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Capítulo 3

Jay

Cuando recibí el correo donde me aceptaban en el curso creativo de PWA, quedé en shock. Creí que mis fanfics de superhéroes no gustarían a esos ratones de biblioteca del directorio. Había enviado el relato a regañadientes para complacer a mi abuelo, estaba bastante seguro de que no lo aceptarían, creí que no...Mierda.
Me paso las manos por el pelo.
Joder, joder, joder.

—Te lo dije.

Fulminé a mi abuelo con la mirada.

—No debías haber leído mis escritos en primer lugar, nono.

Mi abuelo sonrió.

—Si creíste que un escritor como yo no se daría cuenta de que su nieto también amaba escribir es que no me conoces.

—No quería que nadie leyera lo que escribo.

—Tenías miedo al rechazo, Jacob. Eso no está bien, debías hacer algo respecto a tu talento, solo necesitabas un empujón.

—Tú te has excedido con tu empujón, la verdad.

—No le des más vueltas, anda. Márchate, te deben estar esperando.

Suspiré.

Salí caminando hacia el garage y me subí en mi auto antes de arrancar, mi mochila tenía un ordenador, tres lapiceros-porque siempre los mordía y destrozaba cuando me ponía a pensar- y una libreta de notas.

Cuando llegué al Noster, un edificio de dos pisos con arquitectura moderna y varios estantes llenos de libros, me coloqué la mochila al hombro con pereza y me subí la capucha de la sudadera.

Un par de personas conversaban animadamente y un chico y una chica estaban sentados en lados opuestos de una mesa mientras tecleaban algo de manera frenética en sus respectivos ordenadores.

Me aclaré la garganta y me acerqué a la mujer madura con lentes que charlaba con otro señor.

—Buenos días.

Ellos se voltearon hacia mí.

—Buenos días, tu nombre por favor.

—Soy Jacob Vitale.

Ella sonrío.

—El escritor de ciencia ficción...—me esforzé en disimular el calor de mis orejas.—Esos de allí son dos de los alumnos, falta la última chica, dentro de un rato cuando ella llegue, empezaremos.

Asentí de mala gana y me acerqué a la mesa de cuatro plazas.

—Hola.

Los dos en la mesa se giraron hacia mí, era una chica morena con muchas trenzas en su cabeza que le daban un estilo guay y un chico pelirrojo con toneladas de pecas bañando toda la piel que tenía descubierta.

—Hey—saludaron a la vez.

—Soy Jacob—me presenté.

—Yo soy Diana.

—Y yo soy Thomas, pero todos me llaman Tom.

Asentí e hice el intento de ebozar una sonrisa.
Conversé un poco con ellos mientras sacaba mi ordenador, mi libreta de notas y uno de mis bolis de la mochila.

Supe que Diana era estudiante de medicina para complacer a sus padres y que ellos no sabían que escribía. Al menos no que intentaba hacerlo de manera profesional.

También supe que Tom escribía hace años, y aunque había tratado de publicar algo, no quería hacerlo hasta perfeccionar su técnica, así que llevaba meses brincando de curso en curso para aprender.

Entonces, un par de minutos después, una chica entró en el lugar.

Iba en una silla de ruedas, tenía el pelo rubio rizado y ligeramente despeinado, tenía los ojos de un color muy claro, entre azul y gris, la nariz pequeña y los labios gruesos. Era preciosa.

La examiné a conciencia.

Una bolsa colgaba de su silla, se veía algo pesada. Llevaba un vestido que le tapaba hasta las botas. Unos lentes colgaban de su escote formal.

Se acercó a la misma mujer que yo y esta le dijo algo que no escuché y entonces comenzó a acercarse hacia nosotros. Me di cuenta de que no encajaría en la mesa así que me puse de pie y retiré la silla para que ella pudiera colocar la suya.

Cuando me dedicó una sonrisa de agradecimiento, sentí un tirón en el estómago.

—Hola, soy Jacob—creo que me presenté demasiado rápido, porque Tom soltó una risilla.—Pero puedes llamarme Jay.

Ella me observó y extendió la mano.

—Soy Lucía.

Estuve a nada de hablar, pero Diana me interrumpió.

—Soy Diana, un placer, Lucía. Él es Tom.

Continuaron presentándose en lo que yo miraba a la chica. Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así de atraído a alguien a primera vista. Había algo en ella, un aura...brillante, esa clase de energía que tienen algunas personas la cual te obliga a acercarte.

—Bueno, tesoros...—la mujer se acercó a nosotros—Soy Joana Riordan, seré vuestra profesora. Soy la directora de la junta de PWA y quien os envió el correo. Leí las obras de los cuatro, los cuatro escriben géneros diferentes, pero tenéis muchísimo talento. Aquí no lo cambiaremos, solo lo perfeccionaremos, aunque, si puedo decirlo, creo que todos tenéis el talento de dedicaros a ello profesionalmente. Ahora, sin más labia, quiero deciros que la primera clase será sobre cómo diseñar nuestros personajes...—y Joana siguió hablando.

Pero yo solo podía observar a la chica a mi lado, que la observaba atenta mente. Se puso un mechón de pelo detrás de la oreja y deseé hacerlo yo.

Ella brillaba.

Parecía estar llena de colores.

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