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Capítulo 1


10 años después.

Al despertar está mañana jamás imaginé que sería parte de un robo, fue una manera interesante de comenzar el día cuando no tenía ningún plan para hacerlo.

La casa de Nathan es exactamente lo que esperaba. Hay cosas regadas por todos lados creando un desorden nada agradable para la vista, él dice que por más que intente ubicar cada cosa en su lugar nada perdura limpio, así que no se esfuerza demasiado, las paredes con pintura vieja han comenzado a deteriorarse y el techo ha adquirido algunas manchas debido a la filtración del agua.
No voy a mentir, no podría vivir en un lugar así, no es nada comparado a lo que me rodea y estoy acostumbrado.

El horrible hedor barato de licor y tabaco mezclados con otra variedad de sustancias y olores que no logro diferenciar con facilidad están concentrados en toda la expansión de la pequeña sala, su hogar es modesto pero muy descuidado a causa de dos integrantes de su familia. Su madre principalmente, cayó en el alcohol y la drogadicción después de que el padre biológico de Nathan la abandonará cuando él tenía solo 5 años, supongo que no soporto la presión y el placer de la soledad no está hecho para todos. Refugiándose en tales vicios en lugar de buscar la manera de seguir adelante, no la juzgó pero el más perjudicado ha sido su hijo.

Actualmente el hombre que vive con ella desde hace tres años no se queda atrás. Sin control alguno sobre su temperamento, no es más que un bastardo violento que golpea a Nathan cuando quiere y un distribuidor de droga, una ocupación normal en un barrio como en el que viven. Su madre no lo corre o intercede por su hijo porque dice qué gracias a los negocios turbios de su novio sobreviven, así que tolera tales conductas o le importa más una maldita botella y no perder a quién paga sus cuentas que su propio hijo. No me sorprende, pero si me llena de impotencia y una profunda tristeza ser consiente de todo lo que soporta en este lugar...

Sé cuánto sufre aquí dentro, me ha llegado hablar del suicidio y me aterra la idea de que algún día atente contra su vida, trato de estar para él cuando necesita de alguien que lo escuché.

Las cosas entre nosotros no empezaron de la mejor manera, en realidad llegábamos a los golpes más de una vez con mucha facilidad cuando recién llegó a la universidad. Era costumbre. Mis nudillos siempre estaban rotos y su rostro reflejaba uno que otro moretón y viceversa, por alguna razón no nos tolerábamos. Hasta que una tarde lo encontré en una calle vacía sentado sobre la acera cubriendo su rostro entre sus manos, llorando de rabia, jamás lo había visto así y aún no me agradaba, sin embargo, me detuve frente a él quién se percató de mi presencia un minuto después. Sus hombros estaban decaídos, su mirada apagada, su semblante era de alguien herido más allá de los golpes que se exponían sobre su piel. Derrotado. No le importo descubrirse y mostrar aquel hematoma agresivo sobre su cara, no estaba a la defensiva y yo tampoco, no había tensión, lo único que hice fue sentarme sobre la acera a su lado mirando la nada mientras fumaba un cigarrillo. El acepto mi compañía en silencio.

En ningún momento le pregunté que le ocurrió ni nada parecido, no era mi asunto, solo me quedé allí hasta que él decidió intercambiar unas palabras, sonará increíble pero ese día hablamos como nunca antes, bromeamos, la conversación era tan fluida y emotiva que fue como estar con un viejo amigo. Extraño, pero resultó agradable.

Sé que podía elegir, irme, después de todo lo que le estuviera pasando no era mi problema ni me afectaba o incluía de alguna manera.

Pero me quedé, yo sé lo que es sufrir en silencio y sentirse solo en el peor momento.

Ese día comprendí que no éramos tan diferentes, y con el tiempo que estaba viviendo un infierno.

Después de eso las cosas cambiaron, no más roces y poco a poco tratamos con más naturalidad. Terminé siendo su mejor amigo y él el mío.

Ahora, volviendo a la actualidad.

Nuestro propósito aquí es porque una idea pico su cabeza días atrás con la que no solo sentirá que está haciendo una especie de venganza, también le beneficiará en términos lucrativos. Y eso es lo más importante. ¿No?

Aunque no es algo muy correcto que digamos.

Nathan me habló de que vienen muchos compradores en busca de la mercancía que les proporciona el tal John y que tiene una gran cantidad  de efectivo acumulada en algún lugar de la casa, no sabía dónde estaba ubicada hasta que una noche luego de una discusión como de costumbre observo dónde los guardaba. En el sucio y dañado sofá de la sala.

Y aquí estoy, apoyando lo que en el fondo sé que es una mala decisión pero que al final cedí ayudarlo después de que se esforzó arduamente para convencerme.

A pesar de que significa un gran riesgo sino resulta como esperamos.

Expulsó el humo del cigarrillo con calma de mis pulmones, es liberado por mi boca y los orificios de mi nariz mientras doy una rápida mirada a través del vidrio de la ventana, confirmando que no venga nadie y nos tome desprevenidos.

No suelo fumar, solo en situaciones de estrés.

- Nathan, sabes que no es necesario que hagas esto, puedo darte la cantidad que necesitas - Se que no suena bien, pero es mi intento de que recuerde aquella propuesta que le hice y se retracte de esta idea.

Hace un chasquido con su lengua y me mira por encima del hombro desde su posición con fastidio.

- No eres mi maldito banco Andrew. Además, ese cerdo se lo merece. - Alude a su "padrastro".

Conocerlo tanto a él como a su estilo de vida por un lado me hace apoyar esta decisión. Ni siquiera se alimenta bien en este lugar, no le dan nada más que migajas obligándolo a sobrevivir casi por su cuenta, pasa mucha hambre cuando está acá.

Su orgullo le impedía confesarlo.

El día que sintió la confianza para hacerlo me hizo cuestionar como esas personas pueden esforzarse en hacerle la vida tan miserable.

- No quiero que te metas en problemas. - No quiero ni imaginar las consecuencias que esto puede acarrearle, sin embargo nuestras acciones están justificadas. Queda arriesgarnos.

- Nada que no haya pasado antes. Tú ¿con miedo? Eso sí es poco usual - Agrega con sorna.

No es miedo, me preocupo por tí.

Reservo mis pensamientos, guardo silencio y curvo sutilmente la comisura de mis labios con desgana en una sonrisa invertida. Ya estamos aquí es la respuesta silenciosa que no hace falta exponer al ser tan obvia.

Luego de un rato doy un par de pasos aburrido y me apoyo en el marco de la ventana cruzado de brazos mientras Nathan está de rodillas frente al mueble, inclinado a los pies del mismo, hace una incisión en la parte superior de la tela o más bien la desgarra junto a las antiguas costuras dónde se hizo un ancho corte que sirve como entrada.

- ¿Seguro que está ahí? - Pregunto impasible.

- Por supuesto, lo vi. - Se ríe de repente - El desgraciado debería ser cirujano, está costura era casi invisible.

- Mejor ríete cuando salgamos de aquí - Lo interrumpo - ¿Sabes cuándo regresan? - Miro a través del vidrio pero no hay ni un alma, un descuido y estaremos en graves problemas.

- Despreocúpate, volverán después de las 11:00 AM. Tenemos tiempo - Asegura pero no me tranquiliza lo suficiente.

Sacó del bolsillo derecho de mi oscuro pantalón una caja de cigarros y un encendedor, solo usaré uno así que devuelvo el resto.

Tal vez si lo hago regularmente después de todo.

Pasan los minutos hasta que lo consumó por completo y escucho el alarmante grito lleno de euforia de mi amigo.

- ¡Oh mierda! - Vuelvo la mirada hacía él y lo que veo en sus manos son varias pacas de billetes compactados, envueltos en plástico transparente. Desde aquí puedo ver más paquetes a su lado, igual al otro lado del agujero - Ven a ver esto - Me llama.

Avanzo hacia él, quién sigue sacando fajos de billetes de diferente denominación.

Al parecer el pequeño negocio furtivo de ese tipo está dando frutos.

Pero algo está mal, no logro descifrarlo con exactitud en este momento pero se me hace un poco extraña la cantidad y el orden tan específico que tienen, como están envueltos, el estado tan cuidado de los billetes...

Sin embargo decido ignorarlo.

- Sabía que tenía mucho pero no imaginé que tanto. Está lleno - Me mirá señalando el mueble grande repleto de papel moneda. Esa emoción en sus ojos es tan estimulante, no recuerdo haberlo visto antes tan feliz, es contagioso. - Encontré su puto tesoro.

- Es una locura - Llevó con una mano mi cabello hacia atrás en un inútil intento de apartar mechones rebeldes de mi rostro. Recordando que no debemos perder más tiempo. - Vamos, celebramos luego. - Le lanzo el bolso que me pidió que trajera temprano, y tomo el suyo ayudándole a llenarlo con el puto tesoro que ha encontrado como acaba de llamarle.

Llenamos ambos hasta el tope, no conforme con eso decidimos tomar dos bolsas plásticas que encontramos por ahí.

- ¿Será suficiente? Creo que debería llevarme más - Sugiere dudoso ante su propia pregunta.

- Será difícil salir de aquí si cargamos con más peso.

- Si, es verdad. Tendré que conformarme con esto, aunque para ser sincero quisiera dejarlo sin nada. - Se levanta llevando ambas manos a su cintura una vez erguido - Pero bueno, vamos - Coge uno de los bolsos colgándolo en su hombro y empuña una bolsa en su mano.

Analizando, entiendo que fingir un robo en este lugar no es tan difícil, después de todo no tenemos que culpar a nadie en específico, la idea es hacerles creer visualmente que alguien más entro a la casa mientras estaba vacía y hurto el dinero. Por lo tanto debe lucir como tal, pero debemos ser cuidadosos con cada detalle que pueda delatarnos y ponernos en riesgo.

El plan inicial era que Nathan desapareciera de aquí pero era muy complicado si tomamos en cuenta la universidad y otros factores como que el dinero no es suficiente para mudarse dónde no puedan encontrarlo.

- ¿Que les dirás si te preguntan? No dudo que se desate un infierno luego de ver esto - Inquiero.

- Dije que iría a casa de Steven está mañana, salí mucho antes que ellos, igual querrá desquitarse conmigo. Para ellos es irrelevante lo que diga - Dice al tiempo en que me pasa uno de los pasamontañas que tiene en sus manos el cual me pongo y él hace lo mismo con el otro - No me descubrió espiándolo aquella noche, eso es algo supongo.

- No te confíes. -

Las paredes en este vecindario tienen ojos y oídos, a pesar de que todo está en absoluto silencio y parece desierto siempre hay alguien observando, eso es seguro. Por lo que tenemos que seguir el papel de dos intrusos vestidos de negro lo suficientemente cubiertos para no generar sospechas sobre nuestra identidad ni dejar rastro de algo con lo que puedan involucrarnos.

Ser precavidos.

Antes de mover un pie fuera de lo que supone es su hogar, me acerco por última vez a la ventana a echar un vistazo, es cuando mis ojos enfocan la camioneta vieja y desgastada de John estacionarse al frente de la casa.

- Ya están aquí - Digo acercándome a el con agilidad.

- ¿¡Que!? Llegaron antes - Tomamos todo y corremos hacia la salida de atrás con el peso en nuestras manos y espalda. Solo espero dos cosas:

Que nadie nos reconozca y que salgamos a tiempo.

- ¡Vamos!- Lo sigo. Nos aseguramos con anterioridad de no tocar nada innecesario, pero mi amigo se retracto de eso argumentando que sería extraño que alguien que entrará realmente a robar conozca la ubicación exacta de algo que ni siquiera sabe que existe y dejé todo intacto, y de ser así dejarían todo un desastre buscando ese algo en específico, llevándose a la vez todo a su paso hasta encontrarlo, corroboré con su opinión e hicimos toda una escena, lastima que debido al sitio y al honesto trabajo del distinguido Sr Jhon no habrá una investigación policial ni nada parecido, soy alguien minucioso, sería satisfactorio burlar ese tipo de investigaciones.

Puedo conformarme con esto.

No nos detenemos a escuchar si ya están adentro o no, la tensión del momento es desesperante, y la adrenalina en mi sistema no se hace esperar. Un error y estamos jodidos, solo hace falta un ruido para que todo se vaya a la mierda. Salimos al patio lanzando la carga del otro lado de la cerca para posteriormente saltar sobre ella. No deben vernos ni oírnos así que somos lo más sigilosos que podemos bajo tanta presión.

Ya del otro lado recogemos nuevamente las cosas y corremos hacia donde estacioné mi auto. En el camino escuchamos algunos ladridos lejanos
provenientes de una de las casas que hay atrás de nosotros, nada nos persigue pero aquello puede indicar que tal vez llamaron la atención de alguien, aun así no es razón suficiente para detenernos, seguimos hasta llegar al vehículo, una vez en él no espero ni dos segundos para encender el motor y rápidamente ponerlo en marcha.

Mientras nos alejamos velozmente, arrebatamos lo que cubre nuestros rostros, prestando más atención a nuestra respiración.

- Como dije - Sonrió ampliamente con ambas manos al volante - Una locura.

- Estoy temblando - Se ríe. Puedo ver qué es a causa de los nervios - Tuvimos suerte. Mira todo este dinero - abre una de las bolsas sobre su regazo, revisándola - Me siento tan bien haciendo algo que se supone está mal. - Su impetuosa voz no refleja  arrepentimiento alguno solo felicidad y satisfacción. Éxtasis.

- Algunas personas lo merecen - Lo aliento.

Soy el menos indicado para juzgar que está bien o mal, y en éste caso no deberíamos desgastarnos pensando en lo que ya hemos hecho sino prepararnos para cualquier consecuencia que pueda traernos y como enfrentarla.

- Tienes razón. - Se queda mirando al frente y guarda silencio por algunos segundos, estático. No sé que pensamientos estén pasando justo ahora por su cabeza pero su semblante es serio y pensativo.

La luz me da mayor visibilidad a su cara, aún tiene rastros de hematomas en su pómulo derecho, eso pasa mínimo dos veces al mes. Él no merece pasar por todo lo que ha vivido y que sigue enfrentando gracias a las malas decisiones de su madre.

Centro mi atención a la ruta que recorremos, dándole espacio para lo que sea que esté meditando en silencio mientras conduzco.

- Sabes... Hace unos días cuando iba de regreso a casa... - rompe el silencio - un hombre me detuvo... - Solo alcanzó hacer un gesto de confusión discreto porque él continúa relatando.

- Era mi padre. - Afirma sorprendiéndome.

¿Su padre? No entiendo.

Parece darse cuenta de mi desconcierto así que se adelanta.

- Se cómo suena. Al principio me pareció raro ver a alguien tan bien parecido por ahí. Luego entendí que la persona a quién esperaba era yo. Apenas me vió se acercó a mi, pensé que iba a pedirme alguna indicación, pero dijo mi nombre y me preguntó si lo recordaba. - Se ríe de intermedio - Te imaginarás mi reacción, estaba de mal humor. Claro que no lo recordaba. - Afirma con obviedad - Ni sabía quién demonios era. - Su tono de voz disminuye, me hace pensar que no seguirá hablando así que lo ánimo a continuar.

- ¿Y qué quería? - No apartó la vista del frente, está un poco transitado y no quiero tener ningún tipo de accidente, por esto es que evitó ser yo el que conduzca la mayoría de las veces, casi siempre lo hace Nick (Mi chófer) es quien me transporta a donde necesite. No quiere decir que yo mismo no pueda o no sepa hacerlo, aveces solo soy un poco paranoico.

Pero hago excepciones, como hoy por obvias razones.

- Dijo que regresó hace 4 meses al país, y que todo esté tiempo trataba de comunicarse conmigo por medio de mi madre, eso cuando por fin encontró un número a donde llamar. Supongo que quería su aprobación, lo cuál fue inútil claro, así que decidió arriesgarse conmigo y explicarme las cosas. - Notó que se expresa con cierta contención, trata de permanecer neutral, pero hay un grado de alegría en sus palabras que no pasa desapercibida.

- ¿Explicarte qué exactamente? - Supongo que el motivo por el cual estuvo ausenté 14 años de su vida.

- Todo. Porque se fue, porque abandono a mi mamá. Porque me dejó... - Es cierto que merece una explicación. Más allá de eso, la espera. - No tuve tiempo para hacerle las preguntas que me eh reservado todos estos años. No era el momento. - Endereza su espalda en el asiento. Conforme. - Así que me citó para el jueves, dijo que hablaríamos mejor.

- ¿Cómo sabía quién eras? O ¿Dónde encontrarte? Digo, no creo fue por instinto o algo así.

- Mencionó haber contratado a un detective privado ¿Puedes creerlo? - No se escucha indignado o molesto, al contrario. Este reencuentro parece avivar las esperanzas que aún conserva de su progenitor - Así encontró el número, gracias a un vecino de nuestra antigua casa y posteriormente la actual residencia. - Guarda silencio por un par de segundos antes de exponer una parte de su monólogo internó -  ¿Sabes? Puede que sea un completo desconocido, pero es mi padre y si se molestó en buscarme creo que merece la oportunidad de que escuché lo que tiene que decirme. Tal vez significó algo para él. Ojalá no me este equivocando. - Con eso finaliza.

- Lo mismo digo. - Sin saber que más decirle exactamente me limitó a conducir hasta llegar al centro, no sé qué rumbo tomar ahora así que le pregunto que tiene pensado hacer con el dinero.

Ya que no planeamos nada con anticipación, seguiremos improvisando.

- No puedo guardarlo allá. - Con eso alude a la casa de su madre - estaría cavando mi propia tumba. Sería estúpido. Pensé hacerlo en casa de Stiven pero si su mamá lo descubre, sería otro problema. Sabes lo estricta que es.

- Puedes guardarlo en la mía. - Ofrezco.

- ¿Y Astrid? - Algo de duda acompaña su pregunta.

- No creo que a ella le guste husmear en mis cosas. Tengo un cofre de madera bajo llave que puede ser de utilidad, pero si te parece podemos dejarlo aquí por unos días. - Hago un ademán refiriéndome al vehículo - Hasta que decidamos cuando moverlo.

- A veces no sé que sería de mí sin tu ayuda. - Lo veo de reojo relajarse en el asiento. Sé que no se refiere solo a ésto, también a todas las veces que he salvado su cuello. Es su manera particular de darme las gracias. Digamos que algo nos caracteriza a ambos es la habilidad que tenemos para atraer problemas...

Luego de aclarar ese punto me pidió dejarlo en la casa de Stiven, aún tiene una coartada que cubrir y honestamente espero sirva de algo, decidí no quedarme y regresar a casa, no sin antes recordarle a Nathan que me mantuviera informado de lo que sea que suceda cuando regrese, sin llegar a ser obvio.

Alrededor de las 2 de la tarde estoy pisando el umbral de mi casa. Yo mismo guardé el auto en la cochera y dejé en mi bolsillo la única llave, así estaré más tranquilo y seguro de que nadie podrá abrirlo ya que no tiene una copia de respaldo. No tengo de que preocuparme.

Una vez adentro voy directo a la cocina, encontrando a Astrid frente a la encimera cortando algo.

Muero de hambre.

- Buenas tardes. - Me anuncio avanzando hacia el amplio mesón aún lado de ella tomando del tazón de frutas que está sobre la superficie una manzana carmín.

- Buenas tardes. - Gira su cabeza para mirarme unos segundos, recibiéndome con una sonrisa antes de seguir con lo que hace - Saliste temprano. - Afirma.

- Fui ayudar a un amigo con algo. - Omito los detalles y tomo asiento en uno de los taburetes al tiempo que le doy un mordisco a la fruta.

Astrid ha trabajado en esta casa desde que tengo memoria, siempre alegré, positiva, atenta y comprensible, pero sobretodo paciente. Mi madre y ella eran muy cercanas por lo qué su muerte también le afectó.

Gracias a ella esté lugar no se siente tan vacío.

Pero jamás volverá a ser lo mismo.

Los años pasaron dejando su peso y marca en mí, nada volvió a ser igual y ya nunca lo será, supongo que es normal, el cambio y la evolución siempre están presentes en algún momento de nuestra vida.

Pero lo que ocurrió ese día...

No lo aceptó, la manera tan dolorosa y desesperante como la vi morir sin poder ayudarla, sin poder hacer nada... Me lleno de irá al recordar lo inútil que fui para ella, pero más aún el hecho de que no puedo cambiar lo que ya pasó.

Hay experiencias que nos marcan y ya no volvemos a ser los mismos.

Los pasillos, cada esquina hasta en lo más recóndito de la casa se sentían tan vacíos y fríos sin su cálida presencia qué fue reemplazada por el silencio. Los primeros años fueron tan... Diferentes, no quería exteriorizar lo vulnerable que me hacía sentir. Y jamás lo hice. No sabía ni como sentirme para ser honesto, solo sé que me movía por inercia y lloraba cuando nadie podía verme. Sin importar donde esté siempre me seguirán esos recuerdos. Y mis propios pensamientos suelen convertirse en mis peores enemigos, me consumen.

- Cielo. - Su voz me hace dejar de pensar y prestarle atención  - ¿Aún nadie ha conquistado ese hermoso corazón? - Su repentina pregunta solo me hace fruncir el ceño al mirarla.

- ¿Y a qué viene eso?

Se gira para mirarme limpiando sus manos con un paño de cocina y se acerca al lado opuesto del  mesón quedando frente a mí. A pesar de que una sonrisa burlona figura en sus labios, sé que lo ha dicho en serio.

-  Me gustaría verte conociendo a una buena muchacha, que te haga feliz. - Exclama - Así supongo que saldrías más, pasas mucho tiempo refugiándote tras las paredes de tu habitación, creo que una novia cambiaría eso. - Asegura. Se me hace imposible tomar eso en serio.

Está vez no puedo evitar reírme ante lo absurdo que se escucha.

- Primero, una novia no me traerá felicidad. - Hago énfasis en la última palabra - Solo frecuentes dolores de cabeza. - Me levanto del taburete con toda la intención de abandonar la cocina eh irme directo a mi habitación a esperar la hora de cenar - Y segundo, una mujer no cambiaría eso, estoy seguro. Además... - Me tomó el tiempo de hacer una pausa y darle otro mordisco a la manzana - Soy muy feliz. - Nótese el sarcasmo en aquella frase. Alcanzó a escuchar sus suaves  carcajadas a medida que me voy alejando y algo más cuando llegó al inicio de las escaleras pero no me detengo.

- Espero que me la presentes pronto. Estaré encantada de conocerla. - Sé que ignoró lo que dije.

Ruedo mis ojos. ¿Qué ocurre con ella?

No siento la necesidad de involucrarme sentimentalmente con alguien por el momento, ocupa demasiado tiempo y suelo aburrirme con facilidad.

Sin mencionar que una relación sería un estrés para mí actualmente.

Así estoy bien.

 
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Por fin el primer capítulo ಥ‿ಥ

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