Capítulo 13: Nueva meta
LADO A: EMMA
"Te quedaste dormida, Miss Smile, pero lograste superarte con tus letras. Tómate el día, yo tengo que hacer algunas cosas. Nos vemos".
Moría de vergüenza. Después de quedarme dormida, Jamie se había ido solo. Sabía que mi agotamiento era mental; no podía dejar de pensar en ideas que fueran más competentes y superiores a las anteriores. Ahora que mis letras estaban en boca de todos, no podía darme el lujo de escribir algo mediocre. Sentía la responsabilidad de hacer las cosas bien, no solo por mí, sino como agradecimiento a Jamie por el trabajo y los pagos extra que hacían mi vida más fácil.
Ya tenía margen de ahorro, podía planificar la compra de electrodomésticos y hacer algunos arreglos en la casa. Por momentos pensaba que había sido tonta al amargarme porque no me agradecieran públicamente por las letras, sobre todo cuando siempre había dicho que no quería saber nada de la fama. No quería convertirme en una hipócrita desagradecida.
Sin embargo, las cosas se volvían difíciles cada vez que Nicky hablaba de Jamie.
—Te estás confiando demasiado —decía ella, con un tono que siempre parecía más una advertencia que un consejo—. No puedes meter a un chico a tu habitación, y menos a uno con una novia como Debra, y fingir que todo va a salir bien.
—Ya le dijo que yo compongo las canciones —murmuré. La incomodidad me revolvía el estómago. No quería pensar en cosas que ya creía resueltas.
—¿Te gusta? —preguntó de repente, directa como siempre. La miré sin responder, pero eso solo la animó a insistir—. ¿Te gusta Jamie, Emma?
—¡No! —exclamé, sintiendo cómo mis mejillas ardían—. No, no... yo soy consciente de que tiene novia y...
—Que tenga novia no es un impedimento para que te guste —me interrumpió—. Cuida tu salud emocional, Emma. Jamie es un chico brillante, lo conozco. Derrocha carisma, no hay una persona que no le agrade Jamie, pero su visión del mundo es distinta a la nuestra. Me di cuenta de eso cuando prefirió sacrificar su felicidad para tener a una chica poderosa como Debra a su lado. Él eligió deshacerse de cualquier amistad que interfiriera con sus objetivos. Su carisma no le quita su insensibilidad. Además, ¿quieres saber algo más de él?
Las cosas que Nicky decía me abrumaban. No podía reconocer en Jamie a alguien insensible cuando él había solucionado mi vida y me había abierto las puertas a un mundo desconocido. Tampoco podía decir que me gustaba, pero, siendo sincera, había algo: una ligera atracción, una electricidad que me recorría cada vez que se acercaba demasiado, invadiendo mis esquemas.
—¿Qué tengo que saber? —pregunté con un hilo de voz.
—Tiene más dinero de lo que piensas.
Nicky tomó su teléfono y me mostró una fotografía de una pareja elegante: un magnate petrolero y una modelo de alta costura.
—Sus padres.
¿Qué dice?
Reí, incrédula. Tenía que ser un mal chiste. ¿Jamie era hijo de gente de la élite? ¿Qué hacía en un barrio como el nuestro? ¿Por qué nos tenía como amigos? ¿Por qué buscaba la fama cuando podía comprarla?
—¿Es una broma? —pregunté mientras seguía mirando la fotografía de esas dos personas ridículamente ricas.
—No lo es —respondió Nicky, guardando su teléfono—. Lo conocí en las discos donde trabajaba, cuando se peleó con sus padres. Le quitaron las tarjetas y los autos, y tuvo que arreglárselas con sus ahorros. Con mi ayuda, creó Deadrops. Él tenía capital, pero no sabía cómo hacer funcionar un negocio propio. Fui su guía en su peor momento.
Tragué saliva. Desde el inicio sabía que Jamie tenía un estatus social más alto, pero no imaginaba que la diferencia fuera tan abismal. Me quedé boquiabierta, atrapada entre miles de preguntas.
—No sé qué decir —balbuceé.
¿Tenía que pensar mal de Jamie? Yo tenía secretos, y él tenía derecho a los suyos. Si sus padres le habían quitado todo al punto de obligarlo a vivir aquí, en el mismo complejo que yo, debía de haber tenido un problema grave del que no quería hablar. Y eso debía respetarlo.
—No tienes que decir nada —dijo Nicky, palmeándome el hombro—. Jamie, como todos, tiene sus luces y sus sombras. Pero, como amiga, creo que debes saber esto antes de caer por completo en su encanto y salir desilusionada. Su forma de actuar no es como la nuestra. Lo repito: no es un villano, pero alguien que viene de ese mundo ve la realidad con otros lentes.
No importaba lo que dijera. Yo tenía una idea fija. Mi percepción de Jamie no podía verse influenciada por lo que los demás dijeran, mucho menos por Nicky, quien estaba herida y afectada por él tras haberle brindado su apoyo. Lo único que podía hacer era darle a Jamie el espacio para que, en su momento, me contara por sí mismo lo que había sucedido.
De camino a la casa de Vic, mis pensamientos se volvían cada vez más pesados. Aunque intentaba no hacerme una mala idea de Jamie, no podía dejar de cuestionar qué pensaría él de mí. ¿Qué pensaría de mi casa modesta? ¿Sería un desastre para él? Mi mente no paraba de hacer comparaciones. ¿Qué había de mi imagen? No iba a la peluquería, ni tenía ropa nueva.
No, Emma, no pienses en esas tonterías.
Quería redirigir mis pensamientos, pero las comparaciones con Debra, con Fleur y con cualquier chica de la alta sociedad comenzaban a tomar fuerza. Mi autoestima estaba cayendo en picada. Sin darme cuenta, tenía la mano arañándome el pecho, y sentía que me faltaba el aire. Hasta que llegué a la puerta de la casa de Vic, sacudiendo todo mi cuerpo para deshacerme de los malos pensamientos. Golpeé la puerta, pero en vez de recibir a mi amiga, fue Benicio quien abrió, con un golpe seco y una expresión furiosa. Parecía que me iba a recibir con un puñetazo, así que retrocedí dos pasos.
—¡Ah, Emma! —dijo sorprendido al verme, y su rostro se relajó—. Creí que eras alguien más. Pasa, Vic ha salido de emergencia, pero no tarda en regresar.
—S-sí —respondí, mi voz apenas salía.
No quería quedarme a solas con él, pero resolví entrar. La casa de los chicos estaba desordenada. Vi papeles y documentos esparcidos sobre la mesa, que Benicio recogió con prisa.
—Mi madre vino más temprano —comentó, como si leyera mi curiosidad—, mis padres son un verdadero problema. Me dijo que quiere vender la casa. Con su nueva familia, está planeando comprar un departamento en la costa. No puedo creerlo.
Recordaba lo que Vic me había contado sobre su madre. Ella los había dejado a su suerte en esa casa. También sabía que la economía de ambos era tan mala como la mía, y que, así como yo dependía del trabajo que Jamie me había dado, Benicio dependía del que había conseguido gracias a Fleur.
—Lo siento mucho —le dije—, es una pena no poder elegir a nuestros padres.
—Cuanto más lo pienso, creo que mi última oportunidad está en Alternox —dijo con desgana mientras se dirigía a la cocina para servir agua para los dos—. Tengo que invertir ese dinero en una casa lejos de aquí. No quiero volver a verlos nunca más.
—Sé que lo van a conseguir, son muy buenos —dije sin dudar, intentando no hacer preguntas ni tocar los límites de lo que él quería compartir.
Me senté en el sofá y tomé mi agua, y Benicio se sentó a mi lado. Su presencia era intimidante. Su cabello, su ropa y esos ojos negros que contrastaban con su piel clara. Su cuerpo, alto y trabajado en el gimnasio, no pasaba desapercibido. Era guapo, entendía por qué Fleur lo presumía como un trofeo, pero su sola presencia me hacía sentir vulnerable. Incluso cuando era amable, parecía tener un muro invisible que me impedía hablar con la misma naturalidad con la que lo hacía con Jamie o con las chicas.
—Eres muy buena —me dijo con seriedad—, no te agradecí por las letras. Jamie estaba obsesionado con que fueras nuestra compositora, debo admitir que ha funcionado. Todos quedamos conformes con el resultado. ¿Estudiaste música en algún lugar?
Sus halagos me ponían nerviosa, sobre todo cuando los decía con tanta seriedad. Parecía que hablaba con pura sinceridad.
—No estudié, es un hobbie —respondí—, pero oí la canción que cantaron en el stream. Jamie dijo que tú la compusiste, eres bueno. No entiendo porque no trabajas más en eso.
Él sonrió y un pequeño hoyuelo apareció en su mejilla.
—Sí, hago mis canciones, pero no van con el estilo de la banda —me explicó—. Me gusta fusionar el metal, punk, rap, incluso electrónica y hip-hop... Los chicos dicen que es arriesgado, así que renuncié a ello. No puedo jugar al artista. Al menos me alegra que las letras que estemos tocando provengan de una poeta real.
Los ojos de Benicio se posaron sobre los míos, y no pude sostener la mirada. Me avergonzaba lo que decía. No podía creer que esa libreta que había sido motivo de burlas en el pasado ahora fuera la biblia de Verde Caos.
—Entiendo que el dinero siempre es un problema para nosotros —le dije, mirando mi vaso de agua, pero luego lo miré como él lo hacía conmigo—. Deberías seguir componiendo lo que te gusta. Incluso si Verde Caos se vuelve un éxito, tienes que encontrar un espacio para aquello que te apasiona.
Esta vez, él bajó la mirada y escondió una ligera mueca sonriente.
—Verde Caos consume todo mi tiempo —dijo—, pero sin duda retomaré mi camino artístico. Ambos sabemos que es casi como respirar, no podemos esconder esta necesidad de expresarnos. Es por eso que a veces tengo problemas con Jamie. Él es un gran amigo, pero si algo no puede ser monetizado, para él no tiene sentido. Esa misma mentalidad es la que le impide expresarse artísticamente.
—Considerando de dónde viene, es probable que sea difícil hacerle entender que hay cosas más valiosas que el dinero o la fama.
Tapé mi boca con la mano. Había hablado sin pensar. Benicio alzó una ceja.
—¿Él te lo dijo? —me preguntó, intrigado. Yo lo miré, nerviosa—. Siempre trata de ocultar sus raíces. No quiere que lo vean como un niño rico jugando a ser rebelde.
—No se lo digas —pedí avergonzada—. Nicky me lo dijo esta mañana. No quiero juzgarlo por su origen.
—No le diré nada —Benicio rió, comenzaba a relajarme a su lado—. Y sí, cuando me comentaste que te habías quedado sin trabajo, yo quería ayudarte. Al final supe que solo él podía con eso.
—¡Nunca te agradecí por eso! —exclamé avergonzada, tapándome la boca—. No me di cuenta de que fuiste tú quien habló con Jamie. ¡Qué tonta!
Benicio soltó una risa a carcajadas.
—No hice nada. Solo derivé el problema a quien sí podía hacer algo.
En ese momento, hablamos con más soltura y empecé a darme cuenta de que Benicio era un chico sencillo. Fue entonces cuando Vic llegó, seguida de Fleur, con quien crucé una mirada fugaz.
Ella me sonrió, pero de manera tensa, y luego se lanzó a los brazos de Benicio, besándolo con la lengua.
Puaj.
—¡Gatito! —exclamó con un tono aniñado, viendo cómo Benicio se puso de pie con velocidad—. Me encontré con tu hermana y con Marina en la entrada.
¿Marina?
Un poco más atrás venía Marina, una chica de estilo gótico, con largo cabello azul eléctrico, anteojos oscuros de marco redondo, pantalones de cuero y altos borceguíes. Parecía una muñeca de porcelana. Su rostro serio me daba escalofríos, y tenía una belleza macabra. ¿Existía gente tan perfecta en el mundo?
—Hola, primo —le dijo a Benicio.
—Te presento —dijo Vic con entusiasmo—: Emma, ella es Marina, mi prima. Estuvo algunas semanas de vacaciones, pero ya está de vuelta para ponerse al día.
En ese momento, un sentimiento se despertó en mí. No era envidia, ni ganas de competir. La seguridad que transmitía me impactó tanto que, sin darme cuenta, esa había pasado a ser mi nueva meta: transmitir esa misma seguridad y convertirme en alguien de un aura poderosa.
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