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𝐗𝐕𝐈𝐈

𝐋𝐚 𝐭𝐞𝐚𝐭𝐫𝐚𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐢𝐚𝐧𝐳𝐚, 𝐟𝐢𝐧𝐠𝐢𝐝𝐚 𝐲 𝐜𝐫𝐞í𝐝𝐚.

Frío, demasiado. Tanto que podía sentir mi propio cuerpo encogiéndose de forma involuntaria, mis dedos perdiendo movilidad, mis labios resecos y mis ojos vidriosos. Oscuridad, era otra de las cosas que había en aquel desconocido lugar, no importara hacia dónde mirara, solo veía sombras, hasta que un destello repentino me ciega, haciendo que mis ojos se cierren con fuerza ante el estímulo.

Ahora con más luz, diviso lo que hay a mi alrededor, de repente siento la boca seca y me quedo inmóvil en aquella silla metálica. Frío, está muy fría y no puedo moverme. La mesa, a su vez también de un metálico gris, se encuentra vacía y, a pesar de que lo intento, ni siquiera puedo ver mi propio reflejo en ella. Estoy sola en aquella sala de interrogaciones, pero no por mucho. La puerta frente a mí se abre, lo primero que veo es el rostro serio de Daniel Hayes, que carga unas esposas en su mano derecha, apenas consciente de mi figura temblorosa, deja salir una tenebrosa sonrisa que me pone los pelos de punta.

—Inna Flynn. — su voz suena lejana, no sé si se debe a lo fuerte que mi pecho se alza al respirar de la forma tan errática en la que lo estoy haciendo.

—¿C-como lo...? — las palabras se atascan en mi garganta y una nueva risa surge del policía, que se acerca a mí dejando entrar otra figura que permanecía escondida detrás de él.

—Te has portado muy mal, Jodie.

—¿Sara?

Nuevamente su belleza se postra frente a mí, más viva que nunca se posa a un lado de la mesa sin dejar de mirarme.

—¿En qué estabas pensando, Jodie?

—Sara... ¿Estás viva? — mi voz suena baja, intento levantarme, pero es como si mi cuerpo se rehusara a seguir órdenes.

—Claro que sí. — Su afirmación se acompaña de una sonrisa genuina. Me ve con ternura antes de soltar lo siguiente —. Me diste toda tu vida. ¿Cómo no estar viva, Inna?

—Hazlo antes de que alguien venga. — Daniel le dice a la chica de ojos grises que no deja de mirarme con compasión.

El hombre se retira de la sala, sin importar cuánto lo llamo desesperadamente. El miedo me inunda ante la sola idea de quedarme a solas con ella, y hasta me sorprende el hecho de que a estas alturas prefiera estar frente a la fría mirada de Daniel que a la compasiva de ella. Apenas la puerta se cierra, su presencia se acerca hacia mí con cierto disgusto por mis gestos temerosos.

—No, no... por favor. — Mis súplicas le son irrelevantes.

Pero ya era tarde, sus manos ya estaban en mi cuello y yo no podía hacer nada para impedir que ella acabara conmigo.

—¡NO!

Mis manos tocan desesperadamente mi cuello, mi respiración acelerada no para y noto un leve sudor frío pegado a mi frente que me hace conectar a tierra. Mis manos empiezan a bajar hasta toparse con algo muy suave, que al apretarlo noto que son sábanas, las sábanas de la cama de alguien con quien me he quedado tres días enteros, el mismo alguien que ahora me mira con los ojos bien abiertos, como si él fuera el asustado. Está sentado en la cama mientras me contempla con cierta fijación que, gracias al reciente sueño, no me parece extraña, pero para él debe ser lo peor, porque se levanta como un rayo, como queriendo poner mil metros entre los dos. Es entonces cuando soy consciente de que estaba muy cerca de mí.

—Yo solo venía por una camiseta. — A su vez, señala la prenda blanca que mantiene en su mano derecha, sin dejar de mirarme, empieza a ponérsela con movimientos patosos.

A pesar de estar recién levantada y con todos mis sentidos alerta, me permito sorprenderme al ver esa expresión en el chico que a veces es protagonista de mis múltiples pesadillas. Se queda quieto en su lugar como si en vez de medir un metro ochenta fuera más pequeño que yo, y sus ojos negros parecen ser los de un ciervo inocente que ha sido atrapado por algún cazador. Simplemente no es lo que estoy acostumbrada a ver de él y supongo que debo empezar a hacerlo.

—En serio, solo venía por eso. No pude evitar escucharte, murmurabas cosas y respirabas así... — parece intentar excusarse y entonces comprendo por qué. En todo momento no he dejado de respirar de forma acelerada y de verlo con la misma expresión que supuse que tenía en aquella pesadilla, por lo que intento relajar el cuerpo dejando caer mis hombros y neutralizando mi gesto.

—Tuve una pesadilla... — Ya un poco más calmada, me quito las sábanas de encima y noto que hay poca luz llegando desde afuera.

El mismo viernes de la semana pasada, el segundo día que me quedé aquí, Hazel decidió que debíamos poner algunas pautas. Una semana dormía yo en la cama y otra él. Cuando no, tocaba en un colchón que la verdad no estaba nada mal y que se situaba en la sala, al lado del sillón. A su vez, la privacidad; yo no podía preguntarle nada fuera de lugar, ni cuestionar sus salidas o llegadas. Como por ejemplo el fin de semana, que se desapareció casi todo el día, solo venía a echarle una mano a Matt y se iba. Anoche tampoco había aparecido, aunque le tocaba dormir a él en la cama aproveché aquel vacío legal y me adueñé de ella confiando en que hoy lunes no iba a llegar, pero aquí estaba, con los nudillos en carne viva siendo testigos de sus salidas ya no tan misteriosas, pero parecía que eso no le afectaba. Le afectaba más el hecho de que hubiera violado una de las reglas, la de no acercarnos mucho al otro, impuesta por él mismo.

—Sí pues, pensé que ibas a convulsionar o algo. ¿No eres epiléptica ni nada, verdad? — Su pregunta va muy en serio y decido responder lanzándole su propia almohada en la cara.

—¿Qué hora es? — Me levanto por fin, sintiendo el frío piso bajo mis pies descalzos. El chico, al ver que no estoy ni de cerca molesta, se relaja notablemente, dejando de parecer una figura coleccionable y empezando a moverse hacia la sala. Lo sigo encontrándome con el colchón vestido con sábanas bien acomodadas.

—Son las cinco y media de la mañana. Volví a eso de las doce, pero ya estabas dormida. — informa innecesariamente.

Me aproximo a mi maleta, que aún se encuentra a un lado del sillón. Con los pocos días que llevo aquí, descubrí la especie de TOC que tiene el chico con el orden, así que he intentado ser lo más ordenada posible. Una extraña sensación de ser observada me hace voltear hacia las puertas corredizas, donde hace unos días descubrí la bella terraza que escondían, pero todo lo bello traía cierta oscuridad; en este caso, parecía ser literal, en cuanto mis ojos se encuentran con aquellos pozos negros que parecen no parpadear al verme. El perro de Hazel, nada más y nada menos que un doberman que, parado en sus dos patas, era capaz de derribarme al suelo. Lo descubrí de mala manera al día siguiente cuando me desperté y pequé por curiosa.

—Siento que quiere comerme... — Sin dejar de verlo, saco mi uniforme de la maleta.

—Morderte, tal vez, pero comerte... — Hazel se acerca con un cepillo en su boca. Supongo que todo el tiempo estuvo haciendo aquello en el fregadero de la cocina.

—Tu perro asusta. — concluyo antes de volver a perderme en su habitación para tender su cama antes de que le dé toc.

—Claro que no. Solo es un cachorro. — siento cómo se apoya en el umbral, ya que no tiene puerta y de paso el sonido de su cepillo recorriendo sus dientes no es precisamente mi cosa favorita en el mundo.

—Sí, un cachorro que casi arranca los ojos y parece hijo de Lucifer.

—Hey, es tu culpa. Te acercaste a la maceta favorita de Greñas.

La mañana siguiente al jueves, cuando me echaron de mi casa, me levanté bien temprano para pensar quién le pagaría al señor de las residencias para hacerme eso. También revisé mis pertenencias una vez más bajo la atenta mirada de Hazel, que no paraba de observar mi ropa de marca con escrutinio. Cuando el chico se fue, no dudé en abrir aquellas puertas con la plena intención de echar un vistazo. Había algunos tendederos, un lavadero y una lavadora pequeña a un lado. El gran número de cactus que había en el lugar llamó mucho mi atención, sobre todo porque las macetas que los contenían parecían esculturas de mil cosas. Una amarilla con forma de perrito me llamó la atención, al acercarme y querer tocarla, un gruñido de Greñas me alertó. El perro gigante me tumbó al suelo gruñendo con violencia, y cuando creí que me arrancaría la cara de un mordisco, llegó Hazel a regañarlo, con un simple "Greñas no, Greñas malo" había conseguido quitármelo de encima.

—Sí pues, tenlo por seguro que no se va a repetir. — con una mirada perezosa y aún un poco adormilada y asustada por mi reciente pesadilla, tomo una toalla para bajar al gimnasio antes de que las duchas se llenen, lo cual suele suceder después de las seis de la mañana.

—¿No te ha llegado nada más? — La pregunta de Hazel, que ya parece haberse lavado los dientes, hace que desvíe mi camino hacia la puerta y me pare a verlo.

Le conté un poco sobre las fotos que me habían estado enviando hace poco tiempo, las polaroids que me atormentaban, solo por la sospecha de que tal vez podría ser Thaddeon.

—No, solo la foto de aquel día. Supongo que hoy será igual o peor. — menciono con cierta rabia.

El pelinegro me había conseguido un teléfono de segunda, solo para escribirme a mí o al menos tener cómo encontrarme. Ese mismo viernes el chico no fue a clases, por lo que yo llegué sola y sola me tuve que tragar el nuevo escándalo. Esta vez mi acosador no solo me había enviado una foto, la había publicado en el foro de la escuela. Ruby tenía razón, un escándalo mayor había opacado el mío. La cosa es que en ese nuevo escándalo también estaba involucrada. Era una foto en la que salíamos Hazel y yo a las afueras del gimnasio, con todas mis maletas cargadas, mientras nos mirábamos. Aquello se podía tomar de muchas formas. Yo no quise dar alguna información, pero mis compañeros de Roble Dorado sí, los cuales me habían acusado de ser la nueva "mascota" de Hazel. Cosa que, obviamente, le reclamé en cuanto llegué a casa. A veces me cuesta creer que el mismo chico que está zampándose un tazón de cereal con trozos de chocolate (y que me había pedido específicamente que no tocara) tenía un amorío con Tammy y era reconocido como el supuesto chico malo de Roble Dorado.

—¿Qué dijeron cuando la publicaron? — pregunta con la boca llena y yo no puedo evitar arrugar la cara en un gesto de fastidio.

—Que soy tu nuevo juguete, que nos casamos a escondidas, que soy becada y me quedé sin casa. — enumero cada uno de aquellos inventos.

—Lo último no se aleja mucho de tu realidad... — el chico razona apuntándome con la cuchara. Una vez más, me permito mirarlo mal —. ¿Entonces qué harás?

—Intentaré averiguar quién de la escuela se relacionó con Thaddeon, además de Jade, claro. Aun no la quiero tomar como la única sospechosa...— murmuro mientras me rasco la cabeza en señal de estrés, de paso tengo todo el pelo enmarañado, pero ya qué más da si me ve así, aunque con un poco de vergüenza me lo acomodo disimuladamente, mientras yo parezco un zombi él parece un modelo listo para una sesión de fotos.

—¿Por qué no dudas de Jade? ¿En serio eres amiga de ellos?— su tono incrédulo me hace sonreír internamente.

Aquí la otra mentira. Jodie es ingenua y valora sus lazos y amistad, Hazel también debe creer aquello.

—Conozco a Jade, ella es mucho de dar la cara. Si fuera ella lo habría sabido directamente. — un poco cierto, pero hasta yo dudo de ello —. De todas formas, no acuses a mis amigas.

—¿Amigas que no sabían lo de tu padre y que no te echan una mano?

—Cállate, imbécil.

Veo su sonrisita victoriosa antes de salir de su casa en dirección a los baños. Hoy sería otro día largo.

.

.

.

Como pasa cada mil años, esta vez Hazel sí vino a la escuela, lo que no pasa usualmente es que vino conmigo, y por fin el misterio quedó resuelto: el chico tenía una moto. Y no, no era una de esas motos gigantes de película que el chico siempre presumía al hacerla rugir. No, era una motoneta de esas que usaba mi madre en sus años de juventud y que el chico aparcaba cuadras antes de la escuela. No sé si para mantenerla oculta o para cuidar su reputación. Sinceramente, me inclino por ambas.

Llegar juntos a la escuela fue más o menos lo que desató el chisme nuevamente, aunque lo habíamos hecho a propósito, no esperábamos que la reacción fuera tal al punto de empujarnos, gritarnos y demás estupideces que soportamos hasta poder llegar al aula. Al entrar, todo el mundo parecía sumido en su teléfono, lo cual no era del todo extraño, pero sí lo era que gente de otros salones estuviera allí, como lo eran Jade y Jace, el recién llegado de Italia, que me observa con cierto recelo cuando se acerca dando fuertes pasos decididos.

—¿Es cierto lo que dicen? — su pregunta va hacia mí, pero mira especialmente al chico que tengo a mi lado, que desde que salimos de casa se puso en modo "matar y atacar", con aquella mirada del diablo que parece no asustar al rubio de Jace. —¿Estás con ella? ¿A qué juegas? ¡Eh!— un sorpresivo empujón que me deja atónica y que hace que todos los presentes suelten un pequeño grito de excitación me hace mirar como un rayo al chico de los piercings, que hace aquel gesto de empujar la lengua con su mejilla: se controla.

—Y si fuera así ¿te importaría?— mis cejas se arrugan en dirección al chico que acaba de dar la respuesta más estúpida posible, como si quisiera provocarlo. De repente, no son seres razonables, sino animales con el cerebro del tamaño de una nuez.

—No estamos. — aclaro antes de que sea muy tarde —. Y ya dejen de hacer lo que sea que estén haciendo — incómoda, paso de ellos. Total, si se matan, que yo esté lejos.

Cuando llego a mi asiento, los vuelvo a observar. Ruby, frente a mí, voltea en intervalos como queriendo reclamarme aquel detalle, pero yo paso de ella para volver a mirar a los dos chimpancés que siguen de pie en el tablero. Apenas Tammy hace su entrada triunfal al aula, Jace, sin dejar de mirar al pelinegro, suelta un bufido lleno de irritación.

—Vamos, Jade. — la chica de ojos azules, que también miraba toda la escena, se levanta de aquella mesita de madera, no sin antes darme un vistazo para gesticular un "después hablamos" que me deja un mal sabor de boca.

Con ellos fuera, solo queda Tammy y Hazel de pie frente a la pizarra, y parece que se les olvida por un momento que tienen público, porque se quedan ahí de pie mirándose fijamente como dos amantes trágicamente enamorados de algo que era sumamente imposible, y puede que así fuera. Me picaba la lengua por preguntar cada vez que veía al chico que ahora parecía ser mi compañero de piso, pero no podía. Él me advirtió que si seguía entrometiéndome en su vida, me echaría, y ahora no me conviene para nada, no justo cuando de cierta manera me ofreció protección contra Thaddeon. Tras unos segundos, es Hazel el que corta el contacto visual para venir y sentarse a mi lado como le corresponde, la profesora lo sigue con sus ojos tristes como si quisiera detenerlo, pero todos sabemos que no puede. Nuevamente reparo en la imagen de Tammy, que cada día parece pasarla peor en el mundo material. Si el chico a mi derecha tiene que ver algo con eso, de verdad que estaría muy pero muy mal.

Con eso en mente, volteo a verlo. Parece garabatear cosas en su cuaderno. Cuando siente mi mirada, no duda en levantar la cabeza y corresponderme mientras alza sus dos gruesas cejas en signo de pregunta. Jugándome un poco mi estadía, agito la cabeza hacia Tammy, quien está a punto de iniciar la clase. El chico sigue hacia donde señalo y en cuanto se da cuenta, vuelve a garabatear en su cuaderno, dejando en claro que me ha ignorado.

—Buenos días chic...— la voz de la mujer es interrumpida por su propia tos, que intenta acallar de forma fallida. Es tanto el ataque que le toca ir por un poco de agua para seguir hablando —. Disculpen. — su voz suena carrasposa. Tras un nuevo trago, se retira del aula y al parecer a todos les importa un comino.

Un fuerte chirrido de una silla siendo arrastrada por el suelo del salón hace que todos volteemos hacia el chico pelinegro que, con las manos en los bolsillos, sale del salón sin decir palabra. Me lo pienso un poco antes de seguirlo. De inmediato, a mis espaldas suenan gritos eufóricos con la intención de molestar, que ignoro como puedo, al igual que la mirada de Ruby.

—¿Vas a ver a Tammy verdad? — apenas lo alcanzo, suelto la pregunta y, como si esperara mi presencia, responde calmadamente.

—No te metas.

Un pequeño gruñido caprichoso sale de mí, y no paro de seguirlo.

—¿Has visto cómo está? ¿Tienes algo que ver con eso?— me planto frente a él, impidiendo su paso. Su cabeza baja para poder mirarme, y suspira cansado.

—No. Por eso la estoy buscando.

—¿Y luego me dirás qué es?

—¡Jodie!— me regaña, haciendo que me encoja en mi lugar. Dependiendo del momento, o me da mucho miedo o me creo capaz de reventarlo a puños —. Vuelve a clase ya, solo alimentas más el rumor de mierda.

Sí, bueno, esa era mi clara intención, solo que él no lo sabía. Si Andrew le teme a Hazel, es claro que lo necesito de mi lado. Obviamente, lo que menos quiero es apagar ese rumor de que él y yo tenemos algo, pero obviamente se opondría. Por lo tanto, con pequeñas acciones como esta, su propia negación está en juego.

—Está bien, ya vuelvo al salón. — accedo, a pesar de eso voltea varias veces como queriendo asegurarse de que no lo sigo.

Lamentablemente, cumplo con mi palabra y me alejo de él. El chico ni Tammy aparecieron. Duramos dos horas sin maestra, hasta que tocó la hora de geografía, donde al menos pude distraer un poco la mente. No me enorgullece admitir que me pregunto constantemente qué está haciendo aquel chico, pero es que no puedo evitar sospechar de él. Entre más cerca lo tengo, más siento que puede ayudarme a culminar esto o ser mi caída definitiva. Estando cerca de él estos días, se ha sentido como caminar por una cuerda floja, cuidando cada una de mis palabras para no pecar por ingenua o por mala mentirosa. Solo espero que no lo note demasiado. He llegado al punto de esconder algunas de mis cosas por el miedo que surgía, pero al mismo tiempo el chico casi nunca estaba en su casa, o al menos eso parecía. Hasta un poco de lástima me llegaba a dar aquel supuesto cachorro que se la pasaba día y noche en la terraza, aunque supongo que Matt lo cuidara o algo.

Terminando de hacer la fila de la cafetería y tras escuchar todos y cada uno de los insultos formulados hacia mi persona, termino dirigiéndome a la misma mesa de siempre, a la cual no parezco ser bien recibida esta vez, ya que desde lejos siento cierta tensión que me invita a alejarme. Ignorando aquello, intento no observarlos mucho antes de llegar. Esto me lleva a desviar mi mirada hacia otras mesas y algo sorprendida, veo una muy solitaria donde Zack, el chico más molestado de la escuela, almuerza en silencio. A pesar de que su físico no es para nada intimidante, su mirada sí que llega a ponerme los pelos de punta, ya que cuando sus ojos café se encuentran con los míos, de repente siento como si supiera todo lo que he estado haciendo desde que llegué.

—Pero miren quién se digna a venir con nosotros. — sin siquiera darme cuenta, me encontraba frente a mis tres supuestos amigos. Jade tamborilea sus dedos llenos de anillos sobre la mesa con una mirada claramente amenazante que ya me resbala un poco, por lo que termino sentándome —. ¿En serio no nos dirás nada? — esta vez suena algo indignada, por lo que me obligo a mirarle —. Oye, sé que con la imbécil de Atenea te molesté, pero no es la gran cosa. Te estuvimos buscando todo el fin de semana, ni siquiera nos contestaste. Ni sabemos dónde vives.

Aquello lo tomé como una muy mala disculpa que me hace formar una pequeña sonrisa antes de tomarme el tiempo de mirarlos a los tres. Jade parece ser la misma de siempre, con aquel aire altanero de que se hace lo que ella diga sin importar qué, pero todos sabemos que debajo de todo ese desinterés hay un embrollo de complejos que la hacen estar siempre tan a la defensiva. Jace, quien está sentado a un lado de la pelinegra, parece ni querer mirarme, intentando que aquella manera de pretender que no existo llegue a lastimarme. No comprendo muy bien qué pasa con él, un ser que parece tan devoto y amable, pero que demostró en aquella fiesta lo amenazante que puede llegar a ser. Es el mismo chico que tiene de padre a uno de los peores monstruos que haya encontrado en esta ciudad. Cabe la remota posibilidad de que él sea más que influenciado con ese tipo de comportamientos. Y luego está Ruby, la chica que mantiene la cabeza agachada mientras revuelve su comida con pereza.

—Tienen razón, no he sido honesta. — dejando a un lado mi bandeja, de inmediato los tres me miran con cierta curiosidad que no parecían tener hace unos minutos —. Yo...

—Deberías irte, Jodie. — Jace por fin repara en mí, haciendo que se me desencaje la mandíbula debido a la seriedad de su tono —. No pasaste la prueba con nosotros de todas maneras. Eres una conocida, una fácil más de esta maldita y podrida escuela. Hazme un favor y ve a fingir que eres amiga de otras personas, desaparece — frío y directo, justo como el real Jace debe ser, y hasta ahora tengo la real dicha de verlo en primera plana.

Máscaras que se caen... rostros que se revelan.

Aquello me da cierta satisfacción, porque al fin y al cabo, si puedo lograr que Jace deje de ser el simpático chico de los rizos rubios, significa que logré cierta influencia en él, a tal punto que la sola idea de que yo esté con Hazel parece caerle como una patada en todo el orgullo.

—Yo no finjo. — refuto de inmediato, negando con la cabeza mientras lo miro fijamente —. Ustedes son mis amigos y de verdad les tengo cariño.

—¿Qué tipo de cariño? — una expresión sombría toma el rostro de Jace. El chico recarga su espalda contra la silla dejando sus manos encima de la mesa, una sonrisa ladeada en sus perfectos y rosáceos labios, junto con una mirada que me dirige sabiendo que lo que está a punto de decir no me beneficia mucho —. ¿La misma clase de cariño que tenías con Sara Crowell, Jodie?

Golpe bajo, pero no muy sorprendente. Acaba de usar lo único que tenía contra mí. Jade y Ruby de inmediato fijan su mirada en mí, la pelirroja me mira extrañada y la otra chica suelta una risa incrédula y a la vez parece dolida.

—¿Amiga de Sara?.. — una nueva risa brota de la boca de la chica —¿C-como siquiera es posible? Apareciste este año.

—Se conocían de antes, cuando Crowell aún era una pobre campesina. — Jace es el que se encarga de aclarar sin dejar aquella cínica sonrisa.

No basta más para que, sin alguna otra razón, la pelinegra lance a un lado de la mesa lo que queda de su comida, se levante con movimientos bastante bruscos, me diga lo falsa que soy y se largue de la cafetería. Seguido de esto, Ruby también la imita, solo que lo hace más lento y de manera silenciosa se va.

—No puedo creer lo que hiciste. — dolida, intento dejar salir la frustración de todos estos días —. ¿Ya estás contento? — simplemente alza sus hombros con indiferencia.

—Debían saberlo, entre nosotros no hay secretos y tú pareces tener muchos.

Al parecer todos aquí eran mentirosos, yo no me quedaba atrás, claro.

—¿Quieres que crea que no guardan secretos entre ustedes? Pff, por favor. ¿Le cuentas TODO a ellas, Jace? — con él no puedo presionar como con Ruby, pero al menos puedo intentar ser ciertamente indirecta. Su mirada se desvía por unos instantes, lo que me parece lo suficientemente significativo para detectar culpa.

—Sí, lo hago. — asegura alzando un poco sus cejas, y asintiendo con su cabeza —. Algo que claramente tú no tienes en cuenta.

—No tenías por qué haberlo dicho. — le vuelvo a reprochar, el chico niega con cierta rabia.

"Lamento lo de tu amiga, Sara" había dicho aquella noche, pero como todo, eran simples palabras y ya el viento se las había llevado junto con la poca confianza que mantenía con Jade y Ruby. Y más con la primera que luego de ser acusada de verme en el edificio de su madre por Atenea, me tenía en una especie de prueba.

—Me obligaste.

—¿Por qué?

—No dejo nada sin resolver, sabes. — el rubio mira hacia varios lados y en un intento de confidencialidad acomoda sus codos en la mesa para acercarse, haciendo que yo haga lo mismo — El chico que entró al despacho de mi padre, sé que es amigo de Hazel, qué coincidencia que se haya confundido como tú ese día, ¿acaso juegas a estar en tres bandos? — su mirada me recorre de arriba a abajo con la misma duda que todo el mundo parece tenerme.

Prefiero mil veces que piense que me vería con Kamil a la verdadera razón por la cual estuve allí.

—¿Por qué según tú son tres? — mi pregunta parece sacarlo un poco de su zona de confort, ya que su entrecejo se arruga antes de decir lo siguiente, como si me lo explicara.

—Bueno, vives en casa de uno, el otro parece conocerte y coqueteas conmigo desde que llegaste. — nuevamente aquella seguridad abrasadora que lo caracteriza.

—¿Por qué no simplemente aceptas que te revuelve la conciencia que las cosas conmigo no salieran como tú querías? — por cuestiones que admito son de orgullo, decido borrarle esa sonrisa pedante de la cara. El silencio se hace en la mesa y luego llega una risa suave por parte del chico.

—No te creas tan importante. — de repente su mirada carece de interés en cuanto vuelve a verme —. Ya aprendí la lección, después de Sara... Bueno, sí estaba buena, pero ya sabes, nunca dejó de ser una barriobajera, igual que lo pareces ser tú. — aquella fastidiosa sonrisa vuelve a tomar su rostro, decido apelar un poco a su comportamiento, intentando imitar la expresión.

—Y luego me dices que yo finjo ser tu amiga. — respondo entre dientes, repitiendo mentalmente que debo mantener la calma.

—No, que quisiera acostarme contigo era otra cosa. — finalmente confiesa.

Y su máscara sigue cayendo a pedazos.

—Pues qué mal que toda la posibilidad que tenías se acaba de esfumar. — de repente siento todas las ganas de mandar todo a la mierda y hacerlo pagar por ser un imbécil.

—No es la gran cosa, Jodie. La falsedad no me atrae. — se aleja finalmente y yo lo imito, su espalda se vuelve a recargar en la silla, mientras chasquea su lengua con cierta negación, agitando su cabeza de lado a lado —¿crees qué no me doy cuenta? La forma de hablar, de caminar, hasta de reírte, como si fuera ensayado, preparado para ser esto que tanto muestras. — sus ojos caramelo que no tienen nada de dulce, repentinamente me escanean el rostro como si quisiera darle una nota y crítica, un gemido de gusto fingido sale de sus labios, seguido de una risa molesta que me hace apretar mis puños — No sabes las ganas que tengo de poder sacarte todo, Jodie.

—No parece ser de buena manera. — es lo único que puedo decir, mientras mantengo mi expresión neutral, pero debajo de la mesa mis nudillos están tan apretados que casi puedo imaginar lo blancos que deben estar tornándose.

—Ya ves que no. — confirma, dejándome un poco estupefacta —. Lo decía en serio. Lo de antes, será mejor que busques con quien pasar el rato en la escuela ya que tu... Amigo parece estar más que ausente.

Sí... Probablemente hubiera pensado en ello mejor. ¿Qué me convenía más, Hazel o Jace? ¿Qué quería?

¿Qué quiere Jodie? ¿Qué quiere Inna?

—No me gusta pelear contigo. — doy un poco mi brazo a torcer, bajando mi cabeza con mucho esfuerzo —. Y con ellas tampoco. Mi situación en casa ahora es complicada... Estoy con Hazel porque me debía un favor, no tengo nada con él. — aquello parece bajar un poco su guardia, pero no lo suficiente.

—¿Por qué no te creo? — sinceramente ni yo lo hago.

—No lo sé. — la indecisión me invade, pero soy más fuerte que eso, por eso alzo mi cabeza y lo observo directamente a sus inquisitivos ojos —¿De qué te sirve pedirme que sea honesta si cuando lo soy no me crees? Si tanto hablas con ellas, Ruby ya debió haberte contado de mi padre, lo que ella vio en poco con lo que tengo que vivir a diario, pero es familia, Jace. Yo sé que tú me entiendes.

Él se queda callado, aprovecho para levantarme en silencio con intenciones de irme. La familia era el tema estrella con este chico, parecía quedarle como anillo al dedo. Tal vez porque era raro que alguno de aquí se sacrificara realmente por su propia sangre como lo parecía estar haciendo él.

—Pero hasta que estés dispuesto a ser el Jace que conozco — o el que finges ser —. No le veo sentido a esta conversación.

Y solo tal vez, logré ganármelo un poco otra vez...

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.

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No fue necesario confirmar por completo que ya no era bienvenida en aquel grupito al que sinceramente no me costó mucho adaptarme. Jace no quería ni hablarme, y de Jade ni se diga, que ahora parecía volver a aliarse con Atenea, quien de alguna manera retorcida parecía no querer quitarme los ojos de encima. Más derrotada de lo que me gustaría, abandoné las clases de aquel pésimo lunes, con el único logro de que las heridas de mi rostro se notaban cada vez menos y las punzadas en mis articulaciones al menos me permitían moverme con facilidad.

Estoy más que atrasada, las vacaciones se acercan y tengo que salir rápido de este hoyo que yo misma he cavado y en el que me he metido hasta el fondo. Teniendo como mejor aliado hasta ahora a Hazel no me da demasiada moral, sé que desconfía de mí tanto o más como yo lo hago de él. Tal vez por eso prefirió echarme una mano y permitirme quedarme con él, para mantenerme vigilada, o tal vez por aquella sensación que secretamente tenía de que, a pesar de todo, nuestra historia no se sentía tan distinta. Por eso, la cercanía que teníamos en este momento de alguna manera nos hacía sentir paz, la paz que te da al menos tener a alguien que ha visto ambos lados de tu moneda con total sinceridad. Aunque no es cien por ciento el caso, sé cosas de él que sé que nadie más sabe. Solo tal vez me esté tanteando un poco antes de por fin lanzarse a aquel final que conmigo parecía resultarle tan difícil: confiar.

Aquella barrera de desconfianza mutua me derrumba al mismo tiempo que me da cierto refugio. No creo que esa cercanía sea genuina, o si está motivada por otras razones que tal vez no ha demostrado.

Un nuevo suspiro escapa de mi boca después de una profunda inhalación al salir de mi club de voceros, donde aprendí una que otra cosa de radio. No sin antes ser más que invadida por preguntas burlonas de casi todos los presentes, incluso el mismísimo Max, que al principio parecía tan amable y ahora me veía con cierta duda que lo empujaba a alejarse de mí. Solo puedo pensar en qué parte de esto estaba planeado. Antes debería alegrarme de que esto hubiera salido de esa manera. Pero, ¿por qué entonces no lo siento así?

—Jodie...

Mi nombre siendo llamado en aquella suave y melosa voz, es lo único que hace detener mi regocijo en la lástima que tanto me tengo. Al dejar de mirar mis propios pies calzados en aquellos zapatos de colegiala, para levantar mi cabeza lentamente, es ahí donde observo aquel rebelde cabello anaranjado que solo le pertenece a una persona, con la mirada más tierna pero a la vez tan sonoramente culpable que solo me hace responderle.

—Ruby... — Ni de cerca mi voz suena tan inocente y delicada como la suya, ni con todo el esfuerzo del mundo puedo ocultar aquel pequeño acento que a veces se me sale.

—Lamento lo de antes. — parece sincera, pero parecer y serlo son dos cosas que ya diferencio muy bien. En pasos cortos se acerca a mí a través del vacío pasillo que es testigo de nuestro encuentro —. No pretendía hacerte sentir mal, es solo que... Nos sorprendió todo eso. — su voz es baja y su mirada evita a toda costa la mía, casi parece avergonzada, sus manos juguetean entre sí, dándole una apariencia aniñada que me hace dudar.

—Está bien, tampoco fui sincera con ustedes. — lo acepto al fin, aquel golpe de franqueza la hace levantar su cabeza por fin, aquellos grandes y almendrados ojos se fijan en los míos y solo puedo ver temor en ellos, temor que no estoy segura a qué viene —¿Eso es todo lo que tienes para decirme? — con ella lo mejor es presionar un poco, siempre parece funcionar y esta vez no es la excepción. Su pecho sube llenándose de aire al escuchar mi pregunta, aire que suelta sonoramente como queriendo relajarse.

De ella espero tantas cosas como de su sospechosa familia, la cual sigo sin saber qué hacía tan elegante aquel día con un oficial de policía en su casa en plena madrugada.

—De hecho no. — Por fin parece tomar el coraje de empezar a hablar y mirarme al mismo tiempo —. No hemos hablado de lo que pasó cuando... — hace una pausa con algo de vacilación —. Cuando me recogiste en el bar y me llevaste a casa. — por esto último sí parece resentida.

—Sí, de nuevo lo siento, no sabía que les habías dicho que estarías con Jade. — estiro mis comisuras en una pequeña sonrisa incómoda que no dura mucho.

—Solo quiero saber si yo... — su cabeza se sacude levemente —. Saber si tú... — reformula más segura —. Guardarás mi secreto. — con su frente en alto, me mira denotando superioridad, como si supiera lo que dijo aquella noche y a su vez estuviera segura de que yo no diría nada.

Pero, había algo con lo que no contaba, la conozco lo suficiente como para saber que intenta jugármela, por lo que apuesto a todo con mi respuesta.

—Tranquila Ruby, no diré nada de la muerte de Morgan.

Morgan había sido otra víctima más de aquella escuela, aunque dudaba mucho de quién era el real culpable. Investigué mucho sobre aquello, el chico sufría de una rara enfermedad que no permitía coagular su sangre de una forma normal "Von Willebrand", por lo que un accidente para él era mortal. Tal vez aquella noche pasó algo como eso.

La chica frente a mí sigue manteniendo su cabeza en alto, como queriendo decirme que a pesar de que sea consciente de que ella está involucrada, no le afecta demasiado, pero como todo ser humano, termina pasando saliva en señal de nerviosismo, haciendo que su garganta haga un sonido delatante que me hace ser aún más segura de que ella tiene algo que ver. Ella y Andrew.

—Mantendré lo tuyo con Andrew y lo de Morgan a salvo, Ruby. — reitero y es entonces que me doy cuenta de que Ruby tiene más que perder que Jodie, la cual ya está más que marginada en este momento.

—Espero que así sea. — aquel deje de autoridad sí era algo nuevo en ella.

En cuanto pasó por mi lado lo hizo sin dejar de mirarme, pero de una graciosa forma sentí como su diafragma se relajó apenas dejó de verme y yo, sin más, pude irme más tranquila de que iba por buen camino, solo tenía que tener paciencia.

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