Lu

Me sujeté con fuerza de las ruedas de la silla mientras recorría el pasillo de la biblioteca. No estaba allí. Ese libro no estaba allí. Joder. Me quedaría con las ganas de leerlo entonces.

Protesté por lo bajo y volví a dirigirme a la mesa, haciendo rodar las ruedas de mis silla. No poder caminar era...molesto, doloroso, y muy pero que muy frustrante. En especial para alguien tan híperactiva como yo.

Suspiré y metí el ordenador y mis apuntes en una bolsa que até a la silla con fuerza antes de salir de allí. Al menos esa biblioteca tenía una rampa para personas...en mi condición.

—¡Nos vemos!—gritó la bibliotecaria.

Sonreí y me despedí con una mano. Por suerte, mi casa quedaba bastante céntrica así que tenía la biblioteca, las tiendas, los mercados...todo, bastante cerca. Andar en una silla de ruedas era...agotador, pero después de tres años me había acostumbrado. Más o menos.

Llegué a casa y entré dejando la llave en la parte baja del estante de la entrada. Mi madre y mi hermana mayor estaban en sus líos : trabajando y estudiando, respectivamente. Así que me encerré en la habitación y saqué el ordenador.

LLevaba días dándole vueltas a algo. Aún no estaba segura de que eso fuera una buena idea, pero...¿Qué más podía perder? Después de varias visitas a mi terapeuta, había aprendido que, tal vez, mi condición no debía impedirme hacer las cosas que me gustaban, solo debía...adaptarlas un poco, para estar más cómoda.

Y, si bien ya no podía bailar, que era lo que más amaba, aún podía escribir.

Cuando era pequeña, mi abuela paterna solía decirme que tenía una imaginación previlegiada, que ninguna niña de siete años podía inventarse historias tan elaboradas como yo. Pero yo solía escribirlas a mano, con mi letra descuidada y mis abismales errores ortográficos, y luego regalárselas. Cuando hace unos seis años, la perdimos por el cáncer, creí que esos escritos...no existían.

Pero me llevé una gran sorpresa cuando mi padre me dijo que en sus pertenecias habían hallado una caja de zapatos llena de hojas, que eran mis historietas. Recuerdo el nudo en la garganta que se me hizo en ese momento. Fue ahí, a los doce años más o menos, cuando empecé a planear cómo sería mi vida si balanceaba mis clases de baile profesional con la escritura como hobby.

Nadie me dijo que cuatro años después tendría ese accidente y que el baile sería una opción completamente nula para mi vida. Recuerdo llorar, aún en lugar de los hechos, mientras le decía a los paramédicos que no sentía mis piernas...

Trago saliva y me limpio las lágrimas ante el recuerdo.

Abro mi cuenta anónima L.G.Jenkyns. y veo esas historietas cortas que llevo años publicando, con miles de lecturas. Me había hecho a mí misma la promesa que, hasta que no me preparara dignamente, no me dedicaría profesionalmente a ello. Así que no tenía mucha fe.

Hasta que hace una semana, me salió un anuncio. Ese anuncio ofrecía clases profesionales de escritura creativa a cuatro jóvenes. Esos cuatro jóvenes serían seleccionados mediante una historia que enviarían, como una especie de concurso. Tenían hasta mañana como plazo. Era ahora o nunca.  Salí hasta mi carpeta de borradores, donde estaban esas historias que por varios motivos no me había atrevido a publicar. Y la vi. Esa era la indicada. Había escrito Fuego y su némesis hacía más de un año, no contaba con mucho más de quice mil palabras, le había puesto mucho corazón, pero tenía demasiada carga romántica comparada con el resto de mis historias, creí que a mis lectores tal vez no les gustase mucho. Una tontería, lo sé. Pero, ¿quién no piensa o hace tonterías de vez en cuando?

Me pasé un mechón de pelo rubio detrás de la oreja y suspiré, copiando el texto en un e-mail.

Hola, soy Lucía Gray Jenkyns. Llevo un tiempo dudando respecto a si debía o no enviaros esto. Pero a veces uno debe tomar riesgos. Bueno, da igual. Me gustaría informar que no está corregido, es un texto de prueba sin...busca de perfección, solo busca el entretenimiento. De todas formas me gustaría que sepan que amo escribir, y la verdad no tengo muchas opciones en la vida. Bueno, la verdad es que estoy divagando...

Bueno, un cordial saludo.

Lucía Gray Jenkyns.

Le di al botón de enviar antes de que me diera tiempo de arrepentirme y me recliné en el espaldar de mi silla.

Esperaba que fuera una buena idea.