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Capítulo 4

Lu

No podía creer que mi primera clase hubiera sido tan divertida. Joana resultó ser una profesora increíble. Tom era muy callado, pero Diana no paraba de opinar respecto a todo lo que Joana le decía. Y Jay... sentí que me ruborizaba. Muy pocas veces me robaba la mirada de los chicos, solían alejarse de mí al ver la silla. Pero sentía la pesada mirada índigo del chico en mi perfil derecho.

—...y bueno, hasta ahí la clase de hoy. ¿Alguna pregunta?

Diana levantó la mano.

—Dime, Diana—incitó Joana.

La chica tomó una de sus trenzas entre sus dedos, la claridad daba un tinte bonito en su piel marrón.

—¿Cuándo...vamos a escribir, escribir de verdad aquí? Decían que profesionales evaluarían nuestros textos.

Ella sonrió.

—Después de la quinta clase.

—Vale.

Joana siguó hablando, de repente se giró hacia el chico a mi derecha.

—Jacob.

Él dio un respingo, Tom y Diana rieron, yo me puse como un tomate.

—¿Sí?—musitó él.

—¿Has pensado en escribir una novela de ciencia ficción?

Se tensó. Lo observé con curiosidad, no esperaba que alguien con su...vibra escribiera historias de ese género. A ver, era una sorpresa que escribiera en primer lugar. Tenía aura del chico malote que no tocaría un libro en su vida, con sus rizos oscuros muy despeinados, sus ojos azul índigo y sus pómulos marcados. Era bastante alto, lo había notado cuando se había levantado para quitarme la silla de la mesa, ese pequeño gesto, tan simple, me había cautivado.

Cualquier otra persona lo habría ignorado, pero él no. Su sudadera negra le daba un aire siniestro, como la clase de personaje que destruía el corazón de las protas en las novelas románticas, pero en su ligera sonrisa y sus ojos pacíficos se veía que su apariencia no coordinaba con su personalidad.

—Soy...complicado, me aburro fácil así que cuando una historia se me hace demasiado larga, la dejo. No me veo escribiendo más de veinte mil palabras, la verdad.

Joana asintió. Tomé aire cuando se dirigió hacia mí.

—¿Qué hay de ti?—me preguntó—Se te da la mar de bien la fantasía, ¿Has pensado en escribir una novela?

Me sonrojé.

—Tengo...una cuenta en una página anónima de escritura online...—titubeé—Allí subo relatos de fantasía, pero una novela es algo que requiere demasiado tiempo y planificación, suelo ser una autora muy impaciente.

Los chicos sonrieron.

—Yo escribo ficción histórica—contó Tom.

—Y yo escribo comedia romántica—añadió Diana.

Seguimos un rato hablando del tema hasta que se cumplieron tres horas y decidimos que lo mejor era irnos ya. Diana  dijo que se iba caminando y Tom que había venido en bicicleta. Jay, por otro lado, vino en su coche.
Salimos los cuatro del edficio y noté que Diana me esperaba.

—Dime, Lucía, ¿vives muy lejos?

Negué.

—A unas dos o tres cuadras de aquí.

Diana asintió.

—Si quieres puedo acompañarte.

Me sentí algo apenada.

—No quiero molestar.

Ella bufo.

—No molestas, tía. Ya que yo también vivo cerca podemos hacernos compañía.

Estábamos a punto de salir, cuando detallé en Jay, que se subía la capucha de la sudadera y metía su mochila en el asiento trasero del auto. Me dedicó una última sonrisa antes de subirse en el auto y arrancar.

—¡Uuuu!—murmuró Diana—¿A caso huelo parejita?

Reí, algo abochornada.

—No, qué va...—comezamos a alejarnos calle abajo.

Me puse aún más roja cuando ella, para evitar que se me agotaran los brazos, decidió empujar la silla.

—No me molesta hacerlo—repitió por milésima vez—.Y respecto a Jay, el tío no te ha quitado ojo de encima desde que has llegado.

Chaqueé la lengua.

—Los tíos como él no se fijan en las tías como yo, Diana.

Ella volvió a bufar.

—¿En las tías...qué?¿Guapísimas?¿Talentosísimas?

—No creo que esos dos adjetivos valgan en mi condición, lo sabes.

Ella detuvo el paso. Me tensé cuando rodeó la silla y se detuvo frente a mí.

—Te conozco hace tres horas, Lucía y creo que eres majísima. Cualquier tío querría tener algo contigo. No digas más chorradas o voy a enfadarme.

Y volvió a empujar la silla como si nada.
No creí una palabra, pero el simple hecho de que sonara tan sincera y buscara hacerme sentir tan bien, me hizo saber que seríamos grandes amigas.

—Así que...¿No te gusta Jay?

—Lo conozco hace tres horas, Diana.—dije con una risita.

Ella chasqueó la lengua.

—Por eso te estoy preguntando si te gusta, no si quieres casarte con él, dah.

Solté otra risita nerviosa.

Hacía más de tres años que no tenía nada con ningún chico, incluso antes del accidente, me volví un poco...hermitaña. No me gustaba salir mucho de casa, y me alejé de mi grupo de amigos cuando me di cuenta de que no me sentía muy agusto con ellos. Solo había besado a dos chicos, en eso se resumía mi vida romántica.

Doy pena, incluso en ese aspecto.

—No me suele gustar la gente a primera vista, Diana—dije, sincera, me inspiraba mucha confianza—.Pero debo admitir que Jay es muy atractivo. Tiene el rollo del bad boy de  las novelas.

—Oh, creéme, lo sé. Escribo comedia romántica.

Reímos juntas y, antes de darme cuenta, estaba en mi calle.

—Mi casa está justo allí—le indiqué a Diana.

Ella asintió.

—Yo vivo dos calles hacia abajo, pero ya nos veremos. Tenemos clases dos veces a la semana.

Le sonreí.

—Nos vemos el viernes, entonces.

Ella señaló su móvil, que sobresalía de su bolsillo.

—¿Usas WhatsApp?

—Sí.

—Vale, crearé un grupo para los cuatro con Joana, para ponernos de acuerdo con todo lo referente al curso, ¿Estás de acuerdo?

—Claro...

Ella anotó mi número en su móvil y volvió a despedirse de mí mientras se alejaba.

Cuando entré a casa, me sentía flotando. Como si las cosas por fin estuvieran tomando su rumbo.

Como si las cosas pudieran por fin ir bien.

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