Tres meses después.

Lu

—¡No!—grité mientras Jacob me levantaba por los aires.—¡BÁJAME!

Se negó y siguió dando vueltas por el lugar conmigo encima.

Notita : Tenía los ojos vendados.

¿Tendría problemas por estar aquí? Seguro, si la idea venía de mi novio.

Ah, hablando de eso. Después de aquel beso en la playa, Jay y yo estuvimos saliendo unas semanas, hasta que al fin lo hicimos oficial.

Ha sido una montaña rusa de emociones, pero supongo que el primer amor siempre es así.
Habíamos terminado el curso y ambos nos habíamos animado a trabajar como coautores de una novela de fantasía y ciencia ficción. Ya os imaginaréis el desbarajuste de esa locura, pero se intenta.

Respecto a lo familiar, había hablado con mi madre. Ella había admitido que se sentía...muerta por dentro desde que perdió a papá, que nunca creyó que fuera culpa mía, pero que estaba enojada con el mundo por arrebatárselo. Así que, después de tumbos y tumbos, accedió a ir a terapia, para sentirse mejor al respecto. Laura era la encargada de acompañarla, ahora que estaba en su último año de carrera.

Jacob había seguido igual con sus padres, era algo incambiable cuando las dos partes no ayudan, pero su abuelo y yo nos habíamos conocido, y me había parecido un hombre maravilloso, quedábamos de vez en cuando para hablar sobre escritura.

Hablando de eso, Joana seguía en contacto con nosotros, era muy maja y era bueno tener un contacto profesional al que correr en caso de que cayera en bloqueo.

¿Diana y Tom? Pffff, liadísimos. El día que anunciamos nuestra relación Jacob y yo, ellos dijeron que llevaban un par de semanas montándoselo a escondidas. Cabrones, tanto que lo negaron.

Ahora, bueno, ahora no tenía ni idea de dónde estaba.

—¿Qué es esto, Jacob? Bájame, por favor.

—Shhhh—susurró dándome una nalgada, di un respingo.

—¡Eh!

—Shhh.

—Será aprovechado...—murmuré.

Entonces, me susurró :

—Quítate la venda.

Tragué saliva, pero la retiré con curiosidad.

Y me quedé de piedra.

Estaba en el jodido escenario de la Academia de Baile a la que estaba destinada a ir antes del accidente.

—¿Qué...cómo...?—se me atascaron las palabras.

El auditorio estaba vacío, pero aún así yo temblaba.

—¿Lista?

No me dio tiempo a responder, porque comenzó a dar piruetas en el sitio como todo un profesional, conmigo encima. El pelo se me enredaba en la cara y la falda del vestido ondulaba, pero yo no podía ser más feliz.

Cuando se cansó de dar vueltas, intentó inclinarse a hacer una reverencia pero casi nos vamos de bruces así que se lo pensó mejor.

«Jamás podré dar piruetas en un escenario»recordé.

—Has...has cumplido mi...sueño—las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

—Mereces todo lo que desees en el mundo, pequeño arcoiris.