un clavo —le dije, refiriéndome a Vic—. Vine porque no sé qué hacer. Ella no me lo dirá, pero presiento que es una oportunidad de oro.
Incluso si Eloy había sido tan idiota como para agredir a Vic, confiaba en que podía darme una buena respuesta a mi situación
—No entiendo tu problema, amigo —Eloy se desperezó—. Emma es manipulable, tan predecible y sencilla como cualquiera en esa ciudad. Le diste un trabajo mediocre y la tienes comiendo de tu mano. Podrías hacer lo que quisieras con ella.
La forma en la que hablaba de Emma me incomodaba. Incluso si yo había hecho cosas cuestionables, sabía que alguien como Eloy estaba dispuesto a ir muy lejos con cualquier persona con un mínimo de inocencia.
—El problema es ese —afirmé—. Creí que Emma era solo una chica introvertida, pero es capaz de ocultar algo tan grande.
Eloy alzó una ceja.
—Amigo, ella es así —dijo confiado—. Incluso si tiene un secreto. Por lo visto, prefiere una vida miserable a gritar a los cuatro vientos de quién es hija. ¿Por qué? Es obvio que debe tener la mentalidad de pobre, ¡no rogará la fortuna de un padre que la rechazó! Todo ese estúpido sentimentalismo tiene que servirte. Es eso lo que ella quiere, lo que busca, eso que los idiotas llaman "relaciones genuinas".
—No puedo darle nada genuino —dije y tomé una lata de cerveza de su minibar—. No voy a engañar a Debra. Si doy un paso más con ella, puedo tener problemas y todo puede terminar en nada antes de empezar.
—¿Quieres que ella te cuente la verdad? —preguntó con sus pupilas posadas en las mías—. Ábrete con ella, cuéntale tus cosas, muéstrate como un niño herido que haga florecer su instinto de protección. Si ve que tú te sinceras con ella, ella creerá que debe contarte su verdad.
No podía estar seguro que lo que dijera Eloy pudiera servirme. Además, se trataba de un intercambio riesgoso; yo tenía que apostar mis fichas, tenía que darle sinceridad si quería recibir eso de ella. Me molestaba demasiado haberme confiado, haber creído que lo sabía todo de Emma. ¿Y luego? Si ella decidía confiarme su secreto más grande, podría convencerla de que lo mejor para su vida era reunirse con Billy Mason, y si ella lograba tener ese contacto, mi futuro estaba asegurado y todos mis sueños cumplidos. Podría conocer a mi ídolo, podría demostrar al mundo que podía hacerlo por mi cuenta.
No dejé pasar un solo día. Al despedirme de Eloy, envié un mensaje a Emma para que nos reuniéramos tras el trabajo, a pesar de que nos faltaban algunas canciones para completar el álbum.
El cielo se tornaba de un intenso anaranjado; el calor del verano seguiría un tiempo más. El sonido de las cigarras extasiadas entumecía mis oídos. Mis manos sudaban, y de mi frente se deslizaba una gota de sudor. Troné los huesos de mis manos cuando la vi llegar a la feria de la ciudad. Su silueta contrastaba con las luces de neón. Ella traía un vestido lila y su cabello suelto. Incluso si aún se encontraba lejos de mí, ya podía oler su dulce aroma.
Parecía una cita, incluso si me esforzaba por demostrar lo contrario.
Las voces de la gente se oían como un molesto rumor, todo se desdibujaba a su alrededor. Solo ella quedaba enfocada por mis ojos.
—Me alegra que vinieras, Emma —le dije al llegar a su lado, sonriendo al verla sonrojarse—. Quería invitarte a pasar una tarde más relajada. Por hoy, no pensemos en componer para Verde Caos.
—¿Pasó algo? —preguntó con el ceño fruncido.
Negué con la cabeza.
—¿No crees que desde que nos conocemos todo se ha tratado de la banda? —pregunté—. Si somos amigos, deberíamos conocernos un poco más, pasar tiempo fuera de lo laboral.
Emma alzó una ceja.
—Creí que lo nuestro era una cuestión laboral —dijo. Me sorprendí de que mostrara resentimiento por la distancia que había puesto al inicio, era signo de que yo le provocaba algo más—. Ya te dije que no quiero problemas.
Con problemas se refería a Debra, y tenía razón. Por el momento, Debra estaba realizando trabajos fuera de la ciudad, así que no me preocupaba.
—También somos amigos, ¿no lo crees? —pregunté—. Ya te lo dije antes. Y no debes tener miedo de los problemas, no hacemos nada malo. Confía en mí.
Incluso si dije eso, no pude evitar tomarla de la mano para llevarla dentro de la feria. Ella transpiraba tanto como yo, pero se trataba de algo más que el calor, era hormonal.
Antes de subirnos a las atracciones, invité a Emma a tomar un helado. Los nervios la consumían, pero yo no me quedaba atrás. ¿Cómo podía hacer para soltarle la lengua sin comprometerme?
Ella, de lo único que era capaz de hablar, era de música, de su disconformidad en las últimas letras, o también hablaba de los diseños de Deadrops. Y, cuando ya no sabía qué decir, hacía mención al clima, si hacía calor, si no llovía, y demás...
Necesito avanzar, incluso si esto se vuelve incómodo para ambos.
—Emma, sobre tus canciones... —dije e hice una pausa. No sabía cómo continuar, no estaba pensando con claridad, y eso me abrumaba. Aún más, su expresión confusa, esperando a que yo prosiguiera—. La historia de Miss Smile me cautivó desde el inicio, de otra forma no te habría insistido tanto que escribieras para mí. Sin embargo, siempre me dijiste que se trataba de algo personal, ¿no es así?
Emma miró a un lado, ni siquiera empezaba a hablar, y ya sentía que me quería repeler.
—Lo es —murmuró, y luego me miró—, con exageraciones y cosas inventadas, claro.
—¿Y qué cosas son las reales? —pregunté—. La historia de Miss Smile cuenta sobre una chica que no encaja, que "cayó del paraíso", su destino es incierto y se siente como basura. Así también la ven los demás y por eso la maltratan. Es bastante dramático. Si bien amo tus letras, he pensado que debemos hablar sobre ello. No te conozco bien, pero empezó a preocuparme el pensar que tu cabeza no solo está llena de poesía, sino de sentimientos tristes.
Los ojos de Emma se volvieron brillosos, parecían tintinear con el reflejo de las luces violetas y rosadas de la feria. Ella encogió las cejas y miró a un lado mientras mordía su labio y su mentón se arrugaba.
No quería que llorara, no quería provocar lo contrario y hacer que se cerrara. Así que estiré mi brazo por sobre la mesa y la tomé de la mano.
—No tienes que hablar si no te sientes cómoda con eso —le dije—. Entiendo que hayan cosas de nuestro pasado que preferimos no decir. Al menos puedes hacer arte del dolor, y es por eso que te admiro.
Emma volvió a mirarme, esta vez con una tímida sonrisa. No importaba que lo malinterpretara, tenía que crear un ambiente más íntimo entre los dos.
—Todo mi paso por la escuela fue traumático —confesó, y escuché con atención, no quería perderme nada de valiosa información—. De un momento a otro, sucedió. Mi presencia generaba rechazo. Me veía diferente al resto de los niños, actuaba diferente, y era física y emocionalmente débil: un blanco fácil. No quería traerle más problemas a mi madre, así que callaba el aislamiento, los insultos, los golpes... Por eso sentí terror cuando tomaste mi libreta, solo me imaginé viviendo ese infierno otra vez.
Tragué saliva, me sentía mal. No podía imaginar que una persona pasara por eso. Incluso si solía ser incisivo para salirme con la mía, jamás había dañado y agredido a alguien porque sí. Eso no me hacía mejor persona, lo sabía. En ese instante, quería negar que yo era otro abusador de la inocencia de Emma. Solo la idea de que al final del arcoiris nos esperaba una olla de oro era lo que me separaba de sus agresores.
Apreté su mano un poco más, no tenía idea de qué decirle, así que dejé que mis palabras salieran solas.
—Quisiera matarlos —murmuré, detenido en el rostro de Emma.
—Yo... no sé —susurró—. Algunas veces me siento culpable de no haberme defendido, de creer que merecía todo eso.
—Emma, eras la víctima —reclamé indignado. Por momentos agradecía que fuera inocente para poder salirme con la mía, pero en ese momento me llenaba de rabia saber que no lo merecía—. ¿Por qué no le dijiste a tu madre? ¿Y qué hay de tu padre?
Sí. Indignado y todo, aproveché mi oportunidad de preguntarle por su "padre". Emma quedó en blanco, y su expresión solo me confirmó lo que ya sospechaba. Pero luego sonrió.
—Mi madre trabajaba como empleada doméstica de mi mayor bully —confesó—. Teníamos un pésimo pasar económico, no podía echarlo a perder. Incluso siendo tan pequeña entendía que si yo me quejaba, nos quedábamos sin comer. En cuanto a mi padre, él se desentendió de mí antes de que yo naciera. No es la gran cosa, es la realidad de millones de familias.
Sí, Emma, sí, dime más, pensé, sintiendo cómo mi ansiedad crecía con cada palabra.
—¿Se desentendió? —pregunté, procurando sonar casual—. ¿Nunca lo conociste o reclamaste la manutención?
Emma carraspeó y se puso de pie justo al terminar su helado. Yo la seguí.
—No me interesa hacerlo —dijo, marcando la distancia—. ¿Qué tal si damos una vuelta?
Ahí estaba de nuevo: la Emma evasiva del principio. Pero esta vez sabía cómo manejarla. Ella misma lo había dicho: tenía miedo de las personas. Mi deber era hacerla sentir protegida, darle un espacio donde pudiera ser vulnerable sin temor al juicio.
Me adelanté y la atrapé en un abrazo. Su blando cuerpo parecía hundirse en mis huesos, su perfume se impregnaba en mi piel, su calor me sofocaba. Pero ella se mantenía rígida y quieta.
—No me tengas lástima —dijo con una voz tensa—. Odio eso.
Me separé y le sostuve las manos, fijando mi mirada tranquila en sus ojos pardos y brillantes.
—No es lástima —le aseguré—. Es mi forma de decir que ya no estás sola, y que jamás volverás a pasar por una situación así.
Emma se ruborizó, y ese gesto fue todo lo que necesitaba. Sabía que por ahora no me hablaría más de su padre, pero habíamos dado un gran paso.
Intenté crear un momento más ligero para contrarrestar los traumas. Mi plan era hacer que esa noche fuera inolvidable: una montaña rusa de emociones que nos acercara aún más. La llevé a los autos chocadores, donde su risa despreocupada era tan contagiosa que me encontré riendo como nunca antes. Después subimos a las hamacas voladoras, donde giramos tomados de la mano. Luego gasté casi todo mi efectivo en juegos de feria, tratando de ganar algo más que premios de consuelo. Y, para coronar la noche, subimos a la rueda de la fortuna.
Aunque Emma no me confesara quién era su padre en ese momento, todo ya había valido la pena.
—Gracias por la salida, Jamie —me dijo cuando nos acomodamos en la cabina—. La última vez que vine fue con mi madre, cuando cumplí nueve años. ¿Tú vienes seguido?
Aunque esta vez no le había preguntado nada, Emma compartía otro dato sobre su vida. Sabía que debía aprovechar la oportunidad para abrirme un poco yo también.
—No, es algo que hacía más en la adolescencia —reí un poco—. Emma, hay algo que no sabes de mí, y creo que la sinceridad es la base de todo. Aunque me cueste, quiero ser honesto contigo.
—Me asustas, Jamie —bromeó.
La rueda comenzó a girar, y aproveché el momento para soltarlo. Era liberador.
—Provengo de una familia muy adinerada —admití, sintiendo una punzada de vergüenza—. Mi padre es empresario y político, y mi madre fue una modelo de alta costura. Hoy tiene su propia agencia y talleres de ropa.
Mi corazón latía con fuerza mientras esperaba su reacción. Ella abrió la boca, y luego lanzó una risita burlona.
—Nicky me lo dijo ayer —confesó. Me quedé helado.
—¿Qué? ¿Hablaste de mí con Nicky? —pregunté, tratando de ocultar mi enojo detrás de un tono dramático.
—Nicky me recomendó que no pasara demasiado tiempo con un chico con novia —dijo con la vista fija en el parque de diversiones—. También me dijo que eres un chico excepcional, pero que venimos de mundos distintos. Ella cree que soy vulnerable.
Apreté los puños, sintiéndome acorralado. Emma no era tonta y tenía amigas dispuestas a advertirle cada paso. Tendría que ser aún más cuidadoso con mis palabras, demostrarle con creces que podía confiar en mí.
—Nicky está resentida —dije, aunque mi voz temblaba—. ¿Acaso está mal elegir a tu novia por sobre una amiga? Debra se sentía insegura porque Nicky no sabía de límites y me agobiaba. Era mi responsabilidad como pareja alejarme de ella para que Debra no se sintiera mal. Hay que escuchar las dos campanas, Emma.
Ella se ruborizó.
—Jamie, no te he juzgado —dijo apenada—. No soy así, y no voy a tomar partido en una situación en la que no tengo nada que ver.
Quería creerle, pero me sentía vulnerable.
—¿Y cuál es tu juicio sobre mí, basado en lo que conoces? —pregunté con un tono de voz áspero.
Me encontraba a la defensiva, nervioso. Nicky se había adelantado a mi jugada, y era muy probable que le hubiera dicho cosas de mí que ahora Emma se guardaba para ella sola.
—Jamie, creo que eres asombroso —dijo cuando llegamos a lo más alto de la rueda de la fortuna—. Dejaste todo por tu libertad, y estás demostrando que eres capaz de cumplir tus sueños. ¡Sí, incluso si tuviste un empujón o conseguiste amigos que te ayudaran! Eres admirable porque tu atraes a las personas a ti, eres extrovertido, carismático, alegre, y valiente.
Dejé de pestañear, me quedé sin habla. ¿Todo eso pensaba de mí? ¿Era cierto? ¿Qué truco había detrás?
Cada persona que conocía mi historia solo me decía siempre me decían lo mismo: "¿cómo pudiste ser tan tonto?" "¿sabes lo que yo daría por tener a tus padres?" "No te costaba nada hacer lo que ellos te pedían, hay gente que muere de hambre mientras juegas al rebelde". Ni hablar del resentimiento que expresaba Debra con mi situación, le encantaba remarcar que yo era un fracasado, que no podía cumplir con las mínimas tareas como para conservar mi fortuna, que todo se lo debía a sus contactos. Lo que más odiaba de mí es que hubiera rechazado todo lo que ella había soñado y por lo que trabajaba tan duro.
—No, te equivocas —le dije a Emma, traté de reír pero tenía un nudo atragantado en mi garganta—. Si no fuese por los chicos de Verde Caos, o los contactos de Debra, ¡incluso todo es gracias a los seguidores de Fleur! A decir verdad, yo tenía ahorros, no empecé de cero. Incluso tus letras...
No, Emma, no creas que soy tan bueno. No necesito mentirte con eso.
Me hacía feliz que Emma creyera en mí de esa forma, pero tenía que ser sincero, por lo menos en ese aspecto. Ella volvió a reírse, no entendía que era tan gracioso.
—Supongo que no puedes verte con los ojos de tus fans —dijo—. Tienes tu talento, tu brillo propio, y así como te han dado contactos, seguidores, e incluso mis letras, tú también has devuelto los favores. Claro que hay personas que te ayudaron en tu proceso, pero eres tú quien ha decidido que todo eso te lleve al éxito.
No podía mirarla a los ojos. Emma era la primera persona que creía en mí y aun así no podía dejar de pensar que sin su talento no era nada, no dejaba de pensar que era mi boleto a la fama, que era la forma directa de contactar a Billy Mason, una buena disquera, mis fanáticos...
—Eres demasiado buena conmigo, Emma —dije sin pensar. La rueda volvía a bajar—. Me recuerdas a Denise, mi nana. Ella me enseñó la música y el mundo que amo. Cuando se fue, sentí que mi lugar ya no estaba con mi familia. Me volví un problema. Quería que me expulsaran de sus vidas... y lo logré.
Antes de darme cuenta, las lágrimas brotaron con los recuerdos. Emma me tomó de las manos, y yo seguí hablando, incapaz de detenerme.
—¿Crees que les importa dónde estoy? Mientras no afecte su imagen podría morirme, sería más fácil para ellos desaparecerme. Pero para los demás, yo soy el fracasado por haber renunciado a todo. Nadie se inmutaba cuando contaba de los golpes... o de cosas peores.
La rueda se detuvo, y antes de que bajáramos, Emma me abrazó con fuerza.
Lloré en su hombro. Por primera vez en mucho tiempo, no intenté contener el llanto. Era como expulsar toda la oscuridad que me consumía antes de que se convirtiera en algo peor, y entre sus brazos era yo quien se sentía en un lugar seguro, protegido como nunca antes.
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