Capítulo 11: Miss smile
LADOA: EMMA
Las cosas no estaban funcionando con Jamie. Siempre tenía algo que hacer: estar con su novia o ensayar con su banda. Al final, me pidió que compusiera sin su ayuda, lo cual, en el fondo, era lo mejor. Que pasara toda la hora mirándome mientras escribía me cohibía. No entendía su forma de tratarme, y me negaba a malinterpretarlo. Era imposible que se fijara en mí de otro modo. Los únicos halagos que recibía de Jamie eran sobre mis poesías. Nada más.
Me frustraba que no pusiera empeño en crear algo propio. Jamie no parecía tener problemas económicos ni sociales; imaginaba que en el amor también le iba bien. Pero, a mi entender, nadie pasa por esta vida sin ser herido. Tenía que tener alguna cicatriz, alguna inquietud, alguna idea o ideología que expresar. No se trataba de ser creativo, sino de ser honesto con uno mismo.
Me reía sola al pensar que incluso alguien como él, el epítome de la extroversión y el carisma, tenía más miedo que yo de abrirse y mostrarse tal como era. Podía sonreír todo el tiempo, pero había pasado tanto tiempo del lado del observador, siendo la chica retraída de la esquina, que no necesitaba que nadie me lo confirmara. Sabía que él, como cualquier humano, guardaba traumas en su interior. No iba a presionarlo ni a echarle sal a sus heridas. Todo lo contrario: quería que se abriera conmigo de forma natural. Quería creer que, en el futuro, confiaría en mí como yo en él, y nuestra amistad tendría sentido.
Días atrás, la soledad me consumía, pero la forma abrupta en que tantas personas habían entrado en mi vida me mantenía en alerta.
Había logrado completar seis canciones para el EP. Los chicos de Verde Caos se encargaban de producirlas y hacer los ajustes necesarios, así que pronto podría oír mis letras en la voz de Jamie. Era algo que me emocionaba en lo profundo de mi alma.
Mientras tanto, aprovechaba la tarde del sábado para que Vic hiciera la manicura a mi madre, a Nicky y a mí. Sí, Nicky había logrado hacerse un lugar en mi vida. Trabajaba con ella a diario y no quería repetir lo que había sucedido con la gente del mercado: ignorarlos por miedo. Además, llevarme con Nicky era tan fácil como con Jamie o incluso con Victoria.
—¡Eres una genio, Vic! —exclamó mi madre al ver sus uñas esculpidas—. Creo que la última vez que me arreglé las manos fue antes de tener a Emma.
—¿Acaso tu marido no ayudaba en nada? —preguntó Nicky, siempre sin filtro.
Mi corazón se detuvo un instante. Era esto lo que temía cuando mis relaciones se volvían más íntimas: que todos empezaran a preguntar demasiado.
—El padre de Emma se fue a comprar cigarrillos —rió mi madre, dejando claro que jamás había sido parte de nuestras vidas—. Nunca conté con la ayuda de nadie. Incluso mis amigos se esfumaron durante esa época. Yo era muy joven para estar embarazada; me consideraban problemática y una mala influencia.
—Mamá, no nos deprimas —murmuré, algo fastidiada.
—Lamento que hayas tenido que pasar por eso, Cleo —dijo Vic, conmovida—. Mientras Emma sea mi amiga, no le faltará alguien en quien apoyarse.
—Lo mismo digo —añadió Nicky riendo—. Aunque la conozca hace solo una semana, sé que es buena chica.
Me ruboricé al instante. Hacía menos de un mes no habría imaginado tener dos amigas en casa mientras nos hacíamos la manicura para ir a una fiesta. Porque sí, nos estábamos preparando para ver a Verde Caos tocar en la capital.
Siempre hay una primera vez para todo. A mis veinte años, era la primera vez que me probaba outfit tras outfit hasta encontrar el ideal. Las chicas decían que cubría demasiada piel y que mi guardarropa carecía de personalidad, lo cual me ofendía porque apenas podía comprar ropa de vez en cuando. Sin embargo, dejé que Nicky se encargara de mi vestuario, mientras Vic transformaba mi cabello y maquillaje.
Tras dos horas, decidieron que estábamos listas para salir. Pero yo me miraba al espejo y no me reconocía. Sentía vergüenza. Era un sentimiento ambiguo, como si estuviese usurpando el cuerpo de alguien más. La chica del reflejo era hermosa. ¿Cómo podía ser yo?
Vestía un corsé negro de cuero que ajustaba mi cintura y acentuaba mis senos, medias de red y una minifalda del mismo tono, complementadas con una chaqueta de jean desgastada para la madrugada. Mi cabello negro, que había crecido bastante, brillaba tanto como la noche, y los reflejos fucsias que Vic había añadido en las puntas me enamoraban de mí misma por primera vez.
El maquillaje de Vic me había transformado: ojos con efecto ahumado, pestañas cargadas de rímel y labios llenos de gloss. Mis uñas negras esculpidas por Vic tenían una portadora digna.
Esa noche, con mis amigas, en el transporte público, recibiendo miradas y sintiéndome hermosa, parecía un sueño.
Bajamos apresuradas, íbamos con retraso, pero no podía permitirme perderme ni un segundo de la banda. Ellos tocarían mis canciones, y el orgullo que sentía era abrumador. El pecho se me inflaba, no solo por el ajustado corsé, sino por la satisfacción de ver algo tan mío cobrar vida sobre un escenario.
Al salir a la calle, me encontré con una hilera interminable de autos estacionados. Entre ellos distinguí el descapotable de Debra, lo cual me provocó un nudo en el estómago. Solo la había visto una vez, pero había oído suficientes historias para saber que era mejor mantenerse lejos, sobre todo de ella y de su novio. Eran esa clase de pareja que parecía intocable, casi perfecta, y quizá por eso nunca me había atrevido a dejar que cualquier malentendido cruzara mi mente.
Una fila de gente rodeaba la manzana para entrar al club. Antes de que pudiera preocuparme por el tiempo, Benicio apareció corriendo hacia nosotras, salvándonos del caos.
—Síganme —dijo con voz firme—, no las dejarán pasar si no es con un miembro de la banda.
Sus ojos oscuros chocaron con los míos, abriéndose con un leve atisbo de sorpresa. Se quedó en silencio por un instante que me pareció eterno, pero enseguida giró la cabeza hacia Victoria para continuar su camino. Mi recién ganada autoestima tambaleó bajo el peso de su mirada. ¿Qué veía en mí? ¿Me encontraba bien, ridícula, fuera de lugar? Quería sentirme cómoda en mi piel, pero esa noche, más que nunca, me sentía expuesta.
Entramos al club, un lugar pequeño y oscuro, iluminado por luces intermitentes de colores que convertían todo en una atmósfera irreal. La música resonaba tan fuerte que apenas podía oír mis pensamientos, y el calor era abrumador, incluso con los ventiladores funcionando a máxima potencia. Me sentí sofocada entre tantos desconocidos hasta que Nicky, notando mi incomodidad, me tomó del brazo para guiarme.
Benicio nos llevó hasta una sección más tranquila en el área VIP, con mesas y sillones alejados del gentío. Allí intenté recomponerme mientras Vic hablaba emocionada.
—Desde que Fleur hizo el stream, los fans de la banda han crecido muchísimo —me explicó—. Incluso subieron adelantos de tus canciones, y todos las amaron. ¡No paran de pedir las versiones completas!
—¡Es gracias a ti, Emma! —exclamó Nicky, radiante.
Yo no estaba tan segura. Sabía que los chicos habían trabajado duro en la música y habían hecho cambios a mis letras. Pero no podía negar que sentía algo de orgullo.
Los minutos pasaron volando y, de repente, la banda estaba en el escenario. Mi corazón latía con fuerza. Jamie, con su carisma y presencia, tenía a todas las chicas enloquecidas. Benicio, más reservado, permanecía unos pasos atrás, concentrado en su instrumento.
Tomé un sorbo de cerveza para calmar mis nervios, justo cuando Luke marcó el ritmo con las baquetas. Uno, dos, tres, cuatro. Las primeras notas llenaron el lugar, y Jamie empezó a cantar.
"Mister Smile
From the paradise I never knew, I've fallen
Invisible in the suburbs where I was born
A foreigner in my own land..."
Mi boca se abrió de asombro al escuchar a la gente cantar junto con él. ¿Cómo podían saber la letra si solo había un adelanto en redes sociales? Era una locura, un sueño hecho realidad. Por primera vez, me sentí orgullosa de mí misma y de mi talento. Yo había escrito esas palabras, y ahora estaban allí, siendo coreadas por desconocidos.
Tras seis canciones, Jamie presentó a cada integrante de la banda, agradeció a Fleur y a los fans, pero no me mencionó. Una parte de mí lo esperaba. Y aunque traté de no darle importancia, quedó un sabor amargo al final de esa euforia.
Entonces Jamie tomó el micrófono de nuevo.
—¡Antes de irnos, no quiero olvidarme de algo más! —anunció, con una sonrisa que desató otra ola de gritos.
¿Me mencionaría? Me sentí ingenua al pensarlo, porque lo que dijo a continuación me dejó helada.
—¡Estamos invitados a tocar en Alternox! —exclamó, emocionado—. ¡Y será en la fecha del regreso de RedBlack, después de doce años sin venir a su ciudad natal!
¿Qué?
Mis pensamientos se apagaron. Solo sentía un peso opresivo en el pecho, un calor insoportable que me asfixiaba. El club comenzó a parecerme pequeño, las paredes se cerraban a mi alrededor.
—Emma, ¿estás bien? —preguntó Vic, abanicándome con una servilleta.
—Sí... creo que es solo el calor —mentí, intentando calmarme.
Poco a poco, el lugar empezó a vaciarse, pero mi mente seguía enredada en pensamientos confusos. ¿Por qué no podía disfrutar de esa increíble noche sin dejar que pequeñas decepciones me afectaran? Intenté convencerme: todo estaba bien. No había razón para sentirme así.
Pero justo cuando pensaba que podía relajarme, una voz estridente irrumpió en el aire:
—¡¿Qué mierda estás haciendo aquí?!
Debra avanzaba hacia nosotras como una tormenta.
Entré en pánico a pesar que solo se trataba de un ser humano igual a mí, pero Debra tenía la mirada fija en Nicky. La forma en la que estaba tensionada me generaba terror, incluso si era una modelo huesuda sentía que con su rabia podía darnos un puñetazo letal.
—¡¿Qué te importa, Debra?! —Nicky la enfrentó a pesar de ser treinta centímetros más baja—. Tengo derecho a caminar por donde quiera con mis amigas.
—¡Eres una cualquiera! ¿No te cansas de ser una arrastrada? —espetó Debra, su voz cargada de una rabia que me aterraba. Incluso siendo tan delgada como una modelo, parecía capaz de lanzarnos un puñetazo letal.
—¡Deb, por favor...! —murmuró Vic con tono conciliador.
—¡Qué raro! ¡Todas las zorras se juntaron! —Debra respondió con una carcajada amarga, mirando primero a Vic con desprecio y luego clavando sus ojos en mí—. Todas ustedes me dan asco. Pobres larvas vestidas como mujerzuelas, esperando salvarse la vida con algún hombre rico.
¿Qué carajo está diciendo?
Me invadió la impotencia. No sabía cómo defenderme de sus palabras llenas de veneno. No entendía qué motivaba sus juicios, ni por qué parecía odiarnos tanto. Detestaba no tener el valor ni la rapidez para responderle, odiaba no poder herirla como ella nos estaba hiriendo.
—¡Debra, basta! —Jamie apareció de repente, acercándose a nosotras para tomarla del brazo.
—¡¿Basta qué, Jamie?! —gritó ella, furiosa—. ¿Crees que soy idiota? No necesito ser una bruja para darme cuenta de cómo mirabas hacia este lado del palco.
Debra se soltó con un tirón brusco y salió corriendo del club. Jamie fue tras ella, pero no entendí nada de lo que acababa de ocurrir. Mi corazón latía tan rápido que sentía que iba a explotar. Por un momento, pensé que Debra venía por mí, y aunque no tenía ningún crimen que confesar, había algo de culpa en pasar tanto tiempo a solas con su novio.
Afuera del club, el aire del verano golpeaba los cuerpos sudorosos de quienes aún no decidían si seguir la noche en otro lado.
—¡No puedo creer que esa perra se atreva a acercarse a mí! —Nicky iba de un lado a otro, murmurando insultos entre dientes—. ¡Está enferma! Y Jamie también, por ir tras ella.
Como si lo hubiera invocado, Jamie regresó, con el rostro marcado por una preocupación que parecía fingida. Al parecer, Debra se había ido en su auto a toda velocidad y no atendía el teléfono.
—¡¿Cuándo vas a controlar a esa loca?! —soltó Nicky apenas lo vio.
Jamie bajó la mirada. Tenía una expresión que no le había visto antes, algo entre vergüenza y preocupación. Tal vez era incomodidad, o el peso de ser el centro de todas las miradas juzgándolo por su relación donde él no era más que un tonto.
—Ya se le pasará —respondió con un suspiro, y luego me dio una mirada fugaz. Pensé que diría algo sobre cómo me veía, pero solo preguntó cómo se había escuchado el sonido desde el palco.
Pronto, la conversación cambió y todos parecieron olvidar a Debra. Nadie podía decir con certeza si estaba a salvo, pero la indiferencia general me hizo pensar que su actitud era moneda corriente y que regresaría bien a casa.
Fleur irrumpió en nuestro grupo con una cámara en la mano.
—¡Aquí estamos en vivo con Verde Caos! —gritó, llamando a Benicio, Jamie, Luke y Oliver para unirse a su transmisión. Entre risas, tomaban fotos y grababan poses divertidas, mientras Vic, Nicky y yo quedábamos relegadas a un rincón.
—Deberíamos irnos a casa —murmuró Vic, mirando con tristeza a su hermano rodeado de gente.
—Sí, el ambiente se puso raro —añadió Nicky, encendiendo un cigarro.
—Al menos la pasamos bien —traté de animarlas—. Los chicos estuvieron increíbles.
—Gracias a tus canciones —apuntó Nicky—. Y el imbécil de Jamie ni lo mencionó. Seguro no lo hizo para no tener problemas con la histérica de Debra.
Quise responder porque yo creía lo mismo, pero no encontré las palabras.
—Nicky, no seas dura —susurró Vic, abrazándome con calidez—. Jamie tendrá que reconocer tu trabajo tarde o temprano.
Decidimos regresar a casa sin despedirnos. Mientras caminábamos, intenté enfocarme en lo positivo: escribir más y mejores canciones, disfrutar la sensación de escuchar mis letras en la voz de Jamie, y perderme en las notas de la guitarra de Benicio. Pero la idea de que mis canciones fueran escuchadas por miles de personas, incluso por mi padre, me llenaba de ansiedad.
—¡Emma! —La voz de Jamie me detuvo.
Me giré sorprendida, mientras Vic y Nicky se alejaban con una sonrisa cómplice. Él se detuvo frente a mí, respirando con dificultad.
—Lo siento, nos fuimos sin saludar —me disculpé, incómoda—. No queríamos molestar.
—Quiero agradecerte —dijo, tomando aire—. Todo salió perfecto gracias a ti.
Desvié la mirada, incapaz de ignorar el mal sabor que me había dejado la noche.
—Hice mi trabajo —respondí seca.
Jamie pareció notarlo y suavizó su expresión.
—Sé lo que piensas, y debo ser honesto. Debra no sabe que ayudas con las canciones. Es muy celosa, y no quiero que lo malinterprete.
—¿Entonces qué piensas hacer?
—Solo dame tiempo para decírselo en el momento adecuado —pidió—. También recibirás tu parte, Emma. Confía en mí.
"Parte" significaba dinero. No buscaba eso, pero si la banda estaba creciendo, era justo.
—¿Y lo de Alternox? —pregunté, ignorando el tema de Debra.
Jamie sonrió con entusiasmo y me tomó las manos. Tenía sus dedos largos y tibios, me generaba un ligero cosquilleo que me agarrara sin permiso. Para él era una situación casual, para mí, era la primera vez que un chico me tocaba. Sus ojos brillaban como faroles y otra vez sonreía con felicidad. No podía negarlo, él era lindo, demasiado lindo.
—¡Es una locura, ¿no?! Debra nos consiguió el contacto.
Debra... Otra vez ella.
—Felicidades —murmuré, forzando una sonrisa.
Cuando Jamie se fue con sus amigos, regresé a casa sintiéndome frágil y vulnerable. Tenía que volver a ser Cenicienta. Mientras me desmaquillaba, no podía dejar de pensar en la incertidumbre y las ansiedades que me generaba este nuevo mundo, todo había sucedido de manera tan rápida que no había procesado los avances de mi persona que ni siquiera había planeado hacer. Las cosas se pondrían más intensas, y eso me generaba incertidumbre. Con más razón, necesitaba forjar mi carácter antes de que los lobos me devoraran.
https://youtu.be/_a444j3wuF4
He aquí el single de Verde Caos: Mr Smile ♥
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