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77-Vulnerable

¿Cómo le explico a Daniel todo esto, si ni siquiera yo misma me hago a la idea? Me siento apoyada en el árbol, con la mirada puesta en la caja. Varios minutos después de intentar comprender el porqué de mi comportamiento y sin obtener respuesta alguna a sus preguntas, Daniel opta por darse por vencido y no decirme nada más. Noto como deja su cazadora por encima de mis piernas, llegando el aroma de su fragancia a mis fosas nasales.
Chasquea la lengua y a paso decidido se acerca a la carta, para recogerla del suelo.
Me mira como pidiendo permiso y ante mi silencio, prosigue abriendola. Conforme la va leyendo se le van endureciendo las facciones y el movimiento de su pecho al respirar se vuelve más fuerte, hasta el punto de parecer un toro bravo. Acto seguido, niega con vehemencia y con la carta en la mano se dirige hacia donde estoy yo, se agacha enfrente de mi y apoya sus manos en mis rodillas.

–Tu padre es el que te crió y te vio crecer, así que no pienses en ese hijo de puta, porque no es nada tuyo. ¿Entendido? —Ladra con ímpetu —No puedes venirte abajo ahora, princesa. —añade suavizando el tono.

Al escucharle decir "princesa" le miro fijamente a los ojos y él automáticamente  me estrecha entre sus brazos. Como si quisiera volver a pegar cada parte de mí que se ha roto y transmitirme toda su fuerza con ese gesto.
En otra ocasión ya le hubiese apartado de un empujón, pero ahora mismo, me reconforta su calor y sus palabras de aliento. Hay una parte de mi que quisiera apagar el interruptor de mis sentimientos, para evitar que este dolor siga aumentando, pero por otro lado estoy cansada de fingir que nada me importa. Desde que volví ya no soy la misma, aunque me cueste reconocerlo.
Le rodeo la cintura con mis brazos y siento como se le tensan los músculos con mi tacto.

–Gracias Daniel. —le agradezco arrastrando las palabras— sólo necesito tiempo para asimilar todo esto, así que no te preocupes.

Se sienta a mi lado y me apoya la cabeza en su pecho, repartiendo pequeñas caricias por el pelo con delicadeza, hasta que mis párpados comienzan a pesar y me quedo profundamente dormida.

Al despertar, estoy en la cama con una manta por encima y Daniel durmiendo a mi lado con la boca entreabierta. Lo que me sorprende es no haberme enterado cuando me trajo a casa, ni cuando me vendó las manos.
Minutos después, él se empieza a remover por la luz que entra por la ventana sacándome de mis pensamientos. Oigo como medio dormido, maldice al que construyó la casa y no puso cortinas y al sol por dar por culo de buena mañana.
Finalmente resoplando abre los ojos y al darse cuenta que le estoy mirando, me sonríe.

–¿Te duelen mucho los nudillos? —me pregunta con la voz rasposa.

–Parece que tenga miles de agujas clavadas. —le respondo haciendo una mueca.

–Normal, después de la paliza que le pegaste al pobre árbol. —suelta con tono divertido.

Giro los ojos con su comentario y me levanto escuchando sus carcajadas. Voy al baño y me quito la camiseta que él me puso en algún momento y las vendas con restos de sangre reseca. Me doy una ducha con dificultad, por el dolor de las manos en contacto con el agua y por el movimiento al ponerme el champú.
Cuando termino, busco en el botiquín unas nuevas y me las cambio.
Al salir Daniel ya no está, así que salgo con la toalla enrollada para cambiarme con tranquilidad.
Cuando bajo a la cocina, el ambiente es tan tenso que me arrepiento en ese momento de haber asomado la cabeza.
La primera en hablarme es Sara, mientras me sirvo un café cargado.

–Mañana vendrá la hermana de Nana— me explica con tristeza— se la quieren llevar, para enterrarla en su pueblo.

Tras oír esas palabras, la taza que tengo en las manos se me resbala y acaba en el suelo rota en varios pedazos manchando todo los muebles de café. Me inclino hacia delante para recogerlos, pero mi hermana me lo impide y lo hace ella.
Cuando levanto la cabeza, todas las miradas están puestas en mi, con cara de preocupación.
En ese preciso suena mi teléfono y veo el nombre de Daniel en la pantalla. Nada más poner el auricular en la oreja me habla.

–Necesito que vengas a casa de Kevin —me comenta angustiado— es importante.

Dedicado a; AliciaPirezGranados
LauraRodri25
lamenorsitaa
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