𝐗𝐈𝐈𝐈
𝐐𝐮𝐢𝐭𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐝𝐚
El mes de abril trae consigo un aumento en mi ansiedad, que supera lo que puedo y debo soportar. Aún falta mucho para las cortas semanas de vacaciones que la escuela ofrece, que apenas se extienden durante dos semanas. Si bien es cierto que Roble Dorado tiene muchos fallos morales, su excelencia académica es innegable, y esto se demuestra una y otra vez.
Mi relación con el trío lunático ha mejorado un poco, aunque Ruby pasó casi una semana sin hablarme después de llevarla en ese estado a casa de sus padres. Parece que Ruby no recuerda mucho, o si lo hace, finge no hacerlo, ya que ya no muestra el nerviosismo que solía tener cuando estaba cerca de mí.
Por otro lado, Xavier averiguó algo interesante al enviar a un amigo a la comisaría. No sé cómo lo hicieron, pero con una maldita cámara descubrieron que el nuevo cadete, Daniel, que llegó este año, no tiene una buena relación con el venerado Maren Lender, más conocido como el que engendró al demonio de Andrew. No sé qué pecado habrá cometido ese señor, pero su hijo parece estar pagando la condena en vida por ello. Resulta que Daniel ha tenido muchas discusiones recientes con Maren, pero a pesar de que este último es el jefe de policía, no puede despedir a Daniel porque fue recomendado directamente, lo que lo hace prácticamente intocable. Además, una rubia que se me hace muy familiar, Cassie Willows, ha vuelto a aparecer en el radar. Se le vio saliendo de una de la comisaría donde, curiosamente, trabaja Daniel. Cassie Willows parece estar escondida, pero debe tener sus razones bien definidas.
—Hola, linda. — La vocecita de Ruby me aborda cuando cruzo un pasillo rumbo a la salida. A decir verdad, mañana es un día importante, así que no quiero muchas distracciones hoy.
—Hola. ¿Qué tal? — inquiero como si no nos hubiéramos visto la cara en todo el día en la escuela.
—¿Te acompaño a tu casa? — pregunta de forma amable.
Vale, ya sabía que este momento llegaría, así que pongo la mejor de mis sonrisas y empiezo a mentir.
—¿Y si vamos a la tuya?— pregunto con mas emoción.
—¿Por qué no quieres que vaya a la tuya? Tú ya has visto la mía.
Intento formular una excusa para aquello, pero justo en ese momento pasa una persona con una capucha tapándole la cara, es de la escuela porque va de salida, pasa por nuestro lado chocándose conmigo de forma brusca. Estoy a punto de reclamar hasta que siento cómo aprovecha el choque para pasarme algo de forma secreta. Aprieto lo que sea que me dio metiéndolo en el bolsillo de mi chaleco rápidamente.
—¡¿Oye que no tienes ojos, tarado?! — Ruby se ataca y el chico se voltea.
Zack nos mira sin ninguna emoción en su rostro, casi parece que sufre de atimia o algo parecido. No intenta disculparse siquiera, solo nos observa y se va, haciendo que Ruby se enfade más y trate de alcanzarlo. Sin embargo, soy más rápida y la tomo de la mochila, haciendo que se detenga. Aprovecho ese movimiento para detallar que, efectivamente, ha decorado su mochila verde de marca con mi reciente regalo: la pegatina de estrella que yo llevo en ese momento.
—Dios mío, Andrew lo volvió un zombie. — se queja, pero toma la compostura rápidamente y vuelve hacia mí —. Vamos a tu casa. — insiste, y yo suelto un suspiro que hace que desaparezca su sonrisa.
—No te quería decir esto, Ruby... — musito algo incómoda —. Pero mi padre es alguien... muy estricto. — admito con algo de pena —. A duras penas puedo salir y que me deje. No sabes lo que tuve que hacer para recogerte aquel día en el bar, casi me mata bajando por la ventana. — miento de forma exagerada, ella no ríe, tal vez porque no hemos tocado del todo el tema, pero ambas sabemos que yo sé algo de ella.
—Preséntame ante él. — dice decidida, y de forma oportuna una llamada llega a mi teléfono con el nombre de "padre". Le muestro la pantalla a Ruby y contesto.
—Hola, padre. — saludo con diplomacia mientras Ruby me ve expectante.
—¿Qué te pica, esquizofrénica?
—Estoy bien, estaba a punto de irme. Dijiste que me recogerías, ¿ya estás por llegar?
—¿Ya necesitas al actor, verdad?
—Oui, père. J'ai besoin que tu te dépêches. — Pronuncio con la voz un poco más baja; él aprendió francés conmigo y, por lo que sé, Ruby no conoce ese idioma —Envoie-le me chercher, il doit agir de manière hostile.
La pelirroja me sigue observando de forma extraña mientras yo espero respuesta.
—Si... no te entendí nada. — dice, y en ese momento quiero darle un puñetazo. Si hizo el mismo curso conmigo —. La verdad, casi no ponía atención en esas clases.
—Sí, padre. Cuando llegues aquí, la conocerás. Vale, te veo en unos minutos. — cuelgo la llamada, ignorando su confesión, y miro a la chica —. Ya viene por mí, está en la ciudad, y le dije que quería que conociera a una amiga.
—¡Qué bien! Entonces vamos, ya quiero conocer tu casa. — la chica me agarra del brazo para que camine más rápido. En el camino, nos topamos con Jace y Jade, que según recuerdo estaban castigados por una estupidez de leer chismes sexuales en los avisos matutinos. Incluso parte del club de voceros estuvo involucrado. Ni siquiera sabía que Jace era capaz de seguir el juego de Jade, pero bueno.
La pelirroja no me dejó ni saludarlos y me llevó directo a la salida. Me pareció extraño que Jade no dijera nada al respecto, pero no quise darle importancia.
Hasta ahora, el único que sabía cierta parte de Sara era Jace, pero lo relacionaba con Jodie. Por otro lado, lo que más o menos sabían de mí era que mi madre es americana, lo que explica que mi acento francés no sea marcado. Mi padre, en cambio, es el de los genes franceses. Así que cuando llego a las rejas de metal que me persiguen en mis peores sueños, empiezo a rezar para que Xavier haya actuado rápido. Varios estudiantes están allí, algunos subiendo a autos caros, otros caminando. Empiezo a ponerme nerviosa hasta que veo un auto negro bastante lujoso pararse justo a un lado de nosotras. De la puerta del piloto se baja un hombre que en mi vida había visto, pero me sorprendió que luciera como uno de esos señores mayores que saben mantenerse. No sé de dónde lo habrá sacado Xavier, pero funciona bastante bien.
Justo cuando estoy a punto de cagarla y decirle "hola padre" a aquel señor, este rodea el auto y abre la puerta trasera, dejando a la vista lo que supongo era el verdadero actor. Un hombre que rondaba los cincuenta y tantos, esta calvo y algo pasado de peso, pero luce un traje increíblemente lujoso. Es ahí donde me doy cuenta de que el otro hacía el papel del chofer.
—Qué gusto verte, hija. — aquel hombre se acerca a mí y me abraza, dándome un beso en la mejilla y mirándome con fingido afecto —. Tu madre te espera desde hace como media hora. También me comentó que te acercaría. — dice en aquel acento francés que es bastante convincente.
—Sí, es que... me preguntaba si podría llevar a una amiga a casa. — digo para que note a Ruby, de inmediato la expresión amorosa de aquel hombre calvo cambia a una sombría y extraña que hasta me parece brusca.
—Hola, señorita...— musita acercándose a ella, y veo que Ruby se aleja con algo de miedo, supongo que Xavier confundió la palabra "hostil" con "amenazador."
—Ruby Lacross. — mi supuesta amiga musita mientras busca mi mirada.
—Señorita Lacross, las visitas de Jodie en este momento son un tema complicado. — en el tono serio en que lo dice me hace pensar que Xavier le explicó la coartada del castigo, ese en el que mi padre me envió aquí sola y demás —. Tienes que reunirte con tu madre, nada más. Estudias, sales pocas veces y aseguras tu futuro. En eso quedamos, Jodie. — su mirada severa recae sobre mí, y ni siquiera es necesario fingir. El silencio que se hace en el lugar debe ser incómodo para la pelirroja.
—Entiendo, padre...— musito con algo de pena, observando de reojo a Ruby y con la mirada que me echa de "no vuelvo a pedirte algo parecido," sé que ya hemos logrado el objetivo —. Entiendo. Hasta la otra semana, Ruby. — me despido algo cabizbaja, me acerco para abrazarla, y ella hace un comentario que solo Ruby puede hacer.
—Debes parecerte a tu mamá. — dice nerviosa, y yo me aguanto la risa, porque es verdad que no nos parecemos en nada, este señor y yo.
De igual forma, me monto en el auto y me alejo con aquellos desconocidos, pero es mejor que lo de Ruby.
—¡¿Qué tal lo hice?!— pregunta el rechoncho con emoción. Le doy pulgares arriba.
—Súper bien. ¿Podrías dejarme unas cuadras más adelante por favor? — inquiero algo apenada, y ellos acceden de inmediato.
Apenas me dejan allí, me encamino a la parada de mi autobús un poco más tranquila. Es entonces que recuerdo a Zack y lo que sea que me haya pasado. Encontrarlo en la escuela era más difícil de lo que pensaba. Empecé a notar que literalmente se escondía de Andrew, él se dejaba encontrar, y esas eran las pocas veces que Andrew lo agredía. Ese chico sí se sabía la de adaptarse y sobrevivir. Saco el papel arrugado de mi bolsillo, que resulta ser una foto. Entonces, pienso que él es mi acosador y la ira me inunda, pero en realidad no es una foto mía. Es una foto que nunca había visto. Es Sara junto a Ruby, Jade, Atenea, las gemelas y otra chica que desconozco. Detrás de aquel papel está escrito un nombre y una dirección.
"Rosie Gantu", ese nombre suena bastante familiar. Guardo la foto para buscar la dirección, que no está muy lejos de aquí. También le pediré información a Xavier. Apenas guardo el teléfono en mi bolsillo y me quito el chaleco, algo me empuja suavemente desde el costado.
—Hola, Jodie. — la voz femenina de Atenea me invade, y me pregunto qué demonios está haciendo aquí.
—Hola...— murmuro extrañada. Pensé que ya había superado su etapa de paranoia, pero parece que no ha empezado en realidad.
—No pude evitar ver a ese hombre frente a la escuela, el que te abrazó. — dice con cierto sarcasmo —. ¿Es tu padre, verdad?
—Sí, lo es. — confirmo con seguridad, y ella se ríe.
—Es extraño que, para ser de una familia rica, no haya ni una sola revista que hable de tu familia, y ahora veo a ese hombre que parece sacado de un espectáculo benéfico. ¿A qué estás jugando, Benoit?— se acerca de forma amenazante. Apuesto a que sus dos secuaces rubios no están lejos.
—Mi padre no es un hombre de los medios. — me disculpo, minimizando la importancia —. Simplemente hace su trabajo de manera honesta y efectiva. — destaco, y la chica parece sorprendida de repente. ¿Será nerviosismo lo que veo en la hija del juez?
—¿Qué estás insinuando? — no digo nada, simplemente suspiro con cansancio —. ¿Y a qué se dedica tu dichoso padre?
—Se dedica a la distribución de vinos, dah. — respondo con evidencia —. Somos de Europa. ¿Es esto un interrogatorio? — me pongo a la defensiva.
—¿Y tu madre?
—No tengo la obligación de responderte. — enfatizo seriamente, pero ella suelta una risa molesta pero elegante. Es irritantemente hermosa.
—Pero lo harás. — suena casi como una amenaza.
Jodie, esa maldita junto con las gemelas y Jade, son cuatro. Solo hay que evitar un problema más.
—Mi madre trabaja junto a mi padre en el negocio; se encarga de las finanzas. — explico rápidamente.
—Nunca había oído hablar de ese dichoso negocio de tus padres. — me acusa con aquella mirada perspicaz a la que tanto le temo secretamente. Atenea puede ser tan bonita como persistente.
—No me sorprende. A veces, ese tipo de información tarda en llegar al tercer mundo. — me defiendo de la forma mas baja posible.
Antes de que me cancelen, yo soy como clase menos uno en la vida real, asi que solo es en defensa propia.
—Eres una perra odiosa. — me escupe con odio. Revelando por primera vez su cara grosera y mas real.
—Tú empezaste. ¿Te interesa hacer negocios? ¿O vas a seguir el mismo camino que tu padre, recibiendo dinero bajo la mesa?
El rostro de Atenea se enrojece al instante después de mi pequeña insinuación, lo cual me resulta cómico, aunque más tarde lamentaré esa risa. Parece buscar una forma de calmarse, y lo logra. Suelta un largo suspiro, arregla su liso cabello negro y me mira con cinismo.
—Cuida tu espalda. No sea que te encuentres con sorpresas desagradables. — esa maldita puede ser amenazante, pero intento ocultar mis nervios. —. Esa carita inocente tuya oculta más de lo que muestra.
—¿Cuál de las dos caras? — inquiero, desconcertándola, pero rápidamente me corrijo —Broma. — sin embargo, nadie se ríe —. No quiero ser tu enemiga, Atenea. — recalco con media sonrisa, pero ya es demasiado tarde.
—Y yo no quiero verte a más de cien kilómetros de distancia de mí, pero a veces no todo en la vida se puede.
La chica finalmente se aleja con esa característica elegancia que la hace lucir aún más hermosa. ¿Por qué tanta hostilidad? Ya sé que Sara les hizo algo, pero ¿qué las hace pensar que yo les haré lo mismo? O se si les quiero hacer algo, pero es no es el punto.
Asegurándome de que el demonio de ojos azules no me sigue, retomo mi camino hacia la dirección que me dio Zack. Curiosamente, resulta ser una cafetería bastante acogedora con el nombre de "Polly Orange". No está muy llena, pero al entrar se siente un ambiente interesante. Las paredes son de un marrón claro, con mesas de madera y plantas por todas partes. Hay una gran vitrina que muestra postres que deben saber deliciosos. Me acerco con curiosidad para echar un vistazo, pero la razón de mi visita aparece detrás del mostrador.
—Bienvenida a Polly Orange, ¿en qué puedo ayudarte?
Levanto la cabeza para poder observar a la chica de la foto, la desconocida. A diferencia de esa polaroid, ahora luce el pelo corto de color marrón que hace resaltar sus ojos verdes oscuros. Tiene una pequeña cicatriz en la mejilla que parece estar hecha a propósito para hacerla aún más hermosa. Bajo un poco la vista hasta el gafete con su nombre.
—Rosie...— musito, y la chica frunce un poco el ceño.
—¿En qué puedo ayudarte?
—De hecho...— me lo pienso un poco volviendo mi vista a su rostro —. Dame la tarta de naranja. — pido, y mientras ella lo prepara todo —. Te conozco. — menciono, haciendo que ella detenga sus movimientos. Veo que por ahí ronda otra mesera de reojo —. Eras amiga de Sara Crowell. — aquello la hace verme de una manera un tanto... Distinta, casi puedo jurar que rencorosa.
—¿Qué es lo que quieres?— de la nada, su tono amable se convierte en uno hostil. Deja mi tarta a un lado como si fuera poca cosa y se me acerca lo mas que puede para mayor confidencialidad —. Si vienes por eso, será mejor que te largues.
La chica es llamada por su compañera, ella va con rapidez, y yo aprovecho para mirar mi teléfono. Efectivamente, el mensaje de Xavier ya había llegado.
"Rosie Gantu. Hija de un empresario famoso llamado Benerit Gantu, su empresa quebró hace dos años. Era una especie de comida vegana o sana, pero en realidad usaba ingredientes normales que podían ser nocivos para la salud o no cumplían con los parámetros de lo que vendían. Fue un escándalo pequeño, pero le trajo ruina a la familia. Se supone que también su padre está arrestado por una ley del comercio y una que otra estafa."
La chica se acerca nuevamente, y solo lo hizo para guardar mi trozo de tarta, así que actué rápido guardando mi telefono.
—No quiero recriminarte nada. Quiero respuestas, quiero que me digas lo que sabes de Sara, de lo que hizo y de lo que merece. — Intento lucir desesperada, la chica me mira con fijación extraña y vuelve a negar.
—Vete de aquí ahora mismo.
—No lo haré sin respuestas. — Me planto firme en mi lugar. Claro que no contaba con que llamaría al chico de seguridad, que resultó ser un señor algo mayor con un bastón. Él se encargó de sacarme de allí a patadas, pero fui paciente.
Me senté frente a la cafetería hasta que dieron las ocho de la noche, justo cuando empezaron a cerrar el lugar. La chica me vio de forma cansada cuando me acerqué a ella, y casi salgo corriendo cuando el señor ese de seguridad intentó volver a acercarse con su bastón, pero la chica lo detuvo.
—¿Que tanto quieres saber?
La paciencia premia y siempre cansa.
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Sus ojos verdosos observan aquella foto magullada con lo que parece ser una nostalgia un tanto negativa y a la vez positiva. Sus dedos acarician desde la cara de Ruby hasta la de Jade, y cuando llega a Sara, termina volviendo una bola de papel aquella foto y entregándomela.
—Fuimos buenas amigas, en especial con Ruby. — admite con aquel deje de afecto en su voz. Aquella cafetería en la que entramos estaba solitaria, tuve que invitarle una malteada del lugar para que hablara —. Pero al final de cuentas, todos son de la misma calaña. Apenas mi padre quedó en quiebra, fui una desconocida, una extraña para ellas, una más del montón. — dice con cierto fastidio —. Te quieren por el valor de tu bolsillo, así funcionan las cosas allí. En cierta parte me alegra que mi padre haya terminado en la cárcel. — admite de forma sorpresiva —. Fue la única manera de largarme de allí.
—¿Ruby y Jade te abandonaron?— inquiero tomando un sorbo de mi té, ocultando mi propia tembladera.
—Ellas seguían a Sara, lo hacían como unos malditos perros a su amo. Por un lado lo entiendo, Sara era su juguete nuevo. — admite con soberbia —. Pero era igual o más común que yo. Cuando descubrí de dónde venía, no dudé en decírselo a todo el mundo; ver su caída fue increíble. — el brillo en sus ojos me hizo tensar la mandíbula.
—¿Como la descubriste?
—La descubrí cuando mi padre estaba en conversaciones de un negocio con la empresa en la que trabajaba su padre. Él mencionó unos supuestos campesinos de un pueblucho vecino, y, ¡oh sorpresa!, eran los padres de Sara. — reía, parecía recordar cómo hizo todo eso.
¿O sea que por su culpa Sara empezó a ser molestada?
Me tenso un poco en mi asiento y trato de disimularlo bebiendo más té. Aun no ha terminado de hablar. Paciencia.
—¿Por qué hiciste eso? — mi voz salió seria y ella arqueó una ceja divertida.
—¿No es obvio? — pero yo niego con una sacudida de mi cabeza, incapaz de hablar —. Ella fue la que hizo que mi familia quedara en quiebra. Todo por una tonta pelea por Jace Bracco, el maldito mujeriego.
Alto, stop. ¿Cómo que Jace mujeriego? Intento tragarme la impresión mientras ella sigue narrando su versión de los echos.
—La desgraciada buscó pruebas de la empresa de mi padre, no sé cómo lo hizo, pero incluso con la ley en mano logró incriminarlo. ¡Acabó con mi familia! — exclama algo alto, cuando se da cuenta se encoge en su sitio con vergüenza, pero no luce arrepentida —. Difundió rumores horribles sobre mí solo porque me gustaba el mismo chico que ella y fue antes de que ella lo conociera. Estaba loca y desquiciada, quería saber todo de todos para amenazarlos, hubo un punto en el que empezaron a temerle.
—¿Le temían a Sara? — inquiero incrédula, eso era imposible. Conocía a Sara, lo hacía y mucho.
—Tenía una cuenta de mierda en Instagram, algo así como "discorberdsane", que fue cerrada cuando murió un chico en una fiesta. Era un tal Morgan, un chico que tenía una enfermedad rara en la que la sangre no le coagulaba. Lo encontraron muerto y desangrado en el segundo piso de la casa de Jace Bracco. — los susurros quedan atrás y empieza narrar con emoción —. Parecía una película de terror, y lo peor es que ni así se detuvieron las clases; la mayoría de los padres dijeron que no era necesario, y ni siquiera la policía pudo investigar a fondo por culpa de eso.
—¿Estás queriendo decir que Sara tuvo que ver con eso? — la chica suelta una risa ante mi pregunta.
—No me sorprendería, pero tenía coartada. El día que murió el chico fue en una fiesta que le decían... — la chica no encontraba el nombre, por lo que empezó a charquear sus dedos intentando tal vez encontrar la palabra. Aunque tengo cierta corazonada de que se a que fiesta se refiere.
—La fiesta de la primera semana...— intento adivinar y termino acertando.
—¡Eso! Ese día se peleó con Jade y después se fue, quedó hasta grabado — chasquea los dedos nuevamente, parece emocionada contando todo aquello, supongo que lo tuvo guardado bastante tiempo —. No supe qué pasó después, pero mi padre cayó en quiebra. Además, sabía que ella tramaba algo con Andrew, a veces salían y fue cuando comenzó a separarse del grupo, no sin antes sacarme a mí, claro. — aquello último lo dijo con amargura.
—¿Sara y Andrew?— quiero confirmar.
¿En serio, Sara?
La decepción empieza a crecer en mi pecho al enfrentar la verdadera situación: nunca llegué a conocer verdaderamente a Sara. ¿Pero entonces que pasa con todos esos años que pasamos juntas?
—Es un imbécil, de los peores que hay, pero claro, es guapo y eso es suficiente para la mitad de la escuela. Él tuvo una novia, una tal Cassie, pero de repente un día dejó de venir a clases. Supuestamente la había violado, pero eran novios, así que nadie le creyó. — la chica se encoge de hombros con total indiferencia y toma un sorbo de su bebida —. A Andrew le llamó la atención la actitud de perra mala de la rubia, como siempre metiendo las narices donde más las pueda ensuciar. ¿Aun siguen juntos?— la chica inquiere curiosa, mirándome con aquellos brillantes ojos cargados de tanto rencor como yo en ese mismo instante.
Antes de hablar, le conté un poco sobre mí, sobre la misma mentira que le dije a Jace de que mi padre viajaba a ese pueblo y que ahora estudiaba en Roble Dorado, pero de verdad la chica no tenía idea. ¿O sea que ni en las noticias había pasado su muerte?
—Ella se suicidó. — de inmediato se atraganta con su malteada, empezando a toser de forma compulsiva. Cuando se recupera, me mira incrédula.
—No inventes. — dice con una sonrisa. —. Dios, qué paz. — dice soltando un suspiro de alivio, y yo la miro con el ceño fruncido intentando comprender como aquello puede ser un alivio.
—¿Cómo puedes decir algo como eso?— inquiero aún en esa ceguedad que me obligo a tener.
La chica se echa hacia atrás un momento y me observa detenidamente mientras toma su bebida con la mano derecha. Empiezo a ponerme nerviosa y a querer irme de allí, pero luego deja su fachada divertida y me regala una sonrisa comprensiva.
—Siempre hay un personaje tan malo en las películas que, si le llega a pasar algo, es un alivio para todos los fans. Para algunos, es una pérdida. Sara era ese personaje egoísta, manipulador y sobre todo avaricioso que todo el mundo odiaba, chica. — trata de explicar, pero mantengo mi compostura seria —. Comprendo que no le veas sentido, pero cuanto antes lo entiendas, más podrás sanar.
En cuanto dice esa palabra, mis ojos buscan los suyos como un rayo.
—¿Sanar?
¿Yo necesitaba sanar?
—Yo la odié, la odiaba tanto... — admite con algo de vergüenza por la honestidad de sus palabras —. De alguna forma fue justa, pero no de la manera que se debía. Mi padre estaba haciendo uso de esos suplementos por problemas económicos. Sí, estaba mal, pero ya estaba en contacto con granjas que podían ayudarle a cumplir lo que debía. Ella no nos dio la oportunidad de nada. ¿Sabes lo que es tener a tu padre en la cárcel?
Algo cohibida, niego de inmediato, pero intervengo.
—Tu padre hacía mal.
—Por Dios, eran unos tés de dieta que hicieron efecto placebo. Fue un boom de suerte que nos llevó a la cima. Hay cosas peores que eso.
Y bien que lo sabía. Pero ¿quién soy yo para definir lo que es el bien y el mal? Nuevamente mi cabeza da vueltas, ¿lo que hago está mal? Pero si aún no he descubierto ni la mitad y ya he visto de lo que ellos son capaces. Además, si esta chica se juntaba con ellos, no debe ser distinta. Al final, todos son de la misma calaña. Tal y como ella lo menciono.
Sara era diferente.
—Te gustaba mucho, ¿verdad? — la pregunta me saca de mis enredados pensamientos, haciendo que la vuelva a ver con sorpresa —. Se te nota. La forma en que tu conciencia está peleando por sacar a flote tu moral. Apuesto a que no conocías esta parte de ella. — una risa amarga sale de sus rellenos labios —. Lamentablemente no soy la persona más informada, pero sí la más humana de ellos. La verdad que buscas de aquella chica puede ser diferente a la que buscas. ¿Pero no estabas preparada para eso, verdad?
No, no lo estaba. Yo venía con mi falsa armadura indestructible, desesperada por una explicación, con el dolor de un corazón apuñalado que aún sangraba cada vez que oía su nombre, con la pérdida de un sentido que no he logrado encontrar. Pero ahora es tan difícil dejarlo.
—Ella era diferente...— musito jugando con los dedos de mis manos, de repente ya no quiero debatir si la chica frente a mi es o no es la idea que se forma en mi cabeza.
—El amor a veces es ciego y a veces es nocivo para la percepción. — noto que su malteada se ha acabado, la chica inesperadamente toma mi mano por debajo de la mesa —. ¿Ella era diferente o simplemente no habías descubierto quién era?
Un pequeño recuerdo sale a flote en mi cabeza. Sara y yo en el techo de aquel viejo granero de sus abuelos, faltaban tan solo pocos minutos para año nuevo cuando nos preguntábamos que queríamos realmente en la vida, su respuesta fue un: "quiero todo" que no me moleste en interpretar. Nunca supe a qué se refería, pero por lo que veo, el dinero sí que tenía que ver.
—Suerte con... lo que sea que estés haciendo. — la chica aunque parece algo apartada parece comprensiva, toma su bolso y se levanta de la silla —. Por cierto... — menciona tocándome el hombro, la chica se agacha y se sitúa cerca de mi oreja —. Cuídate de Jace. Y Jodie... No hay peor ciego que aquel que puede, pero no quiere ver.
Eso es lo último que dice antes de irse de ese lugar. ¿Por qué la gente tiene la costumbre de dejarme con la duda y en estado de medio shock?
Suelto un suspiro y me levanto de la mesa para ir a pagar. Son alrededor de las nueve de la noche, y aún me queda un largo camino para llegar a casa. Solo llevo puesta la camisa blanca del uniforme y la falda, por lo que el frío se siente un poco más intenso que en otros días.
¿Qué otras cosas hacías, Sara? ¿Buscabas justicia o poder?
Las calles solitarias comienzan a abrirse camino cuando llego a mi barrio. Algunas personas parecen regresar del trabajo y otras viven en la calle. Saludo al señor de las residencias cuando entro en mi edificio. Apenas llego a mi apartamento, cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer lentamente en el suelo, dejando mi mochila a un lado. Estoy cansada, y me quedo unos minutos allí. Hoy me demoré más en volver, así que el reloj marca las diez de la noche cuando la veo sentada frente a mí. Lleva la misma ropa con la que la vi cuando se fue a Rivergold, solo que ahora su rostro luce más maduro, un rostro que no llegué a conocer por completo. Ella simplemente está allí, mirándome, sentada de lado como siempre solía hacerlo. De repente, su cabeza se inclina, haciendo que sus largos mechones rubios caigan hacia un lado, y sus ojos grises me observan con atención.
—¿Por qué dudas ahora? — su voz suena cercana, y yo ni siquiera siento ganas de llorar.
Bajo mi mirada hacia sus labios, que son como un recuerdo, rellenitos y rosados, tan delicados como ella misma. Luego, desciendo mi vista hacia su cuello, donde una marca violácea está impregnada en su pálida piel, y un escalofrío me recorre.
—No estoy dudando del plan. — mi voz suena baja, y ella no se mueve, está a una distancia bastante moderada de mí —. Estoy dudando de ti.
Silencio. Eso es lo que hay ante mis palabras. Ella comienza a acercarse lentamente, arrastrándose en el suelo de una forma bastante inquietante, haciendo que la tela de su vestido rosáceo resuene al ser rozada con el suelo, pero yo no puedo moverme, aunque lo intente.
—¿Dudas de mí? ¿Crees que soy una mala persona, Inna? — pregunta cuando está a solo unos tres pasos de distancia, y puedo ver con claridad esa marca en su cuello, se porque esta allí.
—Todos creen eso. — me limito a decir.
—¿Y tú qué crees? — pregunta en voz baja.
Esa mirada otra vez... La mirada con la que lograba hacerme decir si a todas sus locuras, la mirada que ponía antes de decir una de sus mentiras, antes de abrazarme y agradecerme por ser tan buena amiga. Aquella mirada de la que tanto estoy enamorado.
—Creo... Creo que debo dejarte ir. — finalmente lo digo sintiendo como casi se me atascan las palabras en la garganta. Ella asiente comprensiva y me mira nuevamente.
—Fuiste una cobarde en vida, ni siquiera fuiste capaz de confesarte. Una perdedora sin aspiraciones, destinada a ser espectadora, una pueblerina que terminaría recogiendo huevos en un establo hasta el final de sus días. — sus palabras llegan a mi como pequeños cortes en toda mi conciencia, lo dice con su tono de voz meloso que tanto recuerdo, pero igual me hace daño. Sigo sin poder moverme cuando pone su mano en mi mejilla, está tan fría que siento el impulso de pegar un salto en mi lugar, pero soy incapaz de hacerlo.
Ella me observa con aquel brillo tan especial que siempre ha tenido, tan atrayente, tan... manipulador. sus mejillas parecen un poco rosáceas de repente; cuando su mano se desliza un poco mas abajo de mi mejilla, acabando en mi mandíbula, mientras lleva su pulgar a mi labio inferior, que acaricia con suavidad antes de acercar mas su rostro a mi.
—Estás muerta. — musito cuando se acerca demasiado, tanto que puede sentir su gélido aliento.
Retira su mano con rapidez antes de alejarse de mi. Su rostro toma una expresión grotesca, casi sobrenatural de enojo, dejando de lado toda la belleza que tanto atraía en vida.
La miro aterrorizada cuando su mano vuelve a mi rostro, baja de mi mejilla hasta mi cuello y comienza a apretar muy fuerte. La marca que tiene en su cuello va desapareciendo a medida que se me acaba el aire. En ese momento, mi cuerpo reacciona e intento detenerla tomando sus manos, pero ella es muy fuerte. Aquella cara monstruosa está muy cerca y respira de forma grotesca.
—¡No eres nada sin mí! — grita, haciendo que yo suelte un jadeo de miedo —¡Soy tu sentido, tu vida, lo soy todo!
—D-déjame ir. — pido piedad cuando siento que el aire está por acabarse.
—Nunca te vas a librar de mí, Jodie. ¡NUNCA! — su voz se torna grave y es entonces que su marca desaparece por completo y yo me quedo sin aire —. Nunca...
La marca finalmente pasa a ser mía, su muerte pasa a ser mi destino.
De la nada, suelto un grito de horror, levantándome del suelo y tocándome el cuello. Siento mi cuerpo sudoroso y mi corazón a mil. Analizo la situación y es entonces que me doy cuenta de que me he quedado dormida a los pies de mi propia puerta. Suelto un suspiro frustrado para empezar a quitarme el uniforme sin dejar de temblar. Fue tan... real. Sin darme cuenta, mi boca saborea algo salado que resultan ser mis lágrimas. Las limpio con simpleza, pero en el fondo con resentimiento. Justo cuando quedo en ropa interior, miro por accidente el espejo que tengo en la pared y me quedo más de lo que quisiera.
Mi familia siempre fue de contextura medianamente gruesa, por lo que era normal que a veces tuviera un poco más de panza y esas cosas que tanto detestaba. Yo era considerada la más delgada de la familia, pero aun así mis muslos eran más gruesos de lo que me gustarían, solo que ahora me veía extraña. El maquillaje corrido, mis muslos habían perdido un poco de su forma gruesa, mi estómago se encontraba muy plano. ¿Siquiera he comido hoy? ¿Almorcé algo? Niego con tristeza viendo cómo mis pechos también se vieron afectados.
Sí, hasta yo tenía problemas con mi cuerpo. Pero nunca tuvieron que ver con desconocerme en el espejo.
Otro suspiro suena en la habitación y decido voltearlo para dejar de verme. Ya todo pasará, esto es pasajero. Cuando termine, todo estará claro, la verdad saldrá a la luz, no habrá más acosos, más muertes injustificadas, al menos en esa escuela. Todo valdrá la pena y luego... luego intentaré seguir con mi vida.
—Aunque la verdad sea buena o sea mala, debe salir a la luz. — me digo a mí misma, como reafirmando aquello a lo que más le temía.
A la verdadera naturaleza de Sara Crowell y al duro proceso de quitarse la venda de los ojos que yo hasta este momento había empezado a hacer.
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